Hay algo en las personas que a veces nos hace coincidir contra todas las posibilidades. La gente le llama: el destino; yo creo que es la química. Sea lo que sea estoy seguro de que no puede ser casual. Mi manera como conocí a MariJo me sigue intrigando; pero más me intriga la forma como la reencontré; ser vecina de mi primo Ismael y verla de la manera en que la vi, es algo que muy pocas veces ocurre en la realidad; pero hay más: En la mañana salí a trabajar, muy arreglado, oliendo bien. Me disponía a tomar un taxi para llegar a la Unidad Tampico de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT). ¡Ahí estaba!. En la calle, esperando igual que yo, transporte para ir al trabajo. Se sorprendió bastante cuando me vio. No esperaba verme pero para nada le disgustó. Rápido se acercó, me dio la mano y saludó de beso. Los hombres cuando tenemos un estímulo erótico intempestivo sentimos un pequeño toque en el pene, entre placentero y doloroso pero muy leve; las mujeres también sienten algo ahí, es como un leve calambrito acompañado de humedad; lo sé porque cuando doy cursos de relaciones humanas y sexualidad nos han reportado esa sensación, tan nimia a veces que algunas damas no las registran. Cuando vi a MariJo tuve esa llamada de atención abajo. Ella me dijo:
¿Qué haces aquí?.
-Vine a una convención de académicos universitarios
-¿Desde cuándo estás aquí?
-Llegué ayer y me voy mañana
-¿Podemos vernos?
-Me encantará ¡claro que sí!. Ya sé dónde vives, te busco en la tarde ¿va?
En la tarde llamé a su puerta, salió con un mini vestidito azul celeste con adornos azul marino; levemente pude ver en el hombro el listón del brasier del mismo tono.
Salió algo nerviosa; entramos a la casa de mi primo y nos instalamos en mi habitación; él no estaba pero podría llegar en cualquier momento. Espero que no nos oiga, ni nos vea al salir.
Nos besamos con pasión, con alegría, con técnica de besadores compulsivos, a lengua viva intercambiando salivas.
Echados en la cama sólo quitamos los zapatos. Nos dedicamos a besar y acariciar sin retirar ropa. Pude tocar sus piernas desnudas profundizando a los muslos muy cerca de los vellos. También acaricié sus chichitas por encima de la ropa. Así estuvimos mucho rato y platicábamos:
-Anoche te vi con tu novio.
-¿En dónde me viste?
-Te ví con él cuando hacías el amor?
¿Qué dices?, ¿me viste con él?
-Sí, desde aquí te estuve viendo
-¿viste todo, todo?
-sí, todo , todo.
Salimos a la terraza, la llevé a mi observatorio esperando su reacción. Temí que se molestara y me mandara al diablo. Así ocurrió:
-¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿no te da vergüenza?
-¿Por qué habría de darme vergüenza?
-Espiar no es correcto, no me hace gracia
-Pero es muy erótico
-Pero no me gusta; yo me voy de aquí.
-No, tú no te vas; ¡ven acá!
-¡Déjame ir por favor!
-¡Noooo!
La oprimí contra mi cuerpo apretando sus brazos para inmovilizarla con mi poder. Volví a besarla; me aseguré de que sintiera mi cañón entre las piernas. Estaba muy excitada. Su novio es muy caballeroso; la mima, seduce y le hace el amor con mucha ternura.Yo en cambio soy brusco. Socialmente puedo ser amable, complaciente, caballero; pero en la intimidad me transformo. De pronto soy un macho cogedor, rudo; pero lo que me enloquece materialmente es que a la mujer le excite ser maltratada. La arrojé contra la cama en posición de bruces. Así, boca abajo, con sus nalgas paradas, piernas entreabiertas sobresaliendo de la minifalda le planté ¡dos nalgadas!. Se tranformó en gata furiosa de tanto deseo. Paró el culo para recibir más castigo. Empezó a gemir como enferma de dolor agudo. Entonces subí la falda, bajé las pantaletas y golpeé de nuevo en la región glútea. ¡perra culera!, ¡puta ramera! Ahora vas a saber lo que es coger; seguía golpeando. La vagina lloraba mucho, batía todo. Así, empinada la puse a modo y metí mi lengua en aquel mojo de agua y pelos. Con mis dedos masajié el clítoris hinchado, rojo, mojado; acariciaba las aletas labiales a punto de reventar de presión y calentura. Seguí en ese laberinto de impulsos llevándola al orgasmo varias veces. De pronto empezó a rogarme que se lo metiera. Así hace cuando ya no puede; cuando todo le da igual que le hagan porque está verdaderamente enajenada. Entonces se lo metí; pero no en la vagina, ni en el culo. Se lo di en la boca. No quería; pero la tomé de los cabellos y la obligué. Llevé su boca hasta mi machete erecto. Abrió su boquita y empezó a chupar, al principio con asco pero pronto le tomó gusto y siguió mamando, mamando y con los dedos se masturbaba. Éramos dos animales en trance irracional. Volvimos a la posición de perrito. Entré profundo ahora sí; seguía pidiendo: ¡Dame nalgadas! No muy fuertes. Dime que soy tu ¡¡puta!!, tu ¡¡perra!! pero con cariñito. Obedecí gustoso. No tengo claro el límite entre el dolor y el placer, entre la ofensa por los insultos y la necesidad de ellos para potenciar la lujuria. Le pegaba en las nalgas que ya enpezaban a mostrar moretes; la seguía insultando al tiempo que mi verga seguía batiendo miel en la cueva dilatada, profunda, llena de humedad .
MariJo es una mujer que está subiendo rápidamente desde que está conmigo. Antes se venía sólo una vez. Antes tenía sexo sólo una vez por semana; hoy puede tener sexo casi cada día y tiene hasta tres orgasmos. Estoy seguro de que si esto sigue, ella podrá llegar a conocer el placer del orgasmo múltiple que conocen las mujeres interesadas en aprender, que tienen buenos amantes que se las saben coger. Lástima que no me ama, si no le enseñaría a conocer los orgasmos espirituales que son doblemente intensos y placenteros.