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Categoría: Incestos

Más allá de una fantasía con mi madre (Cap. 11)

CAPÍTULO 11

ACLARANDO ALGUNAS COSAS.

Dormir abrazado a la mujer que amas, luego de haber hecho el amor, es la sensación mas gratificante que uno pueda experimentar,  no sé cuanto tiempo estuvimos en esa misma posición, pero llegó un momento en el que el frío de la noche y nuestros cuerpos desnudos hicierna que me despertara.

Con toda delicadeza saqué mi brazo debajo de Sofía, procurando no despertarla, ella permanecía dormida, me incorporé y fui a buscar una cobija para cubrirnos, ya que no podía utilizar las de la cama, pues habíamos hecho el amor sobre las mismas, y no quería despertarla intentando sacarlas.

Regresé con la cobija, y cubrí el cuerpo de Sofía, su rostro reflejaba una sonrisa y satisfacción completa.

Por el momento todavía no podía asimilar todo lo que había pasado, esa mujer había sido mía, y no de la manera en que yo me imaginaba, sino de una completamente distinta, con el alma.

Fue mi primera vez, y con la mujer más dulce y ardiente que podría haber imaginado.

Me recosté junto a ella, y por debajo de las cobijas acariciaba su hermoso cuerpo, no con lujuria, sino con cariño.

Mis ojos ya se habían a costumbrado a la oscuridad de la noche, me permitía observar a mi amante y contemplarla dormir.

Jugué un momento con sus cabellos, mientras acariciaba su rostro, y bajaba mi mano hasta tocar su boca, esa boca que hace poco me había besado incontables ocasiones.

La abracé de nuevo, y ella se acomodó a mí cuerpo. Me quedé dormido otra vez, verdaderamente amaba a esta mujer, como pude ternerla tanto tiempo junto a mí y no disfrutarla como lo hacía ahora, es en lo que pensaba mientras caía dormido a su lado.

Llegó el amanecer, y prácticamente no nos habíamos movido un centímetro de nuestra posición y despertamos abrazados.

—Hola cariño, me dijo dulcemente, ¿como amaneciste?, mientras se daba cuenta que ahora estabamos cobijados.

—Hola mi vida, salió de mi boca, mientras la abrazaba mas fuerte, y sentía estremecer su cuerpo.

Como todas las mañanas, y a todos los hombres nos pasa, pero sobretodo al sentir ese cuerpo escultural desnudo junto a mí, mi miembro empezó a ponerse de pie. Sofía se dio cuenta ya que todavía estaba apegado a ella y mi miembro comenzó a ponerse duro como piedra entre sus piernas.

—Veo que tu amiguito también se ha despertado, me dijo con voz pícara, mientras se soltaba de mis brazos y se daba vuelta para quedar frente a mí.

—Es que ha sentido la presencia de su dueña, y quiere saludarla, le dije.

En eso Sofía bajo su mano derecha y tomó mi miembro con su mano y empezó a darle ánimos para que despierte completamente. Mientras que su boca buscaba la mía y empezabamos una sesión de besos dulces que poco a poco fueron conviertiéndose en apasionados. Mi manos acariciaban su cuerpo y una de ellas empezaba a buscar su vagina para hacerla disfrutar también.

Estuvimos un momento jugando así, hasta que yo ya me venía venir nuevamente, y le dije:

—Quiero hacerte mía otra vez.

—Ya soy tuya cariño, me dijo, no tienes que pedir permiso para tenerme, seré tuya cuando quieras, mientras seguía besándome.

Esto me exitó mucho más y la puse en posición boca arriba, mientras le decía:

—Me toca arriba amor.

—Como tu quieras cariño, me contestó.

Así que subido no completamente sobre ella, la seguía besando y acariciaba su cuerpo, desde sus pies subía mi mano, apreciando cada una de sus curvas hasta llegar a su cuello, mientras la besaba de maneras que no había imaginado siquiera.

En un momento dado, y debido a mi calentura, abrí sus piernas y me coloqué encima suyo, solo quería penetrarla, pero faltaría lubricación, pensaba, y regresé a ver su vagina, la cual estaba muy mojada de excitación, estaba lista, pensé.

Dirigí mi miembro a la abertura de su vagina, y ella como si de unos labios se trataran, me recibió como con un beso, mi miembro se abría paso gracias a los movimientos de cadera que empezaba a hacer.

Ya había aprendido que no se puede ingresar de una sola vez, que debo hacerlo despacio, poco a poco, meter y sacar, meter y sacar…

En poco tiempo ya estaba dentro de ella completamente, podía sentir como mis testículos tocaban sus paredes pélvicas, el bombeo no se detenía, trataba de imponer un ritmo pausado, para disfrutar más.

Las caricias eran por todo nuestro cuerpo, y los besos no paraban de lado y lado, Sofía empezaba a gemir tal y como lo hizo anoche, pero esta vez, yo la acompañaba, no sabía que yo también podía gemir así.

Estabamos haciendo el amor por segunda ocasión, y esta vez era un mañanero. Muy delicioso, duró lo que debía durar, disfrutabamos juntos de lo que hacíamos, nada era forzado.

Pronto sentía que ya no podía aguantar más, y le dije:

—No aguanto más, voya a explotar!!.

Ante eso, Sofía, solo me abrazó muy fuerte, y con sus piernas trató de abrazarme y sujetarme las piernas, como para que no me saliera, yo por mi lado trataba de mantenerme lo  más dentro de ella, y …

Explotamos, nuevamente juntos, maravilloso….

Nos quedamos abrazados, yo todavía dentro de ella, mi miembro no desfallecía completamente, y me dijo:

—Eres perfecto cariño, te amo

—Yo te amo más, le dije.

—Pero por favor sal despacio, no estoy acostumbrada a estas batallas sexuales, y mucho menos tan seguidas, y que decir que tengo que adaptarme a tu miembro, a su forma, grosor y envergadura, mientras me daba un beso en la boca.

Yo obedecí, y salí de ella despacio, lentamene, vehía como mi miembro salía completamente mojado, su vagina se parecía a unos labios que chupaban un helado mientras se lo sacaba lentamente, al salir por completo se quedaron unidos por hilos de semen y fluidos vaginales.

Permanecía recostado de lado junto a ella, mientras que de vez en cuando le daba besos y seguía acariciándola, estabamos muy agitados por lo que acababa de ocurrir.

Poco a poco fuimos calmando nuestros ánimos y ya era hora de levantarnos.

Nos duchamos por separado, y nos cambiamos de ropa, yo me puse algo un poco más informal, mas bien deportivo, Sofía por su parte hacía lo mismo, un calentador y una camiseta blanca que marcaba sus senos.

Preparamos el desayuno juntos, entre besos y toqueteos cómplices. De vez en cuando la abrazaba por la espalda y me quedaba así por un momento, sintiendo su aroma, besándole el cuello y diciéndole cuanto la amaba.

Desayunamos entre risas, y conversas vanales.

Luego fuimos a la sala, yo me senté en  el sillón grande y ella se sentó junto a mí, era momento de conversar de las cosas serias.

Yo la tomé de un brazo y la jalé hacia mí, como para que se recostara de espaldas sobre mi pecho y así abrazarla, le pasé mi brazo izquierdo por su cuello y pecho ubicando mi mano sobre su hombro contrario, mientras que con mi otro brazo acariciaba su cabello.

—Y ahora ¿que pasará con nosotros? Le pregunté.

—¿A qué te refieres cariño? Me dijo.

—Quiero saber como será nuestra relación, cómo debo tratarte, hasta dónde llegará esta aventura en la que hemos entrado juntos.

—Pues, hizo una pausa, mientras acariciaba mi brazo que le rodeaba el cuello, déjame decirte algo, me dijo

Es verdad que en todos estos años desde que tu padre nos abandonó, yo asumí el papel de padre y madre, para hacerlos crecer a tí y a tu hermana.

Hemos pasado por muchas dificultades, algunas financieras y otras personales, pero debes haberte dado cuenta que siempre he querido lo mejor para ustedes, y la verdad no me arrepiento de nada que he hecho.

Pero eso ha obligado a que descuide mi vida personal, a pesar que no me he negado a encontrar una persona especial en mi vida, nunca encontré a nadie que no me viera como una mujer fácil por ser madre soltera. Otros me veían como un trofeo a alcanzar, y lo único que buscaban era acostarse conmigo.

Por eso con el tiempo preferí dedicarme a mi casa, mis hijos y mi trabajo.

Pero jamás pudo pasar por mi mente que esa persona que tanto buscaba, estaba tan cerca mío. No sé en qué momento empecé a verte como hombre y a enamorarme de ti.

Seguramente, en cuanto te fuiste haciendo adolescente y yo sin querer iba formando en tí los principios e ideales que tenía de mi persona ideal.

Te ví convertirte en hombre y fuiste muchas veces mi apoyo en muchas dificultades, como cuando tu hermana nos abandonó.

Sentía celos cuando una mujer en la calle te quedaba viendo, o cuando alguna de tus compañeras te llamaba por teléfono.

Te haz vuelto un hombre muy atractivo, me encanta tu cuerpo, esa barba qu llevas me excita demasiado y es obvio que a mí como mujer me atraes mucho.

Siempre supe que tenías algunos gustos y actitudes sexuales hacia mí, pues podía encontrar entre mis prendas intimas rastros de tus descargas, que en principio no sabía en quien pensabas cuando las hacías.

Lo mismo encontraba tus “regalos” en mi vestido de dormir y una que otra falda.

Estaba dispuesta a aclarar estas cosas contigo en su momento, pero no sabía cómo hacerlo.

Hasta que una noche que tú estabas enfermo y con fiebre, yo te cuidaba, y tú entre delirios llevaste tú mano a mis pechos y dijiste, “te deseo tanto Sofía”.

Desde ese momento comencé a entender lo que hacías y sentías por mí, muchas veces me hacía la dormida, para ver cómo tú me observabas y prácticamente me desnudabas con la mirada. Empezó a gustarme todas tus actitudes, y travesuras.

Pero cuando hace un mes atrás te atreviste a besarme y decirme que te gustaba, fue cuando todo explotó dentro de mi.

Si me enojé en realidad no fue contigo, sino conmigo mismo, puesto que tu beso me encantó, y eso no debería haber sido así, pues iba en contra de todos mis principios y creencias.

Pero más tarde al ver las actitudes que ibas teniendo conmigo, la forma como me respetaste mientras estaba ebria, me hizo pensar y decidir en darnos esta oportunidad que en este momento estamos disfrutando.

La cuál durará hasta que nosotros lo queramos, y si tú quieres haremos como que no pasó absolutamente nada y regresaremos a nuestra relación madre – hijo.

Yo había escuchado con atención todo lo que Sofía me contaba, y a la vez iba entendiendo muchas cosas y me enteraba de muchas más. Mientras seguía acariciando su cabello, le dí un beso en su cabeza.

—Pero, yo he hablado demasiado, ¿que dices tú?, me preguntó.

—Pero por supuesto que quiero continuar con esta nueva experiencia, te amo tanto que quiero que seas mía, solo mía, y de la misma manera yo seré solamente tuyo. Que te puedo decir que ya no sepas, me conoces más que yo mismo, y además conocías muchas de las cosas que yo creía eran mi secreto.

Solo puedo agregar que me encantas toda, eres la mujer perfecta para mí, y si tú me lo permites trataré de hacerte lo más feliz que pueda.

Pero tengo dudas sobre cómo nos comportaremos ante los ojos de los demás, si nuestra relación solo será dentro de estas 4 paredes, si mientras estemos fuera seguiremos siendo madre e hijo.

—Me alegra mucho lo que me dices, y pues no creas que no lo he pensado, y opino que lo que debemos hacer es lo siguiente, pero si tú no estás de acuerdo me lo dices y llegaremos a un acuerdo.

La gente no comprenderá nuestros sentimientos, mucho menos la familia y que decir de tu hermana. En mi trabajo posiblemente me despidan por esto, ya que creo imposible nos apoyen.

Así que lo mejor que debemos hacer es llevar nuestra relación en secreto, para los ojos del mundo seremos una madre e hijo que se llevan muy bien, podemos seguir con nuestra rutina como siempre pero eso si, teniendo mucho cuidado de no tener actitudes que delaten nuestro amor, evitaremos toqueteos coquetos o besos en la boca por a calle.

Dentro de casa, o donde nadie nos vea podremos dar rienda suelta a nuestros deseos.

—Estoy completamente de acuerdo contigo preciosa, tenía miedo de que no quisieras continuar, pero algo dentro de mí me decía que encontraríamos la manera de estar juntos por siempre.

Y una vez tomada la decisión, solo nos quedaba continuar con lo pactado.

Y como estábamos en casa, pues continuamos besándonos y acariciándonos como dos recién casados.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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