Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Confesiones

Matias... un joven amante

Aprovecho cada vez que mi marido trabaja mas de lo normal para divertirme en casa con mi joven amante Matías


– ¡Oh, sí, Matías, papacito, cógeme más fuerte! ¡Ay, qué delicia! ¡Dámela toda, no pares! ¡Ay, siiiiiiiii!

Me encontraba a gatas en la cama de mi habitación, sujetándome de la cabecera para poder soportar las duras y rápidas embestidas que Matías, arrodillado detrás de mí, le propinaba a mi Conchita roja de tanto darle. Gemía y gritaba extasiada mientras él agarraba mi cintura, nalgueándome sin dejar de penetrarme, con vigor. Su verga se sentía deliciosa en el interior de mi vagina. Los movimientos violentos hacían que mis tetas rebotaran y giraran en movimientos circulares.


– ¡Oh, Nancy, estás bien apretadita! – y continuaba dándome nalgadas leves, que me hacían gritar aún más fuerte. ¡Oh, por Dios, qué trasero, y qué coño que tienes, uffff!

Aquel día, mi marido se había ido al trabajo desde temprano, igual que siempre. Y por la tarde tendría una reunión con sus compañeros, por lo cual no regresaría hasta en la noche.

Así que había cuadrado con Matías a pasar un rato conmigo. Era un chico que había conocido en una disco, y hacía poco más de un año que éramos amantes ocasionales.

Ese día en la pensión ya habíamos visto un par de películas.

Pero sobre todo lo que más habíamos hecho era follar como locos, las demás actividades sólo eran un receso de nuestras ricas actividades copulativas. Ya me había cogido en el baño, en el piso, en el excusado, en la ventana… esta debería ser por lo menos la sexta vez que cogíamos el mismo día, encerrados en esa pensión. En mi boca podía sentir el agradable sabor de su semen, pues aun cuando había eyaculado sobre mis tetas, mi culo, y prácticamente sobre todas las partes de mi cuerpo, siempre terminaba de limpiarme su lechita con mis dedos y llevándomelos a la boca. Ahora nos encontrábamos en la cama muy parecida a la que duermo todos los días al lado de mi esposo. Y eso es prácticamente todo lo que hacemos él y yo en ese lugar. Es muy rara la vez que quiere follarme, siempre pretextando estar agotado de tanto trabajar para mantener todos los lujos con los que vivimos. Y cuando por fortuna le sale su “parte cachonda”, sólo se limita a montarse encima de mí y penetrarme por alrededor de treinta segundos, después de los cuales expulsa su semen dentro de mi vagina y luego regresa a su lado de la cama, cayendo en un sueño profundo.

Pero ese día yo estaba siendo follada por un hombre de verdad, y eso era lo único en lo que pensaba en aquel momento.
– ¡Ah, ah, ah! ¡Mati, fóllame, fóllame más! ¡Me voy a venir, mmmm!

– ¿Otra vez? ¡Wow, mamita, no tienes llenadera!
– ¡Es tu culpa, por cogerme tan delicioso! Sabes que no me puedo resistir a esa verga tuya que me posee por completo. ¡Ay, ay, me vengo, aaaaaaaaayyyyyyyyyyyy!
Y dejó de penetrarme por un instante, para con su mano empezar a frotar mi conchita, ayudándome a expulsar los fluidos que segregaba mi vulva después de semejante orgasmo.
Había perdido la cuenta de cuántos llevaba ya ese día. Después mi sensual amante saboreó mis jugos que tenía en sus dedos, para después colocarlos en la entrada de mi agujerito trasero.

– Hace tiempo que tengo ganas de probar tu agujero pequeño. –me dijo mientras acercaba su cara a mi culito, abriendo mis nalgas con sus manos y pasando su lengua por la entrada de mi ano. ¿Será que hoy es mi día de suerte?
Era cierto, Matías nunca me había dado por el culo, supongo que porque no me lo había sugerido antes. Yo tenía bastante experiencia en el sexo anal, y por supuesto que disfrutaba de tener una polla gruesa estrechando mi entrada trasera, pero no quería dejarle las cosas tan fáciles a un hombre que disfrutaría de mi ano por primera vez.

– ¡Ay no, Mati, cómo se te ocurre! ¿Has visto lo pequeño que es mi agujerito, y lo grande que es tu verga? Seguro que me lo destrozas y no puedo volverme a sentar en mi vida.

– ¡Ja, ja, ja! Claro que no, bizcocho. Ya verás que tu hoyito es muy flexible y en poco tiempo se acostumbra a tener mi polla dentro. ¡Mmm, qué culito tan delicioso, mi amor!
Y escupió directo en el agujero de mi culito. La saliva empapando mi cavidad trasera me hizo estremecer, y cuando después me metió su dedo medio y empezó a jugar con él dentro de mi intimidad más oscura, solté un grito fuerte y agudo, que me tomó desprevenida. Quería seguirme resistiendo un poco más, pero la sensación de ese dedo explorándome me hizo desear tener algo más grueso dentro de mi trasero.

– Ok, chulo, pero hazlo con cuidado. Me da miedo que me vayas a lastimar.
– No tengas miedo, mi vida, ya verás lo rico que vas a sentir.
Y tomándome de las caderas, levantó mi trasero, apuntando mis nalgas hacia el techo de la recámara. Se puso de pie detrás de mí, colocando la cabeza de su verga en la entrada de mi culo, sin meterla todavía.
– Métemela despacito, Mati, por favor. Para que mi culito se vaya acostumbrando al tamaño de tu polla.

¡Uy! –Su glande acababa de introducirse. ¡Ay! –el resto del tronco se iba introduciendo lentamente. ¡Ooooohhhhhhh! –gritamos los dos al unísono cuando por fin su verga estaba completamente dentro de mi culo.
Me la dejó así unos segundos, sujetándome de las ingles y moviéndose en círculos.

– ¡Estás bien apretadita, mamacita! ¿Ves cómo sí te cupo toda?
– Increíble pero cierto, y se siente tan rico. ¡Empieza de una vez a cogerme el culo, papito, por favor!
Me la sacó y me la volvió a meter lentamente, para poco a poco ir acelerando el ritmo.

– ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Uy, qué rico, mi amor! ¿Por qué no me habías cogido el culo antes? ¡Sigue así, no pares! ¡Aaaaahhhhhh!
– Te dije que no te iba a doler, que todo sería puro placer.

¡Uff! Me encanta como tu culito me aprieta la verga.
Así continuamos por varios minutos, yo con mi culo al aire y él de pie, embistiéndome sin piedad. Empecé a acariciar mi coño mientras era sodomizada como una perra. Eso aumentó el ritmo de mi excitación, y en poco tiempo estaba teniendo un nuevo orgasmo. Y mientras mi vulva segregaba sus flujos acostumbrados, el miembro de Matías seguía bombeándome sin descanso.

– Quiero probar a qué sabe mi culo. De seguro tu polla ya está impregnada con su sabor.
– ¡Mmm, claro que sí, Nancy, me fascina la idea!
Y se volvió a acostar en la cama, recargando su nuca en sus manos, invitándome a devorar su miembro. Su verga lucía tan apetecible, tan grande y firme, que antes de que pudiera darme cuenta ya estaba sobre ella. Su glande tocaba ahora mi campanilla.
– ¡Oh, sí, Nancy, trágate toda mi verga! –Matías agarró mi cabeza, haciendo que mi boca se hundiera más en su enorme tronco. Comencé a chupar de arriba hacia abajo, saboreando su miembro.
– ¡Mmm, qué pene tan rico, papito! –y escupiendo sobre su pene, comencé a masturbarlo con rapidez, lamiendo el glande como si se tratara de una paleta de caramelo. –Creo que mi culito está listo para volver a recibirla.
Y dejando a Mati en la posición en la que se encontraba, me puse encima de él, acomodando la entrada de mi ano en su pito, decidida a clavármelo hasta el fondo.
Grité con fuerza cuando sentí la verga clavada hasta el fondo de mi intimidad. Me sujeté de los muslos de Matías para darme impulso y subir y bajar de aquel tronco enorme que tan rico estaba estrechando mi trasero, hasta el punto de sentir que me lo iba a romper. Pero no me importaba. Lo que estaba sintiendo me transportaba a otro mundo, uno en el que lo único que importaba era el sexo.

– ¡Oh, Nancy, por Dios, vaya culo que tienes! ¡Me encanta cómo te mueves, como toda una experta! ¡Uff!
– ¡Ah! ¡Ah! ¡Aaaahhhhh!
Yo en esos momentos ya no podía hablar. El miembro de Matías hacía que mi garganta se desgarrara de tanto gritar. Mis grandes tetas rebotaban de arriba abajo, ante la mirada atónita de mi amante, quien de cuando en cuando les soltaba algún manotazo. Después llevó su mano hacia mi rajita, introduciendo sus tres dedos centrales en aquel orificio que estaba libre de su verga. Mi excitación se incrementó aún más. Podía imaginar que tenía ahora dos gruesas pollas penetrándome, y no hay nada que disfrute más que tener mis dos agujeros siendo penetrados al mismo tiempo. No tardé mucho en estallar nuevamente en un violento orgasmo. Mi amante me sacó los dedos del coño y se los llevó a la boca, saboreando mis flujos. Su tronco seguía sodomizándome sin piedad.
– ¡No aguanto más, estoy a punto de venirme! –Exclamó mi amante, alcanzando el borde del éxtasis.
– ¡Ay, sí, papacito, qué rico! ¡Lléname el culo con tu lechita, mmmmm!
Y gritando con fuerza, con una contracción comenzó a eyacular dentro de mi culo. Yo sentía con placer su lechita caliente que invadía mi cavidad anal. Y me quedé con su verga clavada, hasta que esta terminó de derramar el semen que tan delicioso refrescaba mi culito. Al terminar yo estaba extenuada y me tendí en la cama al lado de mi Mati, acariciando su miembro que poco a poco iba regresando a su estado de reposo. Él me dio media vuelta y empezó a introducir sus dedos en mi culito, sacándome el semen que acababa de derramarme, llevando después esos deditos a mi boca, los cuales succioné, saboreando el refrescante esperma de mi amante.

Repetimos esta operación varias veces, hasta que mi culo quedó limpio. Después alcanzamos a escuchar un estrepitoso ronquido, proveniente de la habitación contigua. Los dos reímos con fuerza.
– No entiendo cómo puedes estar casada con un hombre así, que no sabe aprovechar a la escultural mujer que tiene.
– Mmm, pues supongo que es por interés o costumbre. Como verás vivo en un apartamento bastante grande, y no me hace falta nada. Vivo una vida muy cómoda a su lado, pues como él siempre está ocupado en el trabajo, me queda tiempo para hacer lo que me plazca. Además, soy una golfa, pero eso tú sabes perfectamente. Aun cuando mi marido fuera capaz de satisfacerme sexualmente, estoy segura de que yo seguiría buscando otras parejas sexuales.
Matías sé quedó pensativo, como si quisiera decir algo más, pero sólo se limitó a abrazarme. Después de un rato me preguntó si eso era una despedida, y que si ahora yo me iría a dormir al lado de mi esposo. Le contesté que ni aunque estuviera loca me acostaría al lado de el esta noche. Me abracé a él diciéndole que en este momento él era el único hombre con el que quería pasar las horas. Mi marido llegaría hasta muy tarde, y hasta nos quedaría tiempo de echarnos otro round antes de partir de la pensión. No fue muy difícil convencerlo, pues él también le gustaba darme con fuerza. Y así fue como antes de irnos echamos otro, nos besándonos tiernamente, nos quedamos dormidos un ratico, bien abrazaditos, sin que el cornudo de mi marido al.llegar yo a casa el supiera que unos minutos antes mi culo había comenzado a ser destrozado por mi amante. El pobre ni se imaginaba lo zorra que era la mujer con la que se había casado.

Datos del Relato
  • Autor: nancy
  • Código: 48699
  • Fecha: 23-02-2018
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 9
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1842
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 13.58.201.240

1 comentarios. Página 1 de 1
xxx
invitado-xxx 23-02-2018 20:08:46

Que suertudo ese matia en encontrarsebuna mujer como tu tan vigoroza, y excitante

Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 38.473
»Autores Activos: 2.273
»Total Comentarios: 11.905
»Total Votos: 512.063
»Total Envios 21.926
»Total Lecturas 105.323.149