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MariJo II

MariJose aprendió el caminito y volvió por más. Habíamos dicho que todo sería una fantasía; pero ella metió el desorden y quiso hacerlo realidad; después dijimos que lo haríamos sólo una vez, pero a los pocos días llegó sin previo aviso. Estaba en la compu revisando problemas cuando me avisaron que alguien me busca. Salí, era ella. Me saludó con su clásica alegría, la que sólo demuestra cuando está de buenas, y que la hace encantadora. Me besó en la mejilla
¡Hola profesor!. ¿puede ayudarme?
No podía negarme, ella sabía cuál es el truco para verme en privado. Es una alumna que viene a asesoría. Tengo qué actuar lo más normal posible. Esta vez hay mucha gente en casa. Mi esposa probablemente vaya a atender algunos asuntos de su trabajo en la Caja Popular hasta las doce y media más o menos, son las 10 A.M. Mi hijo Pepe no fue a la escuela. Él se entretiene jugando en la otra computadora y mi esposa hace que hace de todo en la casa y se mueve de un lado para otro.
Algo me gustó mucho de MariJose esta vez; traía puesto un vestido fino floreado que dejaba ver sus hermosas piernas apenas a la altura de la rodilla. No traía medias, lo cuál me encanta porque las piernas lucen su color natural, sin vello, lisitas, brillosas oliendo a hembra recién bañada pero con el tufito inconfundible de la excitación. A mi me encanta ese olor, me sube al instante; ellas lo disimulan con perfumes de flores y aromas pero el olor del genital femenino caliente es inconfundible. Los animales van a ese olor desde grandes distancias. Yo debí haber sido un perro o un animal salvaje porque cuando la hembra me llama con el olor, puedo olfatearlo a muchos metros de distancia. Ella estaba excitada y vaya que ella no es mujer que se excite fácilmente. Se necesitan estímulos especiales para calentarla. Besos, besos y más besos, fantasías, fantasías y más fantasías; pero hoy está aquí. Eso es real y yo tengo qué ver que hago pero no puedo dejar de cogérmela. Ella misma me ha dicho que lo nuestro es animal, puro sexo, no hay sentimientos, no hay amor: ¡es coger y ya!
-¡pásate Mari Jo!, ¡claro que sí!, para ti tengo todo el tiempo del mundo
Qué hago; si cierro las ventanas como la otra vez, se van a despertar sospechas, si cierro la puerta del despacho igual. Tendré que hacerlo así, a cortina abierta, a puerta abierta pegándome al rinconcito, parando la oreja por si viene alguien. Lo bueno que trae vestido. Nos pegamos a un rincón. Desde la calle no nos ven a menos que se asomen. La puerta que da a la sala la dejamos abierta lo más posible para oir si alguien llega. No pudimos desnudarnos, no hacía falta. Mari Jo se excita hasta el orgasmo con sólo besos. Me pegué a ella de pie los dos; besé su boquita de coral y oro, sentí su lengüita, nos trabamos entre lenguas mientras mis manos merodeaban entre las piernas desnudas debajo de la falta. Dí con la pantaletita y me permitió retirarla; así pude acceder a sus vellitos, adoro los vellos; avancé un poco hacia el clítoris sin dejar de besarla; jugué un rato con su pelotita, su vulva que me costaba trabajo encontrar sin dejar de besarla en la boca. De pronto oí a mi esposa que gritaba:
-¡Fernandooooo!
-¿Qué pasa?
¿Te vas a tardar?
-Sí un poco, ¿por qué?
-Voy a salir, ¿vas a necesitar la camioneta?
-No, puedes llevárrtela; si necesito algo me llevo el monza
-Es que no está el Monza, se lo llevó Elizabeth.
Bueno, no importa, llévate la camioneta.

Así nos hablamos cuando estoy trabajando, a puros gritos. Nunca sé en dónde está, sólo escucho su voz que me habla, me pide cosas, me avisa de otras y de pronto se va. Silencio.
La escuché salir en la camioneta. Bueno, ahora sólo tenemos qué cuidarnos del niño que está arriba jugando en la compu y de la gente que pasa en la calle. Seguimos.
Me ayudó a bajar el cierre de la bragueta, seguían los besos, ya estaba muy caliente. Me doy cuenta porque las tetas se ponen duras y la vagina mojada. Salió mi verga a participar. A ella le gusta mucho porque siempre se atreve a verla cuando sale. Yo vestido, ella vestida, acoplamos nuestras blanduras mojadas en un acoplamiento un tanto cuanto incómodo pero no menos lúbrico y caliente. Como es chaparrita traje algunos tomos de la enciclopedia que nunca leo, pero que para algo debían de servir; hicimos un banquito, justo a la medida porque su pepita quedó a la altura de mi cañón para entrar, siempre sin dejar de besar. ¡Marijo, mi vida, mi debilidad, no puedo dejar de cogerte, todo riesgo es poco para gozar aunque sólo sea un minuto de tu lujuria. ¿Puedes venirte?
MariJo es una mujer lenta para excitarse y más para venirse. El estímulo mayor es la boca y las palabras dichas al oido. Yo le decía:
-vente cariño, ¡putita!, vente en mi verga y sobaba su espalda, nuca, la tomaba del pelo como zarandeando y la seguía besando. Una nalgadita por encima del vestido. Yo sé que le gustan, sé que le excita algo de rudeza así que le seguía hablando. ¡vente ya perrita!, vente ¡puta!,
Entraba y salía de su vagina; pero no dejaba de besarla. De pronto volteó los ojitos, los puso como de borreguito a medio morir y sentí abajo sus palpitaciones. No son muchas; este orgasmo fue chiquito, el mío fue intenso, algo se manchó su vestido. El calzoncito me lo guardé para olerlo en la noche cuando recuerde como me cogí a MariJo; mi mujer en la fantasía y en la aventura, en los besos y en la cogida, mi pareja hembra para dar salida a mis instintos de macho cogedor, abusador de la candorosidad de la niña que me busca porque también ella tiene en su mente más allá del amor, del idilio conflictivo con su novio, una perversidad pendiente conmigo. Sólo conmigo.
Datos del Relato
  • Autor: Fernando
  • Código: 16921
  • Fecha: 26-06-2006
  • Categoría: Juegos
  • Media: 5.17
  • Votos: 52
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3899
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