Hola a todos. Esta es la primera vez que escribo, pero seguramente no será la última porque ya no aguanto las ganas de platicarle a alguien las aventuras que he tenido a espaldas de mi marido, al que le he puesto los cuernos repetidamente, aunque lo amo profundamente.
Lo que pasa es que a mis 40 años de edad tengo un temperamento de lo más caliente, parece que conforme pasa el tiempo necesita más y más verga y él en cambio, dados sus problemas de salud tiene ya largos 10 años que es prácticamente impotente, de manera que me hace el amor solamente con los dedos y con la lengua, porque su miembros no lo puede mantener duro sino un par de minutos y nada más.
De hecho como él me quiere mucho, me ha pedido que salga, que busque quien me coja, a veces hasta me compra ropa muy sexi y me da dinero para que vaya en la noche a algún bar a que me vezn y que me lleven a algun hotel a que me den lo qye tanto me hace falta pero yo me niego. Ha habido ocasiones que incluso me ha llevado hasta a la casa algún amigo o algún funcionario de su empresa que viene de la capital y me hace que me vista con alguna minifalda y una blusa escotada, para que les coquetee y los caliente, lo que acpeto pero no doy el siguiente paso, es decir, cuando me dice que se va a hacer tonto, que se va a hacer el dormido para que me los coja yo me niego. Me niego porque le digo que lo quiero y que me da verguenza.
Sin embargo cuando sus amigos se van, quedo tan cachonda que mi esposo me tiene que meter los dedos, me chupa la panocha y yo termino por masturbarme y maldecir mi indecisión. Así he pasado añpos hasta que me decidí a cojer a espaldas de mi esposo, al fin que él quiere que lo haga.
Es así que les voy a platicar lo que me pasó con el dueño del Casino al que acostumbro a ir a jugar. El se llama Juan y es un extranjero muy guapo, con personalidad y que a leguas se le ve la calidad. Les he de comentar que desde que me vio por primera vez, de inmediato me dí cuenta que le gusté, toda vez que sin falsa modestia soy guapa, incluso bonita, bien formada, con unos pechos que le quitan la respiración a cualquiera y como somos de nivel económico holgado, siempre ando bien vestida.
A eso se debe que cotidianamente Juan apenas me ve en su Casino va, me saluda de beso; beso que a veces hace como que no se da cuenta y en lugar de dármelo en la mejilla me lo da en la comisura de los labios, junto con un abrazo en ocasiones más prolongado de lo normal, con la evidente intención de sentir mis chichis en su pecho, lo que a mi me excita y a él le calienta, pues de inmediato se le para la verga, a juzgar por el bulto que repentinamente se le advierte en la entrepierna.
Al respecto les comento que una de las hostes con la que tengo cierta confianza, me platicó que Juan había intimado con una amiga suya y que ésta le había dicho que el dueño del Casino poseía un miembro simple y sencillamente descomunal. Ambas nos reímos, por aquello que dicen que el tamaño no importa, sino como lo mueven, pero desde ese momento claro que me importó, pues a partir de ahí ardía en deseos de conocer la verga de Juan, de comprobar si en verdad era tan grande, quería sentirla, quería chuparla, quería mamarla, quería que me atravesara.
Fue así que un día de tantos, llegó y me dijo: "Chiquita, ya no aguanto. Ven acompáñame a mi oficina". Y a mi me valió madre, no me importó si las hostes se iban a dar cuenta, si algun cliente me vio, yo caminé junto a él, atraveséel casino, el restaurante, entramos al área de oficinas, subimoos al segundo piso en donde estaba la de pel al lado de sus secretarias, entramos y cerró la puerta con seguro.
De inmediato se avalanzó sobre mi, me besó hermoso en los labios sin cuidarse de no hacer ruido a pesar de que las paredes eran hechizas, me sacó a tirnoes la blusa, el brassiere y comenzó a chuparme como desesperado los pechos, mi orgullo, los enormes y bellos pechos que tantas veces me había chuleados y que ahora tenía en su boca chupeteando como niño goloso.
Yo no perdí tiempo, recordando las palabra de mi amiga la hostess, bajé la mano y le toque sobre el pantalón el enorme bulto que ya tenía entre las piernas. Un bulto enorme y duro, por lo que emocionada mientras me seguía chupando, le traté de desabrochar el cinturón. Juan al darse cuenta de la maniobra paró y me dijo: "La quieres ver": No solo la,quiero ver, la quiero mamar, la quero sentir, la quiero hacer escupir, le contesté.
Entonces me llevó hacia un sillón, me sentó y se puso frente a mi, para luego desabrocharse el cinto, bajarse el pantalón y los calzones y hacer saltar aquélla macana enorme como de policía. Una vergotota gorda, jugosa, la más grande que jamás había visto, que la toqué y parecía de fierro, pero que lejos de atemorizarme se me antojó tanto que como pude me la introduje, bueno, solo un pedazo en mi boquita.
Y la chupé y la chupé y la chupé. Y la mamé y la mamé y la mamé. Luego con la boca la recorrí toda por un lado, por el otro, por arroba y por abajo, hasta los huevos que también los tiene extraordinariamente grandes. Juan cerraba los ojos y disfrutaba mis mamadas diciendo que nadie en toda su vida le había chupado la verga como yo, lo que me tenía tan contenta que comence a chirrear por mi panochita, sobre todo porque con una mano le detenía su enorme tolete mientras se lo chupaba y con la otra me tallaba el clitoris, hasta qye de repente y sin importarle que a solo tres mestros de disntancia, paredes de madera de por media estana sus secretarías, Juan comenzó a gemir hermosos y luego me gritó: "Ahí voy amor", para enseguida echarme chorros y chorros de leche caliente, tanta leche que aunque me tragué buena parte de ella, no pude evitar que otra parte cayera a la alfombra y al sillón en el que me encontraba.
La bestial venida de Juan provocó que también yo tuviera un orgasmo como no lo había tenido al menos en los últimos tres años. De mi panochita salían chorros de mis jugos, de manera que cuando él los vio, rápidamente me echo para atrás en el sillón, me abrió de piernes y se me pegó con su boca, alcanzando a recibir una buena parte de ellos, cosa que me calentó aún más.
Luego con mi compañero de sexo recostado entre mis piernas, se hizo un silencio de un par de minutos en los que yo, aunque estaba muy contenta por lo que acababa de pasar, de repente me entró la tristeza, porque cada vez me sentía más caliente y daba por hecho que así me iban a dejar, pues Juan rebasa ya los 50 años de edad y como ya se había vaciado, y de qué forma, seguramente ya no podría más. Sin embargo en ese momento se levantó y cual no serái mi sorpresa que lejos de habérsele bajado, la verga, la vergota, la macana parecía más grande, más gorda, más dura.
La alegría fue toidavía más grande cuando me dijo, ahora si Chiquita, ahora si te voy a cojer. Y dicho y hecho. Me tom+o de la mano, me llevó al escritorio, me sentó en él, me abrió de piernas, me apuntó su tolete y se dispuso a penetrarme. "Despacito" le dijo, y lejos de hacerme caso, me dejó ir la verga de un solo trancazo, lo qu8e hizo que lanzara un grito de dolor y gozo que no solamente habrán escichado las seecretarias, que me imagino que para entonces ya todas se habrían estado masturbando, sino hasta hostes y clientes del Casino. Ante el grito Juan me pregunto: Que Chiquita, te la saco?, si me la sacas te mato, le contesté. Ante eso, lo que hizo fu7e metérmela una, diez, cien, quinientas, mil veces y en cada metida de reata me hizo venir por todos los años que estuve sin cojer.
Luego me puso en cuatro patas y así, "de perrito" como a mi me gusta, porque me preguntó, luego de casi quince minutos de darme verga y mas verga, gimió como antes y gritó igual que antes, para enseguida echarme chorros y chorros de rico meco, tanto que me llenó la panocha y luego se me derramó por las piernas, confundido además con mis jugos que en cantidades solamente comparables con las que me saca el negro Efrén (ya les platicaré en otra ocasión) me hizo expulsar en cada metida de su preciosa macana.
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me encanta saber que una mujer madura le encante mas el sexo al paso del los anos son mas ricas y seductoras mmm felicidades y sigue gosando como dijo cathy jeje besos en sus ricos pezoncitos chikas