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Marta con su culito

~~Otro más. Empezaba a cansarme. Lo peor es que, si se descubría lo que estaba haciendo, podían despedirme del trabajo y lo necesitaba. Seguí trabajando. Cinco minutos más tarde. Sonó el intercomunicador de mi mesa: mi jefe me llamaba.
 Marta, por favor
 Dígame, Don Arturo
 He dicho por favor , ¿entiende? Acuda a mi despacho.
 No lo podía creer. ¿Era posible que Laura quisiera que lo hiciera con nuestro jefe o era una coincidencia sin más? Acudí de inmediato. Llamé a la puerta y entré.
 Don Arturo tenía apenas 35 años, soltero. Procuraba no dar confianza a los subordinados y nos obligaba a hablarle de usted para mantener las distancias. Era el típico tímido que se ocultaba detrás del autoritarismo.
 Acudí con mi cuaderno por si lo que quería era dictarme alguna carta, aunque eso siempre lo hacía su secretaria o pedirme algún documento. Permanecí de pie junto a su mesa. Don Arturo era poco amistoso en su trato y muy exigente con todo el personal. No le gustaban las bromas ni toleraba que nadie perdiera el tiempo; en fin, un asco de jefe.
 Don Arturo levantó su vista de los papeles que tenía en su mesa quitándose las gafas que usaba para leer.
 Veamos, señorita López, si es cierto lo que me han dicho. ¡Levántese la falda! No podía creerlo. Laura había puesto en peligro nuestros puestos de trabajo. Don Arturo nos despediría por estar perdiendo el tiempo con estos juegos. Pensé y ahora ¿qué hago? ¿levanto la falda o no? Cualquiera de las dos decisiones podía ser la equivocada. Decidí continuar y levanté el borde de mi corta falda dejándole ver mi sexo totalmente depilado. Me hizo un gesto para que me acercara.
 Pues es cierto, sin bragas y como el de una niña. Realmente precioso. Pero se apreciará mejor viendo el conjunto. Desnúdese del todo. Con la cara roja como un tomate y sin mirarle a los ojos desabroché mi falda, me quité la blusa y solté el cierre del sujetador quedándome totalmente desnuda. Temblaba visiblemente por la vergüenza y al pensar en que eran mis últimos momentos en la empresa.
 Pareció entender mis pensamientos y poniéndose de pie me dijo: No te preocupes que no te voy a despedir. Es más, si eres tan obediente como Laura pronto te ascenderé a un puesto similar al suyo .
 ¡Vaya con Don Arturo! Detrás de esa máscara suya de seriedad y de distancia había un golfo que se aprovechaba de la situación. Sus palabras me tranquilizaron, pues no podía permitirme el perder mi empleo. Asentí con mi cabeza y me indicó que apartara los papeles y me tumbara sobre el escritorio. Empecé a retirarlos ordenadamente pero el los quitó de manotazo amontonándolos al final de la mesa. Me subió a la mesa y se agachó para la lamer mi sexo. Tenía un olor fuerte debido tanto a mi excitación como a los trabajos anteriores, pero no le importó. Me dijo que le encantaba que lo tuviera depilado y que lo mantuviera siempre así. Tras unos minutos en los que su lengua recorrió con esmero mis labios vaginales y el clítoris, se incorporó abriendo la bragueta y sacando su gran pene. Era uno de los mayores que yo había visto. Puso mis pies a la altura de sus hombros y tomándome por las caderas lo introdujo totalmente en mi vagina. Nunca imaginé que estaría desnuda tumbada sobre el escritorio follando con Don Arturo. Tenía una mezcla de miedo, vergüenza y excitación sexual. Mientras me follaba acariciaba mis pechos e introducía un dedo en mi boca que yo chupaba con agrado. Entonces sacó su pene y lo puso en la entrada de mi ano. Le dije que se detuviera, que era virgen de esa parte. A lo que me contestó que qué prefería un ascenso o un despido, e inmediatamente siguió diciendo que sería cuidadoso para no hacerme mucho daño. Asentí.
 Empezó a empujar poco a poco. Dejaba pasar un poco de tiempo tras cada intento. Unos minutos más tarde y sin darme apenas cuenta su pene estaba totalmente dentro pues notaba sus testículos tocando mis nalgas. Era increíble que mi ano hubiera aceptado tan hermoso pene sin apenas dolor. Durante el proceso no había parado de preguntarme si me dolía. Era muy amable.
 Entonces comenzó a moverse dentro de mi produciéndome algo de dolor y mucho de placer. Era un placer distinto pero muy agradable. Sus manos sujetaban fuertemente mis caderas. Le dije que podía aumentar el ritmo porque estaba disfrutando mucho. Mis palabras hicieron aparecer una sonrisa en sus labios y varios minutos más tarde regó mis entrañas con su semen. Mientras aún estaba dentro de mi utilizó el interfono y le oí llamar a Laura. Intenté soltarme pero me retuvo. En menos de un minuto Laura abrió y cerró la puerta inmediatamente detrás suyo sin que nadie pudiera ver la escena interior. Laura se acercó sonriente al verme en esa postura.
 Laura, has cumplido lo que te pedí. Comenzaré a preparar tu ascenso y Marta ocupará tu puesto actual. Ahora calma con tu lengua el escozor del culo de Marta y entrégale sus bragas mientras sacaba su ya fláccido pene de mi interior.
 Laura me envió una sonrisa y recorrió toda la zona tratando de aliviar las molestias que sentía. Me ayudó a vestirme y juntas nos dirigimos al aseo de señoras para terminar de limpiarme. Aprovechando que estábamos solas me informó de que llevaba varios meses teniendo relaciones con Don Arturo y que por eso había conseguido el ascenso a supervisora. Don Arturo le había prohibido contar su aventura a nadie, ni siquiera a su mejor amiga que soy yo. Ella sabía que yo le gustaba a Don Arturo por lo que decidió aprovechar nuestro acuerdo para satisfacer al jefe y conseguir un ascenso para las dos. Me dijo también me tenía preparada una sorpresa con su hermano Diego si seguía interesada en la cita. Tras recoger nuestras cosas salimos pues ya eran más de las dos de la tarde. Fuimos a su casa y preparamos una buena comida con buen vino para celebrar nuestros ascensos. Charlamos sobre las experiencias del día. Le dije que me había gustado hacer el amor con ella, que no me atraían las mujeres pero que con ella era distinto y no me importaría repetir. También le comenté lo mal que lo había pasado y la vergüenza que había sentido con su asistente y con el calvo y el miedo al comienzo de la sesión con Don Arturo, aunque reconocía que había estado muy bien la penetración anal. Era algo que tampoco me importaría repetir pero otro día porque ahora me dolía bastante. Laura me dijo ella lo había hecho varias veces con el jefe en su despacho y que ya no le dolía, que mi ano se dilataría y disfrutaría aún más.
 En esas estábamos cuando llegó su hermano Diego. Vino a saludarnos y, en ese momento, Laura comenzó a acariciar el paquete de su hermano sin que este se apartase o se extrañase. Me quedé parada cuando Laura bajó la cremallera del pantalón de su hermano y comenzó a mamarle su pene. Mientras Laura trabajaba su pene, Diego, sonriendo, me dijo que eran amantes desde hacía pocas semanas, que siempre se había sentido atraído hacia ella pero que había sentido vergüenza hasta que un día coincidieron desnudos en el cuarto de baño por error y comenzaron la relación. Pensé que tenían mucha suerte pues su familia vivía en otra ciudad y ellos vivían solos en ese apartamento. Empezó a besarme (Laura seguía con su tarea) y me preguntó si quería unirme a ellos. Mi respuesta fue llevar su mano a mi entrepierna. Decidimos extender una manta sobre la alfombra del salón, pues no había ninguna cama la suficientemente grande para los tres y nos desnudamos. Diego tenía y tiene un buen aparato aunque no tan grande como el de Don Arturo. Pasamos toda la tarde follando como locos en todas las posturas imaginables. Tan solo quedó exento mi culo que estaba dolorido. Diego disfrutó viendo nuestro espectáculo lésbico mientras se reponía tras cada eyaculación. Fue una tarde memorable que prometimos repetir. Tras dormir un rato, nos duchamos y nos vestimos para irnos a bailar toda la noche. Laura me prestó ropa para que no tuviera que irme a cambiar a mi casa. Diego fue quien escogió lo que nos pondríamos cada una. Eligió los vestidos más provocadores que había en el armario de su hermana y, por supuesto, sin ropa interior. Desde entonces Laura y yo mantenemos nuestras relaciones tanto con Don Arturo como con su hermano, a pesar de que Diego se casó hace seis meses (quizá algún día incluyamos a su esposa en nuestro grupo) y de que Don Arturo ya no es nuestro jefe, ¡pero nos folla tan bien el culo! Hasta pronto.

Datos del Relato
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