Un día llamó Marita:

Este viernes, como casi todos los fines de semana, el cornudo de mi marido se va a pescar con sus amigos o quizás con otra u otras minas, vuelve el domingo al anochecer, así que tengo la casa para que cojamos tranquilos todo el fin de semana. -

Así el viernes a media tarde, llegamos a su casa.

Como siempre tuvimos toda clase de sexo y a la noche nuestra amante hizo entrar a Micky, hermoso perro. Se puso de rodillas al borde de la cama, comenzó a pajearlo y chuparle la punta que asomaba haciendo que le salga una pija bastante importante. Se dió vuelta ofreciendole sus labios vaginales, que él lamió con ganas, mientras ella le pedía que la cogiera. En un momento, Micky se alzó y sin rasguñarla le metió su pija hasta el fondo. Comenzó un incríblemente rápido vaivén que enloqueció a nuestra amiga. Hablaba roncamente y decía cómo le estiraba la concha, indudablemente la bola de semen había crecido bastante. En un momento el perro redujo su movimiento hasta casi la quietud, de tanto en tanto tenía un convulsión que se correspondía con otro orgasmo de su dueña.

Cuendo se la sacó ella comenzó a chuparle la pija de nuevo y le ofrecía a María que hiciera lo mismo. María, a regañadientes probó y lo que sintió le gustó. Pidió ser cogida por ese tremendo semental canino. Marita los ayudó y mi mujer comenzó a emitir unos ruidos con la boca difícil de describir. A ella también Micky le metió su bola y la hizo gozar totalmente. También sus orgasmos se sucedían con cada chisguetazo de semen en el fondo de su concha, tal vez la punta le llegaba hasta el cuello del útero.

Pasamos el fin de semana cogiendo como locos y en un momento, Micky nos tuvo a los tres hincados al borde de la cama enculándonos por turno. No nos metió la bola en el ano, pero creo que no tardará en metértselo a las mujeres, cosa que espero con ansias para ver esos culos abiertos y chorreando leche.

Hasta pronto.

Fede