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A partir de aquel día, mi suegro fue lo único que circuló por mi cabeza. Era realmente insuperable, él me saciaba en la cama ya que con mi marido las relaciones por poco se fueron distanciando. Si bien mi marido, me buscaba y yo habría las piernas me mordía por no decir el nombre de mi hombre, Marcelo al orgasmar. Tampoco le dejaba a mi esposo penetrarme por mi cola, a diferencia de Marcelo que cada día me saciaba más por ella y hasta con aparatos.
Un día mi marido me insinuó de usarla con él, explicando que su amigo se lo hacía a su esposa.
-Bueno -le dije- anda a hacérselo a la mujer de tu amigo, porque a mí no me lo harás.
Si bien Marcelo cada día era más ocurrente e inventamos mil maneras de hacer el amor, nunca en verdad me satisfacía. Me calentaba de manera alocada y yo enardecía por tener su miembro dentro de mi vagina lo más urgente. Una vez mientras terminábamos de coger me confesó otros deseos ocultos que quería llegar a hacer con mi cuerpo. Le gustaba que los hombres me manosearan en la calle, uno, dos o muchos hombres, pero no cogida por esos mismos hombres.
-¡Marcelo! -Le dije- pero que me decís? Eso no es normal que le hagan a tu mujercita.
Por un tiempo Marcelo se calló. Pero ese deseo en mi siguió, de alguna manera dándome vueltas y la manera de complacer a Marcelo. Un día surgió el tema casi naturalmente hablando con mi vecina. Y la confidencia de ella me sorprendió aún más:
Empezó diciéndole:
-Mi marido casi siempre por más que yo me pusiese lo más llamativo ni me prestaba atención y hasta muchas veces ni se daba cuenta cuando llevaba o no, corpiño o menos, calzón. Una tarde de agosto salí a caminar, estaba terriblemente disgustada con mi marido, porque era un atardecer muy lindo y él quería irse a ver un partido de fútbol que jugaba San Lorenzo de Almagro. Mi suegra que vivía entonces en casa se había ido a lo de su hija y yo me quedé sola. Al rato de pensarlo salí a caminar pero me vestí en forma llamativa para esto serían las cinco de la tarde. Al poco de caminar dos hombres me empezaron a decir cosa, que de alguna manera me encendieron a tal punto que empecé a coquetear y responderles, sin medir las consecuencias. Si lo hacía era por darle el merecido castigo a mi marido inconscientemente por tener sexo, y de paso demostrarme a mí misma que aun podía levantar las miradas y los deseos de extraños. Los dos hombres que por ser domingo se notaban que tenían unas ligeras copas de más se alentaban cada vez más a sí mismos, por creer que llegarían a cogerme. De decirme cosas, se me acercaron cada vez más intentando tocarme. Pero en un descuido y al pasar por una puerta abierta que justamente era de ellos, de un empujón los dos hombres la metieron en su casa. Mientras uno de ello la tenía apretada del cuerpo y de la boca, el otro se dedicó a desprenderme la blusa. Una túnica abrochada atrás sin corpiño era todo y al momento mis senos aparecieron libres de ataduras ante la mirada de ellos. Cuando me pude recomponer algo notó que era tarde ya me habían quitado la pollera tirando y desgarrando mi calzón. Él más joven a un tiempo, saca su sexo y sin decirle nada, la penetro casi brutalmente. Operó, en ese momento en mi algo increíble que ella nunca hubiese imaginado; Dejé de resistirme, y acomodándose mejor para que no le dañara su vagina la sentí completamente. Esa pija llenaba toda su vagina un joven y cavernoso cuerpo caliente respetable la empalmó casi en el aire Ahora era ella la que se empezaba a mover al compás de las caderas del joven. Gozaba como nunca lo había hecho, es que esa sensación de lujuria por ser violada casi brutalmente, se confundía con la necesidad de sexo, además, sin duda esa cosa que la penetraba era mayor y más dura que la de su marido. El otro le empezó a tocar sus senos que después, besó apasionadamente. Ahora estaba como en un sueño del que se despertó cuando algo tan conocido por ella le empezaba a recorrer por su vagina. Se tranquilizó, lo peor había pasado y ella estaba bien realmente bien. Se dejó llevar hasta la pieza no oponiendo ninguna resistencia. Los hombres, ahora sorprendidos por el cambio de actitud en ella se empezaron a desnudar totalmente en silencio como para que ello no despertara de esa expansión de sentimiento en que se encontraba.
Reaccionando, le seguía contando a Mariana, al acostarme y totalmente desnuda en la cama para cuando esperaba que el otro hombre se acomodase enfrente de ella les dijo:
De uno en uno pero que por favor, que no la marcasen. Temía que su marido lo descubriese después. Y así lo hicieron y al cabo de un tiempo compartían la misma cama por turnos. Los recibió unas cuantas veces en esa tarde y ella fue una catarata de orgasmos hasta que perdió la cuenta en su sexto orgasmo. Los hombres que eran albañiles acostumbrados al trabajo duro no obstante yo les dejé exhaustos. Y hasta casi le permití al más joven hacerme la cola pero me asusté, Marina. Porque ya era tarde debía regresar a casa, y, además, no estaba segura si por causas del alcohol me lo hiciese suave. Me bañé y se arreglé el pelo, también miré bien para ver que no hubiesen quedado huellas del amor mientras los dos hombres seguían dormidos. Me fui cerrando la puerta de la casa casi como si fuera la dueña.
Esta historia me motivó tanto que al contárselo a Marcelo me pidió sexo urgente. Mientras cogía por la cola le exigió a Marcelo que le metiera un consolador por su vagina. Ese día estaba más excitada que nunca y hasta se pajeó al ver que no se podía contenerse después de retirarse Marcelo de la casa bien tarde. La historia y la imagen de su amiga cogiendo con esos hombres desconocidos le habían transformado. Una tarde le dijo a Marcelo muy sumisa:
-¿Marcelo quieres que coja con otro?
-Me gustaría, Marina de verdad, pero cuando estés segura de ello.
Al día siguiente Marina llamó a Marcelo y le dijo que la fuese a buscarla a Constitución. Marcelo, solo quiero calentar, a unos cuantos hombres y después que vos me cojas en un hotel. Le mostró que para ello se había comprado, en la zona, una diminuta minifalda, tan corta que casi se le veía si se agachaba la cola. En un bar me cambio y salimos a jugar, dijo...
Así se paseó por la calle, escuchando las más horrendas porquerías y cuando alguien la quería tocar, salía Marcelo de entre los autos, para calmar al atontado tipo. Así y después de haber calentado a más de uno llegaron a un hotel. Antes que se la secara le mostró a su hombre su bombacha. Estaba humedecida. Y su vagina era un torrente de pasión.
-Acabé dos veces en la calle con lo que me decían esos hombres -le dijo a Marcelo- Actué solo para ti, como una verdadera putita de la calle.
Con el tiempo empezaron a subir a los colectivos repletos de obreros. Marcelo veía como la tocaban esos hombres al poco rato en que ella se les insinuara apoyando su cala al alcance de las manos. Ella hacia como sí nada, pero sabía que Marcelo veía todo. Un día uno fue más lejos: le acabó en su cola. Ella le hizo una seña y se bajaron rápido. Extasiada le mostraba a Marcelo como la habían mojado.
Subieron a un taxi y fueron al hotel.
Una vez y con toda la mala intención Marina se compró una malla chiquita en una tienda de Caballito porque esa tarde iría con Marcelo a una quinta de un amigo de él. Su esposo estaba en el interior y no llegaría hasta cuatro días después. Cada vez salía por más tiempo con Marcelo. Marina llamó a su madre para decirle que ese fin de semana se iba a lo de una amiga a Castelar, y que por las dudas no le dijese nada al esposo si este llamara. Llegaron a la quinta que estaba algo alejada de la estación de Castelar, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, en un hermoso día de verano. E inmediatamente se fue a cambiar a la pieza. Era chica su malla ahora viéndola mejor pensaba Mariana, además estaba el amigo de Marcelo que no le tenía confianza y ya no estaba tan segura de estar cómoda en su presencia, pero la amistad de Marcelo con el dueño de casa impedía cualquier mal entendido. Marcelo le dijo que la amiga de su amigo, llegaría un poco más tarde, y así se animó a salir. El amigo se sobresaltó al verla y Marcelo le sonrió cómplicemente. Era una malla que apenas le cubría dos triángulos escasos sus senos que a causa de un viento se le marcaban terriblemente, y una línea de tela minúscula y un pequeño triángulo cubría su sexo y cola. Por suerte se había depilado un poco más de lo necesario, porque si no podía usarla. El amigo de Marcelo se relamía, era un flaco divino dueño de la más, grande inmobiliaria de la zona. Tomando sol Marcelo, le sugería a Marina que hiciera toples, al principio se resistió pero lo hizo mirando al suelo, lo que aprovecho Marcelo para pasarle por todo su cuerpo bronceador. Marina se fue calentado y un rato después al comprobar que el amigo de Marcelo había desaparecido, sé dio vuelta. Sus senos al aire invitaron a Marcelo a besárselos.
-Marcelo, tu amigo -dijo.
-Quédate tranquila lo vi irse a comprar el asado y el pan.
Se quedó tranquila y al rato se estaban manoseando y besando. Las caricias fueron aumentando y después de un rato Marcelo le sugirió ir a la pieza.
-¿Cómo vamos a dejar solo a Andrés?
-Si acaso él no sabe que somos novios.
-Si pero Marcelo, tengo miedo que él nos vea.
-No seas tonta, dale.
Entraron al dormitorio. Marina se fue acomodando en la cama boca abajo mientras Marcelo le besaba su nuca. Esto a ella le excitaba al máximo y por debajo le metía la mano en su sexo, magreandola.
-Como te gusta papi mi cola -le dijo Marina.
Así estuvieron un rato hasta, que Marcelo le quitó la parte de abajo de la malla.
-Levante la cola- le dijo Marcelo- ardo por hacerte el culo.
Mientras la preparaba, meciéndole un dedo en su ano y diciéndole porquerías al oído, esa era la formula en que Marina no se resistiría jamás Marcelo le toma la mano a su amigo, que sin respirar había presenciado el preludio amoroso. Al entrar a esa pieza tan oscura y por el sol Marina no lo divisó nada. Él estaba atrás de una cortina gruesa. Andrés se había desnudado y así sin hablar se aguantó su propia calentura al escuchar las caricias. Es por ello que Marcelo se lo decía al oído a Marina, para que no escuchase al acercase a ella por atrás a Andrés. Se detuvo Andrés junto a Marina que permanecía con la cola levantada esperando a que su hombre la penetrara.
-Despacio Marcelo -dijo ella.
Marina vio que lentamente su ano se dilataba al ser penetrada y apoyando la cabeza en la almohada le dijo
-Más papito ahora del todo
Así fue que creyendo tener entre su esfínter el sexo de Marcelo, en realidad era el de Andrés. Marcelo veía por primera vez a Marina cogida por un extraño. Se movía como una diosa y enloquecida de placer Marcelo que al rato y un momento antes que ella estalla en su orgasmo, se acercó hasta levantado su cara de la almohada. Ella abrió los ojos desmesuradamente. No lo podía creer, y le dijo muy asustada
-¿De quién es esa pija dentro de mi culo? Hijo de puta –gritó- ¿Quién me coge?
Y dándose vuelta vio a Andrés a punto de acabar con la cara rojísima. Ya todo estaba consumado Andrés se descargaba en su interior. Eso le excitó y unos segundos después ella tuvo su orgasmo. El más importante de los últimos tiempos.
Luego de pasada la confusión y una vez repuesta, Marina atendió a los dos hombres elaborando sus mejores polvos y así pasaron los tres la tarde del sábado cogiendo.
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