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CAPITULO 5
AFRONTANDO LAS CONSECUENCIAS
Había pasado varios días de lo ocurrido en mi cama junto a Sofía, y su actitud conmigo no había mejorado mucho, sin embargo, por lo menos me dirigía la palabra y conversaba conmigo lo estrictamente necesario.
Para satisfacción mía y gracias a que en la oficina era obligación llevar uniforme, podía seguir contemplando su hermosa figura y apreciar esas piernas que ya había acariciado días antes.
Sin embargo, en la casa, cuando llegaba del trabajo, Sofía trataba de ser lo menos provocativa posible, se colocaba ropa floja y cubría sus piernas en todo caso con una manta mientras descansaba en la sala o estaba sobre su cama.
Por mi parte evitaba estar en la misma habitación para no molestarla, como extrañaba verla cocinar o limpiar la casa.
Era una situación por más compleja para mí, la mujer que tanto amaba y había besado, me rechazaba y se portaba indiferente conmigo. Personalmente había optado por ya no pasar por su oficina para no sufrir un desplante en público, que lo único que haría sería lastimarme más. Empezaba a arrepentirme de lo que había hecho.
A tanto llegó mi arrepentimiento que me había propuesto ir luego de clases por su oficina, invitarla a almorzar y pedirle disculpas por lo sucedido. Estaba dispuesto a apagar mis deseos para con ella, con tal que la relación entre los dos fuera la misma de antes.
De camino a su oficina, por coincidencia pasé por una floristería y se me ocurrió comprarle una rosa, solo una rosa, sin adornos, ni nada llamativa, solo era una rosa roja.
Me dirigí a su oficina y para mi sorpresa, ella no estaba en su escritorio. Una compañera supo decirme que estaba en una reunión y que seguramente irían de largo con la misma, de hecho, me dijo que en vano me quedaría esperándola.
Opté por hacer caso de la sugerencia y me dispuse a salir, cuando su compañera de trabajo me preguntó:
—Y, ¿esa rosa es para Sofía?
—Si, les respondí, pero como no está, me la llevo
—Sabes, déjasela sobre el escritorio, si quieres déjale una nota, sugirió
No me pareció mala idea, sin embargo, que podría decirle en la nota que no fuera comprometedor a cualquier persona que la leyera, pero a la vez debía decir lo necesario para que ella entienda lo que quiero decirle. Me quedé un rato pensando.
—Listo, dije, mientras depositaba la tarjeta sobre el escritorio y colocaba la rosa sobre ella.
Me despedí de la compañera de Sofía y me dirigí a la casa, a la más amarga espera hasta que llegó Sofía a la casa y poder aclarar las cosas. Iba pensando en la tarjeta y el mensaje que le dejé.
“Perdóname. TQM”
¿Sería suficiente lo escrito? o ¿tal vez sería muy infantil o cursi?, iba pensando.
Aparentemente la reunión se iría más largo de lo común, pues ya iban a dar las 8 de la noche y Sofía no regresaba. Empezaba a pensar que lo de la rosa era la peor equivocación que había cometido luego de besarla.
Sin embargo, no tardó mucho más en llegar a la casa, su actitud era la misma de los últimos días. Sin embargo, en cuanto cruzó la puerta y me vio sentado en la sala, supo decirme:
—Gracias por la rosa, disculpa que no pude atenderte en la oficina, pero tuvimos una reunión que como debes darte cuenta se alargó más de lo normal.
Fantástico, pensé, en un momento me había dicho más palabras que los últimos días juntos.
—Discúlpame, le dije, y estaba a punto de decir más cosas, cuando me interrumpió.
—Dejemos las cosas así, debe quedarte claro que lo que piensas no es lo correcto y entre otras muchas cosas, sería mal visto por la sociedad, nuestros parientes, nuestra religión, nuestros principios. Espero no se vuelva a repetir, terminó.
—Asentí en silencio.
Sin yo esperármelo se acercó a mí, me dio un abrazo, un beso en la frente y recogiendo sus cosas, se dirigió a su cuarto.
Yo me quedé sentado y pensando en la sala, tratando de asimilar lo que había pasado los últimos días y sobretodo tratando de entender lo que acababa de pasar hace unos momentos.
Si bien Sofía, había dicho lo que pensaba decirle, el momento que se acercó a mí para darme el abrazo, sentí el aroma de su perfume hipnotizante, el roce de su cabello enredarse sutilmente con mi barba, pude sentir sus firmes senos apretarse contra mí, mientras me daba su abrazo y para culminar, finalmente sentir el roce de esos labios que ya habían sido míos nuevamente rozar mi piel, aunque sea mi frente, era algo que no podía entender.
Tampoco podía entender como esa mujer que se alejaba de mí, que me daba la espalda, mientras caminaba hacia las gradas, para subir al segundo piso a su habitación, mostrándome el bamboleo de su trasero en su caminar, que por alguna extraña razón lo vi más delicioso que antes, el partido de su falda en la parte posterior, me permitía ver algo de sus muslos, esas piernas que había acariciado no hace mucho, su cabello que se enredó en mi barba hoy y entre mis dedos aquel día, su figura…. su figura que de algún modo puede apreciarla más sexualmente atractiva.
Todo ello había provocado que tenga una erección que solo podía predecir que esta situación no había terminado.
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