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Categoría: Confesiones

MARY segunda parte.

El cuerpo de Mary pedía calor humano. Se agitaba y nublaba su mente con el deseo del sexo duro y constante. En el ambiente se desato su aroma de mujer necesitaba de pasión de amor. Leonardo se acercó a mí y retire la mano de las nalgas de su madre. —Tienes pilas —me pregunto con emoción y con ojos desesperados por jugar—. Si tengo, pero deja voy por ellas a mi casa. Di un trago para terminar lo poco de vino que se conservaba en el cristalino vaso. Después me levante y le dije a Mary que me acompañara por unas pilas a mi casa.

Al salir de por la puerta, no tardo ni un según Mary para detenerse en el pasillo y decirme que estaba ansiosa de sexo. Me tomo de la cintura mientras besaba su cuello. En ese momento podía oler su cabello olor a rosas. Después intento besar mis labios, y con apenas rosarlos me aleje de ellos, pues esos labios no era los de mi amaba Carolina. Pero después pensé en todo el daño que me había hecho y me dejo de importa lo que reclamaban mis sentimientos. Mary se excitaba más y más. Se sacó una teta y me dijo que la tocará. Su teta era grande, suave, con el pezón erecto y con una deliciosa aroma. —Chúpamela, chúpamela —reclamo mientras gemía Mary— En cada succión y lengüetazo Mary se desvanecía, y perdía el control de sus impulsos. Se desabrocho el pantalón y me dijo que me quería dentro, que estaba mojada y lista para sentir mi trozo de carne. Sentí con mis dedos la abertura se su vagina, y en efecto, estaba mojada y rasurada. Lista para la acción. En ese mismo instante salió Leonardo. Mary aun gemía y mantenía una teta en el aire. Me dijo entre sus gritos que me detuviera, que estaba su hijo. Nos separamos, mientras ella se guardaba la bubi y arreglaba su pantalón.

Fui por las pilas y volví a la casa de Mary. Apenas entre y noté la manera en la que regañaba a Leonardo por salirse de la casa. Eran las dos de la mañana y Mary tenía que trabajar temprano. Se despidió de mí y de Leonardo porque se iba a dormir. Al día siguiente desperté con dolor de cabeza y no recordaba cómo había llegado a la cama.

Tan pronto recordé las imágenes vividas ayer por la noche, me sentí mal. Casi perdía mi dignidad con la mujer de peor reputación en la cuadra. Me sentía un tonto. Por la tarde salí para ir a comprar un poco de té. Al bajar las escaleras vi a Mary se sentía emocionada y feliz de verme de nuevo. Yo fingí que no la vi, es más que no la conocía. Pero ella le contó a sus amigas todo lo que había pasado, ni yo que soy hombre cuento esas cosas. No sé qué haré si mi madre se entera…

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