~~Después
de aquella masturbación con el plátano delante de mi
espejo, corría por mi cabeza la idea de disfrutar de alguna
otra manera de una situación parecida. Pero había que
esperar a encontrar la situación propicia.
Y esta no tardo en llegar. Volvía a tener una cita con aquel
hombre, mi amante del chat. Habíamos quedado para tener una
agradable velada en su casa, una cena intima. Él se había
ofrecido a recogerme en casa, pero yo denegué su ofrecimiento,
antes de acudir a mi cita quería hacer algunas compras.
Así que una vez que estuve arreglada, me encaminé hacia
una frutería muy buena. Allí tras mirar un momentito,
pedí que me prepararan una cesta de frutas para regalar, no
excesivamente grande teniendo en cuenta que la tenia que llevar yo
misma, y con fruta variada sin que faltaran plátanos. Al salir,
paré en una bodega donde compré una botella de cava.
Ya estaban preparadas todas mis compras. Me encaminé hacia
su casa, aquel ático testigo de nuestra hazaña en el
jacuzzi.
Salió a recibirme y abrir la puerta muy guapo, y con una rosa
de tallo largo en las manos. La pasó por mis labios y bajándola
por mi cuello me beso. Me pareció un recibimiento muy dulce,
preludio de una noche muy especial.
Cogió la cesta de frutas y el cava de mis manos, dándome
las gracias y diciendo que no hacia falta que hubiera llevado nada,
mientras yo pasaba hacia dentro.
Al pasar hacia el salón, me recibió un olor a incienso
suave, sensual, y una luz tenue y cálida que provenía
de un sinfín de velas repartidas por todo el salón.
Se notaba que había trabajado preparando el ambiente. La mesa
preparada para dos, una mesa baja, con cojines para acomodarse encima
de la alfombra, relativamente cercana al sofá. Sonaba una música
suave, pero en aquel momento no logré averiguar que era, y
en realidad era lo que menos me importaba, aunque resultaba agradable.
Vino de la cocina con sendas copas de cava, a estas alturas sabía
que el vino no me gustaba demasiado.
Había preparado unos canapés que tenían muy buen
aspecto, pero ciertamente todo aquel ambiente invitaba a muchas cosas
que no eran precisamente comer.
Pero habíamos quedado para tener una velada y cena íntima.
Así que cuando me ofreció uno de aquellos canapés
de salmón no lo rechacé. Al ir a cogerlo para degustarlo,
lo retiró negando con la cabeza enérgicamente. Me lo
ofrecía para que comiera de sus manos, al mismo tiempo que
me decía que nos pusiéramos cómodos.
Nos sentamos en aquellos cojines. Él llevaba pantalón
vaquero y camisa blanca, yo había optado por un sencillo pero
sexy vestido negro y una sandalias de tiras anudadas.
Volvió a ofrecerme de aquel canapé, llevándolo
suavemente a mis labios. Parte del bocado no llegó a entrar
en mi boca, rodando escote abajo. Me sentí algo ridícula,
situación que salvó diciéndome que no estábamos
demasiado cómodos para aquel tipo de cena. Depositó
el canapé en el plato y sus manos rozaron mis hombros, buscando
la cremallera del vestido. Empecé a entender a que tipo de
comodidad se refería, y mientras él bajaba la cremallera,
yo empecé a desabrochar los botones de su camisa.
Me pidió suavemente que nos incorporáramos, y después
sentí como mi vestido resbalaba hasta el suelo. Mientras yo
abría su camisa y mis manos empezaban a acariciar su pecho,
noté como su lengua se introducía por mi canalillo.
Pensé que de seguir así poco íbamos a cenar,
pero me di cuenta, que buscaba el trocito de canapé que anteriormente
había caído por mi escote.
Su camisa cayó al suelo, mientras mis manos desabrochaban el
pantalón, al abrirlo noté que no había ropa interior
Y mientras él desabrochaba mi sujetador, su vaquero llegaba
al suelo. Levantó los pies para apartarlo, mientras sus manos
estaban ya en mi braguita. Él ya estaba desnudo por completo,
puesto que estaba descalzo, a mí me quedaban las sandalias.
Noté como bajaba hasta el borde de las cintas, muy pegado a
mi cuerpo, pero sin rozarme apenas. Las desató y me descalzó,
y se sentó de nuevo en los cojines, diciéndome que ya
estábamos listos para cenar.
Volvió a coger el canapé y a acercarlo nuevamente a
mi boca. Cada vez que caía algo usaba su boca, sus labios o
su lengua para recoger de mi cuerpo aquello que hubiera caído.
Al final, me sorprendió que él no comiera y le pregunté
si no cenaba. Y me contestó que siempre que yo le diera.
Entendí que juego me proponía. Así que empezamos
a disfrutar ambos de la cena. Recogiendo hasta la última miga
que caía sobre nuestros cuerpos. Realmente fue una cena íntima
y excitante. Los dos notábamos como deseábamos que se
cayera cualquier trocito por pequeño que fuera para poder recogerlo
en el cuerpo contrario.
Me daba mas cava del que yo estaba acostumbrada a beber, así
que no tardé en empezar a notar cierto mareo, aquel punto en
el que notas que empieza a hacerte efecto el alcohol pero que aun
eres capaz de controlar la situación. Me besó los labios
húmedos de cava, y oí que me susurraba que faltaba el
postre. Y mientras veía como se levantaba para buscarlo, recordé
la cesta de frutas, y le pedí que la trajera.
Apareció con una bandeja de fresas y la cesta de frutas. Me
pidió que me tumbara y cerrará los ojos. Estaba tomando
el mando de la situación y yo había ido allí
pensando en ser yo la que lo tomara. Pero bien por el efecto del cava,
bien por el ambiente que nos rodeaba, me deje llevar. Oí un
ruido que no conseguí identificar. Pero antes de que pudiera
seguir pensando, noté en mis pechos algo frío pero suave.
A esas alturas ya me podía imaginar de que se trataba, pero
seguí con los ojos cerrados. Él debió coger una
fresa y mojándolo en aquello que había colocado en mis
pechos lo acercó a mis labios. Por el sabor al morder y saborear
me di cuenta de que no me había equivocado. Aquello era nata.
Abrí los ojos y pude comprobar como mordía varias fresas
mojadas en aquella nata. Y al final cuando ya casi no quedaba, acercaba
su lengua para limpiar los restos, dejando mis pechos, mis pezones
limpios. Vi como volvía a coger el bote de la nata, y empezaba
a llenar mi cuerpo, desde mi canalillo hasta justo mi vello púbico.
Para después deleitarse con la nata, lamiendo toda aquella
senda que había dibujado en mi cuerpo. Aquel recorrido aunque
lento fue seguido, sin ninguna fresa.
Antes de que pudiera pedírmelo entreabrí mis piernas.
Sabía que era lo que quería él, pero era lo mismo
que yo deseaba. La nata cayó cubriendo todo mi sexo. Pero antes
de seguir, él con una fresa entre los dientes me la ofreció,
besándome. Fue un beso lento, intenso, entremezclado con la
fresa. Me pidió que volviera a cerrar los ojos y que disfrutara.
Así lo hice. Noté como recorría el húmedo
y corto camino de la nata con una fresa, y la volvía a compartir
conmigo, del mismo modo que la anterior. Después noté
como su lengua lamía lo que debía quedar de la nata,
y llegaba a mi piel. Recorría de arriba abajo mi sexo, chupaba
mi clítoris.
A aquellas alturas, el efecto del cava, se había mezclado con
el de la excitación y el deseo, con el calor de mi sexo. Ya
no recordaba ni la cesta de frutas, noté como volvía
a cubrir todo mi pubis nata. Pensé que querría mas fresas.
Pero esta vez noté algo más firme que una fresa. Estuve
tentada de abrir los ojos, comprobar que era aquello, que por otro
lado pensaba que sería su pene. Y cuando estaba a punto de
abrir los ojos, noté en mis labios algo duro, entreabrí
mi boca y. oh sorpresa aquello era el plátano mojado en la
nata.
Rápidamente el plátano se deslizo por mi cuello hasta
mi pezón, duro por el placer. Él dibujaba círculos
con el plátano, manchando con la nata mi pecho. Después
volvió a limpiar como ya lo había hecho con su lengua.
Noté como el plátano frotaba mi clítoris, se
deslizaba por mi mojado sexo. El deseo y el ardor se agolpaban en
mi cabeza. Y también aquellas imágenes de mi masturbación
con aquella fruta. Noté que metía el plátano
en mi vagina. mmm. era como si me hubiera leído el pensamiento.
Y cuando pensé que seguiría masturbándome así,
abrí los ojos, y vi como su boca se acercaba al extremo del
plátano que quedaba fuera de mí. Lo agarró suavemente
con sus labios, y movía la cabeza, para que la fruta saliera
y entrara de aquella cueva del deseo. Cuando la fruta entraba en mí,
se añadía el placer de notar sus labios. Aquella situación
me desbordaba, gemía de placer, me estremecía y temblaba.
Noté como mis fluidos se mezclaban con el plátano, me
corría. Como estaba disfrutando.
Él sacó un poco el plátano, y vi como empezaba
a morderlo, así sostenido por mi vagina. Hasta que sus labios
llegaron a los míos, a mi humedad, y agarrando suavemente el
plátano tiró de él, y se lo comió dejando
un pequeño trozo que me ofreció con su boca.
Había llegado mi momento, ahora le tocaba a él. Fue
él mismo quien me lo dijo, y se tumbó. Cogí el
tubo de nata, y embadurné todo su sexo. Sólo se veía
una bola blanca. Así que empecé a palpar con mi lengua.
Estaba muy excitado, porque enseguida noté su pene duro. Mi
lengua recorría aquella montaña de nata, suave pero
con fuerza, quería que él notara mi caricia.
Recorrí su sexo de arriba abajo, bajé hasta sus testículos,
chupaba, lamía, dejaba al descubierto su anatomía. Y
sin más contemplación metí su pene en mi boca.
Sabía que estaba ansioso por que lo hiciera. Había esperado
pacientemente, dándome placer, ahora era su merecido turno.
Mientras mi boca se llenaba con su verga, aun con restos de nata,
mi mano acariciaba sus testículos. Los masajeaba, sabía
que le gustaba. Mis labios apretaban mas al llegar a la punta, como
no dejando que escapara. Notaba que le gustaba. Gemía y me
recogía el pelo en su mano, para poder ver mejor. Noté
que todo su cuerpo sé tensionaba, sabía que llegaba
el momento, iba a explotar. Así que justo en el momento que
mi boca se separaba empezó a brotar su leche, cayendo en mi
pecho. Él sabia que aquello me encantaba, notar el calor de
su leche en mi piel, manchar con ella mis pezones.
Restregué su pene por ellos para que quedaran bien untados,
y caímos los dos exhaustos encima de los cojines, rodeados
de aquel ambiente tan sensual.