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No podía dormir, sentía que se ahogaba bajo aquellas sábanas, era un sentimiento extraño, amargo.
Notaba pequeñas punzadas en su interior, tenía ganas de llorar, de desaparecer, de perderse para siempre, de no volver a abrir los ojos; no soportaba más aquella soledad tremenda que la invadía.
Se consolaba a sí misma imaginado aquellos labios que no abandonaban sus pensamientos desde hacía tiempo, imaginando aquella mirada penetrante e intensa que parecía desnudarla por dentro, recordando su perfume, el calor de su voz, pero a veces, su mente divagaba más allá y fantaseaba con la idea de acorralarla contra una pared y besarla, acariciar su cuerpo, sentir su piel, y esto provocaba un cúmulo de sensaciones en su interior que la desconcertaban porque Amanda, ante todo, amaba a su novio, pero deseaba a aquella chica, aunque sabía que nunca sería capaz de realizar su sueño.
Pasaba por una época de tensión e incertidumbre, no sabía muy bien qué era lo que le deparaba la vida, no tenía nada claro, necesitaba ayuda, pero nadie parecía percatarse de nada de lo que le sucedía.
Aquella compañera de trabajo era diferente, la conocía relativamente poco, pero cuando conversaban y se miraban a los ojos, todo parecía distinto; ella se volvía muy torpe por momentos, incluso se ponía nerviosa, no sabía muy bien qué le sucedía; su compañera lo notaba, tal vez porque le ocurría lo mismo.
Un proyecto para la empresa en la cual trabajaban dio lugar a que compartieran muchas horas en la oficina.
A ambas se les hacía difícil concentrarse cuando debían compartir alguna tarea específica, hasta que una tarde, todos los compañeros estaban ya recogiendo sus carpetas y despidiéndose, María hizo un gesto para que Amanda la esperase, y así lo hizo.
María preguntó algunas dudas que tenía sobre el proyecto, y viendo que la conversación se prolongaba, la invitó a tomar algo.
Amanda no tenía coche así que fueron en el de María y que la llevó hasta un bar que habían abierto nuevo en la zona.
Se sentaron y tomaron café mientras continuaban charlando sobre trabajo. Estaba muy nerviosa, pero esta vez lo disimulaba bastante bien, tanto que María empezaba a creer que no servían de nada las miradas seductoras que le lanzaba, empezaba a desesperarse.
Comenzó a hablarle de su novio pero cierto interés fingido en su interlocutora la motivaron a quedarse en silencio, y durante unos segundos, ambas se quedaron esperando una palabra en los labios de la otra, mientras sus miradas se cruzaban, notaba cómo María se acercaba a sus manos y las tomaba dulcemente, acompañada de un "qué bonita eres" con un hilo de voz apenas perceptible, a lo que Amanda respondió sobresaltándose y con intenciones de marcharse. Entonces notó que había olvidado el maletín y a pesar de lo ocurrido, pidió por favor que la llevara a recogerlo a la oficina.
Una vez en la oficina, María trató de disculparse por lo acontecido, puesto que ella no quería molestarla. Recogió el maletín, esperaron el ascensor para bajar hasta el parking, era muy tarde y no quedaba casi nadie en el edificio, se abrieron las puertas, entraron, Amanda pulsó, y de pronto el ascensor se paró sin más. Trataron de tranquilizarse, pronto alguien se daría cuenta del problema.
Pasaba el tiempo, no podían avisar a nadie, el móvil no tenía cobertura, el timbre del ascensor parecía no funcionar, y nadie las echaba de menos.
Amanda tenía la esperanza de que su novio al ver lo que tardaba intentaría buscarla, y pronto saldrían de allí, pero él terminaba mucho más tarde en su trabajo, y para cuando empezara a notar su ausencia ya habrían pasado más de tres horas allí dentro.
María comenzó a hablar para intentar entretenerse hasta que las sacaran de allí, hizo comentarios sobre películas en las que sus protagonistas pasaban por su misma situación, dirigió la conversación haciendo comentarios sobre lo morboso que resultaba quedarse atrapado en un ascensor con una chica tan guapa, comenzó a avasallar con halagos a su compañera mientras esta se ruborizaba y se sentía atraída por sus comentarios, tentada por la situación pero al mismo tiempo confusa. Tengo novio, sabes? Le dijo a María.
Como contestación, se aproximó lentamente a ella, mirada fija en sus ojos verdes, Amanda se encontraba abrumada, veía en sus ojos el deseo y se dejó llevar.
Se besaron. Sus lenguas se entrelazaban en largos y profundos besos lo deseaban como nunca antes habían deseado algo así, ritmo frenético, el hecho de pensar que podrían venir a sacarlas de allí y encontrarlas de aquella guisa hacía que se excitasen más, era puro deseo, fuego en sus pieles. María la estrechaba contra su cuerpo, y sentía sus pechos, Amanda notaba las manos perdiéndose por debajo de su traje, los botones se desabrochaban, la falda se caía, y se encontraron semidesnudas la una frente a la otra.
Hacía calor allí dentro, María desabrochó el sujetador de Amanda y admiró su piel sedosa, tersa y brillante a causa de las pequeñas gotitas de sudor que la recorrían, sentía que un ansia carnal la devoraba en su interior, continuó besándola, acariciando sus pechos, lamiéndolos, mordiendo sus pezones, sus corazones latían más que nunca, y la mano de María naufragó entre aquellas piernas que se entreabrían para dejarle paso, deslizó el tanga hacia abajo y notó sus dedos humedecidos al contacto con el sexo de Amanda, que en silencio aclamaba poseída por la ansiedad de placer que reclamaba su cuerpo.
María con sus labios y su lengua, como un peregrino, viajó a lo largo de aquel cuerpo tantas veces soñado, agitado, encendido, besaba cada centímetro de aquella piel, la turgencia de su anatomía la incitaba a regodearse aún más.
Arrodillada ante aquel cuerpo, lo adoró, y se entregó, ante la maravilla de su entrepierna, con énfasis.
Amanda gemía y agarraba su cabeza, las piernas le temblaban, apenas lograba mantenerse en pie.
Nunca antes había experimentado un placer tan intenso, un deseo tan abrumador, una pasión tan desmedida, una satisfacción tan profunda.
Jadeante, y extasiada, apoyada contra el cristal del ascensor, no podía creer lo que le había sucedido.
Se abrazó a María y sintió de nuevo el tacto de su piel, para no olvidarlo jamás.
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