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Categoría: Incestos

Maduras Anónimas (Cap. 07.5)

Hola, nuevamente soy yo, Margarita, la madre de David, para contarles una vez más mis vivencias.



Después de presenciar el espectáculo de mi amiga Victoria mi vida volvió a la normalidad. Mi hijo ya había comenzado a asistir al colegio e incluso ya tenía un amigo llamado Alex. Era un joven apuesto y amable, muy parecido a mi hijo y yo termine haciendo buenas migas con su madre, Rosy, una divorciada igual que yo.



Aún estaba renuente de aceptar aquel ofrecimiento de unirme a las Maduras Anónimas, a pesar de la insistencia de Victoria. Por ahora mi fiel consolador era todo lo que necesitaba para calmar mis ansias.



Un día, mientras me encontraba en la clínica donde trabajo, me lleve una sorpresa cuando me toco atender a un paciente que resulto ser nada más y nada menos que Esteban, el hombre que había visto con su hija en la playa nudista. Esperaba que no me reconociera y durante la consulta no dio muestras de ello, pero al finalizar y antes de marcharse se acercó a hablarme.



-¿Y cómo marchan las cosas con su hijo? ¿Ya han estado juntos?- me pregunto.



-No sé a qué se refiere, ya le dije que nosotros no tenemos esa clase de relación- respondí indignada.



-Podrá negarlo pero obviamente pude ver como usted le realizo una paja aquel día, además que desde antes se podía notar el morbo con el que su hijo la miraba. Tal vez usted crea que es algo inmoral pero no hay muestra de amor y cariño más pura que la que brinda un familiar. Como le comente hay muchas familias que se demuestran este amor en el hotel. Mi hija y yo somos una de esas, llevamos ya varios años juntos y cada día nos queremos más. Todo es consensual y a nadie se le obliga a hacer nada que no quiera.- dijo Esteban y al ver que yo seguía molesta se dispuso a marcharse.



-Antes de juzgarnos eche un vistazo.- dijo y me entrego una tarjeta.- Ingrese a la página, use el código y vea de lo que le hablo. Y si alguna vez se atreve a dar el paso, llámeme.-



El hombre se marchó dejándome sola y confundida. Inspeccione la tarjeta que había dejado. Tenía escrito una dirección web y un código de un lado y un número telefónico del otro. Me dispuse a romperla pero algo me detuvo. ¿Podría ser cierto que mi hijo me observaba con deseo aquel día?



Me quede pensando un momento con la tarjeta en mis manos pero de repente fui llamada para atender a otro paciente e inconscientemente guarde la tarjeta en mi bolsa.



Llegue a mi casa por la noche y mi hijo no se encontraba, recordé que me dijo saldría con su amigo Alex por lo que tendría la casa para mi sola. Mientras me desvestía hurgue en los bolsillos de mi bata y encontré la tarjeta que Esteban me había dado. Nuevamente hice el intento de romperla para tirarla a la basura pero una vez más algo me detuvo.



El morbo volvió a ser más fuerte que yo y encendí la computadora para ver de qué se trataba.



La página era la del hotel donde nos habíamos hospedado y no vi nada fuera de lo común. Busque un rato y encontré una sección VIP que pedía un código para ingresar, supuse seria el que aparecía en la tarjeta y digite los números.



Fui llevada hasta otro sitio que tenía por nombre “Amor de Familia.” Ahí me topé con cientos de fotos, videos y testimonios de familiares que mantenían relaciones. Madres e hijos, padres e hijas, hermanos y hermanas, familias enteras, incluso abuelas con nietos y hasta hermanos gays.



Hace un par de meses seguramente habría cerrado la página y roto la tarjeta para luego olvidarme de todo eso pero con cada día que pasaba sentía que aquel calor de mi juventud regresaba.



Comencé a revisar el sitio, había fotos de las parejas o grupos que llevaban a secciones donde se podía leer la historia de cómo había comenzado su relación y algunas tenían fotos y hasta videos de ellos manteniendo relaciones sexuales.



Con cada nueva historia me excitaba más y más, lentamente lleve una de mis manos hasta mi ropa interior la cual ya se encontraba empapada y comencé a masturbarme. Los videos eran sumamente excitantes, el ver como esos padres follaban a sus hijas quienes gemían de placer, como las madres recibían las pollas de sus vástagos, esos hermanos follando como enamorados diciéndose palabras románticas al hacerlo.



Encontré también filmaciones de sus reuniones especiales, las cuales se llevaban a cabo en el hotel. Por lo que podía ver en la pantalla eran auténticas bacanales las que se celebraban, una orgia desenfrenada, los gemidos y gritos de placer podían escucharse por todo el lugar.



Mis dedos ya no eran suficientes para darme placer, necesitaba mi confiable juguete. Para evitar un incidente como el de la vez pasada y suponiendo que mi hijo podría llegar de improviso, tome la computadora portátil y la lleve a mí recamara.



Me instale en la cama, tome un par de audífonos para escuchar los videos y con mi fiel juguete en la mano volví a ingresar a ese sitio prohibido y pecaminoso.



Perdí completamente la noción del tiempo, me la pase viendo videos tras videos y fotos tras fotos de aquellas parejas y grupos incestuosos.



No tarde en dar con Esteban y su hija Johana. Los escuche relatar su historia y luego los vi hacer el amor con tanto cariño como si fueran una pareja normal. La chica gozaba con la verga de su padre y este disfrutaba el sexo con su hija. Se decían palabras tiernas al hacerlo al igual que palabras de deseo y lujuria.



El consolador estaba bien enterrado en mi cocha, jugaba suavemente con el mientras leía los testimonios y luego lo usaba con fuerza al ver los videos, especialmente aquellos entre madre e hijo.



Me daba un morbo enorme el ver como esos jóvenes se follaban a sus madres, no era muy diferente al encuentro de Vicky con su joven amante, con la excepción que esto era aún más prohibido.



Cerré los ojos y empecé a masturbarme con el juguete como las veces anteriores pero en esta ocasión imaginaba que era la polla de un jovencito la que tenía frente a mí, pasados unos minutos me imagine a Alex, el amigo de mi hijo, que en un par de ocasiones lo había visto mirándome disimuladamente.



Con el consolador en la boca imagine que era su polla la que degustaba sin reparos. Me la metía lo más que podía a la boca para luego sacarla y lamerla, desde la cabeza hasta los huevos.



Primero empecé con movientes lentos mientras frotaba mi clítoris para darme más placer, mientras fantaseaba situaciones sexuales con el amigo de mi hijo. Lo imagine seduciéndome mientras nos encontrábamos solos, besándome con pasión y haciéndome estremecer de placer.



Que rico seria sentir su lengua comiéndome las tetas y sus dedos dentro de mi coño. Luego lo imagine desnudándose y mostrándome su polla dura como piedra y ofreciéndomela para chuparla.



Pensé en cómo podía ser la verga de Alex. Seguramente grande y gorda, con una hinchada cabeza morada, con un par de lindos testículos colgando como la de David.



De repente el rostro del muchacho cambio en mi mente y ahora era la polla de mi hijo la que estaba chupando



Su polla era primera que había visto en vivo en mucho tiempo aquella ocasión en la playa y se me había quedado grabada en la mente.



Al recordarla sentí como me humedecía aún más de lo que creía posible. En lugar de detenerme aquello solo me calentó más y sacándome el juguete de la boca lo lleve hasta mi peluda concha y lo frote por mi entrada húmeda. Lo introduje lentamente simulando que mi hijo me penetraba con suavidad.



Sin darme cuenta mis gemidos eran cada vez mayores pero no repare en ello. En esos momentos solo me importaba el placer que sentía y tampoco me importaba el hecho que estaba fantaseando con mi hijo. Todas aquellas parejas incestuosas de madre e hijo que había visto estaban apareciendo en mi mente pero ahora los protagonistas éramos mi hijo y yo. Eso me hizo introducir el consolador con más intensidad mientras fingía que era la verga de mi hijo que me penetraba.



Tenía que detenerme, aquello no estaba bien, no podía estar imaginándome haciendo esas cosas con mi propio hijo. Tenía que parar pero lo único que podía hacer era masturbarme con más fuerza mientras fingía que mi hijo me penetraba con su dura verga en lugar de un pedazo de plástico.



De un solo movimiento saque todo el juguete de mi interior para luego enterrármelo hasta el fondo, solté un enorme gemido de placer y acabe corriéndome lanzado mis jugos con fuerza por la cama.



Al recuperarme de mi orgasmo y abrir los ojos me di cuenta que había sido tanta mi prisa por darme placer que olvide cerrar la puerta de mi habitación con seguro como las otras veces.



Me puse una bata y salí esperando que mi hijo no hubiera llegado aún. Me dirigí a su habitación y la encontré cerrada lo que demostraba que ya había llegado, esperaba que no me hubiera visto en tal situación.



Regrese a mi cuarto y me sentí culpable por todo lo que había sucedió, apague la computadora y limpie todo el desorden que había hecho.



¿Qué me estaba pasando? Una madre no puede tener esa clase de pensamientos hacia su hijo. Había algo mal en mí, algo muy malo. Pero eso significaba que también había algo malo en todas aquellas familias que había visto en la página.



No había ningún atisbo de culpa o arrepentimiento en ellos, se veían normales y felices. Se podía ver el amor en sus actos. Recordé a Esteban y su hija, quienes actuaban como una pareja de enamorados en su video. Una duda broto en mi mente y mi corazón esa noche, ¿ese era el tipo de relación que yo quería con mi hijo? La respuesta me atemorizaba y excitaba a la vez.



No observe ningún cambio en la actitud de mi hijo los días posteriores, lo que confirmaba que no se había dado cuenta de mis acciones. Debía tener más cuidado de ahora en adelante y no dejar que la calentura me venciera.



Pero algunas cosas son más fáciles de decir que hacer. Luego de aquel día me hice adicta a aquella página de relaciones incestuosas y al porno de incesto, en ocasiones aprovechaba las horas libres del trabajo para leer relatos eróticos del tema y por la noches me masturbaba con películas pornográficas del mismo contenido.



Todo el tabú que rodeaba al tema se me hacía algo excitante y prohibido, tal vez por eso me atraía tanto pero eran simplemente fantasías mías, nunca jamás me atrevería a hacer algo así en la vida real. Al menos eso era lo que me repetía cada día.



Mi calentura iba aumentando cada día que pasaba, tanta era que acabe comprando otro juguete erótico, esta vez un vibrador para darme más placer.



Con ayuda de lubricantes y gracias a que era más pequeño que mi consolador, logre introducírmelo en el culo y junto a mi viejo amigo rojo disfrutaba tener mis dos agujeros llenos e imaginar que un par de jóvenes me hacían suya.



No había vuelto a fantasear con mi hijo luego de aquella noche pero algunas cosas son inevitables.



Regrese a casa por la tarde un día; aunque estaba cansada también me encontraba bastante caliente. Debido al exceso de trabajo no había tenido oportunidad de satisfacerme en varios días y dado que al día siguiente era mi día libre, me disponía a encerrarme en mi habitación para masturbarme a gusto toda la noche con la computadora pero al entrar a la casa me encontré con mi hijo quien regresaba del colegio.



Haciendo a un lado mi calentura saque mis instintos maternales y lo salude y le pregunte si ya había comido. Me indico que no y le pedí que se sentara a comer conmigo. Hacía tiempo que no pasábamos tiempo juntos, ya fuera por mi irregular horario de trabajo o por sus salidas con sus amigos.



Aquella tarde fue maravillosa, pasamos un buen rato agradable entre madre e hijo. Charlamos y reímos como antes.



Al terminar de comer nos sentamos a ver televisión y al caer la noche terminamos viendo una película que para sorpresa nuestra resulto ser erótica. No era nada porno, solo mostraban las tetas, pero aun así es algo incómodo de madre e hijo.



-Si te molesta puedes cambiarlo.- me dijo mi hijo.



-No, no tengo problema con ello. El que no debería estar viendo ese tipo de cosas eres tú.- le dije en broma.



-Vamos, mama. Ya he visto mujeres desnudad antes, en la playa nudista ¿recuerdas?-respondió bromeando también.



-Claro que lo recuerdo. Recuerdo que estabas muy emocionado aquel día, se podía ver lo emocionado que estabas.- conteste riendo.



-Pues usted tampoco se quedó atrás aquel día. Dándose taco de ojo con todo lo que había por ahí.- me respondió pícaramente



Ambos reímos y eso pareció aliviar el ambiente. Permanecimos viendo la película donde la acción continuaba subiendo de tono cada vez más.



A pesar de que no se trataba de nada fuerte con la calentura que traía fue más que suficiente para excitarme. Al andar por la casa acostumbraba a no llevar sostén y aquella noche no era la excepción. Podía sentir mis pezones ponerse duros y marcarse a través de mi ropa. Mi concha comenzaba a dejar salir sus jugos y con disimulo lleve una mano hasta ella frotándola lentamente por encima del pantalón.



Mire de reojo hacia mi hijo y lo vi con los ojos fijos en la pantalla pero otra parte de su cuerpo llamo mi atención.



Dado que solo llevaba unos shorts era evidente el bulto que se formaba en estos dejando ver que tenía una soberana erección. Trate de enfocarme en la pantalla pero por momentos miraba nuevamente hacia aquel bulto, el cual podía jurar veía palpitar. Mi sorpresa fue mayor cuando lo vi usar una mano para frotarla disimuladamente.



No sabía si el podía darse cuenta de lo que yo hacía, una parte de mi deseaba mirarlo a los ojos para ver qué era lo que le causaba tanta excitación, si la pantalla o yo, pero otra parte tenía miedo de lo que pudiera suceder si lo hacía. Tenía miedo de no poder controlarme y terminar cometiendo una locura. Continúe frotando mi coño por encima de mi ropa hasta que un pequeño orgasmo llego y me hizo estremecer.



Durante el resto de la película ninguno de nosotros dijo palabra y al terminar simplemente nos deseamos buenas noches y nos retiramos cada uno a su habitación en silencio.



Luego de tomar una ducha me encontraba acostada en mi cama recordando lo que había sucedido. Me encontraba caliente y deseaba masturbarme pero aquella noche necesitaba algo más que videos y consoladores.



A mi mente vino la imagen del bulto en el pantalón de mi hijo y una pecaminosa idea me cruzo por la mente.



Salí de mi habitación con cautela y el silencio de la noche me indico que no había moros en la costa. Fui hasta el cesto de la ropa sucia y encontré lo que había ido a buscar: el bóxer manchado de mi hijo.



Siendo quien se encargaba la mayoría de las veces del lavado de la ropa en la casa no era la primera vez que me topaba con su ropa interior llena de semen, son los gajes del oficio de ser madre de un adolescente. Pero en aquella ocasión haría algo más que solo echarlos en la lavadora. Ahora los usaría para un prohibido propósito.



Con lentitud lo tome y un tanto dudosa lo acerqué a mi nariz. Su esencia me pego de golpe y me encendió aún más. Saque mi lengua y tímidamente probé su sabor. ¿En qué clase de guarra me estaba convirtiendo? ¿Qué madre se excita con la ropa interior de su hijo?



No tenía tiempo para contestar eso, todo lo que importaba era calmar mis ansias. Con el botín en mis manos camine de regreso a mi alcoba.



Apenas estaba por llegar cuando escuche unos gruñidos, casi gemidos que llamaron mi atención. Venían de la alcoba de mi hijo y era bastante obvio lo que estaba haciendo así que lo mejor era dejarlo solo. Trate de encaminarme de regreso hacia mi cuarto pero los pies no me respondían, una fuerza dentro de mí me instaba a echar un vistazo a lo que sucedía en esa alcoba. La curiosidad me gano y lentamente me acerque hasta la habitación de mi hijo, despacio abrí la puerta lo suficiente para ver en su interior.



Mi hijo estaba acostado boca arriba en la cama masturbándose furiosamente. Gracias a que estaba con los ojos cerrados mirando hacia el techo pude abrir más la puerta para deleitarme con la visión de su gordo y erecto pene.



Recordé aquel día en la playa cuando termine haciéndole una paja, recordé como lo había sentido palpitar al envolverlo con mi mano, como se había estremecido al escupir su leche por la arena. Podía jurar que ahora se veía mucho más grande aunque tal vez solo era mi calentura.



Como madre me sentía orgullosa de tan magnifica herramienta que seguramente brindaría gran placer a sus futuras conquistas. Como mujer me sentía atraída hacia ese increíble fierro de carne. Mi coño se humedeció empapando mis bragas, estaba sumamente excitada ante aquel espectáculo.



Sin pensarlo lleve mi mano hasta mi palpitante raja y sin reparos me introduje tres dedos dentro de ella, tuve que morderme los labios para evitar soltar un gemido.



Observaba como mi hijo recorría el largo de su pene con una mano mientras usaba la otra para ahogar sus gemidos; alternaba sus movimientos sobre su polla entre rápidos y lentos, soltando gemidos al hacerlo. Lo escuchaba balbucear pero no podía comprender lo que decía. Me preguntaba en quien podría estar pensando mientras se brindaba placer, seguramente en alguna amiga suya de la escuela.



No sabía si era la calentura acumulada o tantos videos de incesto que había visto pero por mi mente cruzo la idea de entrar, de llevarme aquel erecto miembro a la boca para mamarlo por completo y luego dejarlo entrar en mi ansioso coño hasta que escupiera su leche en su interior.



Aun así me mantuve en el umbral de la entrada, simplemente disfrutando del placer que mi hijo se brindaba y propinándome yo misma un placer igual.



Temiendo que mis gemidos me delataran tome el bóxer manchados que tenía en la mano y cubrí mi boca con él. Al hacerlo aspire nuevamente el olor a semen que emanaba de ellos y me los metí a la boca probando de lleno su sabor.



Sin duda aquel era un espectáculo digno de verse, madre e hijo masturbándose a pocos metros uno del otro. Un espectáculo inmoral, prohibido y pecaminoso pero sumamente placentero.



De pronto los chorros de leche salieron disparados de su hermosa polla, volando en todas direcciones. Eso basto para hacerme correr también, la ropa interior en mi boca ahogo mi gemido y mis jugos chorrearon entre mis piernas.



El pudor y la decencia llegaron de golpe y me di cuenta de lo que acaba de hacer. Salí a toda prisa de ahí y me encerré en mi alcoba.



Ese fue todo mi limite, la gorda y dura polla de mi hijo había sido la gota que derramo el vaso. Ya no podía seguir matándome a pajas y con juguetes, necesitaba una de verdad, una joven y jugosa verga para mí o la próxima vez no respondería por lo que pudiera pasar entre mi hijo y yo.



A pesar de la hora tome el teléfono y le envié un mensaje a doña Elide, estaba lista para formar parte del grupo, para reavivar el fuego de mi juventud, deseaba volver a sentir el placer carnal del sexo. Solo eso podría calmarme y permitirme poner orden en mi vida. La respuesta llego luego de un par de minutos.



“Ven a verme mañana”.



Deje el teléfono a un lado y me acomode para dormir. Fue cuando note que aún tenía el bóxer de mi hijo conmigo. Los tome y escondí junto con mis juguetes sexuales.



Mientras conciliaba el sueño dude acerca de si estaba haciendo lo correcto. Tener relaciones con un jovencito extraño no era una opción sensata pero al menos, era más sensata que la otra alternativa. Una que muy en el fondo deseaba más que nada pero que no podía atreverme a realizar.



Eso no importaba, el destino se encargaría de ayudarme al respecto.



Al día siguiente acudí a mi encuentro con doña Elide.



-Imagine que tarde o temprano cambiarias de parecer. ¿Puedo preguntar a qué se debe el motivo?- inquirió doña Elide.



Yo no supe que responder, qué pensaría de mi si le decía que había sido por el cada vez creciente deseo hacia mi hijo.



-No tienes que decirme si o quieres. Tus motivos son personales.- dijo doña Elide al verme dubitativa.



La verdad era que necesitaba sacármelo del pecho, necesitaba decírselo a alguien.



-Lo que sucede es que desde hace un par de meses me he sentido con ansias de sexo pero no me he sentido con el valor de estar con otra persona. Compre un consolador y eso me ayudo durante un tiempo pero siento que ya no es suficiente. Conforme pasa el tiempo ansió más y más el contacto humano, deseo volver a sentirme deseada y amada. Anhelo volver a disfrutar los placeres de la carne. Y… bueno pues… la otra noche vi a mi hijo masturbándose y me apena decir que me excito mucho. Yo… emm… veras… incluso cruzo por mi mente el entrar y unirme a él, así que antes que termine cometiendo una locura he decidido desahogarme teniendo sexo.- le relate a la señora.



Elide permaneció en silencio unos minutos, supuse me estaba juzgando y estaba segura que me terminaría echando del complejo pero simplemente evoco una silenciosa sonrisa.



-La próxima reunión será la semana siguiente. Será por la noche y para evitar problemas con tu hijo vendrás aquí para el encuentro. Te enviare la hora y día por mensaje cuando estén establecidos. Si cambias de parecer será mejor que me avises con anticipación. En cuanto a lo que me has contado no se lo diré a nadie, todos tenemos secretos y yo no soy nadie para juzgarte haciendo lo que hago con los chicos.- dijo doña Elide.



Respire aliviada de que no me considerara una pervertida enferma. Agradeciéndole la ayuda me despedí de ella y regrese a la casa ansiosa porque llegara el día.



Durante los días posteriores note cierto distanciamiento entre mi hijo y yo. Pasaba casi todo el tiempo en su habitación o fuera de la casa y únicamente teníamos conversaciones esporádicas. Pensé que era lo mejor, el poner cierta distancia entre nosotros hasta que hubiera podido calmar mi libido, el cual mientras más se acercaba el día era mayor. Me pasaba casi todo el día excitada y por las noches me masturbaba hasta tres o cuatro veces antes de quedar satisfecha. Incluso una vez termine masturbándome en el baño de mi trabajo. Necesitaba el desahogo del sexo real y lo necesitaba ya.



El mensaje llego informándome que la reunión sería el domingo por la noche. Aquel día, luego de llegar del trabajo y darme una ducha me dispuse a informarle a mi hijo que saldría por unas horas pero encontré que él ya se había ido dejando únicamente una nota donde decía que regresaría más tarde.



Me había arreglado como hacía tiempo no lo había hecho, cosa que al final supuse no valía la pena considerando que el chico únicamente me vería desnuda y tampoco vería mi rostro. Pensé en depilarme el coño pero ya había olvidado como hacerlo y solamente le quite algo de volumen a mi tupida mata de vellos púbicos.



Me encamine bastante nerviosa hasta el departamento de doña Elide. Mi ansiedad era demasiada, hacia tanto tiempo que no sentía una verga dentro de mí que de solo imaginar lo que me esperaba me hizo humedecer las bragas.



Me detuve en la puerta de Elide y respire hondo antes de tocar la puerta. Como podría saber que al entrar a aquel lugar mi vida ya no volvería a ser la misma…



CONTINUARA...


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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