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Siempre sentí atracción por los pies femeninos, y en especial por el calzado femenino, pero un día se convirtió en adicción. Este relato describe la pasión por las sandalias de charol de mi mamá.
Para un cumpleaños de ella le obsequiaron un par de sandalias de charol negras, desde ese primer momento en que la vi probandoselas generó en mí una terrible atracción. Eran perfectas, suela con taco alto y dos tiritas en donde introducía sus pies dejando ver sus talones y deditos con sus uñas pintadas.
Para ese entonces apenas era un inexperto niño que ni masturbarse sabía. Pero de a poco comenzó en mi un enorme deseo de frotar mi pene en ese brillante charol de sandalias. Recuerdo que aprovechaba los momentos en que mi mamá no estaba para poder abrir su armario de zapatos y poder tener aquellas sexys sandalias en mis manos, olerlas y frotarlas un rato, por encima de mi pantalón en la zona de mi entrepiernas. Siempre terminaba con la pija parada. Hasta que un día esperé que no estuviera nadie en casa, fui en busca de la sandalia derecha, me bajé la bragueta del pantalón, saqué mi erecto pene y comencé a frotarlo suavemente por todo el negro charol. De pronto escucho la puerta de afuera, era mi mamá. No tuve oportunidad de acabar en aquella ocasión, pero me había sacado un poco el gusto de poder hacerlo.
Lo exitante es que cada vez que podía lo hacía y con gusto. Sacaba la misma sandalia del armario, me frotaba todo lo que podía y luego iba al baño a terminar de hacerme la paja una vez puesta aquélla en su lugar. Por supuesto no las lavaba, las dejaba así con olor a pija. Mi madre se las ponía muy seguido en ocasión de fiesta, pues eran sus sandalias preferidas. Desde ya, no se daba cuenta de las porquerías que hacía con ellas.
Con motivo de una celebración a la que estábamos invitados, llegó el momento tan esperado. Yo sabía que se pondría sus sandalias preferidas para el evento así esta era la gran ocasión para por fin bautizarlas por fin con mi leche. En los preparativos para asistir a la fiesta, mientras mi madre se bañaba aproveche para entrar en calor así que me dirigí a su habitación y ví las sandalias de charol negras fuera del armario, esperando ser usadas, así que las tomé y las froté por toda mi poronga pero me reservé la leche para después porque sabía que lo mejor estaba por venir. Cuando mamá salió del baño, me subí los pantalones y las dejé en el lugar que las había encontrado. Al rato, mientras ella se cambiaba, me acerqué a su cuarto y le pregunté si necesitaba algo. Me dijo que sí, que necesitaba que le ayude a colocarse las sandalias pues se le complicaba agacharse y acomodarse las tiritas por lo ajustado de su vestido.
Fue un momento fuera de serie pues le estaba colocando las sandalias olorientas a pene que hace menos de 5 minutos le había cogido. Eso me terminó volviendo loco. Una vez en la fiesta, que ya yo quería termine para llegar a casa y rogar que deje las sandalias mamá en la sala, como en otras oportunidades, para poder levantarme de madrugada y poder rozarles mi miembro; ocurrió algo más interesante: mi madre bailaba al igual que el resto de los invitados mientras que yo estaba sentado en una de las mesas, y en una de esas la noto con molestias en sus pies, me acerqué y le pregunté que le pasaba, y ella me dijo que ya no toleraba las sandalias producto del baile. Ahí se me prendió la lamparita: le recomendé se despojara de las sandalias por un rato y que continúe con el baile descalza para evitar que los pies se le ampollaran, le pareció buena idea.
Me agaché, le saqué las sandalias y me comprometí a custodiarselas mientras ella seguía divirtiéndose. Aprovechando que todo el mundo estaba en la pista de baile, subí las escaleras y me encerré en uno de los solitarios cuartos de arriba. Saqué mi pija del pantalón y mientras me frotaba fuertemente con una de las sandalias, olía la extraña combinación entre el sudor de mi madre y el hedor a pene que le había dejado un par de horas antes cuando mi madre se bañaba. Luego de casi 15 minutos de lamerlas y cogerlas, mis testículos no aguantaron más: litros y litros de blanca leche de la más espesa embadurnaron el negro charol de esas sandalias, fue hermoso. Tomé un poco de papel higiénico y las limpié para que vuelvan a ser usadas por su dueña, aunque no pude sacarles el agobiante olor a semen, por lo que decidí bajar al baño para pegarles una enjuagada con un poco de agua. Cuando bajo mi mamá me intercepta y me pregunta a dónde fui, le contesté que a conocer la casa. Me pide las sandalias para ponérselas y no me queda otra que dárselas, por su puesto nuevamente ayudé a ponérselas, me dijo que se sentían húmedas, a lo que yo le dije que probablemente era por su transpiración. No podía decirle que hace menos de dos minutos le había vaciado mis testículos en ellas, jaja. Espero hayan disfrutado del relato.
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