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CAPITULO 4
UNOS CAMBIOS EN LA CASA
El tiempo pasaba y yo ya había terminado la secundaria, me encontraba cursando la universidad y mi hermana estaba a punto de graduarse del colegio también. Lo que nos esperaba en el futuro cercano era un sinfín de situaciones que harían que nuestro diario vivir fuera cambiando poco a poco.
A pesar de que yo ya había tenido unas cuantas novias por ahí, nunca había llevado ninguna a la casa, de hecho, Sofía hasta esos momentos no había conocido a ninguna de ellas, disfrutaba tanto de mis estudios universitarios y del hecho de terminarlos y regresar lo más pronto a mi casa, había heredado la característica hogareña de Sofía.
Sofía no cambiaba su forma de ser, siempre hogareña y seria de la casa al trabajo y viceversa.
Por otro lado, mi hermana empezaba a sentirse relegada de la relación de confianza y apoyo que teníamos Sofía y yo, mi hermana por situaciones que no vienen al caso, terminó sus estudios y empezó a seguir una carrera universitaria, pero por situaciones de la vida, decidió dejar la universidad y buscar su vida de forma independiente.
Estos cambios provocaron que en casa quedáramos solo Sofía y yo, y a pesar que ella sufría porque mi hermana había salido de casa, no lo demostraba mucho, se centraba en su trabajo y en las cosas de la casa, entre ellas la de atenderme y estar pendiente de mí, como siempre.
A estas alturas mis deseos por hacerla mi mujer habían crecido a un nivel indescriptible, tanto así, que aprovechaba que salía de clases temprano y pasaba por su oficina para salir a comer juntos o simplemente para verla un momento. Ahora la tomaba del brazo más seguido que antes.
Ahora yo ya había comenzado a tener unos trabajos esporádicos y podía darme algunos lujos, entre ellos poder invitarla a comer, y aunque siempre mi carácter ha sido muy serio, idéntico al de Sofía, siempre teníamos un tema de conversación.
Ahora que tenía más tiempo a solas en casa, mientras Sofía trabajaba, podía darme el gusto de rebuscar entre sus pertenencias con mayor tranquilidad. Y esto me permitió descubrir algo que jamás habría podido pensar que ella usaría, había encontrado un baby doll diminuto. Por la forma del mismo y como le tenía guardado junto a otras pertenencias, podía deducir que se trataba de una prenda que debió usar cuando estaba casada con mi padre. No podía imaginar a Sofía vestida con tan diminuta prenda de vestir.
Algo que yo no podía entender, conociendo a Sofía todo este tiempo, y era muy complicado comprender como mi padre podía haberla abandonado, si era una mujer perfecta, tanto en su forma de ser como físicamente podría ser ideal para cualquier hombre.
Pasaban los días y yo agradecía que en su oficina sus uniformes siempre fueran conjuntos con faldas, pero por lo general los días viernes, era tradición en la oficina donde ella trabajaba que fueran con ropa casual. Para lo cual Sofía como cualquier otra mujer siempre buscaba vestir bien, y demostrar a sus compañeras más jóvenes que ella no tenía que envidiarles absolutamente nada.
Si se vestía de jean, estos eran forrados al cuerpo, siempre acomodados en la parte de las caderas ya que por lo anchas que eran y su diminuta cintura, de fábrica no venían así. Siempre acompañados con una blusa cosida por costurera. No siempre usaba faldas cortas en ocasiones se colocaba unas faldas largas que le llegaban a media pantorrilla, en otras ocasiones se colocaba unas faldas plisadas que daban más realce a esas caderas que de por si eran llamativas. Si usaba vestidos, estos eran diseñados por ella mismo, con una forma que resaltaba sus atributos sin ser reveladores ni provocadores.
Un conjunto que me encantaba cuando se lo veía puesta, consistía en una falda negra medias de nylon, zapatos de tacón negros y una blusa roja con un cinturón delgadito que flotaba por su delgada cintura. Como me excitaba verla vestida así, de hecho en cierta ocasión hasta me molestaba que salga a la calle así, porque me daba cuenta que si a mí me provocaba esos pensamientos, como sería al resto de hombres con los que trabajaba o se cruzaba en la calle. Pero ella me decía que no me ponga celoso, parecería que apropósito lo hacía para provocarme.
Un día de esos que estaba vestida así, regresamos a la casa y nos pusimos a ver la televisión juntos en la cama, ella recostada en el medio de la cama y yo a un lado. No recuerdo bien el programa que veíamos, pero se trataba sobre familias que vivían en cuartos muy pequeños, y de familias enteras en las que prácticamente todos sus integrantes dormían en la misma cama. Lo cual dio pie a que conversáramos de la posibilidad de tener que vivir en una situación así, y de un momento a otro me pregunta:
—Qué pasaría si tuviéramos que vivir de esa manera, en una sola cama todos los días.
Definitivamente no sé lo que me pasó, y casi por instinto solo dije:
—Pues, tendríamos sexo todos los días.
Luego de lo cual, en mi interior, me di cuenta que mi subconsciente me había traicionado, había dicho lo que pensaba y no lo que debía contestar.
—Pero qué te pasa, me dijo, si te das cuenta de lo que estás diciendo, me reclamó.
—Pero yo que culpa tengo, tú me estas preguntando y yo he dicho lo que pienso, contesté.
—Si sabes que soy tu madre, insistió, luego de enfurecerse y sentarse doblando sus piernas a un costado sobre la cama, y ponerse en una posición obviamente a la defensiva.
—Pero si la culpable eres tú, le dije. Mira tú forma de vestir, tan sensual y yo al final de cuentas soy un hombre, terminé.
—A, entonces mejor me visto de monja para evitar estas cosas, amenazó
—No por favor, si quieres nunca más te digo nada, pero no me quites la satisfacción de mirarte así. De disfrutar de tu figura y el poder apreciar tus piernas que me vuelven loco.
Un momento de silencio y una tensión que talvez podría hasta cortarse con tijeras podía sentirse entre los dos. Yo había soltado lo que sentía, y ahora estaba dispuesto a seguir sin importar las consecuencias, aunque debo confesar que me llenaba de terror solamente la idea que cortara palabra conmigo, o que por ultimo me dijera que me vaya a vivir solo o algo por el estilo.
—Desde cuando piensas esas cosas, preguntó.
—Desde que estoy en el colegio, y me di cuenta lo hermosa que eres, dejé de verte como madre y solo puedo contemplarte como mujer, una hermosa mujer, le dije, mientras me sentaba en la cama en dirección a ella, para vernos frente a frente.
—Solamente ponte a pensar, me dijo, soy tu madre, lo que dices está mal, encima la diferencia de edades y nuestra religión, me recriminó.
A estas alturas ya estaba todo descubierto, si no trabajaba bien mi siguiente respuesta podría todo terminar mal, buscaba rápidamente en mi mente las opciones para sacar la situación a mi favor.
—No creas que solo es culpa mía, le dije. En muchas ocasiones me he dado cuenta como me miras, y para nada son los ojos de amor de una madre para con su hijo, sino son los ojos de deseo de una mujer para con un hombre, un hombre que desea con todas tus fuerzas.
No terminaba de decir esto, cuando sentí en mi cara el golpe de su mano, que lo hacía para que me calle por lo que estaba diciendo, o porque tal vez se veía descubierta en algo que ella mismo se negaba a aceptar.
—He visto como miras mi paquete, cuando me levanto en las mañanas, tratas de disimularlo, pero no sabes hacerlo, insistí.
Era hora de jugármela todas de una vez.
—Y, para terminar, la otra noche cuando iba al baño y pasar por tu puerta, sentí que te toqueteabas en tu cama, cuando pronunciabas mi nombre mientras gemías. Tú no te diste cuenta que yo estaba parado en el umbral de tu puerta.
Todo esto me lo había inventado a último momento, solo buscaba cambiar la situación de ser el culpable a ser la víctima.
Se me quedó viendo y esa mirada defensiva se fue transformando en una mirada de culpabilidad, sin querer había acertado y ahora podía tomar las riendas del juego.
—Tu eres una mujer muy hermosa y obviamente tienes tus necesidades, se lo dije para que no se sintiera totalmente culpable. Y de hecho no me ofende que tomes mi nombre mientras tratas de auto satisfacerte, le dije.
Sofía solo me miraba y se le habían terminado sus palabras, o simplemente no sabía que decir.
Aproveché el momento y puse mi mano derecha en su rostro con la mayor dulzura que pude hacerlo. Al momento vi como una lágrima salía de sus ojos y estos se llenaban de muchas más. Opté por subir mi mano izquierda y mientras tenía su rostro entre mis manos, secaba las lágrimas con mis pulgares, sentía como su cabello caía por entre mis dedos y al estar en esta posición solo opté por acercarme y darle el beso más dulce que podría darle en sus labios. Al principio no me respondió, pero en un momento que para mí fue eterno, respondió a mi beso con la misma dulzura que yo lo hacía.
No sé cuánto duró el beso, pero fue el beso más delicioso que podría uno imaginar, si en mis sueños y fantasías la había besado, no se acercaba en nada o lo que estaba viviendo ese instante. No era un beso con lengua ni uno de película, era solo eso un beso, un beso con la mujer que amaba y deseaba tanto. Al final tuvo un ligero sabor a lo salado de sus lágrimas, pero a pesar de eso para mí fue maravilloso, y estoy seguro que para ella también.
Luego intuitivamente separamos nuestros labios y nuestras frentes se quedaron pegadas, rozábamos nuestras narices mientras separábamos nuestras bocas y un pequeño hilo de saliva colgaba de mis labios a los suyos, dejé mi mano izquierda sobre su rostro para impedir se aleje más. Mi mano derecha fue por más y se la puse en sus piernas, donde al sentir el roce de las medias nylon, provocó que como un resorte mi miembro se pusiera en su máxima expresión, obviamente al estar vestido mi pantalón impedía que se lo apreciara en su máximo esplendor.
Lentamente y como siempre había soñado, mi mano derecha fue subiendo por el contorno de sus piernas, subió por su muslo izquierdo por encima de su falda, pasó por sus caderas y se situó en su cintura. Mientras que con mi mano izquierda acercaba su boca a la mía, a la vez que le decía en voz baja:
—Esto es algo que he soñado desde hace mucho tiempo. Le daba un beso con más confianza y terminaba diciendo ningún sueño se comparaba en nada a lo que sentía en ese momento. Pude sentir como su cuerpo sufrió un ligero estremecimiento.
De parte de Sofía, mientras se separaba sin ser brusca, solo pude escuchar:
—Esto está mal, está mal, repetía. Mientras me empujaba, se bajaba de la cama y se dirigía a su habitación
Se encerró en su cuarto por el resto del día y no salió para nada, absolutamente para nada. Inclusive más noche cuando le pregunté si quería comer algo, solo supo contestarme “no”, sin siquiera abrir la puerta.
Todo estaba hecho, ¿Me habría equivocado?
Lo único seguro, era que, desde ahora las cosas no serían como antes.
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