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3.
Descansamos unos 15 minutos, en lo que nos tomábamos una bebida. La mejor cerveza que he probado ha sido después de una ardua sesión de sexo. La degusté al mismo tiempo que Mariela y su esposo tomaban sendos vasos de tequila preparada. Ella permanecía desnuda recostada en toda la extensión de la cama y su esposa la acariciaba con ternura como cuidando su mas preciado tesoro.
El tesoro de Mariela, todavía escurriendo mi semen por su entrepierna se veía apetitoso de nuevo y mi verga empezaba de nuevo a dar señales de vida. Me acerqué y me senté en el borde la cama acariciando sus piernas también. Habiamos comenzado bromeando y en algún punto, la broma derivó a que a ella le gustaba que la encularan salvajemente. La verdad es que el sexo anal no es algo que me atraiga sobremanera ya que considero que es mucho más apetecible una vagina con un sabor de hembra caliente, que un culo, aunque se trate de uno como el de esa belleza que reposaba en mi cama.
Acerqué mi rostro al de ella y le planté un beso húmedo y lleno de pasión. Ella me correspondió con la misma intensidad y me rodeó con sus brazos. Nuestras lenguas se hallaron en medio del beso y se tocaron en un frenesí calenturiento. Recorrí las paredes de su boca con mi lengua vigorosamente y pronto mis manos tocaron sus senos pequeños pero sexys. Endiabladamente sexys. La apretujé un poco mas de lo debido y abrió la boca dentro de la mía para dar un gritito, pero no se quitó por lo que seguí con mi cometido de seguir masajeando sus tetas. Mientras yo hacía esto, su marido se había animado finalmente a participar en nuestro juego y se plantó entre sus piernas para penetrarla. Con los restos de mi semen dentro de su rajita, fue fácil para el deslizarse por ese terreno ya explorado. Ella sintió el embate de la verga de su marido y dejó de besarme para poder gemir a gusto.
Yo aproveché para empezar a comer sus tetas que tanto se me antojaban. Deslicé mi lengua por sus dos montes dejando un rastro húmedo de saliva en ambos. Luego tomé su pezón del seno izquierdo y le acaricié con la punta de mi lengua. Mariela gemía incontrolable de nuevo, no supe si por mis caricias en sus tetas o por el pedazo de verga que su marido le estaba penetrando en su rica vagina hinchada de tanto placer.
Jugueteé con los pezones de uno a uno y luego los empecé a acariciar y a mordisquear levemente con mis dientes. Esto la puso a mil y empezó a gritar ya super caliente
- Si, soy tu puta, chúpame las tetas así, méteme la verga mi amor, quiero mas verga, ven dámela corazón, aggg uff.
El marido se salió de su dulce cuevita de pasión y, haciéndome a un lado, se la ofreció para que le diera una mamada. Ella, ni tarda ni perezosa, se puso en posición de perrito en una orilla de la cama y se la empezó a mamar como si no hubiera un mañana.
Yo me puse detrás de ella, donde se me ofrecía su rajita mojada y escurriendo semen y in poco mas arriba, el culo, ignorado hasta entonces. Movido por el morbo y la curiosidad, apunté un poco mas arriba y empecé a presionar en la abertura de su ano. Ella dio un pequeño saltito al sentir la presión, pero una vez pasada la sorpresa, se movió hacia mi para facilitar la penetración. Tomé con mi mano un poco del semen que escurría de su vagina y lo puse en la entrada de su ano junto con una abundante ración de saliva. Me volví a posicionar detrás de ella y esta vez logré entrar en su hoyito trasero. Mi pene se sintió la presión en las paredes de su ano y sentí una descarga de placer recorrer todo mi cuerpo, era delicioso sentir esas paredes estrechas y la sensación de presión en todo el tronco de mi miembro dentro de ella.
En este punto, su marido pujaba y hacía gestos de placer ante la rica mamada que estaba recibiendo de parte de su cachonda esposa. Desde donde estaba no podía apreciar a plenitud cómo se la tragaba, pero a juzgar por los gemidos del marido, estaba recibiendo un trato de reyes por decir lo menos.
Ella empezó a tocarse su rajita, excitando su clítoris con su dedo mientras yo le daba por el culo; sus dedos se movían con furiosa rapidez en su pequeño botón rodeado de la espesa mata de vellos que lo cubría y se empezó a estremecer en el preámbulo de un nuevo orgasmo, y mi verga empezó también a hacerle segundo, anunciando la inminente llegada de una nueva venida cuando de pronto, tocaron a la puerta.
En un par de segundos sopesé si seguía hasta venirme o atendía el llamado de la puerta y opté por lo segundo. Me salí de su culo y, poniéndome una bata de baño, me acerqué a entreabrir la puerta.
Era un muchacho vestido de botones o asistente del hotel. Con cara de extrañeza, le pregunté por el motivo de su visita y me comentó que le habían reportado que había una fuga en el baño.
De pronto recordé al muchacho anterior, a quien le había dicho que mandara traer ayuda y lo dejé pasar. Era un muchacho mas corpulento que el otro, pero un poco mas desaliñado, y por qué no decirlo, bastante más feo que el anterior. En su plaquita de identificación decía simplemente Manuel y parecía entusiasmado por las aventuras que seguramente su amigo ya le habría contado.
4
Con una mirada tímida, Manuel entró en la habitación oteando hacia adentro, donde Mariela se había puesto boca arriba pero aún con las piernas abiertas, ofreciendo una panorámica exquisita de su rajita peluda y de su culo recién explorado por mí. Miraba con curiosidad al muchacho mientras le acariciaba la verga a su marido con suavidad.
- ¿Dónde está la fuga, señor? – Preguntó sin dejar de mirar la entrepierna de Mariela.
- Creo que está aquí. – Dije acercándome a la cama y señalando la vagina de la chica, que aun tenía unos hilos del semen que había dejado yo unos minutos antes.
- No entiendo…
- ¿Qué crees que puedas hacer al respecto? – Le dije mientras recorría la cama para quedar a espaldas de Mariela.
- Es que no sé…
- ¿No se te antoja? – Le dije apremiándolo. El muchacho se acercó a Mariela y le acarició la pierna. Ella le dedicó una sonrisa y un guiño provocador que hizo que el joven se envalentonara más aun.
- No te preocupes, nadie va a decir nada acá. – Dijo el marido finalmente. Casi no había participado en la plática pero, supuse que se estaba desesperando ante la timidez de Manuel.
Mientras el muchacho se animaba, tomé la cabeza de Mariela y la giré hacia atrás, quitándome la bata que me había puesto. Ella abrió la boca entendiendo mis intenciones y se la metí simulando el movimiento como si me la estuviera cogiendo, a la vez que seguía masturbando a su marido con su mano derecha.
Manuel se animó y se bajó el pantalón hincando su rodilla en la cama para acercarse a Mariela. Cuando lo hizo, me sorprendió el tamaño de su instrumento. Era gordo y largo con el glande completamente cubierto, como los que de pronto aparecen en las películas porno. De verdad era una verga enorme y tanto el esposo de Mariela y yo nos volteamos a ver, aunque los dos guardamos silencio y volteamos a ver la cara que pondría Mariela al sentir semejante animal dentro de ella.
Acto seguido, Manuel se plantó en medio de sus piernas y enfiló su enorme verga a la vagina de la chica. Al sentir el glande y una parte del tronco entrar en su hoyo ya humedecido por tanto jugo, semen y saliva, Mariela dio un pequeño brinco y se sacó mi pene de su boca por un momento.
- Ay cabgon, qué gica vegga. – Dijo atragantándose con su saliva. – Yo la volví a tomar por la cabeza para que me la siguiera chupando. Estaba a punto de venirme y me dolían ya los huevos, esperando que los liberara de su sufrimiento pero el tamaño de la verga de Manuel había captado mi atención y había dejado de enfocarme en mi placer por un momento.
En un momento, solo se escuchaban los ruidos de la mamada, la masturbación y el ariete de Manuel entrando en Mariela, junto con los gruñidos del esposo y un poco después de Manuel que aceleró su movimiento, penetrando mas profundamente a Mariela ante el beneplácito de esta.
Resoplando afanosamente, el esposo de Mariela, dijo:
- Vamos muchacho, creo que ese culo está muy desatendido, ¿porqué no le das un poco de verga?
Los ojos de Mariela se abrieron y voltearon a ver a su marido, no supe si de sorpresa o de excitación. Lo cierto es que Manuel, obedientemente, se salió de la rajita de Mariela y, levantándole un poco las piernas, le metió la punta de su pene con lo que ella dio un pequeño gritito. Quitándose mi verga de la boca, grito con voz ronca cargada de excitación
- Si cabrón, dame por el culo, Toooda, ya, anda. – Incorporándose para tratar de ver el tamaño de Manuel, quien ni tardo ni perezoso, se acomodó y terminó de encularla.
Mariela hizo un rictus de dolor mezclado con satisfacción, pero aguantó estoicamente la estocada de Manuel, retorciéndose en la cama. Empezó a gemir al sentirla y abandonó definitivamente mi verga. No me quedó mas remedio que seguir jalándomela yo solo viendo aquella excitante película porno en 4D.
- ¿Te gusta que te la meta por el culo? – Dijo Manuel ante nuestra sorpresa. Era dueño de la situación y Mariela se contorsionaba como una serpiente en fuga gimiendo ante los embates de la verga masiva en su culo. En un punto, el joven se la logró meter por completo y la estuvo cogiendo durante unos cinco minutos. El esposo y yo nos quedamos como espectadores mudos al ver a la pareja profundamente unidos tanto en sus sexos como en el ritmo de sus gemidos y el mete saca del feo muchacho dentro de nuestra caliente zorrita.
Sin decir “agua va” Mariela dio un nuevo alarido y se tensó hacia arriba cerrando fuertemente sus ojos. De su rajita empezó a correr un chorro de sus jugos, que fueron a caer justo en el chaleco que todavía portaba Manuel.
- Ay cabrón, me vengo, me vengo, qué rico, así cogemeeee, asii, ayyyy. – Siguió diciendo ante el incontenible chorro que salía de su interior. Era tanta la emoción que le producía ese momento que por su mejilla escurrió una lagrima hasta perderse en la almohada que tenía bajo su cabeza.
Manuel siguió cogiéndola un par de minutos mas hasta que estalló dentro de ella, rugiéndo como un poseido al sentir la proximidad de su orgasmo.
- Ayy puta, me vengo, ayy que rico culo tienessss. – Dijo al venirse.
Mariela se levantó y prácticamente se abalanzó para tragarse aquel monumental pedazo de carne que le diera tanto placer y, sin contemplaciones, se lo metió en su boca hasta donde pudo.
Estaba sudorosa por el esfuerzo, en la posición de perrito, tenía su cola y su rajita volteadas hacia nosotros y su culo aún seguía abierto después de haber sido penetrado por Manuel, y su leche escurría de manera copiosa, resbalando por el perineo hasta mojar de nuevo su peluda vagina.
La tentación fue muy fuerte y me puse detrás de ella para darle por su rajita. No tenía intenciones de competir contra la sensación que le había provocado el enorme cipote de Manuel así que me contenté con el premio menor, que me recibió con regocijo. Su marido se dio la vuelta y ella cogió su pene para masturbarle mientras se la seguía comiendo a Manuel, que increíblemente, ya se había recuperado casi hasta su tamaño normal.
Ahí estábamos casi a la 1 de la mañana con una chica deliciosa dándole placer a tres vergas a su disposición. Mientras lo pensaba, me imaginé que si hubiera estado el otro botones, todavía le hubiera podido dar al menos una buena jalada como a su marido. Era una escena endemoniadamente erótica y aunque Mariela estaba de espaldas a mi, podía adivinar su cara de puta mientras degustaba aquel pedazo de verga a su disposición.
Mi pene empezó a hincharse dentro de ella ante la inminente llegada de un nuevo orgasmo de mi parte. Apuré el paso, deseoso de venirme en esa cuevita húmeda, pero Manuel empezó a resoplar ruidosamente y Mariela, se separó de mi, se sacó la verga de Manuel de su boca y la abrió para que el muchacho se viniera encima de ella. Adivinando su intención, el joven se vino con un grito igual de gutural que la primera vez y una andanada de semen cayó en la cara, los ojos, el cuello de Mariela mientras ella sacaba la lengua para tratar de capturar algo de su corrida en su boca. Yo me subí hincado a la cama y, blandiendo mi verga con mi mano, la apunté hacia su cara también y mi copiosa corrida cayó limpiamente en su boca y en la zona alrededor de sus labios. A mi lado, su esposo empezó a gesticular y, apuradamente me quité a tiempo para que su propia venida, cayera en las tetas y el abdomen de su esposa. En un santiamén, estaba cubierta por completo de semen con tres miembros flácidos y agotados a su alrededor, goteando leche como recordatorio de la increíble escena de sexo que acababan de protagonizar.
Mariela se empezó a esparcir el semen por todo su cuerpo y puso una abundante cantidad en sus manos para acariciar su clítoris y sus labios vaginales con ella.
Yo me acerqué a ella, y limpiando una de sus tetas con la cobija, le empecé a chupar sus pezones, mordiéndolos como había notado que le gustaba. Su marido me hizo segunda con la otra teta y, Manuel, no queriendo quedarse atrás, le empezó a meter un dedo en el culo.
- Ay si cabrones, así, ayy me gusta, dame dedo, asii, soy una putaaa, ay
Empezó a gritar de nueva cuenta. Su calentura me hizo perder la compostura y le di un tremendo chupete en su teta. La sentí revolverse debajo de mi, y cuando se puso tensa de nuevo, me retiré para ver de nueva cuenta su rostro en éxtasis al sentir una nueva oleada de placer recorrer su cuerpo.
Finalmente se derrumbó en la cama con los ojos cerrados y una expresión de relajación en su rostro. Su cuerpo seguía empapado de semen, y estaba sudorosa, con el pelo revuelto y una gran mancha cárdena en la parte superior de su seno, pero seguía siendo un poema exquisitamente erótico.
- ¿Quieres dormirte, corazón o te quieres ir? – Le dijo el esposo acariciando su empapado cabello.
- Si no le molesta a Jorge… - respondió ella suavemente aun con los ojos cerrados.
- No me molesta. – Dije ya sin ánimo de corregirle por mi nombre.
- Genial. Muchas gracias, Jaime. Eres un encanto. - Dijo finalmente abriendo los ojos y guiñándome mientras se acomodaba en medio de la cama. Yo me acosté junto a ella y su marido del lado opuesto. Volteó a verme y acercó su boca a la mía. No me importó que tuviera restos de semen aun en su cara y la besé con pasión, aun con todo ese beso me supo a gloria.
- Hace tiempo que no hacemos un trío al despertarnos. Veremos qué pasa mañana – Dijo cerrando los ojos.
Y abrazándome con ternura se quedó profundamente dormida.
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