Fue durante una noche de invierno, una noche horrible. Lloviznaba, hacía frío y no había nadie en la calle. Yo volvía de una cena con amigos bastante borracho. Estaba a unas cuadras de casa pensando solo en meterme calentito en la cama y hacerme una paja.

De golpe me cruzo con un cartonero que arrastraba esos carros grandes tipo bolsa con rueditas. Era morochito, con esos cuerpitos bien formados por arrastrar tanto peso todo el tiempo. Caminaba despacio y cuando pasó a mi lado paró y me dijo si tenía algo que darle. Lo miré y no sé bien porqué le dije: «Te doy 100 mangos a cambio de leche». Por supuesto, no me entendió y se quedó mirándome.

– ¿Qué?

– Que te doy 100 mangos a cambio de tu leche.

– No entiendo, no tengo leche acá.

– Te digo que te doy 100 mangos si me dejás chuparte la pija. No tenés que hacer nada, solo sacala y yo me encargo. Te la chupo, acabás y seguís tu camino.

– ¿Acá?

Estábamos en una vereda medio rara de un colegio que tenía como un cuadrado hacia atrás de la pared. Le dije: «Llevá ahí al carrito y nos ponemos atrás, contra la pared». No parecía muy decidido pero me dijo que estaba bien.Acomodamos el carrito contra el angulo de las paredes y él se metió adentro. Yo entré y me paré frente a él. Tenía puesto unos jogguins y empecé a acariciarle la verga. Lo noté nervioso, pero rápidamente se le empezó a parar la pija. La sentía ya dura en mi mano mientras seguía acariciándosela. Le dije que tenía muy linda pija y que debería ser muy rica y que seguro debería cogerse a un montón de minas. No me respondió nada, apenas sonrió. Se mantenía con los ojos cerrados y muy quieto, supongo que por sentirse incómodo con la situación o por vergüenza. Yo estaba muy caliente, con ganas de chupar esa pija que seguro tendría su olorcito hermoso pero también quería prolongar el momento. Al final, el cartonero me dice: «Dale que nos van a ver».

Me agaché y me quedé en cuclillas. Le bajé el pantalón y la pija quedó dura frente a mis ojos. La olí (tenía un hermoso olor a pija) y empecé a pasarle la lengua por la cabeza. Era muy sabrosa. Yo empecé a sentir como goteaba mi propia pija. Le fui pasando la lengua por toda la pija para gozar de ese sabor increíble y después me la metí toda en la boca. Cuando empecé a pajearlo con mis labios no pudo evitar largar un quejido de placer. Le dije: «No te contengas, decí y hacé lo que quieras». De a poco se fue tranquilizando. Al principio eran gemidos, después eran «si, si así» dichos en voz baja y al final fueron «Chupala así» «Te voy a dar la leche». Cuando noté que estaba por acabar, cambié el ritmo para que durara un poco más pero no aguanté mucho. Quería tomarme esa leche, quería sentir como pasaba por mi garganta calentita y espesa. Empecé a chuparsela con más velocidad. El se fue animando un poco más. «Chupala así puto», «Te voy a dar la leche», «Quiero mis 100 mangos marica de mierda».

La pija se le puso muy dura, yo sabía que ya se acercaba el momento del lechazo y al fin llegó. Acabó mucho, con un chorro fuerte y espeso. Sentí esa leche caliente en mi boca y me la tragué de una. Fue una acabada increíble.

Le di los 100 pesos y le agregué 20 más. Le dije que era por su hermosa pija y riquísima leche. Me dio las gracias y me dijo que el siempre trabajaba por ahí a esa hora, que si quería más lo buscara por la zona. Le dije que lo iba a buscar y que si tenía amigos como él que quisieran unos mangos le avisara.

Lo vi unas cuantas veces más.