Llovía mucho aquella tarde. María no salió de casa. Se afanó en limpiar suelos, azulejos, los quehaceres domésticos.., plancha, etc., incluso había cuidado a sus hermanos y bañado al pequeño Iván.
Tampoco eran fechas de muchos clientes, pues la semana anterior hubo una redada cerca de la esquina que solía frecuentar ella.
Cansada de trabajar, se tumbó en la cama y prendió su computadora. No era una computadora muy buena, pero era la única que tenía. Fue un regalo de aquella dama que conoció anteriormente. O, como ella misma decía un tributo a sus servicios.
Se metió en una página de chat cualquiera. No importaba mucho cual fuera, tampoco tenía mucha experiencia. Lo único que pretendía era ver por su webcam. También regalada por su dama. El sueño de su vida se iba a cumplir, pero lo que no sabía era hasta qué punto se cumpliría. Ya no tendría que mirar por sus pequeños prismáticos a la casa del vecino de enfrente, cada vez que estaría excitada.
De pronto, y enredando vió algo maravilloso. Un buen muchacho, de mejor cuerpo, pelo moreno y ojos castaños, de unos 30 años más o menos, le dio cam. Entabló conversación, y digamos que se llamaba José. Poco a poco vió como José se masturbaba no sólo delante de ella, sino para ella.
Por primera vez ya no sería ella la que vendería su cuerpo a otro, sino que vería como alguien por pasar el rato, vicio o necesidad, se masturbaría delante de ella.
Sin saber cómo, María se fue acariciando poco a poco su pelo, su cara, sus hermosos pechos..., llegaba incluso a sus caderas o su cintura. Mientras su extraño galán se acariciaba con la mano su pene erecto.
Y aunque hacía frío y granizaba fuera, la temperatura adentro, era tan candente, que María y su extraño galán se fundieron en un bello acto sexual, como jamás hubiera imaginado que le sucedería. Así quedaron todos los días a la misma hora y María fue feliz gozando de aquellas aventuras con su extraño galán.
Cada noche, después de su trabajo, María se citaba en la web, o en el chat quedaba con José, su extraño galán, ya no se tumbaría más a gozar ella sola recordando sus faenas, sino que una a una se las iba contando a José. Y a su vez, José gozaba con ella de su espíritu sexual.
Amazona: Muy buen cuento.Te doy un 20 por el Saludos Paolo