Lo prometido es deuda y esta es la historia del segundo encuentro con mi vecina y amiga Mariana.
Llegaba yo a mi casa desde el colegio y era algo tarde porque tuve que quedarme haciendo algunas tareas. Faltando unos pasos para llegar, Mariana me salió al paso y llegó conmigo a casa. No había nadie, cosa que no es rara porque mis padres llegan tarde.
Le dije que hiciera cualquier cosa mientras yo me daba un baño. Al terminar, era tal el cansancio que tenía que me recosté un momento y cerré los ojos, pero no me dormí y aún no me había vestido. No pasaron ni cinco minutos cuando sentí que me besaban en el pecho; abrí mis ojos y era nada más y nada menos que Mariana. No sé si pensaba que yo estaba dormido y pretendía desquitarse de la misma manera como yo le había hecho a ella unos días atrás.
Ella seguía besándome impetuosamente el pecho, luego el abdomen, y repentinamente me besó en la boca y fue allí donde yo agarré su cabeza y se sorprendió pues su cara me lo decía. Me levanté y nos seguimos besando apasionadamente. Ya la toalla se me había caído así que pensé en desvestir a Mariana pero ella dijo que quería hacerlo ella. Yo puse cara como de que esa idea no me gustaba y dijo “pero dejaré que tú me quites la ropa interior”. Se me dibujó una sonrisa….
Cuando se quitó la minifalda y la blusa, volví a quedar impresionado como la primera vez. Su torso, sus piernas, eran una invitación irresistible. Esa ropa interior blanca junto con el canela de su piel hacía que se viera muy deseable. Ya para ese momento yo tenía el pene erecto y estaba que no aguantaba. Comencé a besarla nuevamente y allí le quité el sostén. La recosté a la pared y con cada mano comencé a recorrer sus senos, los cuales eran de un tamaño proporcionado a su figura; lo que más me excitaba era tocar sus pezones que estaban erectos y duros. Luego ella tomó la iniciativa y comenzó a bajar, me besó el cuello, bajó al pecho dónde todo había comenzado, empezó a mamarme las tetillas y esta vez fue a mí a quien se le pusieron los pezones erectos y duros. Estuvo en eso por buen rato hasta que le dije que si seguía así iba a terminar con un busto más grande que el de ella. Soltó una carcajada pero no sin dejar lo que estaba haciendo, recorrió mi abdomen con besos y con su lengua. Yo cerré mis ojos pues pensé que no iría más allá siendo nueva en esto. Estaba equivocado.
Repentinamente con su mano agarró mi pene. En un principio pensé que solo quería sentirla, pero ¡sorpresa!, se la metió a la boca. Yo estaba más que excitado, pues esa sensación me gustaba muchísimo. Sentir esa boca y su lengua caliente succionando mi miembro también caliente, era algo espectacular para mí.
Decidimos irnos a la cama para que pudiera hacer mejor su faena. Mientras me succionaba, ella con sus manos acariciaba mi cuerpo y yo estaba que casi no daba más y gemía casi hasta quedarme sin aliento. Se detuvo y me dijo “ahora es tu turno”.
No sé si estaba cansada pero eso era algo que no importaba. Se levantó, la tomé por la cintura y la acosté sobre la cama. Aún tenía su panti puesto y decidí que lo mejor era quitárselo con mi boca. Le dije que se pusiera de pie y empecé mi faena. Comencé por besar y succionar sus senos con desmedida pasión pues los sentía como una delicia para mi paladar. Luego, me entretuve algunos segundos en su abdomen y bajé a donde quería. Empecé por atrás, tomando su panti con mis dientes y a medida que se los bajaba besaba la suave piel de sus glúteos redondos y firmes; me fui a la parte de adelante y seguía bajándoselos pero solo me regocijaba viendo el vello que cubría la entrada de su vagina, que brillaba con los jugos que brotaban de ella. Quería dejar lo mejor para el final. Terminé de bajarlos con las manos y le dije que se volviera a la cama. Allí comencé a besarle las piernas, que tienen una piel tan suave y esto era irresistible para mí. Ya estaba que no me contenía más y repentinamente abrí sus piernas con mis manos a lo más que pudiera y como un depredador hambriento a su presa, me abalancé sobre su vagina y empecé a “devorarla” con besos, lamidas y succiones. Ella estaba no gimiendo, sino gritando pero dijo que siguiera que eso le gustaba demasiado. Estando en eso, ella alcanzó un orgasmo y yo para no desaprovechar ese momento de supremo éxtasis, me subí sobre ella, le besé la boca, entrelacé mis manos con las suyas y llevé sus brazos, cada uno al lado de su cabeza, mientras la besaba la penetraba una y otra vez, luego ella envolvió mis caderas con sus piernas y ambos estábamos extasiados, ya no aguantábamos y tuvimos un orgasmo mutuamente. Cuando ya estaba por venirme al, me salí de ella y me vacié por completo en su abdomen, área púbica y en sus piernas. Volví a pegarme de sus senos y nos seguimos besando y acariciando con mucha pasión.
Al terminar, nos aseamos y nos despedimos esa noche con ganas de volverlo a repetir, ella me dijo que ya estábamos a mano, pero que realmente lo había disfrutado. Que por ahora nos quedáramos tranquilos y siguiéramos siendo los amigos de siempre. Pero que si alguna vez sentía un deseo incontrolable, ya sabía a quien acudir.