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Categoría: Confesiones

María, agente de seguros

Corría una fría y lluviosa mañana del verano 2015, yo estaba en mi oficina cuando, por el clima, se me antojó un café grande. En las oficinas corporativas de mi trabajo tenemos 3 cafeterías, una en el piso 17, otra en el 7 y otra en la planta baja. Decidí comprar mi café en la planta baja, para despejarme un poco.

En la entrada del edificio, ya en la banqueta, me topé con 2 mujeres, aproximadamente de mi edad o quizá un par de años más jóvenes. Una era de piel muy blanca y cabello negro, facciones muy finas, mientras que la otra mujer era de cabello castaño claro, la primera me gustó mucho. Las saludé con un “buenos días” y me respondieron igual. Coincidimos en la fila de la cafetería y comenzamos a platicar del clima. Coincidió que también trabajaban en la misma compañía que yo.

La plática fluyó con la mujer que me gustó, se llamaba María, por lo que su amiga se regresó al trabajo después de un rato de charla. Después de algunos minutos intercambiamos celulares y quedamos en vernos en la tarde para platicar más, pero en el transcurso del día me canceló. Salí temprano y me fui a descansar a mi departamento, muy cerca, a cuatro calles del trabajo.

Ya estaba atardeciendo cuando María me escribió, me dijo que no tenía ganas de tomar bebidas alcohólicas así que me invitó al cine, en un centro comercial que se encuentra de igual forma a cuatro calles de la oficina, en sentido opuesto a mi departamento. Me vestí rápidamente y la alcancé en 10 minutos. Ya no recuerdo a qué función entramos, estoy seguro de que le dejé escoger. Mientras veíamos la película me agarró de la mano, ¡sentí muy bien!

Saliendo de la función, la abracé porque tenía frío, llevaba puesto un saco que le llegaba a la cintura, una blusa ligera, una falda 5 centímetros arriba de la rodilla y tacones. Mientras caminábamos, me comentó que se le había antojado algo de tomar, así que fuimos al bar Pata Negra, a una calle de mi departamento. Ya en el bar, la plática fluyó muy bien, seguíamos tomándonos de la mano. Comenzó el acercamiento, las caricias y los besos, tenía una boca pequeña pero sus labios eran muy carnosos. Esos besos tuvieron mucha química, “hoy no va a pasar nada” me aseguró. Ya con algunos tragos encima le sugerí tomarnos la siguiente ronda de tequilas en mi departamento a lo que accedió y me reiteró “hoy no va a pasar nada”, “está bien”, respondí.

Ya en mi sala, mientras yo preparaba los tequilas y las cervezas, ella puso música y se puso a bailar, muy sexy, por cierto, ya que en algunos pasos se le levantaba la blusa, dejándome ver que no llevaba sostén. Quise bailar con ella, pero no pude seguirle el paso así que mejor nos sentamos. Me puso unos videos donde ella tocaba el piano y lo hacía muy bien. Cuando terminamos de ver sus videos comenzamos a besarnos.

Los besos se tornaron más intensos, ella se sentó encima de mí, de frente, con las piernas abiertas. Comencé a desabrocharme el cinturón y a desabrocharme el pantalón, ya tenía una erección fuerte. María se levantó al baño tardándose algunos minutos. Comenzó a darme sueño así que apagué las luces de la sala y me acosté en mi cuarto, solamente prendí la lámpara de mi mesa de noche. Al poco rato ella salió del baño y fue a acostarse conmigo.

Nos abrazamos, nos besamos y nos prendimos rápidamente. Comencé a desvestirla, primero le quité la falda, dejándola en blusa y tanga. Era muy bajita de estatura, delgada, senos muy pequeños, caderona, muy buenas nalgas por ejercicio y, la piel muy suave. Inmediatamente después le quité la blusa. Comenzó a hacerme sexo oral, muy rico, mientras se introducía todo mi pene a su bosa yo le sujetaba el cabello negro rizado, que apenas le llegaba al cuello. Era muy delicada en sus movimientos y eso me excitaba más.

La acosté boca abajo y comencé a besarle el cuello, la espalda, intercalaba besos con caricias y mordiditas muy ligeras. Continué bajando a la cintura y luego hasta sus nalgas, le bajé la tanga y se las besé y mordisqueé. La tomé de sus caderas y la jalé hacia mí, poniéndola en cuatro para hacerle sexo oral. Me excitaba muchísimo lamerle el clítoris mientras restregaba sus nalgas en mi cara. Olía y sabía muy rico. Ya no aguantaba más, ella estaba muy mojada y yo estaba lubricando, escurriendo líquido seminal, inmediatamente la penetré. A los pocos minutos, en pleno acto sexual, sonó su teléfono, era una videollamada y, para mi sorpresa ¡contestó!

En la pantalla alcancé a ver a un hombre, el cual se sorprendió al verla. “Amor, ¿qué haces?”, él le preguntó. Saqué mi pene y me agaché, poniendo mi cara en su espalda. ¡Ella me ordenó continuar! Sentí la adrenalina en mi pecho y cumplí su orden así que la volví a penetrar. Empezaron a discutir, entendí que él le había sido infiel y ella se estaba vengando.

Desde mi posición tenía una vista increíble, ya que podía ver la pantalla del celular de María, podía verlo a él acostado en su cama, a ella de frente sosteniéndose con sus codos y yo al fondo, agarrándola de sus caderas mientras la penetraba duro. Sus rizos se agitaban en la pantalla de su celular. Me excité mucho. Él se encontraba de viaje en España, para nosotros en la Ciudad de México era media noche mientras que para él eran las 7:00 am, no aguantó lo que estaba viendo y cortó la llamada. A los pocos minutos eyaculé dentro de ella. ¡Fue muy intenso!

Caí rendido en la cama, tardé algunos minutos en calmarme, mientras nos abrazábamos. ¿Estás bien?, le pregunté, no me respondió nada. Ya cuando comenzaba a darnos sueño, se levantó, se vistió, pidió su taxi, la acompañé a la calle y se fue. Regresé a mi departamento y me acosté, estaba realmente sorprendido por el valor que ella tuvo al contestar la videollamada de su pareja, en pleno acto sexual y además, por ordenarme el seguirla penetrando frente a él.

Nos estuvimos escribiendo por unos meses, me respondía bien, pero nunca volvió a aceptar mis invitaciones así que dejé de insistir. Alguna vez coincidimos en el elevador del trabajo, nos saludamos, pero noté que ella se incomodó ya que iba con su amiga, con la que estaba el día que nos conocimos. Ellas cruzaron miradas, María no hizo un solo gesto, pero la amiga se aguantó la risa. Yo solamente sonreí.

No volví a saber de ella.
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