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Dentro de las incomodidades que pasamos quienes vivimos en la ciudad y a veces vamos al campo, quizás el más importante es el transporte. No hay en ese pequeño poblado de Oaxaca (México), mayor medio de comunicación que el incomodísimo autobús; chatarra a más no poder y ni siquiera de primera, sino de quinta.
Mi esposa y yo llegamos a esa ranchería de Oaxaca ubicada a unas cuatro horas de la capital del estado. La idea era que mi esposa visitara a su mamá, doña Luisa, una señora como de 45 años, viuda desde hace cinco años, ligeramente regordeta y eso sí, tremendamente morena. De noche nomás los ojitos se le veían.
El camino a la ranchería es empedrado, totalmente rural –en realidad son varias poblaciones cercanas entre sí. El trayecto es tan feo que decidimos dejar el automóvil en Oaxaca para no averiarlo y optamos por tomar el maléfico autobús, del que con tanto salto bien puedes terminar lisiado de la columna, ¡Bah!
Lo peor es que las corridas hacia esa ruta –una de las más pobres de Oaxaca-- son solamente tres y el sobrecupo es impresionante. En cada viaje van montados unos sobre otros, porque no todos van sentados y que la mayoría de los pasajeros lleva "equipaje" incómodo como gallinas, pavos y animales diversos.
Desde la primera media hora de viaje me había arrepentido de haber ido, pero bueno, mi esposa siempre insiste en que no quiero acompañarle a ver a su madre, y cada rato argumenta que lo que sucede es que me avergüenzo de que su familia sea campesina.
Después de tres horas de viaje ya estábamos en el pueblo, con los abrazos, los besos, los regalos. El paisaje es precioso, vale la pena, aire puro, pero nada más de pensar en el regreso se me iban hasta las ganas de volver a Oaxaca.
Mi esposa y yo contemplábamos estar ahí unos cinco días pero al tercero, por la tarde, se enfermó el abuelo, un hombre como de 80 años. No sé sabe que fue lo que pasó pero había que llevarlo a Oaxaca. En ese momento lamentamos no haber tenido el auto en la ranchería porque era preciso llevarnos al viejito cuanto antes y el problema era que sólo estaba la corrida de las 9 de la noche.
Me pidió mi esposa que yo me hiciera cargo de acompañar a su madre y al abuelo a Oaxaca y de ahí transportarlos en el auto hasta el Hospital General, ella se quedaría, pues sabiendo de la hora y de lo imprevisto, segura estaba de que ya no habría más boletos y ya no digamos sentados, que era pedir mucho, sino parados.
Tuvo voz de profeta. Un alma caritativa cedió su asiento al anciano, pero doña Luisa y yo nos vimos en la necesidad de avanzar algunos metros hacia el fondo hasta topar con la cola del autobús.
Honestamente yo iba furioso. Suerte la mía, pero por otro lado pensaba en la desdicha del hombre que sentadito en el asiento, y sin chistar, iba agradeciendo los esfuerzos de todos. En tanto el autobús iniciaba su contoneo.
Doña Luisa, como ya lo había mencionado es una negraza de pelo corto ensortijado, grandes caderas, nalgas enormes y unas tetas impresionantes y además firmes. En esa época que platico yo tenía 30 años y ella 45, mi esposa tenía 25.
El caso es que el vaivén, y repleto el autobús de pasajeros, las nalgas de mi suegra quedaron justo a la altura de mi verga, se empezaron a encontrar y me excité muchísimo. El bamboleo del camino que antes me molestaba sobremanera, en esos momentos lo agradecía porque me permitía sujetarla de las caderas y restregarle mi duro palo.
Por supuesto tomé más confianza cuando vi que ella no hacía ningún movimiento de disgusto, muy por el contrario sentí que lo estaba gozando, pues aunque la tenía de espaldas alcanzaba a ver que cerraba los ojos como disfrutando el momento.
Eramos los últimos en aquel largo camión destartalado y ruidoso. Del lado contrario al nuestro estaba todo repleto de mercancías, de manera que lo que hiciera o deshiciera era exclusivamente asunto mío y de ella.
Al principio la tomaba disimuladamente de las caderas, como sorprendido por el movimiento del autobús, pero luego empecé fuertemente a apretarla contra mi cuerpo y notaba que doña Luisa se estaba deshaciendo, mis manos se fueron sobre sus tetas, sujetándolas como dos melones, tampoco dijo nada. Empecé a acariciarle con las dos manos aquellas nalgotas y doña Luisa nada, calladita…
No pude aguantarme más y decidí subirle el vestido por atrás… Yo estaba súper caliente, acariciando las brutales y negras piernas de doña Luisa. Llevaba unos calzones negros, aguados y grandes que de inmediato bajé. Para esos momentos mi querida suegra ya sabía para donde iba y que le esperaba…
Me bajé la bragueta y me saqué la verga…. Ayyy que rico… sentir lo frío de sus nalgas chocar contra lo caliente de mi verga… por suerte era de noche y el "bendito" camión no traía ni una veladora..
Por la posición en la que estábamos era muy difícil penetrarle por la vagina porque requería que se empinara mucho más y adelante nuestro iban dos pasajeros dormitando…. De manera que le abrí las nalgas y se lo coloqué en el mero culo…estaba hirviendo… Me aguanté unos minutos para conocer su reacción y como vi que no dijo nada empecé el bombeo, ligeramente suave, no tenía prisa, además el movimiento del camión me ayudaba y casi no se escuchaban nuestros quejidos por el "ruideral" del motor que venía donde nosotros.
Mi suegrita estaba agitada…. Movía sus brazos buscándome y tratando de acariciarme mientras mi verga la taladraba lentamente hasta que por fin se "la dejé ir" completamente y era un mete saca impresionante. No tardé en venirme esa es la verdad y así nos quedamos unos segundos. Luego, se puso de frente mío y me di un atracón con las tremendas tetas de mi suegra. Doña Luisa era fuego puro. Me aprisionaba con la mano la verga, me acariciaba los huevos, me quería comer hasta que me vine por segundo ocasión. Ella terminó chorreándose…
Al llegar a Oaxaca bajamos al abuelo y lo internamos, y luego de una valoración los médicos nos dijeron que salvaría la vida. Que había sido una buena determinación haberle llevado esa noche pero que el viejito tendría que estar por lo menos una semana ahí.
A través de un mensajero le mandé a decir a mi esposa que regresara a Oaxaca porque ahí me quedaría con su mamá y le explicaba la situación…. Casi 48 horas llegó mi esposa, tiempo más que suficiente para sacarle brillo al pito porque doña Luisa no me dejaba la verga en paz y me la estuve coge y coge por delante y por atrás, además de las excelentes mamadas que daba. Nunca me imaginé que una campesina de 45 años me hiciera tan feliz, que hembra tan exquisita.
Para disimular la situación renté dos cuartos de hotel pero en realidad estuvimos en su habitación todo ese tiempo, si salimos a comer fue mucho. Ese fue nuestro secreto y no se ha repetido esta situación porque ya no he ido a Oaxaca y porque el abuelo se murió al año siguiente.
Además, tengo entendido que desde hace dos años mejoraron la carretera, aumentaron las corridas y mejoraron los autobuses. Es decir, no creo que se vuelva a repetir la situación. En sólo dos días me cogí a mi suegra como 10 veces…
invitado-Chico Anónimo 22-02-2017 01:46:50
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Algo similar me sucedió, solo que fue con una prima, para suerte nos tocó un camión casi vacío y nos tocó sentarnos hasta la parte de atrás, traía un vestido corto, así que no fue tan difícil la situación, pero a suerte mía, yo si logré darle un palo bien, pues hasta donde estábamos sentados, no había ningún alma. Carolina se llama la condenada.