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CAPÍTULO 6
UNA NUEVA OPORTUNIDAD O SOLO UNA IDEA MIA
Luego de todo lo ocurrido, yo solo intentaba disimular la atracción que sentía por Sofía y la forma como la miraba, lo cual no era fácil. Sin embargo esto me ayudó a que nuestra relación fuera de a poco regresando a la jovialidad y confianza de antes.
Si bien es cierto ya empezaba a tener mis propios ingresos económicos, no eran tantos como hubiese querido, pero me permitieron hacer algo que se me ocurrió luego de haber comprobado que a Sofía, al igual que a toda mujer, le encantaba recibir atenciones, las cuales en este instante consistían en encontrar una rosa roja todos los días lunes sobre su escritorio. Así una rosa roja sola sin tarjetas, sin indicios, pero que ella sabría que era yo quien se la dejaba, al principio no sabía si esto le gustaba del todo, pero a la segunda semana de empezar esta rutina, me di cuenta que inclusive había comprado un pequeño florero para adornar su escritorio y poder colocar la rosa que ella periódicamente encontraba, esto me dio esperanzas de mejora en la relación y una satisfacción al comprobar que empezaba a gustarle el pequeño detalle que le dejaba.
Aunque no volvimos a topar el tema de lo sucedido el otro día, yo sé que le daba vueltas por la cabeza, era algo que definitivamente no podría dejar pasar por alto, sin embargo, no se me ocurría como poder sacar a flote nuevamente la conversación, por temor a una nueva represalia.
Así que opté por ir cambiando de a poco mi actitud hacia ella, ahora me daba tiempo para arreglar la casa cuando ella no estaba, y así cuando ella llegaba cansada del trabajo se sorprendía de lo limpia que estaba la casa, o de que ya existan platos para lavar, lo cual permitía que se disponga a descansar, y no encontrar mas tareas que realizar en casa, como era de costumbre.
Pero al estar en años superiores en la universidad, con el poco tiempo que me dejaban mis obligaciones y los trabajos particulares que empezaba a realizar, había ocasiones en las que no podía ayudar mucho en casa, pero me di cuenta que Sofía llegaba y al encontarse con algo por hacer, a diferencia de antes y con una actitud de ayuda, más no de responsabilidad, se ponía a hacerlas de hecho en más de una ocasión la escuché tararear una canción o hasta incluso cantar en voz baja alguna de ellas.
Esta nueva rutina me daba oportunidad para que tuviéramos nuevas conversaciones o que muchas ocasiones juntos hiciéramos algunas actividades de la casa, por ejemplo si ella lavaba los trastes yo los secaba, opinábamos juntos sobre la comida a preparar, yo movía los muebles y ella pasaba el limpiador, y cosas por el estilo.
Será que me estaba obsesionando más con Sofía, pero sentía que de a poco en cierto modo había mejorado nuestra relación, sentía que ahora era como de una pareja que vivía junta, era diferente.
Sentía como Sofía me contaba de a poco las cosas que le pasaban en la oficina, su relación con sus compañeros de trabajo, las actividades que realizaba. ¿Será que antes lo hacía, pero yo no le prestaba atención? Ahora ya conocía como se llamaban sus compañeros, lo importante y estresante de su trabajo, quien le caía mal, y cosas así. Yo me sorprendía de como había cambiado nuestra relación, estaba conociendo a una nueva Sofía, descubría nuevas cosas en ella, ahora entendía un poco más sus gustos, que cosas le atraía, que le molestaba o que le alegraba.
Había descubierto lo hermosa de su sonrisa, la cual poco a poco la veía más frecuentemente aparecer en su rostro, incluso alguna risita pícara de vez en cuando. Esa imagen de madre se iba desvaneciendo, para dar paso a una compañera de casa jovial.
Tanto habían mejorado nuestras conversaciones, que un día de esos me salió con alguna frase con doble sentido, de esas que comúnmente usamos en nuestros grupos de amigos de confianza, ante la cual me sonrojé y no supe que contestar.
—Pero ¿que te pasa?, me dijo, no me digas que nunca haz conversado de esto con tus amigos, terminó
—Claro, pero se me hizo un poco raro que salga de ti, le dije
—Está bien, no lo vuelvo a hacer, con un tono de seriedad exclamó
—Espera, le corté, no digo que no me guste conversar así contigo, solo que me sorprendió, sigamos en lo que nos quedamos
—Ok, concluyó sin más
Así que de pronto y sin darnos cuenta, ya habíamos entrado en una etapa de compañerismo y complicidad únicos.
No sabía en que momento, había dejado de ver a Sofía como un objeto sexual con el cual satisfacer mis necesidades, sino por el contrario tomar en cuenta que era un ser humano con sentimientos, problemas, sueños y vicisitudes, que tranquilamente podía conversar con ella de temas tan banales como el clima hasta de los problemas de la universidad y de mi vida diaria.
Algo empezaba a cambiar en mi interior, y a pesar que su figura me enloquecía, ya no era un deseo sexual el que dominaba mis pensamientos, era un deseo de compartir con esa mujer cada instante, sentir su compañía, empezaba a desear tenerla entre mis brazos y solo eso, estar sentados abrazados viendo pasar el tiempo, estaba enamorándome de Sofía, lo que sentía antes era solo deseo carnal de poseerla, ahora todo era más profundo y sentimental. Si sentía que antes la amaba, estaba equivocado, empezaba a comprender lo que es amar verdaderamente a una mujer.
Ahora le preguntaba de sus actividades y de cómo le había ido con el reporte que debía entregar en la oficina, y ella sorprendida en principio porque se daba cuenta que prestaba atención a sus conversaciones y que me interesaba lo que le pasaba, luego me contaba con lujo de detalles las cosas, usando sus términos contables y de trabajo que en inicio no entendía, pero luego se fueron haciendo tan comunes para mi escucharlos. De la misma manera ella empezaba a entender los términos de la carrera que yo estaba siguiendo y a veces me sorprendía preguntándome que tal me fue en la entrega de un proyecto o cosas así.
En una de las tantas conversas que se iban dando con el tiempo, supo preguntarme sobre mi gusto en mujeres, de una forma sutil, que casi no me daba cuenta que lo hacía, hasta mucho después que yo analizaba todo. De esa forma yo inconscientemente le describía lo que más me atraía del físico de una mujer, como me gustaba que se vista, la forma de llevar su cabello, pero en si, lo único que hacía era describirla a ella.
De la misma manera en algún momento me preguntó si había estado con una mujer, ante lo cual le comenté mis deseos de mantenerme virgen hasta encontrar la mujer adecuada que se merezca estar conmigo para compartir lo dulce y delicioso de una primera vez, lo cual le pareció muy acertado de mi parte, y terminó aconsejándome el hecho que algún día eso se dará, que no apresure las cosas.
Entre otras tantas cosas, yo le preguntaba también por sus gustos, el como se había conocido con mi padre, y como él había logrado conquistarla. Las cosas se pusieron tensas cuando le recordé los motivos por los cuales ellos se separaron, pero que ella insistía fue la mejor decisión que pudo haber tomado.
Para destensar la situación, empecé a preguntarle el porque luego de eso no se había casado nuevamente, o al menos tener un pretendiente fijo o algo por el estilo. Ante lo que sin titubear me contestó que ninguno llenaba sus expectativas y que la mayoría lo único que intentaba era apresurar llevarla a la cama, tratarla como un objeto sexual nada más.
Ahora comprendía todo. Era como si me hubiesen quitado una venda de los ojos, y por fin podía ver las cosas con claridad.
Pero claro!! yo había hecho lo mismo con ella. Y solo pude echarlo a perder todo al decirle lo mucho que me atraía su cuerpo y que solo pensaba en hacerla mía.
Pero que estúpido fui. Me comporté como un cerdo con ella, de la misma manera como muchos otros lo habían sido antes, solo había logrado levantar sus defensas en contra mía, de la misma forma como lo hizo con el resto de hombres en el mundo. Debe estar odiándome, pensé.
Estoy seguro que si hubiera sido alguien diferente, hubiese cortado cualquier contacto conmigo de por vida, pero la ventaja, o desventaja por ahora, era que seguía siendo su hijo y que vivíamos juntos.
Desde ahora empezaba una nueva obsesión para mí, no consistía en el hecho de llevarla a la cama, ni tampoco de enamorarla como a una quinceañera. Una mujer de su experiencia no caería fácilmente ante el juego de demostrarme cariñoso y por debajo tener las sola intención de poseerla.
Todo se centraría en demostrarle que yo era diferente a todos quienes había conocido, que podría rectificar mis errores, que podría adorarla y ponerla en un pedestal para que sea el centro de mi vida.
Que me interesaba como persona, que lo único que quería sería que fuésemos felices el uno con el otro, y si esto no era posible buscaría su sola felicidad, que no solo buscaría mi satisfacción carnal, sino su desarrollo personal.
Que podría hacerla sentir mujer, sin tocarle un solo cabello o centímetro de su cuerpo.
Pero, ¿cómo lograr todo esto?
El destino estaba de mi parte, pronto nos llegaría una invitación a la boda de unos primos, esta sería la oportunidad perfecta para empezar a demostrarle todo lo que pensaba hacer y sentía.
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