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María tenía 43 años, 1.75 de estatura. Era rubia, de ojos verdes, buenas tetas y un buen culo. Se casara a los 21 años con Sebastián, un novio que se había echado en la universidad. Llevaban juntos 20 años. Un día, Sebastián, que ejercía de abogado, le dijo a María que se había enamorado de una pasante y que se iba de casa. A María no le extrañó. Llevaban tiempo acostándose juntos una vez al mes, y había meses que ni eso.
María se quedó en casa a cargo de su hijo Mario de 19 años, moreno, de ojos verdes, 1.82 de estatura y cuerpo musculado. Mario estudiaba derecho, como hiciera su padre y su madre, que no ejercía.
Mario estaba acostumbrado a ver a su madre desnuda desde que tenía uso de razón, a su madre y a su padre, pues eran asiduos a una playa nudista que había cerca de su casa, por eso veía normal que su madre anduviese en topless por la casa. Hasta que un día se chocaron de frente, saliendo Mario, apurado de su habitación y queriendo María entrar en ella. Mario se quedó abrazado a su madre. Lo traicionó el subconsciente.
-Las siento, mamá.
-¡¿Qué?!
-Que lo siento.
-Culpa mía.
Mario estaba empalmado y María sentía su polla en la pelvis
-No, mía.
-Vale tuya, pero suéltame, hombre.
A Mario el contacto de las tetas de su madre le había encantado y desde ese día ya no la miraba de la misma manera. A María el contacto de la polla de su hijo con su pelvis la fascinó... Espiaba a su hijo en el baño o cuando después de haberle estado mirando para las tetas, se iba a su habitación. Más de una vez sintió como se masturbaba. Y pegada a la puerta, se masturbó. La verdad es que estaba necesitada, muy necesitada.
Estaban un día mirando un desfile de modelos de ropa interior en el que las chicas llevaban un pequeño sujetador e hilo, y observó como Mario tapaba el paquete de su bañador con las manos. Se había empalmado.
Al día siguiente se compró unos hilos para ver si surtían efecto en su hijo. ¡Vaya si surtió! Mario, que estaba sentado en un sillón de la sala, al ver a su madre con las nalgas al aire se empalmó y tapó de nuevo el paquete con las manos. María le preguntó:
-¿Te excita veme con el hilo, hijo?
-Sí, madre.
-Quita las manos.
Mario quitó las manos y la polla le salía del bañador.
-La tienes más grande que tu padre. ¿Tienes ganas de masturbarte?
-Muchas.
-Pues hazlo, hombre, hazlo.
-Me da no sé qué.
-¿Quieres que me masturbe contigo?!
-¡¿Lo harías?!
-Por un hijo se hace lo que haga falta.
María se sentó en el sillón al lado de Mario y metió una mano dentro del hilo.
-¿En quién vas a pensar, hijo?
-En nadie. Voy a mirar para ti.
Mirando para la mano de su madre y para las tetas se comenzó a masturbar.
-¿A qué edad te empezaste a masturbar, mamá?
-Muy tarde. Ya estaba casada con tu padre. Fue viendo una de esos videos guarros. Antes no me gustaba hacerlo.
No quitaban ojo, uno de la mano dentro de las bragas y de las tetas y la otra de la polla ya mojada.
-¿Te gusta lo que ves, hijo?
-Mucho.
-¿Quieres que te la chupe?
-Estoy tan caliente que me correría en tu boca.
Dicho y hecho. María metió la polla de su hijo en la boca y Mario se la llenó de leche. María la tragó, y le dijo al hijo:
-¡Qué rica estaba!
María se levantó.
-¿Tú no te corres, mamá?
-Otro día... Ahora voy a lavar la boca.
¡Ni boca ni ostias! En el servicio se frotó hasta que sintió un orgasmo espectacular.
Al día siguiente, María llevaba puesto otro hilo. Mario la vio y se volvió a empalmar. María, le dijo:
-¿Me harías un favor, hijo?
-Por una madre se hace lo que sea
-Llevo mucho tiempo sin llegar al orgasmo siendo penetrada. ¿Me penetrarías?
-Ven aquí.
María fue junto a su hijo. Al estar a su lado, Mario se levantó, la besó, largamente. Le comió las tetas... Le quitó las bragas y le comió la almeja mojada. Le dio la vuelta y le comió el culo. Se sentó en el sillón y le dijo a la madre:
-Métela donde más te guste.
María, de espaldas a su hijo, se la fue metiendo en el culo, despacito. Al tenerla dentro, lo folló hasta que le llenó el culo de leche.
Después de correrse Mario, María sacó la polla del culo, y le dijo su hijo:
-Voy al baño. Ahora vuelvo.
Volvió con una toalla mojada. Le limpió la polla a su hijo... Se la chupó hasta ponérsela otra vez dura. Después la metió en el coño, y lo folló mientras lo besaba y le daba las tetas a chupar. Veinte minutos más tarde...
-Me voy a correr, hijo. ¿Te falta mucho?
A Mario no le faltaba nada. Comenzó a correrse dentro de su madre. María metió la lengua dentro de la boca de su hijo y moviendo el culo alrededor, alcanzó uno de los mejores orgasmos de su vida.
Al acabar le dijo:
-Gracias, hijo. Me hacía falta.
-Gracias a ti, madre.
FIN
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