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CAPÍTULO 12
DANDO RIENDA SUELTA A NUESTROS DESEOS Y UN TRISTE FINAL
Los días pasaban, y entre nosostros ibamos teniendo experiencias que permitían irnos conociendo cada vez más.
No crean que todo se convirtió en sesiones de sexo desaforado, decidimos formar una relación de pareja donde el sexo era solo una parte muy importante de ella.
Ya contaré más adelante algunas situaciones que me parecen importantes sobre nuestra vida sexual.
Nuestras actitudes seguían tal y como habíamos quedado antes, en la casa dabamos rienda suelta a todo lo que queríamos, pero procurabamos que el sexo no fuera el centro de todo. Nos ayudabamos en nuestras tareas, arreglabamos juntos la casa, cocinabamos juntos, todo lo hacíamos juntos.
Me encantaba ver la nueva Sofía, más alegre y divertida, con ese brillo sin igual en su mirada, yo vivía alegre y esperaba desesperado la hora de volver a verla.
En ocasiones salíamos a bailar, en otras a cenar, y muchas otras nos quedabamos en casa, para solo mirar abrazados una película, o simplemnte conversar de la vida. Ibamos formando una relación de pareja perfecta.
Con el tiempo, yo me gradué de la universidad y por suerte encontré trabajo pronto, lo cual me permitía poder invitar a Sofía a nuevos, elegantes y divertidos lugares, y en ocasiones hasta hacerle regalos de todo tipo, de pronto joyas, y otras muchas veces lencería provocativa.
En casa, eramos una pareja perfecta, y dormíamos en su cama todas las noches, no llevé mis cosas a su cuarto, por si alguien alguna vez nos visitaba, podría llegar a sospechar algo, no siempre teníamos relaciones, pero cuando las teníamos tratabamos de hacerlas inolvidables.
El tiempo pasaba y Sofía obviamente iba presentando los efectos de su edad en su cuerpo, aunque ahora tenía la felicidad y alegría de una jovencita, no podíamos negar el paso del tiempo.
Había engordado un poco, y no porque no se cuidara, así nos pasa a todos, sus senos ya no eran tan firmes como antes, sera por la edad o porque a mí me encataba besarlos y chuparlos hasta desfallecer. Ahora presenaba unos pequeños rollitos en su cintura.
Notaba algunas arrugas en su rostro, especialmente alrededor de sus ojos, pero que ella hábilmente escondía con maquillaje.
Sus caderas seguían siendo hermosas, tal vez presentaban más celulitis que cuando empezamos a tener relaciones, pero para mí seguían siendo perfectas.
De todas maneras nunca perdía su sensualidad y su buen gusto al vestir. Me encantaba verla de uniforme, me excitaba como pocas cosas en la vida.
Como por ejemplo aquella ocasión en la que Sofía tenía que presentar un informe, y repasaba en casa, para no omitir detalle y estar lista, pues de eso dependía un posible asenso en el trabajo. Así que me pidió le ayudara fingiendo ser uno de los accionistas y que de vez en cuando le hiciera preguntas y cosas así.
Estabamos en el cuarto se estudio y ella exponía su presentación, yo no entendía casi nada de lo que me decía, no porque no era mi línea de trabajo, sino porque estaba embobado por Sofía, ella vestía su uniforme de trabajo, pues no se lo había quitado al llegar, yo estaba sentado en una silla cerca del escritorio, ella recorría la habitación mientras daba detalles de su trabajo, con unas hojas en la mano y pasando sus presentaciones en la computadora.
Yo la veía caminar de esa manera sensual característica de ella, y clavaba mis ojos en sus contoneantes caderas, de sus pechos no podía ver mucho, ya que la blusa blanca que llevaba estaba cubierta por la chaqueta del uniforme que tampoco se había quitado.
En un momento, se detuvo cerca mío y continuaba hablando, y yo no pude resitir las ganas de acariciar su pierna por debajo de la rodilla, sentir esas medias de nylon que tanto me gustaban, y pase mi mano por su pierna, la subí suavemente hasta tocar su muslo, ella sonrió con malicia y complicidad, mientras apartaba mi mano de ahí, me dijo “Quieto” y continuaba su presentación.
Me puse de pie y en forma ofendida, como cuando a un niño le quitan su juguete que tanto le gusta, y me paré a sus espaldas, Sofía hizo un ademán de saber que su presentación y repaso terminarían en ese instante, mientras sonreía con complicidad, la abracé por la cintura y pude oler el aroma de su cabello. Ella se dejó besar el cuello, mientras sentía que su cuerpo temblaba entre mis manos.
Rápidamente la giré y la puse de frente a mí, y la arrinconé contra el escritorio, le decía cuanto me gustaba y como me excitaba verla pasearse frente mío. Ella soltaba sus hojas al suelo, mientras yo me disponía a besarla, cada beso era dulcemente correspondido. Mi mano derecha sujetaba su cintura, mientra la izquierda bajaba hasta su rodilla derecha y empezaba a subir hacia su muslo, acaraciando su piel, le subía un poco la falda.
Ella puso su falda en su sitio, mientras me decía:
—Hey, que pretendes, con esa carita de que preguntas algo sabiendo la respuesta.
—Tú que crees, le dije.
La besaba apasioandamente, mientras ella ponía sus manos sobre mi cuello, yo bajé mis manos y subí su falda hasta mas arriba de su cintura, ella se dejaba y mas bien me ayudaba a hacerlo mientras apoyaba sus manos en el escritorio, yo acariciaba sus caderas y de un rápido movimiento la senté en el escritorio, no dejaba de besarla.
Ya una vez sentada y sin dejar de besarla, prácticamente le arranqué sus medias nylon junto con sus interiores, ella me ayudaba y colaboraba como si todos los movimientos hubiesen sido planeados y repasados.
Seguíamos besándonos y no fue necesario pronunciar ninguna palabra mientras seguíamos nuestro juego.
Bajó sus manos y comenzó a safarme el pantalón, mientras seguíamos con los besos cada vez más apasionados, dejó caer mi pantalón el cual en complicidad nuestra cayó hasta mis pies, cogió mis calzones y los fue bajando hasta donde alcanzaban sus brazos, la intención era dejar mi miembro al aire.
Mi miembro automáticamente buscaba su vagina, y yo acerqué a Sofía al filo del escritorio, al encontrarse nuestros miembros, casi de forma instintiva y como que tuvieran pensamientos y movimientos propios, empezaron a juntarse, nuestra calentura era tanta, que Sofía estaba ya cerca del climax al igual que yo, con mis manos la sujeté de las caderas y la apegaba lo más que podía hacia mí, mientras mi miembro entraba de una vez en ella, pude sentir como nuestras pelvis chocaban, y empezamos una serie de entradas y salidas que terminaron en uno de los orgasmos más deliciosos del mundo.
Así pasaban nuestros días, eramos complices y amantes. En ocasiones no podíamos controlar nuestros impulsos y a veces hacíamos cosas en lugares que no debíamos hacerlo, como aquella vez que la saqué del trabajo a medio día para ir a comprar un auto, con mi nuevo sueldo, pues era un gusto que ya nos merecíamos.
Juntos fuimos al concesionario y escogimos el color del vehículo que más nos gustaba a los dos, yo quería uno de tipo deportivo, pero ella insistía en una camioneta mas grande, mas familiar.
Encontramos un modelo que tenía un poco de las dos cosas, hicimos el papeleo y nos lo entregaron enseguida.
Dejé que Sofía manejara el auto, ella muy feliz lo conducía por las calles de la ciudad, por las que dabamos vueltas como luciendo nuestro juguete nuevo, y sacando pecho por ello.
Igual hibamos felices escuchando lo bien que sonaba el equipo del nuevo auto, así como comprobaba que ella no había perdido su pericia al volante, yo veía como su falda que depor sí era sobre la rodilla, al estar en esa posición, se le subía mucho más, dejándome ver sus apetitosos muslos, y me percaté que por motivos de alcanzar los pedales del embraje y acelerador a la vez, tenía las piernas un tanto abiertas, lo cual me excitó mucho.
Yo sin reparo, puse mi mano izquierda sobre su rodilla derecha, a lo que Sofía regresó a ver lo que estaba haciendo sin perder la vista en el camino, al ver que le gustaba, subí un poco más la mano, sentí un estremecimiento que le recorría por la pierna, entonces decidí subir mucho más hasta donde su falda me dejaba, y me puse a cariciar la parte interna de su muslo.
Este fue el detonante de una acción que realizaría Sofía, en la primera oportunidad que tuvo, giró el volante y nos llevó a un lugar apartado de las miradas curiosas, por debajo de un puente.
Ni bien detuvo el auto, se soltó el cinturón de seguridad, mientras yo hacía lo mismo y se subío encima mío, por suerte el auto que habíamos comprado era lo suficientemente amplio para permitir esta maniobra.
Ya subida encima mío, me besaba apasionadamente, yo hacía lo mismo mientras trataba de safar su blusa, ella mismo se subió la falda por sobre sus caderas. Entre los movimientos que teníamos me safaba mi camisa y aflojaba mi pantalón hasta dejar al aire mi miembro, que desde hace rato quería respirar con libertad.
Yo en mi deseperación, arranqué esas medias nylon que llevaba y lo mismo hice con sus interiores, ya libres los dos de ataduras, se sentó sobre mi miembro y empezamos a tener relaciones en el auto, que forma de estrenar nuestro nuevo auto, el cual desde ese día sería testigo de varias situaciones similares.
Sofía era como si le hubiese drogado para que se excite tanto, pues tenía un grado tan alto de excitación que no le importaba nada, yo estaba igual, ella subía y bajaba arrodillada sobre mi miembro, permitiéndole entrar y salir con locura.
Yo acariciaba sus pechos sin soltar sus sujetadores, ella hacía lo mismo a mi torso desnudo.
Cuanto tiempo estuvimos así, no tengo idea, pero cuando explotamos, lo hicimos en tal cantidad como pocas veces.
Luego de terminar y relajarnos, ponernos nuestra ropa en el sitio, nos tocó pasar por una tienda a comprar nuevos interiores para Sofía y un par de medias nylon para que pudiera regresar al trabajo y nadie se diera cuenta de lo que venía haciendo.
El sexo desaforado que tuvimos fue nuestro almuerzo juntos de ese día.
Una serie de situaciones similares y de variadas formas se repetirían durante mucho años, hasta que el evidente paso del tiempo hizo mella en nosotros, más en Sofía a quien con el tiempo le detectaron un cáncer de útero, y yo siempre estuve a su lado más que como un hijo, como su pareja, apoyándola y cuidándola.
Se tuvo que operar y le sacaron el útero, la operación salió bien, pero ella jamás volvió a ser la misma, aunque lo intentaba, pero seguíamos juntos, la ví reponerse físicamente, inclusive con el tiempo volvimos a tener relaciones, ya no de la misma manera, siempre con cuidado, pues yo no quería lastimarla.
Esto fue por un lapso de 7 años más, hasta cuando de la noche a la mañana la maldita enfermedad reapareció en Sofía, esta vez en su estómago, y regresó con tal fuerza que se expandió por todo su cuerpo, los médicos nos dieron una esperanza de vida de 3 meses, pero por su fuerza de voluntad o tal vez por mis cuidados y cariño, me acompañó durante 6 meses, en los cuales intenté hacerla lo más feliz que pude.
Cuando me dejó, se fue con una sonrisa en sus labios, una sonrisa que me decía que había disfrutado su vida a plenitud, de hecho unas horas antes, me decía que no se arrepentía de nada y que me agradecía por todo lo que habíamos vivido juntos.
Yo con el tiempo me repondría poco a poco, pero por ahora me quedaba solo su recuerdo, su aroma, su nombre…. Sofía.
FIN
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