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Marijo V

MariJó es una mujer impredecible. Un día está alegre, otro es juguetona y al siguiente fría. Una noche entré al messenger para buscarla. Estaba pero me informó que tenía mucho trabajo. Me pidió esperarla. Varias veces insistí pero ella reiteró que no estaban sus papás y debía hacer de comer. Cuando está sola es cuando más me excito porque así podemos tener cibersexo, masturbarnos y tener orgasmos simultáneos. Lo anterior es una fantasía mía porque a decir verdad nunca lo hemos hecho. La esperé una hora. Finalmente me despidió con un “hasta mañana, cuídate”.
Me puse triste, desalentado reflexionando acerca de este juego que ya empezaba a dejarme estados frustrantes. Pensé que sería bueno dejar de buscarla para darnos tiempo a pensar acerca de la importancia de nuestra relación. Me alejé dos semanas. Llegué a pensar que había sido todo pero estaba equivocado. Un día me llamó; dijo que estaba triste, melancólica con muchas ganas de llorar. Ofrecí mi hombro para que se consolara y lo tomó de buen grado. Le indiqué que era normal porque según mis cuentas le faltaba uno o dos días para que le bajara la regla. Los especialistas le llaman a eso “síndrome premenstrual”. Cometí un error: Le indiqué que le haría bien tener uno o dos orgasmos. Se molestó y estuvimos a punto de cancelar la conversación. Entonces me di cuenta de que no era sexo lo que quería, al menos en lo inmediato. Qué torpeza la mía, no comprender algo tan sencillo. Lo que MariJo necesitaba era desahogar su melancolía en alguien que la escuchara y le dijera palabras de consuelo para elevar su autoestima y salir de angustias. Cambié de canal y me convertí en el hombre tierno, sincero, inteligente y comprensivo que soy. En realidad esa es mi verdadera personalidad; puedo adoptar otras cuando es necesario por conveniencia; pero esa es la que me hace ser yo mismo. Le dije que me parecía una mujer candorosa; pero no entendió el término. Mencioné algunas cualidades que encierra la candorosidad: ternura, sin malicia, sin falsedad, dulce como la miel, sensible, inocente como una niña, limpia y blanca como la nieve, algo tímida y asustada. Le hice sentir la importancia de su compañía para mi y el deseo intenso de escucharla, comprenderla, ayudarla a salir de su depresión. Sentí cómo mis palabras hicieron el efecto de un bálsamo que alivia. Inesperadamente me pidió que le escribiera un cuento. Para mi eso tiene el significado de que organicemos un encuentro amoroso porque todas las veces que nos hemos visto he escrito el relato de lo sucedido. Me dijo: quiero hacerlo contigo en tu casa, en la misma cama en donde duermes con tu esposa, como si me quisieras. Quiero conocer al hombre tierno, maduro, amante experimentado que eres. Estábamos en lunes pero le propuse hacerlo el miércoles en la mañana. Esos días me quedo solo. Puedo cancelar compromisos y esperarla para hacer realidad nuestra fantasía.
El miércoles la recogí en la central camionera. Intenté convencerla de que fuésemos a un motel pero ella insistió; quería hacerlo en la misma cama donde duermo con mi esposa. Entendí su morbo: era el deseo de sentirse amada; ser la señora de la casa en la cama nupcial, tener sexo con el hombre respetado y respetable que soy y fantasear con la idea de ser no la segunda sino la primera amante.
Mi recámara es amplia; en los muros y techo predomina el blanco. Muy iluminada por luz de la ventana panorámica encortinada decorativamente en telas de fino acabado. El clóset de puertas enrejadas, se extiende en escuadra desde la puerta del baño hasta la de acceso. La decoración es sencilla y convencional: un par de fotografías: mi esposa de novia y otra de pareja. La cama amplia sin ser king Zai; buroes y cabecera de madera finamente terminada en caoba, colcha azul cielo con detalles floreados entre azul marino y claros. En la cabecera un cuadro precioso en relieve repujado de la virgen de Guadalupe en la cuál depositamos cada día nuestras penurias. La cómoda es pequeña con su espejo vertical puesta entre la ventana y la puerta del baño. ¡Todo un aposento para el amor!.
Sentado en la cama con las piernas entreabiertas, abracé a mi amante untada al cuerpo. Los besos son intensos, ella los adora porque sabe que cada beso es un trocito de ternura salido del corazón. Sus labios y lengua están muy sensibilizados al estimulo erótico. MariJo es lo que llamo una mujer muy oral; pero también reacciona a las caricias auditivas:
-mi amor, te he deseado intensamente, fantaseo contigo, me muero por besarte, abrazarte, acariciar tu pelito, el cuello, tus manos y brazos. Déjame retirar esto que ya me estorba.
Aflojé el cinturón y bajé los pantalones dejando al aire aquella deliciosa piel de piernas lisas, morenas, sensibles al tacto. Una pasadita a las nalgas por encima de la tanga blanca. Sin dejar de hablar:
-MariJo me derrito en tu cuerpecito; adoro estas delicias de nalgas no muy grandes, no muy chicas. Paradas, duras igual que melocotones maduros.
Abrí los botones de la blusa; di con el broche del brasier también blanco y lo retiré. ¡oh!, ¡que veo!, tetas de porcelana; pezones enhiestos reclamando besos. Me pegué a uno como niño hambriento. Chupé, mamé; uno y luego otro haciendo reaccionar aquel cuerpo abandonado ya a sus propias sensaciones voluptuosas.
Casi desnuda, con sólo pantaletas entró en la cama para refugiarse entre sábanas color de rosa y olor a rosas también porque me di tiempo para regarles un poquito de ese aroma especial para mi niña de Tampico. En segundos me quité todo menos la trusa negra que apenas cubría la región glutea y el bastón erecto con dos deliciosos colgantes repletos de leche ¡toda para mi amante! ¡toda!. Entré en la cama y sentí el calor de su piel. Fue un momento mágico pegar cuerpos fundidos en un abrazo ardiente, tierno. Seguí besando boca, cuello y manos, alternando pezones, hombros y espalda. Mis manos ya merodeaban las blandeces de la vulva buscando humedades. Sentí muy mojado el calzón. Lo fui retirando mientras ella buscaba retirar el mío para sentir a cuero vivo mi tesoro entre sus piernas merodeando vellos. Desnudos jugamos un rato a tocarnos, hablarnos, olernos, chuparnos en un abrazo que subía la intensidad de nuestro furor.
-Mi amor, te deseo, te necesito, te amo. Me encanta tu pelo, tu boca y tus hermosas tetas. ¡déjame probar tus mieles!.
Bajé a chupar ummmmm qué delicia de panocha. Busqué el clítoris paradito como pitito. Lo pelé para darle chupetitos de miel y azucar. Lamidas a los labios, al clítoris, a las profundidades del hoyo vaginal y al periano que no podía relajarse a pesar del estímulo. Sin dejar de mamar, me fui acomodando para darle mi verga a chupar. ¡oooohhh!, sentí sus besos, lametones al glande, al tronco y los testículos; después entrar y salir por su boca hasta la garganta. Fue un 69 magnífico, tan intenso que estuve a punto de venirme en su boca. Preferí sacarlo de ahí para terminar abajo. Me excita mucho que me lo pida; me excita mucho no dárselo y presionarla para que ruegue, llore, exija que entre mi verga en su cueva. Eso hacía
-Por favor mi rey; ya entra
Coloqué sus pies uno a cada lado de mi cabeze sobre mis hombros. Esa posición me excita sobremanera. Yo creo que a ella también porque seguía implorando:
¡ya cariño!, ¡¡métela!,,, ¡¡por favor!!
La puntita solamente, entraba y salía. En esa posición ella no podía hacer nada para empujarlo hacia adentro. Es una posición pasiva completamente para ella. Yo tengo el mando, la iniciativa, el control. Entro hasta donde quiero y salgo y se lo doy a desear y vuelvo a entrar poquito hasta que:…..zuuuuuuum todo hasta adentro. Apoyo mis pies en la cama y empiezo el bombeo.
¡así cariño!, ¡así por favor!. ¡más!, ¡más! Decía a punto del clímax.
Yo seguía el bombeo intenso, adentro, afuera, todo adentro, todo afuera. La locura de la calentura. Yo también hablaba:
Mi vida, que linda concha,mmmm que rico jugo, que culo tan delicioso tienes y con el dedo merodeaba su orificio anal. Como no protestaba, presionaba un poquito lubricando y abriendo a ver si me dejaba entrar.
-¿Te meto un dedito?. Levemente me dijo
-sí-
Sin presionar nada, casi de manera natural, con merodeo y algo de presión fui metiendo un dedo en el culo pendiente siempre de sus reacciones por si había que salirse apresuradamente. Pero no hubo necesidad de salir, el estímulo en la vagina intenso y la cercanía del orgasmo inminente hizo placentero el juego anal y de pronto ya estaba adentro casi todo mi dedo. Entraba y salía, entraba y salía cuando ella empezó a gritar ¡ya!, ¡ya mi amor!, ¡me estoy viniendo!, Yaaaaaaaa. Era todo lo que necesitaba para cantar mi propia venida. Entré profundo, liberé esfuerzos, abandoné todo mi peso en su cuerpo doblado a la mitad y me dejé ir con todo lo que había guardado para ella: lechadas en contracciones convulsivas, placer intenso, jadeos, bramidos y palabras tiernas:
-Mi niña, mi amor, mi culito rico. Nunca podré olvidar lo que me regalas. No sé si pueda evitar …enamorarme de ti.
Datos del Relato
  • Autor: Fernando
  • Código: 17164
  • Fecha: 06-08-2006
  • Categoría: Juegos
  • Media: 4.39
  • Votos: 49
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3755
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Marcos Urbina
invitado-Marcos Urbina 17-09-2006 00:00:00

Excelente, amigo. Se parece mucho a los que yo traduzco. Le coloqué un diez. Muchas gracias por su aporte.

pop
invitado-pop 12-08-2006 00:00:00

Me encantó tu relato, si todos los hombres fueran así de cuidadosos no habría mujeres frígidas

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