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Marijo VI

MariJo vive una dualidad de valores. Todos en algún sentido la experimentamos. Es el bien y el mal en conflicto. El deber ser; autorizado social, religiosa, familiarmente, contra lo prohibido, lo que deseamos hacer pero algo nos lo impide y sólo mediante riesgo, a hurtadillas lo hacemos. Para ella esos dos extremos se ubican muy claramente en dos personajes: su novio y yo. ¡Qué dilema!. Él es soltero, joven, apuesto, la ama y quiere casarse. Yo no la amo; no podría aunque quisiera porque estoy casado, le doblo casi la edad, la maltrato sólo como parte del entramado morboso en medio de la relación íntima. Estoy lejos de ser el prototipo de belleza y sensualidad masculina, pero no puede evitar llamar en medio de la noche para pedirme consuelo al interior de sus cuitas y cavilaciones. En mi celular recibo un leve mensaje: “Fer, llámame por favor”. Es tan breve su pedido, tan tímido. No puedo dejar de pensar en lo difícil que le resulta hacer la solicitud. Mis palabras deben ser de consuelo, de comprensión para no humillarla. Estar dispuesto a escucharla o decirle sólo lo que ella quiere oir.
-Bueno, ¿eres tú Fer?
-Sí amor, soy yo
-Estoy muy triste
-¿Por qué?
-Te extraño, quisiera que estuvieses conmigo.
-¿Estás en la cama?
-Sí, pero tengo mucho frío
-¿tienes ropa?
-Una blusita azul de tirantes y la tanguita. Encima mi pijama de franela que sólo me pongo cuando hace frío.
-Hazme un campito mi amor; ahora mismo estoy contigo.
500 Kilómetros nos separan pero la mente vuela. La imaginación viaja más rápido que el sonido y que la luz. En segundos estoy con ella metido entre sábanas de satén y terciopelo. Le pido retirar el horroroso pijama. Se niega argumentando frío, pero no opone resistencia cuando retiro la prenda, haciendo yo mismo el papel de calentador. Empiernado busco calentar sus helados pies y manos. No hay pasión, sólo ternura. Susurros y piensos, promesas, suspiros, alientos y besos. Cómplices felices, muchachos traviesos aislados del mundo para compartir. Aprendiendo juntos ¡vamos a vivir!. a pensar, a sentir a gozar. ¡vamos a reir!
Después de un breve poema algunos chistes para divertir. Le conté el cuento del mexicano que ganó un concurso porque hizo reir al burro y después lo hizo llorar. Otros concursantes hicieron de todo pero no lograron emocionar al burrito. Cuando le preguntaron a Juancho cómo lo hizo contestó: para hacerlo reir le dije al burro: Tengo el pene más grande que tú. Entonces quisieron saber cómo le hizo para hacerlo llorar y Juancho repondió: Se lo enseñé. Ocurrente MariJo me dijo en broma: Pues enséñamelo a ver si me pongo a llorar como el burrito. Mi tesoro ya estaba erecto como macana de policía. Se lo dí a tocar, a besar y chupar. A dos manos lo acarició desde su base testicular hasta el glande coronado de miel blancuzca saliente por la uretra. No lloró; al contrario, empezó a calentar, a circular presión de sangre por la zona genital olvidando el frío.
Algunas mujeres se excitan con el tacto, otras con la vista o el olfato. Marijo se excita con el oído. Por ahí entra el estímulo que mueve la imaginación para procurar al cuerpo los placeres sensuales. Mi voz es timbrada, clara. Cuando estoy excitado es ronca y jadeante. Es muy excitante escucharme decir:
-Abre las piernas tesoro; voy a darte una deliciosa mamada.
-Sí.
Empieza el jadeo; el resuello intenso; los ¡Ahhh! Mi amor. Así por favor. ¡háblame Fer!, ¡háblame fuerte!.
Creo entender que hablarle fuerte es tratarla con rudeza. Parecería extraño pero a muchas mujeres les excita hasta el delirio ser nalgueadas, jaloneadas del pelo, cabalgadas como se hace con los animales. Le pedí que se empinara exponiendo el culo en el borde de la cama para entrar rompiendo. Entré a la vagina sólo para mojar mi palo. Estaba muy húmeda y resbalosa. Tres bombeadas. ¡arre cabrona!, ¡zorra culera! Y ¡zas!, ¡zas! Dos nalgadas bien puestas. Es increíble; estoy en el teléfono pero simulo el golpe en las nalgas golpeando las propias. La escucho reaccionar a cada golpe. ¡aaaahhhh!, ¡aaaahhhhh!. Lo increíble es que siente el dolor y el placer de las palmeadas. Lo sé porque me pide más. Está llegando al punto de abandono. Un poco antes del orgasmo es cuando ya nada le importa que le haga. Le digo: abre el culo nena, voy a entrar ponte flojita, te va a doler un poquito pero después lo vas a gozar intensamente hasta que te vengas como vaca eyaculando. Dedito, dedito entra sale, entra sale. Abre el culo, abre el culo. Ya entró la cabeza. Ponte flojita, flojita, Aaaahhhhh entró todo. ¡Muévete puta!!!, ¡muévete culera!. Me voy a venir en tu culo!. ¡vente conmigo!. Cuando digo esto escucho su alarido ¡¡aaaagggggguuuuuyyyyyyyaaaaaaa!, ¡yaaaaa!, ¡sigue por favor!, no pares, sigueme culeando ¡qué rico papito!, me voy a morir, ¡sigue Fer”!, ¡sigue por favor”!.
Nos venimos juntos; ella dos veces pero no está segura porque fue una sensación increíblemente nueva, prolongada y loca con subidas y bajadas como dos orgasmos que podrían ser tres o uno solo muy grande. ¿A quién le importa contarlos?
Datos del Relato
  • Autor: Fernando
  • Código: 17331
  • Fecha: 09-09-2006
  • Categoría: Juegos
  • Media: 5.15
  • Votos: 46
  • Envios: 1
  • Lecturas: 6226
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