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Categoría: Confesiones

Más sexo en la Isla

Nos despertamos casi a las 10 am, la acción había sido intensa. Nos miramos y acariciamos como en sueños, con piquitos y buenos días. Los cuerpos todavía abrazados. Arqueándonos juntos mientras nos desperezábamos.



Que rico dormí, me dijo mi hombre, yo asentí sin abrir los ojos, dormitando aun. Ahí caímos en cuenta que algo faltaba.



- Y Natalia?



- No tengo idea, contesté.



Fui al baño a ver de ella pero nada, ni rastros de la chica. Con un poco de decepción miré todo en la habitación. No faltaba nada, solo ella y sus cosas. Nos habría gustado mucho compartir otro rato, en fin, cosas de la vida.



Regresé a la cama y volví a abrazarme a él bajo las sábanas. Siempre tenemos una sesión rica de sexo en la mañana y esta vez, a pesar del cansancio no era la excepción.



Bajé la mano por su pecho, por su vientre y pude constatar que su sexo estaba más que listo para ser hundido en cualquier espacio. Estaba duro y divino. Siempre se despierta así.



Él sonriendo y besándome los labios suavemente me dijo.



- Móntate bebé



-Dale linda, date duro



Mientras lo cabalgaba, puso un poco de su saliva en mi cuquita que apenas estaba despertándose, así, agarré su guevo me senté suavemente en él dejando que mi peso lo hiciera entrar poco a poco, por completo, moví luego en forma circular mis caderas, despacito, suave. Después hacia delante y hacia atrás con más fuerza en un rico vaivén que hizo que todos mis sentidos comenzaran no solo a despertar sino también a reaccionar al disfrute.



El solo me miraba fijamente, acariciaba mis tetas, mi vientre, mis brazos.



Ahora el ritmo se hacía más ardiente, ya la lubricación mojaba todo entre mis piernas, sin sacar su sexo de mi centro, giré hasta quedar cabalgándolo pero dándole la espalda. Acariciaba sus testículos mientras me movía y él, mojando mi culito con sus dedos llenos de saliva, penetraba ese espacio.



Así la penetración es intensa, exquisita, hace volar los sentidos. El estar consciente del acto en sí cuando ves los dos cuerpos reflejados en el espejo, hace que todo se mueva y flote en la lujuria total.



Los minutos corrían y los orgasmos hacían su aparición, ricos, seguidos y mi macho ahí firme, dominando mi cuerpo a la perfección, él sabe como hacerme sentir.



Cansada de la posición me acosté boca abajo en la cama, mojada de excitación y calor. Mi hombre se me acostó encima penetrándome de nuevo. Susurraba mil cosas sucias al oído, yo gozaba tanto como él. Su peso me ahogaba y aun así, la sensación de placer era tan intensa que me perdía en ese mundo mágico y perverso del sexo. Lo sentía envolverme por dentro y por fuera en sensaciones cálidas. Flotábamos los dos en los pensamientos más sucios y divinos que atravesaran nuestras mentes, mientras nuestra carne temblaba de placer.



La puerta de la habitación se abrió de un solo golpe, a pesar de que teníamos el aviso de no molestar y pasada la llave...o no?



El hecho es que brincamos a taparnos en segundos hasta que la figura en la entrada se nos hizo clara. Era Natalia, la bendita chica se había llevado la llave y llegaba cambiada de ropa y con bolsas en sus manos.



-Ah, creían que se habían deshecho de mí? Pues no.



-Tirandito tan temprano? No me esperaron desconsiderados, mira que me encuentro a los dos sudados y la habitación que vuela del olor a sexo. Sinvergüenzas jajajaja.



No quedó más que echarnos a reír y salir de la sorpresa inicial, después de todo, se disfruta del sexo solo o acompañado, como las circunstancias lo presenten y esta, era una oportunidad única, con alguien desconocido hasta el día anterior. Así que le dimos la bienvenida más que contentos.



Por supuesto la sesión se interrumpió por completo ya que ella venía fría y con otros planes.



-Les traje desayuno, dijo sacando de las bolsas croissants de jamón y queso. Mi hombre llamó para que del restaurante nos trajeran café y jugo de naranja. Así, dos desnudos y una vestida desayunaron en la cama revuelta. El morbo y la excitación nunca dejaron el ambiente por completo, lo sentía en mi humedad y el la erección de mi macho que no se bajaba totalmente. Entre la conversación y los bocados, se soltaban caricias furtivas y besos robados, ligeros, provocativos.



Saltamos a la ducha y regresamos para encontrarla acostada en la cama viendo TV. Era muy extraño para nosotros dos esta clase de eventos, porque normalmente el pulso y ritmo de todo está a cargo, siempre de mi macho. Sin discusiones, siempre es así. Esta niña cambiaba las reglas, por no conocerlas o simplemente cosas de carácter. Yo estaba expectante ya que él nunca se plegaba sumisamente, ni en el plano personal mucho menos en lo sexual. Eso de él siempre me ha encantado.



Ya sentados en la cama, mi macho quitó mi toalla y dejo la suya a un lado y mirando a Natalia le dijo.



-Entonces carajita? Está muy buena la programación? Quítate ya la ropa y apaga esa vaina.



Se le borró la sonrisa del rostro y yo pensé -Esta se queda se queda o se larga de una vez.



Ella respondió quitándose todo, prenda por prenda mirándolo desafiante, directamente a los ojos.



-Salió salvajita la niña, que rico, pensé. Mi hombre la tomó suavemente por la muñeca y la acercó a mí diciéndole sin más preámbulos:



-A ver, bésala tu, quiero verte tomando la iniciativa. Ella me miró y lo miró, luego se me acercó y me besó con suavidad. Todo había comenzado a rodar de una forma inminente, sin rodeos.



Yo no estaba para quedarme tranquila esperando, así que la tomé por el cuello y mordí sus labios con suavidad, le di un beso profundo en que metí mi lengua y chupé la suya.



- Así, le dije,



- bésame así.



Luego de esto, los besos se hicieron intensos, sazonados con caricias divinas, de esas que entre mujeres siempre tienen cabida.



Ella gemía y yo la dejaba sin respiración. Las dos nos disfrutábamos completamente.



Las manos rodaban libres por nuestra piel, crispando todo por su camino. Besos y más besos, nuestros cuerpos pegados en un abrazo cálido y sensual. Ahí estábamos las dos abstraídas por momentos de todo lo que nos rodeaba. Sentí el olor de su piel, la humedad de la transpiración que empezaba a cubrir todo su cuerpo, vi sus ojos, su expresión, su cuerpo entero entre caricia y caricia, sobre todo, sentí el sabor de sus besos, dulces y distintos, un manjar para los sentidos, combustible para el morbo. Sin duda ella nos estaba regalando unos momentos de sexualidad intensos.



Metí mi mano entre sus piernas sin dejar de besarla. La masturbé suave y seguido hasta que su pubis siguió el ritmo de mi mano. Al oído, le susurré palabras sucias. Ella se unió a mis caricias, ahora las dos estábamos estimulándonos mutuamente, nuestros pezones rozaban endurecidos y sensibles, los gemidos hacían coro acompañando nuestro placer. Hundía mis dedos en su interior, su cuquita era un canal empapado que permitía el paso libre y se contraía rodeando mis dedos.



Busqué los ojos de mi hombre, fijos en los míos, con un gesto de aprobación me indicó que siguiera y sus palabras nos acompañaron en esta cogida divina. Lo veía cerca, muy cerca tocándose sin perder un solo movimiento, una sola caricia. Me deleité en su expresión, su mirada mientras me tiraba otra hembra. Que sentimiento tan profundo es sentirme suya y disfrutar a otra sabiendo que no solo gozo yo, sino él también.



Luego de conseguir que Natalia acabara, la acosté boca arriba y me coloqué sobre ella en un delicioso 69. Ya ella se desenvolvía como una profesional, dándome una mamada mundial, yo por mi parte disfrutaba tanto de darle placer como de sentirla a gusto y metida en la situación.



Mi hombre se acercó y tomándome por las caderas, sin deshacer el 69 me penetró, el placer me hizo estallar en un orgasmo tras otro, ya no eran gemidos sino gritos ahogados lo que llenaba la habitación, entraba y salía de mí divinamente mientras la lengua de Natalia ahora tenía el sabor de los dos. Ella se contraía bajo nuestros cuerpos, se retorcía como una serpiente en furia. Yo no dejaba de mamarla aunque el movimiento me clavara de boca entre sus piernas, hundiéndola en su cuca con cada empujón.



Invertimos la posición para que ella pudiera disfrutar de la misma sensación, así lo hizo, sus piernas temblaban, sentía sus muslos ceder ante el placer y pedía más, más. Mi macho la tenía penetrada dándole una cogida divina. Por mi parte intercalé las lamidas con mamadas en los testículos de mi hombre que quedaban solo a pocos centímetros de mi boca. El placer era total. El sabor y olor de los dos me tenían pasando de un gemido al otro sin parar. La boca de Natalia hacía estragos en mi sexo que se contraía en cada orgasmo bañando sus labios.



Quedamos las dos tendidas de espalda sobre la cama, una al lado de la otra, cansadas. Mi hombre tomó a Natalia así, en esa posición, se la cogió durante varios minutos, penetrándola despacio y seguido. La besaba y acariciaba divino para luego venir a mí. Montado sobre mi cuerpo, mis piernas estiradas sobre sus hombros, hacían que la penetración llegara al máximo, solo me guiaba por el placer y sus palabras, todo lo demás era sentir, orgasmo tras orgasmo. Mientras él me penetraba, Ella no perdía el tiempo, tocándose y besándome.



Bajó mis piernas y siguió cogiéndome acostado sobre mi cuerpo. Natalia se montó arrodillada sobre él mordiéndole el cuello y diciéndole cosas sucias. Finalmente, sentí el calor de su leche llenarme, mientras las contracciones de placer de los dos se acompasaban.Sentimos a la chica acabar sobre nuestros cuerpos, parecía un sueño pero era una mañana deliciosa la que estábamos pasando.



Sintiendo ese sopor divino que sigue al buen sexo. Pude ver en la cara de mis dos compañeros de cama que la satisfacción era compartida y que podían dar más.



-Eres una perra divina, me susurraba mi hombre al oído.



-Se nos portó muy bien la carajita ¿ te gustó la puta?



Mucho, le contesté.



Ella nos miraba sin hablar, descansando a nuestro lado.



¿Quizás una sesión de sexo anal extra fuerte sería lo siguiente? No sería mala idea. Pero ésto solo pasaba por mi mente en el intermedio. Eso lo disfrutaríamos luego nosotros solos.



Natalia nos dejó poco después de las 4 pm, pasaría por el apartamento donde se hospedaba a buscar sus cosas e ir al aeropuerto.



Intercambiamos teléfonos y direcciones electrónicas, despidiéndonos como buenos amigos.



Solo espero que las circunstancias o las ganas nos vuelvan a juntar.


Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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