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~~Os contaré
una historia difícil de creer. Pero fue así, y de ese
modo . Pues bien, allí leí un anuncio que realmente
me llamó la atención: Ven a pasar el verano a
la costa levantina totalmente gratis Adjunto había un
teléfono de contacto. Agregué la página a favoritos
y apagué el ordenador pues tenía prisa.
Por la noche al llegar a casa y encender el ordenador, abrí
de nuevo la página y me decidí a llamar para interesarme
por tan suculenta oferta:
¿Dígame?
Sí, eh. ., hola, buenas noches, llamaba por un anuncio que
he visto en internet. Quizá esté interesado en la oferta
y me gustaría conocer las condiciones de este viaje.
De
acuerdo, un momento que le pongo con la señora.
Gracias.
Y del otro lado del hilo telefónico surgió una voz cálida
y sensual, pero a la vez salvaje y atrevida.
Buenas
noches, soy la Señora Sempere.
Buenas
noches, señora, estoy interesado en las vacaciones que oferta
y quiero obtener más información.
Bueno,
quizá le parezca muy directa, . ¿señor. ?
Valdés, Mario Valdés.
Bien
Señor Valdés, las condiciones son estas, yo dispongo
de una gran mansión cerca de Alicante, y le ofrezco la posibilidad
de pasar los tres meses de verano en ella a condición de que
esté disponible sexualmente para mí sexualmente de once
a una.
Me quedé de piedra al escuchar aquello, de pronto esa misma
voz sugerente me sacó de mis pensamientos.
Señor
Valdés, Señor Valdés, ¿sigue usted ahí?
Sí, sí , respondí yo rápidamente.
Le
comentaba, que básicamente, lo que me interesa es su semen,
es decir, tendrá que realizar usted un aporte de semen diario.
Ajá,
respondí por inercia.
Pues
bien, están son las únicas condiciones, el resto del
día podrá hacer lo que quiera, sólo se le ruega
puntualidad en las comidas, ah! y si algún día quiere
pasarlo fuera completamente, se puede anular la descarga de ese día,
pero al día siguiente habrá una sesión doble.
De
acuerdo, de acuerdo, las condiciones son claras.
Bueno,
pues ya sabe, si está interesado, llámeme cuando lo
decida.
Muy
bien, muchas gracias.
Colgué todavía sin poderme reponer de tamaña
proposición.
Estuve una semana dándole vueltas y al final. pues me decidí
a aceptar, ya que unas vacaciones de tres meses pagadas y sólo
por masturbarme varias veces al día, era una oferta demasiado
suculenta. Total, las pajas me las iba a hacer igual.
Llamé de nuevo a la Señora Valdés y confirmé
que aceptaba la proposición.
Llegó
el uno de Junio y allí estaba yo, camino de un pueblecito de
la costa mediterránea con mi maleta y mi garantía de
pago entre las piernas.
Al
llegar a la estación de autobuses, allí me estaba esperando
el mayordomo de la Señora, que me condujo hasta un minibús
en el que me encontré con otros tres hombres, que como yo habían
aceptado la propuesta. Habían entablado una alegre conversación.
Buenos
días, me llamo Mario, dije.
Hola
Mario, me respondió uno de ellos, yo soy Sergio, y estos Juan
y Mariano, dijo señalando a los otros dos.
Estoy
ansioso por ver en lo que nos hemos metido, comenté.
Seguro
que lo pasamos bien, dijo Mariano, al menos es gratis! Todos reímos
al unísono.
Así llego Alfredo, que había ido a comprar el periódico
y le dijo al chófer que emprendiera la marcha.
Al llegar a la casa, todos nos quedamos realmente impresionados, pues
era una mansión al más puro estilo de las estrellas
de Hollywood. Alfredo nos ordenó dejar las maletas en el hall,
dijo que ya las llevarían a las habitaciones los empleados.
Seguidamente nos convidó a pasar a un salón que tenía
una larga mesa y varios butacones de cuero negro. Allí, dijo,
podríamos tomar algo mientras llegaban el resto de huéspedes,
que sería cuando la Señora Sempere nos recibiría.
Mientras tanto, Juan, Mariano, Sergio y yo, nos acabamos de contar
nuestras vidas. Cada uno tenía sus circunstancias y peculiaridades,
pero todos coincidíamos en la pasión por el sexo y el
morbo que nos suscitó las condiciones de la estancia estival
en casa de aquella ricachona .
En un intervalo de una hora fueron llegando más hombres jóvenes,
una media de 25 años de edad, yo creo, que conformaban lo que
dimos en llamar la hermandad de pajeadores.
Alfredo
nos dijo que la señora estaba a punto de bajar, y tras un par
de minutos, apareció una mujer de unos cincuenta y cinco años,
delgada, que todavía marcaba curvas, y con unos pechos voluptuosos
que se podían notar a pesar de el traje de chaqueta que llevaba
puesto sobre una blusa blanca. Todos nos quedamos admirados, había
varios detalles que denotaban el poder económico de esa mujer,
aparte de la ropa. Tenía en el cuello un collar de gordísimas
perlas y demás alhajas, como pulseras y anillos, y un broche
de brillantes en la solapa de la chaqueta, por no hablar de sus pendientes,
sendas joyas con una esmeralda engarzada, que realzaban más,
si cabe, la belleza de aquella mujer. Tenía el pelo castaño,
corto con raya hacia un lado, unos ojos vivos, que delataban cierta
atracción por las travesuras. Aunque lo que más llamaba
la atención. eran sus piernas, ni demasiado delgadas, ni demasiado
gruesas, iba sin medias, y con una depilación perfecta. Yo
casi tengo una erección en aquel mismo momento pensando en
si la depilación de su pubis se asemejaría a la de sus
piernas.
De repente, la Señora empezó a hablarnos:
Buenos días, soy Claudia Sempere, he hablado con todos ustedes
por teléfono y, la verdad es que la primera impresión,
es realmente buena. Quizá les choque encontrarse aquí
hoy y para lo que han venido, pero creo que si han aceptado la proposición,
es porque son algo atrevidos y les atrae la idea de masturbarse para
dar su semen a una mujer madura como yo. La Señora continuó
con su discurso de bienvenida. Creo que es de justicia que les explique
para que fines quiero su preciado líquido; sin más ni
menos, es para dármelo sobre la piel, quizá sea algo
extraño, pero a mí me gusta, y. bueno, creo que con
quince hombres como ustedes, me alcanzará para darme un buen
unto de semen diario. A parte de esto, continuó, no descarto
practicar sexo con ninguno de ustedes, aunque siempre en el horario
que habíamos acordado si es que no lo quieren cambiar.
Se oyeron murmullos de aprobación, pues nadie iba a negarse
a follar con una mujer como Claudia (al final se nos haría
muy familiar), y menos si encima te pagaba unas vacaciones en su casa.
Además teniendo en cuenta que todavía son las doce,
y hoy comienza nuestra relación, les voy a pedir que saquen
sus penes y se masturben, para empezar desde hoy mismo con mis baños.
Le diré a Alfredo que traiga unos cuencos.
Y se fue a llamar a Alfredo para que trajera los cuencos.
Todos hablábamos unos con otros excitadísimos por la
situación que se estaba produciendo, creo, que de algún
modo, también nos excitaba la idea de masturbarnos ante tantos
hombres unos delante de otros.
Y cual fue nuestra sorpresa, cuando además de Alfredo con los
recipientes apareció Claudia que se iba a quedar para disfrutar
del espectáculo. Alfredo se marchó cerrando la puerta
tras de sí, con lo que quedábamos quince hombres con
la polla fuera del pantalón delante de una atractiva cincuentona
ávida de semen.
Nos acomodamos y comenzamos el movimiento con cuidado de poner bien
el cuenco para que no se derramase ni una gota de nuestra leche para
la Señora. Sin embargo Roberto, un chico joven que tenía
por lo menos quince centímetros de longitud del pene estando
relajado, no conseguía empalmarse, ya que estaba algo nervioso
ante la situación.
Cuando Claudia lo vio, se acercó hacia él y le dijo:
no te preocupes, hijo, yo te ayudo y puso su mano sobre
el grueso miembro de Roberto mientras lo masajeaba cuidadosamente.
La reacción no se hizo esperar, y los quince centímetros
de Roberto se convirtieron en veintitantos, mientras la Señora
continuaba poco a poco con su movimiento periódico de vaivén,
entreteniéndose, a veces, en el glande pero sin decir ni una
palabra. Roberto parecía estar en un mundo aparte de placer.
Creo que en ese momento, todos quisimos haber tenido un gatillazo
ese día.
Cuando habíamos acabado con nuestra eyaculación, todos
mirábamos la escena estupefactos, hasta que Roberto finalmente
se corrió, aunque, sin querer, manchó la mano de Claudia.
Chema, que estaba a su lado, le ofreció un pañuelo para
limpiarse, pero ella lo rechazó, introduciéndose los
dedos manchados en la boca, para sacarlos después totalmente
limpios.
Ummm, dijo Claudia, casi habéis llenado los tarritos, voy
a ir a tomar un baño ahora mismo para probar vuestro maná.
Y seguidamente gritó: ¡ Marta, Sonia, venid al
salón! Y al instante aparecieron dos preciosas señoritas
ataviadas con el uniforme del servicio de la casa.
Llevaos los recipientes y preparadme el baño. En cuanto a ustedes,
dijo dirigiéndose nosotros, pregunten a Alfredo y él
o algún otro empleado les indicarán dónde están
sus respectivas habitaciones. A partir de ahora, tienen el día
libre hasta mañana a las once de la mañana. Cualquier
duda, consultenla con Alfredo, y salió del salón con
su aire de señora respetable y educada, como si la paja que
acababa de hacerle a Roberto hubiera sido fruto de nuestra imaginación.
Los
siguientes días fueron de ensueño, hacíamos lo
que queríamos, salvo de once a una, lo que quizá era
lo mejor, pues era nuestro horario de trabajo . Nos dirigíamos
en albornoz a una estancia de la casa con el techo muy alto y un gran
ventanal que daba a una parte del amplísimo jardín.
En el centro había una gran piscina, y nosotros nos tumbábamos
en unas cómodas tumbonas alrededor de la piscina y comenzábamos
a masturbarnos. La verdad es que no costaba mucho excitarse, ya que
si de por sí la situación era tremendamente excitante,
a eso se le unía que Claudia enviaba a ayudarnos
a Marta y a Sonia, que colaboraban encantadas, aunque eso sí,
sólo masturbándonos y haciéndonos felaciones,
nada de follar. Ellas también aparecían con albornoz
y se desnudaban allí con todos nosotros. Marta era rubia, delgada,
no tenía los pechos muy grandes, pero tenía unos labios
mayores carnosos, que a todos nos hubiera gustado chupar y rozar con
nuestros miembros. Además iba perfectamente rasurada, de modo
que se la podía ver en todo su esplendor. Sin embargo, a mí
quién me ponía cachondo y pedía siempre que me
maturbase, era Sonia. Ella tenía el pelo castaño muy
claro, con cara de ángel, inocente y pura, que se tornaba en
un volcán cuando desde abajo me miraba con sus ojitos traviesos
llenos de pasión y sedientos de chupar una buena verga. No
tenía las tetas muy grandes, pero sus aureolas formaban dos
pequeños conos con un jugoso pezón en el extremo. Su
coño era de ensueño, todo rasuradito, con una pequeña
mata de pelo clarito con pequeños rizos que a mi me gustaba
estirar mientras la besaba. Quizá sus besos era lo que más
caliente me ponía, lo hacía tan sensiblemente y con
cuidado. Yo me dejaba hacer y Sonia movía sus labios atrapando
los míos, primero el de arriba, luego el de abajo, al final
metía la lengua hasta juntarse con la mía. En fin,
yo creo que había algo especial entre los dos, porque a los
demás no los besaba con la misma pasión.
Hasta
que llegó el día más especial de todos, la primera
vez que follé con Claudia. Dos semanas atrás, el viernes,
había llamado a Marcos, y la anterior, a Rober, y volvieron
como el que vuelve del paraíso, solo decían: es
una bomba, esa mujer es una bomba , por lo que se veía,
Claudia les había dado órdenes de no contar nada. Pues
bien, el viernes de la semana siguiente, a las once menos diez, vino
Alfredo y me dijo que la Señora me esperaba en su habitación.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo hasta la punta
del pene, que ya pedía su corrida diaria.
Me
dirigí a la habitación de Claudia y me paré delante
de la gran puerta de madera vieja tallada a mano. Llamé a la
puerta y una voz desde dentro dijo: pasa Mario, te estaba esperando .
Entré, la verdad, aunque parezca extraño, un poco nervioso.
Hola, dije.
Hola
Mario, acércate, creo que lo vamos a pasar bien.
Y allí estaba ella, al lado de una mesa hexagonal, con dos
copas en la mano y una botella de champán sobre la mesa, vestida
con una bata blanca y el collar de perlas que llevaba el día
que la conocimos.
Me acerqué y antes que pudiera decir nada, ella posó
las copas sobre la mesa y rodeó mi cuello con su brazo y estampó
sus labios contra los míos, para poco después introducir
su lengua y juguetear con ella en el interior de mi boca. Cuando por
fin nos separamos de nuestro prolongado morreo, me dijo, venga,
fóllame como es debido que no espero menos de una polla como
la tuya . Qué habrá visto esta mujer en mi polla
cuando la semana pasada se habrá metido el cañón
de Roberto, pensaba yo hacia mis adentros. Y nos dirigimos hacia la
cama, donde Claudia se sentó. A todo esto, yo ya estaba totalmente
empalmado, y el bulto se adivinaba perfectamente a través del
albornoz de trabajo . Claudia desató el cinturón
y apartó hacia los lados el albornoz, y sin mediar palabra
se metió la polla en la boca. En un principio, el prepucio
parecía reticente a bajar, así que Claudia lo bajó
cuidadosamente con una mano y con el glande en la boca, comenzó
a dibujar círculos lentamente, después bajaba hasta
los testículos y se los metía en la boca, los chupaba
y volvía arriba. Hasta que comenzó la fase final de
su ataque, empleando la boca y la mano perfectamente sincronizadas
hasta qu no pude aguantar más y aaaaaaaaaah, me corrí
totalmente en su boca. Fue tal la cantidad de leche que eyaculé
que Claudia no pudo tragar todo mi semen y comenzó a toser,
y o me aparté rápidamente y la ayudé a que pudiera
echarlo todo.
¡Hijo mío, qué forma de correrte!, dijo cuando
se hubo recuperado.
Alagado yo por esa frase dije: bueno, Señora, no es
para menos, teniendo en cuenta el la maestría de su boca
Por favor, llámame Claudia, Mario, que te la acabo de chupar,
debería haber algo más de confianza, ¿no crees?
Sí, sí
Pues entonces, demuéstrame que sabe hacer tu lengua, dijo
al mismo tiempo que se recostaba y se quitaba la bata. Claudia tenía
unos grandes pechos y aunque los pezones eran pequeñitos, estaban
totalmente erectos. Me dirigí a su pubis, con una increíble
mata de pelo lista para ser apartada con el único fin de introducir
mi lengua en busca de los líquidos que emanaban el riquísimo
olor que de aquel bosque surgía.
Sin embargo me percaté de que quizá Claudia no estaría
preparada todavía para dirigir mi húmeda arma hacia
su clítoris, así que comencé a acariciar y lamer
la cara interior de sus muslos, hasta que ella me dijo, déjate
de historias y ve al grano que ya estoy caliente , empleando
una voz totalmente canalla . Inmediatamente abandoné
sus muslos y me dirigí hacia su entrada apartando los blandos
pliegues de su cuerpo que escondían el agujero del placer.
Introduje mi lengua y pude notar el calor y la humedad de su sexo,
cuando comencé a pasarla por el clítoris de arriba hacia
abajo pude notar que efectivamente, esta totalmente excitada y entregada.
Así comenzó un monólogo que siempre repetiría
cada vez que yo le comía el coño:
Sí , sí mueve la lengua!
Cómemelo, cómemelo! (A lo que yo respondía metiéndome
todo su coño en la boca).
Vamos,
vamos ! (Comenzaban las convulsiones).
Arráncamelo!
Entonces yo atrapé su erecto órgano entre
los labios y ella, en su clímax orgásmico realizaba
bruscos movimientos con la pelvis hacia arriba y hacia abajo. Pareció
que habían pasado varios minutos en esa posición, ella
moviéndose mientras yo la sujetaba por el clítoris hasta
que paró.
Entonces me incorporé, con la polla completamente tiesa dispuesto
a disfrutar de aquellas tetas que asistían impertérritas
a nuestro espectáculo.
Comencé besándola el cuello, Claudia no decía
nada y me dejaba hacer, hasta que poco a poco fui bajando hacia los
pezones, totalmente erectos. Directamente, sin ningún miramiento
me metí toda la aureola en la boca mientras jugueteaba con
su pezón dentro de ella. Al mismo tiempo mi otra mano pellizcaba
la otra mama de la insaciable Señora. Continué con mi
festival mamario hasta que Claudia dijo: eres un sol, cielo, pero
prepárate porque ahora llega tu ración.
Seguidamente Claudia se incorporó y me empujó a tumbarme
sobre la cama. Sabiamente ella se dio cuenta de que yo no necesitaba
ningún tipo de excitación, así que se metió
la polla en la vagina y me dijo: menudo troncho tienes Mario,
parece un misil . Ese comentario me hizo sentir especial, ya
que objetivamente mi pene no es ni muy largo ni muy grueso, por lo
que lo tomé como una manera de querer excitarme aún
más.
Se acomodó y comenzó a moverse de arriba hacia abajo
apoyando las manos en la almohada, justo encima de mis hombros. De
vez en cuando, disminuía su velocidad poniendo las tetas a
la altura de mi boca de manera que yo le chupaba los pezones. Sin
embargo después su movimiento se aceleraba de nuevo de forma
que sus voluptuosas protuberancias golpeaban su cuerpo con la misma
violencia que su lindo culo contra mis testículos.
¿ Te gusta? Me preguntó.
Claro Claudia, cabalgas como los ángeles.
Pues verás ahora.
Y pegó su cuerpo contra el mío. La excitación
crecía aún más al sentir sus colosales tetas
contra mi velludo pecho. Y en esa posición empezó a
besarme en la boca metiendo la lengua casi hasta mi garganta mientras
movía la pelvis haciendo círculos y hacia arriba y hacia
abajo. Con este vaivén estuvimos varios minutos hasta que yo
ya no podía más y comenzaba a notar que mi leche clamaba
por encontrar la cueva de la Señora. Ella, muy experimentada,
se percató y se arqueó hacia atrás apoyándose
con las manos a la altura de mis pies mientras seguía con el
brusco movimiento de caderas hasta que no pude más descargué
todo mi maná en el caliente coño de Claudia. Pareció
una eternidad, pues no mi polla no paraba de sufrir contracciones .
Sin embargo ella no había alcanzado el orgasmo todavía
de modo que continuó hasta que cubrió mi pene con sus
riquísimos flujos.
Tras esto nos abrazamos y permanecimos unos minutos sin decir nada
pero besándonos. Finalmente nos levantamos y Claudia dijo:
muchas gracias Mario, tú si sabes hacer gozar a una
mujer, espero haber correspondido
De nada Señora, digo. Claudia, ha correspondido y con creces.
Y diciendo esto, yo me puse el albornoz y ella su bata y me acompañó
hasta la puerta, donde me despidió con un prolongado beso en
la boca al mismo tiempo que metía la mano bajo mi albornoz
agarrándome la polla. Finalmente dijo: cuida este tesoro,
y el de la boca , y me despedí.
Bien,
esta fue la primera vez que Claudia me folló, si os ha gustado
mi historia, hacédmelo saber y continuaré contándoos
el camino que me condujo hasta la mujer de mi vida.
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