Como ya recordareis del capitulo anterior Adela es una atractiva y caliente mujer de treinta años y esta casada con Abelardo desde hace diez. Ambos forman un matrimonio muy liberal, amantes ambos de los tríos y de hacerlo en lugares públicos, con todos los riegos que ello conlleva, cosa que por otro lado les excita una barbaridad consiguiendo de esta manera orgasmos sublimes como ellos suelen reconocer. Pero la historia que quiero contarles ahora es muy “distinta” de todo eso. ¿Distinta? Bueno, diferente, pero solo un poco… ¿o no?.
Adela se encontraba en la fiesta de cumpleaños de un familiar, estaba sola, ya que Abelardo se encontraba de viaje, por lo cual no había podido acudir a la celebración. Allí se encontraba Jesús, amigo de este familiar. Su mujer tampoco estaba presente.
Al cabo de un rato Adela notó como Jesús la miraba. A ella este hombre la atraía mucho aunque en su cabeza no cabía ponerle los cuernos a su marido, ya que si Abelardo y ella habían realizado algún que otro trío, siempre con chicas, siempre lo habían hecho estando el otro delante. Pero si él la miraba ella debía corresponderle y desde ese momento una sucesión de miradas más o menos directas empezó a producirse entre ellos.
Cuando por fin comenzaron ha hablar, alejados de la gente, con la copa en la mano, Adela se dio cuenta por primera vez en su vida que tenía ganas de engañarse a sí misma. Si había dicho que no quería adornar la frente de su marido ahora deseaba fervientemente hacerlo.
Cuando Jesús invitó a volver a verse ambos al día siguiente, Adela aceptó casi sin darse cuenta. Todo había sido tan rápido que la mujer pasó toda la noche sin poder dormir pensando en ello, incluso llego a masturbarse varias veces, ya que al estar Abelardo de viaje, no pudo calmar su calentura de mejor manera. Por fin se encontró con Jesús después de haber pasado muchas horas inquieta. Él le propuso ir a muchos sitios pero Adela tenía miedo de que los vieran; así cuando Jesús dijo de ir a un hotel y pensando que era lo mejor, ella aceptó aunque temblando.
Nada más entrar en la habitación él la echó sobre la cama y se coloco a su lado besándola y desabrochándole la ropa hasta notar la carne de ella entre sus dedos. Sus manos la acariciaban toda, desnudándola muy lentamente hasta que llegaron a su sexo que acarició con mucha suavidad.
El deseo de Adela se intensificaba por momentos y empezó a desnudarlo, cuando le quitó los pantalones fue entonces cuando notó su miembro. Al agarrarlo con sus manos se llevó una gran sorpresa. Su tamaño, incluso por el tacto, era increíble. Miró disimuladamente hacia abajo y lo que vio la impresionó. Adela estaba acostumbrada a un pene que creía normal, el de su marido, pero aquel era casi el doble.
La mujer no pudo retenerse por más tiempo y bajando por el cuerpo de Jesús con su boca llego hasta aquel miembro inhiesto y se tragó lo que pudo. A Adela siempre le ha gustado chupar penes, bueno el de Abelardo, su marido, pero aquella vez su deseo era apremiante. Abriendo mucho los labios se lo introdujo en su boca y la impresión fue tan agradable que ya no quiso separarse de ella. Adela estaba imaginando ya en lo que le haría sentir cuando la penetrara, su sexo excitado estaba húmedo y ardiente.
Cuando Jesús creyó que iba a tener su primer orgasmo a causa del masaje bucal al que Adela le estaba sometiendo, la apartó e hizo que se sentara encima de él empalándola, penetrándola muy lentamente. El dolor que sentía Adela era fuerte, notaba como forzaba sus labios, pero cuando la tuvo completamente dentro creyó que se desvanecía de placer. Rozaba constantemente las paredes de su vagina y la notaba muy profundamente dentro si misma penetrándola con ella.
Con aquel miembro dentro Adela se sentía feliz, suspiraba del placer tremendo que le Jesús le estaba dando hasta que, dándose la vuelta, la tomó de nuevo… No tardo en llegar su primer orgasmo, el cual recibió con un grito mientras él llegaba al climax derramándose enteramente en su interior, disfrutando ambos del placer que crecía en sus cuerpos.
Había sido maravilloso y cuando Jesús se separó de Adela, esta notó todo su sexo dolorido pero reconociendo que se lo había pasado en grande.
Era tarde y tenían que marcharse pero Adela no estaba dispuesta a perder a su amante y volvieron a quedar para dos días más tarde. Era consciente de que todo aquello podía mejorarse y esta dispuesta a intentarlo.
Adela pensó que debería contárselo a su marido, pero no sabia como se lo tomaría, aunque los dos habían vivido algunas aventuras, pero siempre juntos. Por fin lo hizo y Abelardo tuvo una reacción muy positiva pidiéndole a su mujer que invitase a su nuevo amante a sus placenteras reuniones.