MARIANA, DETRÁS DE LA PUERTA.
Agotada debido a la pésima noche que había pasado a causa de sus vecinos de cuarto; Mariana Pombo despertaba enfurecida a media mañana. Muy a pesar que la rabia acaecida por el mal dormir desbordaba su mente, era imposible pasar por alto la gratísima humedad que había inundado su entrepierna.
En el pequeño apartamento vivía Mariana, su hija médica que se encontraba trabajando en otro municipio y dos enfermeras más que laboraban en una clínica de la ciudad.
Mariana, originaria de la costa Atlántica, era una mujer de más de 48 años, 1.68 metros de altura, piel morena, cabello rizado, ojos claros, sólidas piernas que remataban en un culo golpeado por el tiempo y unas tetas para ser devoradas en todo momento. A ojo de cualquier admirador de una mujer atractiva, Mariana aún era capaz de generar miradas lascivas masculinas.
Una de las enfermeras residentes en la vivienda se llamaba Claudia. Ella era una gran profesional, una buena hija, capaz de caer bien ante cualquier persona. Claudia tenía 25 años, de apariencia física normal, se caracterizaba por poseer grandes caderas y un trasero capaz de domesticar a cualquier falo. De comportamiento taimado y correcto, nadie llegaba a imaginarse lo caliente que podría volverse aquella mujer en la cama.
El tormento Mariano inició cuando Jorge, el novio de Claudia, salió de vacaciones y se dirigía a la casa de su querida. Éste, era militar de profesión, razón por la cual en su corto periodo de franquicia se dedicaba a saciar toda la abstinencia almacenada debido a la nefasta selva.
Claudia, conociendo el pronto arribo de su amado, se puso una camiseta sin sostén, un pantalón de sudadera y unas sandalias. Antes de salir recibirlo, Claudia soslayaba la mojada tanga que reposaba aún en el cajón.
Aunque no se habían visto en mucho tiempo, la pareja de novios descargaba su calentura vía telefónica. Los orgasmos producidos por la voz habían hecho duradera la relación y era obvio que el encuentro era para materializar todas esas fantasías orales.
Fue un corto beso y abrazo al estrellarse en la portería de la urbanización. Sin pensarlo dos veces se tomaron de la mano y se dirigieron a la habitación. Con la privacidad, como única espectadora. La pareja se fundió en un cachondo beso. donde las lenguas querían ser tragadas por la boca ajena. Sin permiso alguno, Claudia apretó la verga de su hombre y empezó a pajearla sobre el pantalón.
- Ven mi amor, quítate todo, déjame chuparte la verga!
Jorge, jugando con la arrechera de Claudia, le hizo dar vuelta, la arrinconó contra la pared, le quitó la camisa y bajó sus pantalones hasta las rodillas. Con una mano apretaba sus erectos pezones, sus dedos restantes eran chupados a modo de verga por los labios ardientes de ella. La verga deseosa de escapar del boxer e incrustarse en cualquier agujero, se conformaba ante las caricias brindadas por un culo hambriento.
Frente a frente nuevamente, Jorge yacía de rodillas en el piso, una pierna desnuda de Claudia reposaba sobre su hombro. Sin más preámbulo, la lengua iniciaba la penetración a una concha inundada. Pellizcaba sus labios, succionaba su clitoris y uno que otro lengüetazo pretendía alcanzar su ano.
- Mi amor detente por favor, ah, detente que me vengo.no mas. ah
El movimiento circular de unos curisosos dedos, una respiración entrecortada, un temblor proveniente del alma antecedieron una gran descarga de flujos vaginales, que inundaron el rostro de Jorge. Extasiada y semiparalizada por el delicioso orgasmo, Claudia quería más.
- Ven amor, ven te limpio el cuerpo!
Como una perra se puso en cuatro en el filo de la cama. Primero le pidió que acercara su rostro a ella. Instintivamente inició a lamer toda la extensión facial, después le pidió que se fuera poniendo de pie lentamente. Recorrió con su boca, el cuello, pecho, abdomen. Cuando emergió la virilidad, tomó con sus manos cada testículo e intentando hacer la fuerza suficiente para debilitar a su macho pero sin lastimarlo, empezó a chuparlas una por una. Habiéndose saciado con los huevos, pasó al plato principal.
Tomando la verga con la mano, decidió aplicársela por toda la cara. Simulando maquillaje, la tranca de Jorge se desplazaba por todo el contorno de la tez. Ya emanando verga en todos sus sentidos, Clara inició a morderla por los lados y a comérsela poco a poco. A medida que la verga entraba más en su gusto, Claudia se calentaba más.
- Vamos mi vida, cógeme por la boca!!
Jorge tomó de los cabellos a Claudia, inició un vaivén lento y continuo, pero ésta queriendo un poco más, se aferró a sus nalgas y tomó el control de la penetración. Con los ojos perdidos y llorosos, Claudia se tragaba la verga cada vez más, fue tan progresivo y coordinado el movimiento que al final, su frente descansaba sobre el valle de bellos ausentes de su varón.
Teniendo la verga completamente inflamada y muy cerca de la eyaculación, Claudia culminó la succión y giró sobre su eje, apuntando su culo al erecto miembro, exclamó:
- Clávame ya, lléname con tu leche. Qué esperas, no quieres culearte a tu putica.!!
Claudia sabía que las groserías desbocaban la tranquilidad de Jorge. Así es que este apuntó su palo a la caverna húmeda y ella, guiándola con la mano, lentamente fue demarcando el sendero.
Claudia esperando una penetración inicial romántica, recibió una clavada que hizo estremecerla. Por fortuna estaba demasiado lubricada para poder resistir algo por el estilo, de no ser así, una entrada tan salvaje le hubiera generado un insoportable dolor.
Enceguecida por el placer, se aferró de las sabanas y resignada a cualquier cosa escondió sus gritos en el colchón.
La tomó de las caderas e inició a bombearla con tal fuerza, que sus huevos palmoteaban las cercanías a su concha.
- Así es que te gusta que te culeen, perra??
- Sí mi vida, rómpele el culo a tu puta! Vamos, lléname ya con tu leche! Por favor bótate adentro, quiero que quemes mi interior.
Actuando sin conciencia, Jorge la tomaba de los hombros, para hundírsela más profundo. Halaba sus cabellos, estrujaba sus tetas para que gritara más vulgaridades.
- Vamos, lléname de una nueva vez carajo! Dame más, quiero que se te parta la verga de tanto culearme!
Sintiendo que su leche estaba por salir, Jorge castigaba el culo de su hembra. Una serie de palmadas en esas inmensas nalgas, generaban manifestaciones de placer confundidas con dolor.
Pocos segundos después, atenazado de la pelvis; Jorge explotó. AGGH! La inercia hacía imperecedero el placer con la continuidad del movimiento.
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Recostada, con la oreja pegada a la pared que la separaba de aquella desenfrenada pasión, Mariana soñaba con recibir una dosis similar a la recibida por su apreciada inquilina. Sin percatarse y desconectada por la curiosidad, Mariana no se había dado cuenta de lo duro que estaban sus pezones y de lo mojada que estaba su inutilizada concha.
Conociendo el itinerario de sus inquilinas, era posible aprovechar a ese caliente muchacho para satisfacer todos estos años de soledad y abstinencia.
La sola decisión le otorgó nuevos bríos para vivir. Habiendo escuchado la salida de ambas mujeres a su sitio de trabajo, Mariana aprovechó la ocasión para ver a su posible víctima carnal. Cuidándose de hacer ruido, entró a la habitación y vió al joven descansando totalmente dormido, a excepción del mástil que daba volumen a su ropa interior. Mojándose todos los labios pertenecientes a su cuerpo, se disponía a hacer una locura, quería liberar esa polla así fuera para contemplar lo que pronto sería suyo.
Inclemente, el teléfono sonó a la distancia, apagando temporalmente las ansias de carne. Mariana salió disparada del cuarto, evitando que Jorge pudiera encontrarla allí.
Adivinando que el muchacho estaba por despertar, Mariana ingresó al baño con el fin de ducharse y estar aromatizada para él. Inició por depilar y embellecer un olvidado coño. Con cada roce de la cuchilla, sentía fuego en su interior. Habiendo dejado la piel tersa, se recostó en una esquina de la ducha. Empezó a imaginar como era clavada y dominada por el hombre que reposaba en la habitación del lado. De manera inconciente sus manos jugaban con los enormes senos, mientras que las piernas se apretaban obligabando al aire a penetrarla.
Tomó la pequeña manguera de la regadera y la dirigió a su clítoris sin piedad. Momentos eternos del pasado reaparecieron. El placer y la líbido llenaron por completo su ser de mujer. El agua tibia hacía reventar la capacidad placentera de la pequeña capucha sensitiva, otros dedos curiosos intentaban sacarle placer al trasero agujero.
Un grito contenido causado por el orgasmo que descendía por sus robustas piernas, reavivaba la capacidad de ser deseada y poseída por un varón, esta fue la conclusión de dichas caricias personales.
Con años de abstinencia desapareciendo en el sifón, Mariana salió completamente renovada de la ducha.
Alistando la ropa a ponerse, escogió una camisa tipo polo de color blanca, algo nada atrevido, exceptuando que sus resucitadas aureolas estarían sin ninguna prisión. Para la parte inferior se decidió por una lycra de color rojo, que al no tener ninguna tanga, resaltaba unos grandes labios deseosos de probar bocado.
Durante el día interactuó como si nada con Jorge, almorzaron, lavaron los platos y conversaron de ciertas cosas. Una alegría tácita la inundaba cada vez que veía como al joven se le perdía la mirada en sus redondas tetas o mucho mejor, cuando en el fregadero se inclinaba un poco para insinuarle la inmensidad de su coño y el muchacho perdía el hilo de la conversación.
Mariana sabía que lo había calentado lo suficiente, sólo esperaba con poder darle la puntada final. Ya entrada la noche Claudia regresó del trabajo; demostrando total inocencia, Mariana atendió a la pareja de novios con naturalidad. Al dar las buenas noches, pidió a Jorge que la acompañara a su cuarto para arreglarle la señal de televisión. Éste, inocente de la intención de la madura, la acompañó a su cuarto, al estar junto a su lecho se imaginó a Mariana con el culo apuntando a los cielos, suplicando que la clavara con más vehemencia.
- Holla, Jorgee! Despierta muchacho, que te tiene tan dubitativo?? Acaso estás pensando lo que le harás a Claudita esta noche??
Tal interrogante desarmó a Jorge, aunque era realista que estaban haciendo mucho ruido en las noches, no llegó a creer que Mariana se comportaría de tal manera.
Cuando se disponía a dar una diplomática respuesta; Mariana apretó su verga y le dijo: mira querido, sé cómo me miras y reconozco que así como tú me quieres culear, yo también quiero coger contigo. Vamos a hacer un pequeño trato para no generar sospechas. Si quieres comerte mis tetas y darme por el culo, tendrás que culearte a Claudia esta noche pensando en ella, deseo que le des como si nunca hubieran estado juntos. Mientras tanto, yo estaré detrás la puerta escuchando como la pones a gritar, acariciándome en tu honor, esperando la mañana para que me hagas sentir mujer.
-Recuerda querido, no te canses demasiado, porque mañana tienes un gran deber por cumplir.
CONTINUARÁ.