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Categoría: Incestos

Más allá de una fantasía con mi madre

CAPITULO 1

UNA PEQUEÑA INTRODUCCIÓN

Según puedo comprobar, aquellas fantasías que tenía cuando joven no eran solo mías, y muchas de las situaciones que he leído en muchos sitios de internet sobre el complejo de Edipo, puedo comprobar que las cosas que me han pasado, y que por inocencia o inexperiencia las deje pasar y no supe aprovechar a tiempo, hasta cierto punto podría vérselas como algo normal.

Mi nombre es Andrew y para que puedan entender la historia que quiero compartir, he de remontar la situación para cuando tenía 17 años y me encostraba cursando los últimos años de mi instrucción secundaria en una prestigiosa institución de la ciudad. Mi madre Sofía, tenía 43 años y mi hermana Zoila estaba por cumplir los 13 años de edad. Me ubico en esta época ya que fue en la que más situaciones comprometedoras entre mi madre y yo.

Nuestra situación familiar era como la de muchas familias, que con el tiempo se fue convirtiendo en algo común en nuestra sociedad. Mi padre nos había abandonado cuando yo tenía 5 años y mi hermana no cumplía el año de edad, mi madre desde ese entonces se hizo cargo de nosotros con el temple y el ímpetu que solo una madre soltera podría hacerlo.

La relación que teníamos en casa era un tanto especial, ya que mi madre pasaba en el trabajo casi todo el día, donde entraba a trabajar a eso de las 9 y regresaba pasada las 5 de la tarde. Por nuestra parte mi hermana y yo nos dedicábamos en la mañana a nuestras labores estudiantiles y mientras Zoila se dedicaba a realizar sus tareas en la casa por la tarde yo me dedicaba a las mías, las cuales me encantaba compartirlas con un poco de deporte, el cual terminaba alrededor de las 5 de la tarde, por lo que aprovechamos en toparnos con mi madre en la tarde para regresar a casa juntos. Con el tiempo mi hermana al terminar el colegio se fue a vivir a parte, pero eso es otra historia.

He de decir que nunca me he considerado un adonis ni nada por el estilo, sin embargo, creo que siempre he tenido lo mío. Además, que gracias al deporte y el gimnasio acompañados por mi 1,75 de estatura, algo de atención llamaba. En cuanto al estudio, a pesar que nunca fue mi intensión sobresalir, nunca tuve problemas con ello.

Sofía siempre se conservó muy bien, ya que trabajaba como asistente de contabilidad en una institución del estado, razón por la cual ella siempre vestía bien y se arreglaba lo suficiente sin intentar ser extravagante. Para mí era común verla con falda y blusa de manga larga, acompañada muchas veces por una chaqueta que, hacia juego con su falda ceñida al cuerpo, un poco más alta que sus rodillas y unas medias de nylon que hacían ver sus bien contorneadas piernas más firmes de lo que realmente eran. Me parece que cuando yo tenía unos 15 años, comencé a fijarme más en ella.

He de reconocer que ella tenía una figura que desde que recuerdo siempre me atrajo, con su 1,65 de estatura y de una u otra manera con el tiempo se convirtió en el estándar que yo luego buscaría en una mujer.

Tenía una cintura delgada sin tener un abdomen firme, era delgado y deanchas caderas, tal vez producto de los dos hijos que tuvo. De hombros un tanto estrechos y su espalda siempre recta, le daba ese toque de elegancia y altivez que la caracterizaba, acompañados por esas hermosas piernas que siempre iban sobre unos zapatos de taco medio y hacían que sus caderas se levanten y se pongan en una pose que sin ser respingada, no dejaban de ser hermosas. Sus senos sin ser voluptuosos tenían la medida exacta para robarse una mirada de deseo, que yo sin querer había notado en más de un hombre por la calle cuando ella pasaba, y que provocaban que me ponga celoso cuando la acompañaba, con su forma de caminar que no lo hacía como modelo de pasarela, pero permitía balancear sus caderas con cada paso que ella daba siempre con elegancia.

Le encantaba y estoy seguro de eso, el sentirse observada, su forma de andar, ese balanceo, la forma de pararse, su forma de sentarse, cruzada las piernas como lo hace una secretaria, eso permitía contemplar lo perfectas de sus piernas.

Siempre llevaba su cabellera por debajo de los hombros y su cabello era lacio, aunque le gustaba hacerse los churitos, que por cierto le quedaban de maravilla, a veces suelto, a veces recogido, no se hacía peinados que salieran de lo común. Su rostro no se parecía para nada a una modelo de revista, pero tenía una mirada cautivadora que resaltaba esos ojos cafés, que con el brillo del sol en momentos se los veía más claros que de costumbre, siempre se maquillaba lo necesario, sobras sobre los ojos y un poco de maquillaje y rubor, sin caer en la exageración.

Sus labios carnosamente sensuales que siempre llevaba pintados con un color labial suave y provocativo, su nariz no era respingada, por el contrario, tenía la forma redondeada característica de nuestra familia, y que en ella le quedaba muy bien.

Siempre me habían molestado porque ella se veía más joven de lo que era, pero yo no daba mayor importancia a esto. En más de una ocasión y con el paso de los años y cuando yo ya estaba en la universidad, alguien que no nos conocía, hacia sugerencias como que fuéramos pareja, puesto que yo al contrario de Sofía, y porque siempre me ha gustado llevar barba, parezco mayor de lo que soy.

Y aunque desde que se separó, nunca quiso entablar una relación seria, de lo que recuerdo solo tuvo 2 o 3 pretendientes que con el tiempo no pasaron más allá de ser eso nada más, ya que me confesó alguna vez que no quería imponer en casa la presencia de un hombre que posiblemente no entendería nuestra forma de ser y provocar problemas que terminarían en tener que escoger entre él o nosotros, donde siempre ganaríamos sus hijos. Pero de un tiempo acá ya no había nadie que la pretendiera o sería que simplemente buscaba algo diferente, nunca le pregunté el porque de todo esto.

A pesar de no tener un trabajo millonario, siempre supo sacarnos adelante y darnos lo suficiente como para salir adelante, sin gozar de grandes lujos, puedo decir que jamás nos faltó un plato de comida en la mesa. Y contábamos con nuestra propia casa, que con mucho esfuerzo y sacrificios de todos logró conseguirnos.

Será por efectos de la pubertad o porque simplemente desde un punto de vista completamente alejado a lo normal, talvez porque era la mujer que más cerca tenía en mi vida o quizá porque de alguna manera en muchas ocasiones me tocó hacer el papel de hombre de la casa, en algún momento comencé a dejar de ver a mi madre como mi progenitora, y empecé a verla como lo que realmente era, una hermosa mujer.

Por eso de aquí en adelante la llamaré por su nombre: Sofía.

********************

CAPITULO 2

UNA FANTASÍA QUE CON EL TIEMPO CRECÍA MÁS Y MÁS MIS DUDAS...

El hecho que Sofía luego del trabajo llegara a casa, cansada y con ganas de sentirse cómoda, en muchas ocasiones hacía que ni bien llegase, se sacara sus zapatos y se soltara la blusa de estar ceñida dentro de la falda y dejarla suelta por fuera de ella, que, aunque sin desabotonarla, a mi parecer era la visión más cercana a lo sensual que podría imaginar. Si a eso acompaño la visión que me permitía el ver su brasier o sujetador por debajo de su blusa, que en muchas ocasiones era de color oscuro y la blusa de un color claro, muchas veces con un toque transparente, hacían de mis fantasías un verdadero deleite.

Ahora que puedo hablar de ello, con precisión puedo decir que sus caderas eran mi obsesión, me encantaba ver como a ella que le gustaba cocinar, ni bien llegaba a la casa, se colocaba su delantal para no manchar su uniforme y se lo amarraba a la altura de la cintura, luego se disponía a lavar los platos o cocinar algún platillo de los que a ella le salían tan deliciosos.

El verla de espalda con su cabello a media altura, y su cuerpo, pero sobretodo esas caderas moverse al ritmo de que mecía algún platillo o simplemente lavaba los trastes, alborotaban mis más perversos deseos.

En más de una ocasión tuve que arrimarme al muro de la cocina a restregarme, mientras contemplaba sus caderas y me imagina lo que se sentiría tocarlos, acariciarlos, me imaginaba acercarme y abrazarla por la cintura, decirle cuanto me gustaba, besarla por el cuello, sentir el olor del perfume que solía usar y muchas cosas más que solo en ese momento venían a mi mente.Nunca se dio cuenta de lo que hacía, o al menos eso he pensado siempre.Será que nunca se dio cuenta de lo que hacía?, en ocasiones era tanta la calentura que me corría en ese mismo lugar y tenía que salir corriendo al baño para asearme, en otras tantas, me quedaba inventando no sé qué tema bobo de conversación para continuar con el morboseo de la situación.

En muchas ocasiones, se sentaba en el sillón y subía sus pies de costado, como si se arrodillara, y se los masajeaba ella misma, me imagino el dolor de sus pies luego de estar todo el día con tacos. Era una dulzura verla masajearse los pies y ver que esa falda cómplice mía en muchas ocasiones, se subía ligeramente y me permitía ver sus piernas hasta un poco más allá de sus rodillas, hasta medio muslo, para solo imaginarme que más sorpresas se ocultaban más arriba. Y yo como bobo buscando algún pretexto para estar en una posición que me permitiera contemplar tan maravilloso espectáculo.

En más de una ocasión me pidió le masajeara los pies, cosa que yo a regañadientes lo hacía, no porque no quisiera tocarlos, sino porque no soportaba la sensación de tocarlos y disimular todo el descontrol que dentro de mí se producía, que físicamente me delataría por provocar que mi miembro se ponga a más de mil. 

De todas maneras recuerdo haberla masajeado máximo hasta las pantorrillas y sentir esa sensación de sus piernas cubiertas por esas medias nylon color carne, sensación donde solo quien ha sentido lo delicioso que es esto, podrá entenderme y que yo nunca he podido olvidar. Ahora pienso si esa invitación a masajearlos era sin ánimo alguno de provocar en mí una serie de pensamientos insanos o eran a propósito para ver si yo daba el primer paso…. Si pudiera regresar en el tiempo de seguro buscaría masajearlos más seguido…

Sofía era muy recatada y nunca indicó más de lo recatadamente permitido, eso si, debo reconocer, sin embargo, lo que dejaba a la imaginación era perfecto. Cuando salía de la ducha siempre lo hacía envuelta en una toalla su cuerpo y otra en su cabello envuelto, cuantas veces tuve el deseo que por alguna extraña casualidad del destino esa toalla se soltara y me dejara contemplar su cuerpo que a pesar de no ser perfecto era con el pasar del tiempo obsesión de mis deseos carnales.

Al bañarse siempre cerraba la puerta con llave, lo cual me impedía ver más allá de lo que se debe. Ni cuando alguna vez que estaba bañándose, por alguna situación se resbaló y se cayó dentro de la ducha, y como estaba cerrada la puerta con llave y no había como abrirla, me tocó romperla de un golpe y rápidamente cubrirle con una toalla y ver que no esté lastimada, en ese momento para nada me importaba mirar más allá de lo permitido, solo me urgía ver que se encontrase bien.

Sus prendas interiores tampoco eran de lo más provocativas que se pueda imaginar, le encantaba sentirse bien con ellas, en sus formas más tradicionales, sin dibujos y mucho menos una tanga, tal vez porque no tenía a quien provocar o simplemente no le llamaban la atención. En cuanto a colores, predominaba el color negro, aunque por ahí se podía encontrar alguno de color rojo, crema y blanco. De todas maneras, ellos en muchas ocasiones fueron objeto de innumerables corridas de mi parte pensando en su dueña y que a la vez era dueña de mis fantasías.

Bastaba esperar con ansias el quedarme solo en casa para rebuscarlos en el cesto de la ropa sucia, estos eran mis preferidos para percibir su aroma y buscar algún rastro de flujo que pudiera percibir, también procedía a buscarlos entre sus cajones, con el tiempo ya los conocía al detalle a todas ellas, y hasta tenía mis preferidas. Pero si pienso con calma, recuerdo que en muchas ocasiones luego de descargarme en ellos los volvía a poner en el cesto de la ropa sucia, y me parece extraño ahora que no me haya reclamado el hecho de encontrarlos más sucios de lo normal al momento de lavarlos, ya que en esa época no teníamos lavadora y a pesar de que teníamos una señora que nos daba lavando la ropa, también es extraño que ella no le haya insinuado a Sofía nada de los regalitos que yo dejaba en sus interiores, por otro lado, ella siempre revisaba la ropa antes de mandarla a lavar.

Cuando me quedaba solo en casa, me encantaba sentir el roce de las telas de la ropa de Sofía, y solo el imaginarme que ella se las ponía, era una pauta para provocar el inicio de una sesión de masturbación inolvidable. Entre ellas una de mis preferidas era un vestido de seda de dormir color rojo, que en su parte superior a modo de sujetador tenía unas tiritas delgadas, en la parte de los senos era de un material similar al de los brasieres o sujetadores, el resto caía en línea recta hasta la cintura y se ensanchaba para dar forma a la parte inferior hasta una altura de 10 centímetros sobre los tobillos terminando en un encaje sutil, claro que cuando Sofía se lo ponía, resaltaba toda su figura, se marcaba su interior y en alguna ocasión pude ver como sus senos se podían apreciar tan apetecibles, pero por supuesto mi atención se centraba especialmente en sus caderas, y en el bamboleo de todo ese conjunto que parecía ser una invitación a acariciar todo su cuerpo. Cuantas veces soñé y me imaginé verla recostada con esa ropa, subirme encima de ella y sentir acariciar su delicioso cuerpo solo cubierto por esa fina capa de seda.

En muchas ocasiones lograba “robarme” esa prenda y dormir abrazado a ella, con cuidado de despertarme temprano y esconderla o devolverla a su sitio antes que se diera cuenta, sin embargo, en una de esas tantas ocasiones me olvidé de lo que había hecho y al ir Sofía a recoger la ropa sucia de mi cuarto, se encuentra con esta prenda en mi cama entre las sabanas. Solo puedo imaginarme las cosas que pensaría al encontrar su prenda de dormir allí, no tengo idea con quien hablaría al respecto, ni la serie de preguntas que le pasarían por la mente en ese instante, mucho menos la forma en que me enfrentaría en busca de explicaciones.

Pero la cosa no se tornó como podría pensarlo, ya que, sin tardar mucho, ese mismo día me dijo que quería hablar conmigo, yo no tenía idea de que se trataba, pero en cuanto sacó su prenda y me enfrentó directamente, diciéndome que de que se trataba eso, que si yo acaso estaba pensando el vestirme de mujer o algo por el estilo. A lo que yo no sé qué cara pondría, solo supe decirle que lo único que intentaba era sentir que en la noche estoy con “alguien” y que solo quería sentir esa sensación de estar con una mujer mientras dormía, tal vez un poco insegura o no de la respuesta recibida, la conversación no fue más allá. ¿Que hubiese pasado si hubiera dicho la verdad, que lo que me volvía loco era verle a ella mismo puesta esa ropa y que lo único que pensaba era que para no faltarle al respeto me quedaba solo fantasear en secreto el tenerla junto a mí?

¿Qué pensaría Sofía de todo esto?, no lo sé, ni nunca los sabré. Pero la situación en casa no cambió mucho luego de este episodio de descuido mío. Los días siguientes todo iba normal, e incluso alguna vez intenté irme acercando un poco más a Sofía, para ver qué pasaba.

Al toparnos por la tarde al culminar nuestras respectivas actividades, de regreso a casa, buscaba un pretexto para tomarla del brazo, y sentir rozar mi brazo con sus pechos, no lo hacía muy seguido como para que sospeche, pero creo que se daba cuenta de lo que intentaba.

En otra ocasión, estaba tan cansada que se durmió en su cama y yo fui a verla, y me acerqué y le llamé por su nombre y no me respondió, me quedé contemplándola por unos instantes, y no pude resistirme a robarle un beso y sentir sus labios junto a los míos, claro que en ese instante se despertó y yo como resorte me alejé y puse cara de que no hiciera nada, de pie junto a ella, inventé algún pretexto sin sentido y le dije que le escuché decir algo y vine a preguntarle que le pasaba, a estas alturas y revisando todo lo pasado, no puedo comprender como ella no podría darse cuenta que yo en mi interior comenzaba a verla como mujer y que tenía algunas actitudes fuera de lo común. Muchas veces he pensado que si se daba cuenta, ya que era una mujer muy inteligente y de seguro comentó con alguien estos hechos, o será que pensaba que eran actitudes pasajeras o de la edad, pero esto ya iba algunos años, y cada vez las situaciones se comprometían más.

Pero lo que más atrevido que hice fue, el dormir sin interior, y puesto el pantalón de pijama, y al despertar en la mañana bajar a desayunar y como que no me daba cuenta de la erección con la que me levantaba y pasearme por la casa como que nada. Claro, esto último fue lo más atrevido porque en cierta ocasión me “sugirió” que no debería andar por la casa así, que si hubiera sido la mitad de lo que soy ahora, seguro en ese instante le hubiese preguntado si me lo dice porque no le gusta o por todo lo contrario… aunque de seguro me hubiese dado mi buen golpe.

A pesar de eso nuestra relación era a mi modo de ver normal, con mi hermana siempre tuvo problemas y diferencias de opiniones, su error fue intentar ser su amiga en lugar de su madre. En cambio, conmigo cuando intentaba confraternizar de esa manera, no daba pie a avanzar. De todas maneras, al ser del mismo signo, y pensar muchas cosas de la misma manera, pues creo llegábamos a un acuerdo o me parecía bien lo que ella decidiese o viceversa.

Sofía siempre fue hogareña, y muy poco de salir con amigas o a dar una vuelta si no fuese con nosotros. Es una actitud que yo la mantengo hasta ahora. Le encantaba que la casa se viera siempre limpia y todo en su lugar, por lo que no era raro, ver un fin de semana que se pusiera sus shorts amarillos, una camisa holgada, que en muchas ocasiones era una de las mías que ya no me ponía, y verla arreglar la casa, tal cual un torbellino que iba arreglando todo lo que estaba a su paso. En ocasiones yo me quedaba sentado en el sillón para contemplarla hacer las cosas, porque así podía observarla con toda calma, y no como ella me decía, que era por descomedido. A veces me tocaba ayudarla para evitar discusiones. Vienen a mi mente esos shorts amarillos, un tanto cortos, de tela que se ponía y me permitían contemplar esas maravillosas piernas que, a pesar de los años, los indicios de unas pequeñas varices que empezaban a brotar, y del hecho que no hacía ningún ejercicio tranquilamente podrían ser la envidia de cualquier jovencita del barrio.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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