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Tengo 21 años y este año es mi último verano como universitario, así que no me queda más remedio que trabajar para sacar algo de dinero de cara al curso próximo. Como viene siendo costumbre cada mes de junio me voy al pueblo de mis padres, que está a 10 km de la costa y allí aprovecho a trabajar para los turistas que llenan las playas en estas fechas.
Pero este año ha sido complicado, desgraciadamente solo conseguí un trabajo de camarero de apoyo los fines de semana, por lo que necesitaba algo que completara mi salario estival. Lo comente con algunos de mis familiares y fue mi tía quien me recomendó a su amiga Matilde.
La mujer trabaja limpiando casas en el pueblo, y en verano por medio de la inmobiliaria de una amiga suya se trasladaba a la costa donde los extranjeros la contrataban pagando mejores jornales que los españoles. Su fama de trabajar bien la precedía y tenía por clientes varios chalets grandes que atendía con mucha eficiencia y cuidado.
Este año, gracias a su esmero y dedicación le habían surgido varios clientes extras y necesitaba alguien para las tareas más pesadas, que hablara inglés y fuera formal. Encajaba en el perfil, así que acepte. Mis función consistiría, en mover muebles, arreglar las zonas exteriores, cortar el césped y apoyo en otras tareas de limpieza, sobre todo las que requerían más fuerza.
El tercer día, fuimos a un gran chalet con vistas al mar, piscina, una casa espectacular, era uno de sus nuevos clientes, una pareja de jubilados ingleses, que ese año habían comprado la casa en la inmobiliaria de su amiga.
Después de mover los muebles al jardín, me dijeron que limpiara la piscina, y aquí comenzó todo: de manera totalmente normal, hice lo que cualquiera haría, me saque la camiseta, el calor era insoportable, y estando a la intemperie me pareció que no molestaría a nadie. Tengo que reconocer que estoy físicamente muy bien, aunque suene vanidoso. Mido 1,80 m soy muy deportista, tengo tableta en el abdomen, no digo más. Cuando Matilde se dio cuenta, salió enfadada al jardín y me dijo que me vistiera. Le hice caso, para eso es la jefa.
Cuando volvimos después de las tareas a casa, en el coche se disculpó por sus modales y me dijo que quería guardar las formas, tenía una reputación que mantener y por eso prefería que fuera vestido, sabía qué hacía calor, pero mejor con ropa.
Esa misma tarde, la llamo su amiga de la inmobiliaria, quería hablar con ella y, como nos venía de paso, paramos en su despacho.
- Hola Matilde, le dijo una impresionante morenaza de vestir ejecutivo.
- Hola María ¿Pasa algo? Me llamaste muy nerviosa ¿Algún problema con los clientes?
- ¿Este es el chico que va contigo? Es guapo.
Ese comentario me hizo sonrojarme.
- No, no es nada, o si, puede ser algo
- No te entiendo. Explícate. Le respondió Matilde
- Parece que a uno de tus clientes, mejor dicho clientas, le ha gustado el chico. ¿Cómo te llamas?
- Gabri. Le dije.
- Pues la inglesa quiere que la próxima vez que vayáis lo hagáis de forma más sexy. Yo había pensado que fuerais en bañador.
- Caray. Que cachonda la vieja, añadí yo sorprendido.
- Os daría un extra
Matilde me miro, yo encogí los hombros y dije: - Por mí no hay problema.
- Bueno si a él no le importa.
- ¿Y a ti?
- A que te refieres.
- Que deberías ir en bikini si él va en bañador.
- Eso sí que no. No soy ninguna puta. Yo me dedico a limpiar no a exhibirme.
- Mujer, no te pongas así. No te estoy pidiendo que te acuestes con nadie, sino que limpies en bikini. Lo habrás echo montones de veces en tu casa.
- No, no y no. Es mi última respuesta. Si el chico quiere que lo haga. Yo, no.
- Van a pagar el doble.
Matilde se calló. Sonó su teléfono. Era su madre que cuidaba a su hija y necesitaba algo, la mujer se apartó para hacer la conversación mas privada. Mientras María me hablo muy directa:
- Oye guapito. El bañadorcito que sea ajustado ¿Vale? No me defraudes, es una buena clienta y puedes ganar un dinerito extra si lo haces bien.
Eso me dejo más asustado. No me tendría que follar a la vieja, pensé. Sin tiempo a responder llego Matilde, con la cara cambiada y la opinión también
- ¿Puede ser un bañador en lugar de bikini?
- Como quieras mujer. Pero un bikini siempre queda mejor.
- Vale, lo haremos. Pagaran doble. De acuerdo.
- Perfecto. Mañana teníais que terminar allí ¿verdad?
- Sí, no te preocupes.
El resto del camino a mi casa no hablamos del tema, ella permaneció muy pensativa; solo al dejarme me dijo muy seria: - Ya sabes mañana en bañador. Ciao.
Matilde tiene que estar alrededor de los 35 años, su marido la dejo tirada hace cinco años con dos niños pequeños y pasó de ser ama de casa a tener que buscarse la vida en lo único que sabía hacer, limpiar. De carácter rígido, exigente, le gusta terminar muy bien las cosas, me organiza el trabajo, me exige profesionalidad y no me consiente el más mínimo error o desacierto.
Es una mujer más bien alta, de cara vulgar, no es ni fea ni guapa, tiene un lunar en la cara que la hace peculiar, naricita redondita y una carita de niña despistada, como pendiente de otra realidad.
Aquella mañana pasó a recogerme para ir al trabajo. Y nada más subir al coche comenzó a darme las instrucciones de limpieza de la casa de los ingleses, el tiempo era para ella importante, la efectividad debía de ser máxima, una vez organizado todo entro a otro tema:
- ¿Has traído el bañador?
- Si.
- Ya sabes, tranquilo. Estos son unos viejos verdes que les gusta ver carne. Pues démosela. Tu siempre a lo tuyo, como si nada, si quieren mirar que miren hasta hartarse. Si te molestan o te dicen algo me lo haces saber.
- Ok. Le respondí un tanto coartado.
Aunque mi jefa no es el tipo de mujer que me gusta, estaba impaciente por verla en bikini. Ella es más bien flaca, con algo de barriguita, de piernas finas sin curvas, culo plano, sin mucha forma, sin las caderas marcadas, pero eso sí, tienes unos pechos impresionantes, de esas grandes de verdad, aunque siempre intenta disimularlas con ropa ancha y no podría concretar su tamaño, puedo decir que las tiene grandes.
Cuando llegamos, ella siguió su protocolo habitual, habló con la dueña para concretar el trabajo, mientras yo me cambiaba, el bañador que había comprado era muy ajustado y marcaba un buen paquete, al que añadí un relleno para que pareciera mayor aun.
Cuando salí y pase por delante de ellas ambas se quedaron mirando mi bulto con disimulo, sonreí como si nada y me dirigí a bajar los utensilios de la furgoneta. Cuando volví a entrar, Matilde ya estaba en bikini; cuando la vi, quede impresionado, sus pechos eran realmente grandes, dos auténticos cantaros se ocultaban bajo su bikini. Se acercó a mi dándome ordenes, intente disimular, pero estaba impactado, hice verdaderos esfuerzos para mirarla a la cara.
- Vamos. Al trabajo. Y céntrate en lo que tienes que hacer. Dijo mientras se volvía y pude ver un escueto tanga que dejaba al aire los blancos mofletes de su trasero.
Sobre las 10 de la mañana llego el marido con el periódico bajo el brazo. Se cruzó conmigo en el jardín sin decirme nada y dirigió la vista a Matilde que barría el porche, con cada movimiento de escoba, sus pechos se balanceaban dulcemente, el viejo comenzó a babear y se sentó a pocos metros de ella para disfrutar del espectáculo.
Todo me parecía un tanto casposo, ridículo y de mal gusto. Mi jefa no era una tía espectacular, no tenía un culo bonito, ni un cuerpo atractivo, lo único que resaltaban eran sus tetas que sobresalían por todo el bikini, de manera vulgar, intentando escaparse de él, es mas, en varias ocasiones lo hicieron y se le quedaron al aire con el ajetreo laboral; se las recompuso poniéndolas dentro, mientras avergonzada miraba alrededor por si alguien se las había visto. No sé qué le veía este hombre que iba tras ella cuando cambiaba de habitación. Además ella se limitaba a sus tareas, no intentaba provocar, ni ponía posturas sensuales que pudieran incitar al sexo. Solo hacia su trabajo. Eso si meneando las ubres, inevitablemente, de un lado a otro.
Yo por mi parte estaba intranquilo, la mujer se portaba muy bien conmigo, me traía refrescos, me hablaba con cortesía sobre los trabajos y siempre intentaba de una forma u otra rozarse, tocarme disimuladamente. La verdad no lo entendía, que una pareja de jubilados le gustara estas cosas sin pasar a más acción. Pero bueno, pagaban bien.
Yo recogía las herramientas del jardín para irnos, cuando me di cuenta de que había una chica joven en la casa que me miraba junto a la anfitriona:
- Mam. What is this? (Mama, ¿Qué es esto?) le dijo muerta de risa
- Is a handsome guy? (¿A que es un chico guapo?)
- You are amaizing (Eres increíble)
- Enjoy view. (Disfruta de las vistas)
Ambas reían. Cuando detrás de ellas apareció Matilde, la anfitriona le presento a su hija, la cual no se sorprendió demasiado al verla en bikini y menos a su padre pocos pasos detrás.
- Dad, I can see that you like the new housekeeping (Papa, veo que te gusta la nueva chica de la limpieza)
- It’s not bad (no está mal)
- Dice mi madre que aparte de ser una bella mujer, limpiáis muy bien. Necesito que vengas a mi casa. Solo será una limpieza de mantenimiento. ¿Cuándo podrás venir?
- El martes que viene.
- Muy bien.
- ¿Tendremos que ir así? Pregunto Matilde inocente
- No, no es necesario. Venir como normalmente trabajéis.
Decía esto cuando entro el hijo.
- Let’s go Mary (Vamos Mary) No acabo la frase al ver a mi jefa.
- Paul, she is our new houskeeping (Paul, Ella es nuestra nueva chica de la limpieza) le dijo su hermana con una leve sonrisa.
Los ojos del hombre fueron directos a las tetas de ella. Le dio dos besos y siguió mirándola con descaro.
- My God. Her boobs are so big (Por dios. Que pechos más grandes)
- I employed her (Ya está contratada) añadio la hija
- Good. (Bien) Dijo Paul mientras con desfachatez le tocaba el culo.
Al notar la mano sobre su nalga, se sobrecogió, no la esperaba, todo fue rápido, la ininteligible conversación en inglés, el cansancio de la jornada, el nuevo trabajo, la vergüenza que sentía al estar delante de tanta gente en bikini, no supo cómo reaccionar, Paul, no se limitó a la parte trasera, con naturalidad y presteza lanzo la garra a uno de los pechos que sopeso aparentándolo varias veces. Matilde se quedó inmóvil, como un maniquí. De pronto noto otra mano en el otro glúteo, era el viejo que se había animado ante la permisividad mostrada por ella, pero este tocamiento era distinto, mas lascivo, pellizcándolo, sobándolo con intensidad, luego busco la teta libre, la acaricio, metió la mano bajo el bikini a la búsqueda del pezón, lo toqueteo con la yema de los dedos. Fueron solo unos segundos, largos segundos.
- Leave her. Don’t disturb her. (Déjala. No la molestes) dijo la hija. Ambos retiraron las zarpas.
- But they are too big. I’ve never seen a couple of boobies like this. (Pero son muy grandes. Nunca he visto un par de tetas como estas)
- Don’t touch. Let’s go (No toques. Vámonos) su mujer lo agarro de la mano y lo saco de la habitación.
- Nos vemos la próxima semana. Ok? Bye.
Matilde con elegancia escapo de la escena, me indico que habían acabado las tareas. Cargue el coche, nos vestimos y nos fuimos. Nos habíamos separado como un par de kilómetros cuando mi jefa paro la furgoneta en un camino y comenzó a llorar.
No le gusto que por un momento le metieran mano, en otra ocasión le hubiera dado un tortazo a quien lo hubiera hecho, pero se sintió impotente, como un maniquí, rígida, dejo que la sobaran.
- Es por mis hijos, es por mis hijos. Repitio entre sollozos.
Yo la abrace, note sus enormes y blandos pechos sobre los míos. Que confortables.
- No pasa nada. Debes de hablar con ellos la próxima vez y poner las reglas.
Matilde hablo con su amiga y le conto el episodio de los tocamientos, algo que prometieron los dueños que no volvería a pasar, y así fue, continuamos yendo cada mañana de viernes con nuestra ropa de baño y no pasaron de las miradas. A mi acabo haciéndoseme divertido y cada vez intentaba provocar más a la vieja. Y así paso el verano, lo más divertido de la semana era ver a mi jefa los viernes en bikini, porque el resto del tiempo trabajábamos duro en el resto de casas.
Los martes íbamos a casa de la hija, era la última semana de agosto, allí limpiábamos con nuestro uniforme de camiseta y pantalón habitual, al final de la mañana la mujer nos agradeció el trabajo, no manifestó su satisfacción y nos invitó a un pastel típico de su país. Sentados en la mesa nos soltó una bomba:
- ¿Qué tal con mis padres?
- Bien.
- ¿Os han molestado?
- No, en absoluto. Ha sido hasta divertido. Nosotros no limpiar en bikini, solo lo hacemos en su casa. No nos dedicamos a ello. Dijo muy dignamente mi jefa.
- Lo sé. Mis padres tienen un problema. No pueden tener relaciones sexuales. Y esa es una de las formas de entretenerse.
- No pasa nada.
- Os voy a hacer una propuesta que con toda libertad podéis rechazar. El viernes es el último día que vais y me gustaría que vayáis a su casa y limpies sin nada puesto. Desnudos.
La inglesa había sido muy directa. Sin tapujos. Pero mi jefa lo rechazo.
- Hay chicas que se dedican a eso, en la carretera hay un prostíbulo donde puedes contratarlas.
- No me interesa eso. Vosotros sois de confianza. Sé que no es un trabajo agradable. Os pagare bien.
- No sé qué decirte.
- Es solo un paso más. Una despedida. Prácticamente os han visto desnudos.
- ¿Tú qué opinas? Me pregunto.
- Si pagas bien por mí no hay problema. Respuesta obvia.
- ¿Y tú? Le dijo refiriéndose a ella. Al menos la parte de arriba. Topless.
- Tengo que meditarlo.
- Toma este sobre. Piénsalo. Si no lo haces me lo devuelves. Sé que puedo confiar en ti.
Nos despedimos de ella y cuando estuvimos lejos, abrimos el sobre, había 2.000 €.
- He decidido hacerlo, pero solo la parte de arriba. Repartiremos el dinero. ¿te parece bien? Pero esto nadie debe enterarse, ni siquiera María. ¿de acuerdo?
- Bien, cuenta conmigo, le comente.
Yo estaba encantado, por estar en pelotas en un sitio y ganarme mil euros
- Esto lo hago por mis hijos, me dijo sollozando. El próximo mes tengo unos gastos muy fuertes y necesito mucho dinero.
- No se enterara nadie. De verdad, te lo prometo.
- Bien, lo que no quiero es pasarme la mañana desnuda con esos viejos, así que les diremos que solo estaremos desnudos un par de horas, además creo no hará falta trabajar mucho pues el domingo vuelven a su país.
- ¿No has pensado que sea una broma de la hija a los padres?
- Podría ser. Pero a nosotros nos da igual.
- Pero ¿Y si se lo toman a mal? Recuerda que la hija nos dijo que no supiera que ella lo había pagado.
- Tienes razón. Entonces haríamos el ridículo y podríamos perder el cliente. Tendremos que hacerlo bien. Déjame que lo piense y te diré algo.
Desde ese martes al jueves estuvimos dándole vueltas al tema, una vez que habíamos decidido limpiar desnudos en casa de los jubilados ingleses. Creo que llegamos a estar impacientes porque llegará, tenía su punto de morbo.
La mañana del viernes tomamos café en una cafetería cercana a la casa, estábamos nerviosos, Matilde lo tenía todo pensado y así me lo transmitió:
- Vamos a entrar, le diremos que hemos olvidado los bañadores, pero como nosotros cumplimos con nuestra palabra, y ha sido un error nuestro, lo haremos sin bañador o con la ropa interior. De esa forma dejaremos que ellos elijan. Si eligen que lo hagamos con ropa interior, cuando estemos terminando nos despediremos de ellos quitándonosla diciendo que es un regalo de despedida. Y si nos quieren meter mano, nos dejamos un poco y nos vamos. ¿Te parece bien?
Eso de que la vieja me metiera mano no me hacía mucha gracia.
- Como tú quieras, le respondí.
- Lo malo será trabajar con las tetas colgando. No te puedes imaginar lo que pesan y lo incomodas que son.
Cuando llegamos a la casa, Matilde cambio de opinión, en la misma puerta me dijo:
- No lo vamos a hacer.
- ¿Qué?
- Que no lo hacemos. Ya está.
- Joder Matilde, aclárate. Entonces ¿Devolvemos el dinero?
- Ya veremos.
- Entonces nos ponemos el bañador, por lo menos que paguen la tarifa bañador.
- Eso, el bañador y listo.
Me enfadó ese cambio de opinión de mi jefa. Me había hecho el ánimo de estar en pelotas y sobre todo de los 1.000 eurazos que me iba a meter en el bolsillo.
Entre directo al cuarto donde nos cambiábamos, sin saludar a nadie en la casa, e intente que se me pasará el cabreo. De pronto Matilde abrió la puerta.
- ¡Quítate el bañador! Dijo con euforia
- Pero,…
- Si he cambiado de opinión otra vez, ¿Qué pasa?
- No pasa nada, pero dime por qué.
- He estado hablando con ella y solo tenemos que ordenar un poco la casa, en un par de horas habremos terminado. Le he dicho que se nos había olvidado el bañador, entonces me ha dicho que no nos pagaría la tarifa acordada, le respondí que lo podíamos hacer sin bañador y me ha dicho que sería una buena idea. Está muy emocionada, ha ido corriendo a avisar a su marido y me ha dejado plantada en el pasillo.
- Esta abuela es una cachonda.
- Así que venga, desnúdate.
Yo ya estaba preparado con el bañador puesto y no me costó nada quitármelo ante la presencia de ella que buscaba algo en su bolso.
- Vaya. No calzas mal. Buena polla.
Me sentí cohibido cuando me dijo eso
- ¿Sabes por qué me he echado atrás cuando estábamos en la puerta? Porque no quería que tú me vieras así. Que me viera el viejo, ya lo tenía asumido. Pero ante ti, me daba corte.
- A mi me pasaba lo mismo si te vale de consuelo. Ambos reímos.
- Intenta olvidarte del entorno y a tu trabajo. Cuanto antes terminemos, antes nos vestimos y nos vamos.
- ¿Qué pasa si me intenta meter mano?
- Tu mismo. Yo no voy a dejarme.
Con naturalidad Matilde se quitó la ropa frente a mí, primero el pantalón y luego la camiseta y el sujetador. Dejo colgadas a la vista las enormes tetas con forma de cantaros, anchas en la base, alargadas, puntiagudas y muy voluminosas, rematadas con un gran pezón rosado. Yo quedé impresionado, en mi vida había visto algo semejante. El color blanco de las tetas resaltaba sobre el resto del moreno de su cuerpo y le daba aún más morbo si cabe.
- Son grandes ¿verdad?
- Son enormes.
- En mi época causaban furor entre los tíos. Pero mira para que se han quedado; para enseñarlas a unos viejos. Qué triste.
- Si se enterara mi padre de que hago esto, me mata.
- Pues si se entera alguien en el pueblo, ya me puedo marchar, me pondrían de puta para arriba.
- ¿Vas a desnudarte entera?
- No. El tanga me lo dejo puesto, no tengo ganas de pasearme con el coño al aire.
Me sentí incomodo ante la situación, mi jefa desnuda delante de mí que también lo estaba, colgaba la ropa en una de las perchas y se dirigía a mi dándome ordenes de como debíamos trabajar, como si fuera normal, se miró en el espejo por última vez, se agarró las tetas como intentando ponérselas rectas, miro su culo de reojo y me dijo: - Venga. Al toro. Sin miedo. Para eso nos pagan.
Creo que más que darme ánimos a mí se los estaba dando a ella, sé que no le apetecía en absoluto hacer lo que estaba haciendo, pero solo serían un par de horas y era bastante dinero. Lo que se llega a hacer por los hijos, pensé.
Salimos de la habitación, los anfitriones esperaban fueran, estaban impacientes aunque intentaron disimularlo, dándonos ordenes de inmediato.
- ¡Tu! vete a la cocina le mandaron a mi jefa, mientras a mí me enviaron a bajar las cajas de la habitación.
Me pareció muy raro estar solo de arriba para abajo, bajando cajas, de pronto me dijo la señora si quería tomar algo, siempre era muy amable conmigo, accedí y fui a la cocina donde Matilde fregaba los platos ante la libidinosa vista del hombre que sentado en la mesa no perdía detalle, disfrutaba del suave bamboleo de los pechos en cada movimiento, en cada desplazamiento de un sitio a otro, observe a mi jefa y vi que provocaba más que limpiaba, fue lo primero que me pareció anormal.
La dueña de la casa nos llamó al salón a mí me hizo bajar unos paquetes de lo alto de unos muebles y puso a planchar unas prendas a Matilde.
- En cuanto acabéis con esto, os podéis ir. Nos marchamos el domingo y no hace falta que estéis mas tiempo.
Estupendo, pensé. Baje los paquetes y los ordene como me dijeron mientras no perdía de vista los melones de mi jefa, me estaba poniendo cachondo, viendo se movían de un lado a otro, como incorporaba para recoger la ropa, forzando posturas que dejaban colgando las tetas, que espectáculo tan erótico. Tal fue mi atención que sin darme cuenta pise uno de los paquetes.
- Take care, (Ten cuidado) dijo la dueña. What are you doing? (¿Qué haces?)
- Sorry (Lo siento)
La mujer se acercó a mi y puso el paquete bien.
- Estas más pendiente de tu amiga que de trabajar. Dijo mientras lanzo la vista a mi pene que comenzó tenía una leve erección.
¿Cómo disimula alguien una erección si tiene que estar desnudo? Difícil. No sabia como evitarlo, volvía a mirar las tetazas y aquello continuaba creciendo.
- ¿Quieres que te relaje? Me dijo la señora
- Gracias, no hace falta.
No había terminado la frase cuando la dueña me agarraba la polla. Y con destreza me masturbaba. Menuda golfa.
- Tu sigue mirándola. Yo te descargo.
Caray, para eso si que dominaba el español. La mujer hizo que me sentara en una silla, y paso de masturbarme a chupármela con gran destreza. Matilde me sonrió. Dejo la plancha y fue a sentarse en el sofá junto al viejo, enfrente de mí.
El hombre la recibió lanzando sus zarpas a las voluptuosos senos, que paso a chupar con presteza, manoseando, pellizcando, intentando abarcarlos sin fortuna, le rebosaban entre las manos. Sus viejos labios lamian los pezones, como caramelos, los mordían dejando un fino hilo de baba que se dirigió hacia el ombligo.
Yo estaba sumamente confuso, ¿estaba soñando? ¿Me había metido en una escena de una película porno casposa? ¿Qué estaba pasando? Una vieja chupándomela y mi jefa tetona dejándose meter mano. ¿Qué estaba haciendo yo allí? ¿Me hacía falta esto para ganar 1000 euros? Al menos la vieja la mamaba bien ¿Cómo acabaría esto?
- Fuck me. (Follame) me dijo la vieja.
- No, no. It’s enough (Es suficiente)
- I give you more money. Come on. (Te daré más dinero. Vamos)
Decía mientras se sacaba el pantalón y las bragas y se sentaba encima de mí. Sin quererlo me estaba follando a la señora, podía ser mi madre o casi mi abuela. Y su marido enfrente.
Creo que lo que me mantenía mi rabo tieso es ver las tetazas de Matilde manipuladas por el dueño, ahora le había sacado la polla, pequeña y blanda y se la toqueteaba, luego adopto la postura del perrito para chupársela, tocándole los huevos y dejando ante mí una espectacular vista de sus melones colgantes, manoseados sin parar por el viejo. Espectacular. El hombre no perdía vista de cómo su mujer se lo montaba conmigo, saltando con mi rabo insertado hasta el fondo. La mujer gritaba y suspiraba sin parar.
La escena no podía ser más casposa. Bueno si, porque la señora se apoyó sobre la mesa y me hizo que la follara por detrás. Yo fije mi vista de nuevo en mi jefa, que asco, ahora sentada sobre el viejo se restregaba sobre su flácido pene mientras el metia la cabeza entre sus tetas, cabeza que ella apretaba con fuerza, después agarro una con cada mano y volvió a mirar como su mujer gritaba de placer en cada una de mis embestidas.
- Fuck me, fuck me. Fuck me hard. Repetia una y otra vez.
Espero que ninguno de mis amigos se entere de esto, pensé. La señora se sento en la mesa y me reclamo.
- Come on baby.
Y la remate de pie corriéndome dentro de ella mientras me agarraba el culo con fuerza.
- Nice, really nice.
Me volví a sentar mirando a Matilde que intentaba con boca y mano que el hombre se corriera, pero su pene continuaba blando. De pronto el hombre se puso de pie y descargo un fino hilo de semen sobre el busto de mi jefa que le acabo limpiando la punta con los pezones. Admiraba sudoroso la escena mientras bebía un refresco que la señora satisfecha me había traído.
Apenas términos notamos como alguien abrió la puerta, nos recompusimos como pudimos y cuando nos dimos cuenta la hija y el hijo estaban delante de nosotros. Yo simulaba mover las cajas y Matilde planchaba.
- Vaya veo que has cumplido.
- Si señora, sin problemas.
- ¿Y mis padres?
- Están por ahí.
La chica fue a buscarlos, momento que aprovechó el hijo para sobar a Matilde a pocos metros delante de mí.
Ella lo rechazo, el insistió: - Creo que dos mil euros me dan derecho a tocarte.
- Yo estoy aquí para trabajar.
- Trabaja mujer, trabaja.
Le decía mientras se situaba detrás de ella y apoyándole el paquete en el culo le sobaba los melones. Estuvo así unos minutos hasta que oyó que volvía su hermana y se apartó.
- Muchas gracias por todo. Contamos con vosotros para el próximo año. Dijo la hija.
- Gracias. Respondió Matilde.
- Quería pedirte un último favor. No te importa que mi hermano te toque las tetas ¿verdad? No para de hablar de ellas. Como despedida. Ok?
- Usted es la que paga.
- Anda tonto tócaselas. Lo estas deseando.
El hombre no perdió oportunidad y volvió a masajear los melones de mi jefa que dé pie frente a él no perdía la compostura.
- Venga. Ya vale. Vámonos.
Cuando se fueron aun la hija le susurro al oído a mi jefa que dejara también que su padre se las tocara. Matilde solo hizo un gesto de aprobación con la cabeza.
Yo no dije nada y fui a cambiarme….
- ¿No tienes nada que preguntar?
- ¿Por qué lo has hecho?
- Por dinero. Por mis hijos, en que crees que pensaba para evitar el asco que me daba esa polla arrugada. Cuando te estabas cambiando la mujer me dijo que si me portaba bien con su marido me daría un dinero. Y accedí.
- ¿Y de mí? ¿no te daba dinero?
- No solo hablo de mí.
- Pero yo.
- Tú te la has follado gratis. Eso has ganado.
- No es justo. ¿Qué dinero te ha dado?
- Mil euros.
- Deberíamos repartirlos.
- Lo siento, son míos.
- No esta bien por tu parte. Follarse a la vieja no ha sido gratificante.
- Bueno me has visto las tetas, algo has ganado.
Sabia que había sido mas de 1000 euros y ella me estaba engañando, vi en sus palabras un resquicio y lo intente, me apetecía tocárselas, jugar con ellas.
- Pero no las he catado. Deberias compersarme aunque fuera dejándome sobartelas.
Sin mediar una palabra mas se levanto la camiseta y allí pude ver ese par de cantaros de miel ante mi. Me lance desesperado a manosearlas y chuparlas, ella me agarro la cabeza y me dijo:
- Mama, mama mi lechoncito. Mi aprendiz.
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