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Tenía unos cincuenta y pocos, pero con la piel completamente carbonizada de tostarse al sol, con aquel cabello rubio platino y además esa manera de vestir juvenil y fuera de su tipo la convertían en un esperpento de “progre” con ganas de marcha.
Esperaba tumbado sobre la hierba totalmente desnudo intentando mantener la ilusión de que se enfrentaba a una Bo Derek para que no se viniese abajo su picha medio erecta.
Ella casi consigue llevar al traste todo aquel trabajo al improvisar un striptease quitándose el trajecito de verano. Pechos secos y caídos, rostro oleoso de cremas superpuestas, estómago plano y encogido por el hambre, y una raja grande y dilatada que parecía la boca de un lobo. Los labios de su raja, que disfrutaba mostrando de par en par con ayuda de los dedos, podían ser perfectamente los labios de una ostra hambrienta de un tamaño peligroso para mi miembro.
No sé como aún lograba mantener mi erección a medio gas con aquel espectáculo. Pero lo peor estaba aún por venir cuando cogió unas tijeras de manicura y se dedicó a cortarme toda la pelambrera que recubría los huevos y mi miembro. No puedo negar que era excitante. Estoy seguro que de haber sido otra cosa más aceptable físicamente en ese momento tendría una columna de hormigón en lugar de carne, pero tratándose del caso particular donde me encontraba... Bien podía conformarse con una erección plena aunque no tan dura como seguramente deseaba.
Luego terminó de pulirlo con una cuchilla y no se olvidó de un poco de aceite para evitar las irritaciones y que consiguió endurecer hasta un límite más que aceptable lo que ya tenía ante ella. Jugó a deslizar sus dedos por toda la zona distribuyendo crema desde cerca del ombligo hasta peligrar cerca de mi ano. En sus ojos sólo brillaba la lujuria y el ansia apenas contenido.
Cuando por fin lo cogió con las dos manos y lo colocó frente a su rostro sonrió antes de comenzar a dejar escapar de entre sus labios saliva para humedecer y abrillantar lo que tenía sujeto con sus dedos.
No lo dejaba caer descuidadamente, sino que acercaba sus labios a menos de un dedo de la punta y lo dejaba deslizarse desde su boca a la mía provocando espasmos que recorrían mi columna. Aunque ansiosa y caliente, sabía bien lo que se traía entre manos. Al fin y al cabo estaba a su total servicio. No podía hacer nada si es que quería sacar nota suficiente para la beca.
Empezó deslizando su lengua alrededor de mi miembro mientras le sujetaba por el capullo con tres dedos. Primero por un lado y luego por el otro. Con solemnidad, como si estuviese degustando un helado que no se iba a derretir. Y a la vez uno de sus dedos libres que no sujetaba mi capullo se dedicaba a deslizar el filo de su uña por la hendidura consiguiendo que mi estómago se encogiese no sé si por miedo o por placer todo a un nivel instintivo.
Una vez hubo limpiado bien la zona depilada se dedicó a tantear con la punta de sus dedos toda la carne que tenía entre las manos. Sonreía saboreando los primeros sudores que empezaban a brotar de mis sienes. Un sudor frío mezcla de aprensión psicológica, por no hablar de terror; que intentaba encubrir el placer que el cuerpo sentía.
-Levántate.
Ordenó enfatizando con un gesto de su brazo derecho. Se acercó a la radio que tenía junto a la mesa donde sonaba por lo bajo música. Ella subió el volumen lo suficiente como para ser audible para nosotros dos y sólo si estábamos callados. Era un pasodoble. Con su mano me indicó que me acercara.
- ¿Sabes bailarlo?
Quizás porque soy de pueblo reconozco que sé bailarlo. En las fiestas las orquestas siempre suelen tocar un par de pasodobles para que también los mayores puedan bailar un poco. Por lo tanto asentí con la cabeza.
Bien; acércate. Vamos a bailar un poco.
Con el miembro rígido bamboleándose obscenamente me acerco a ella que abre los brazos para recibirme. Con su izquierda extendida coge mi mano derecha y la suya, una vez coloca mi mano izquierda en su culo desnudo dispone situar la suya en el mío buscando situarla a tiro de mi oscuro agujero.
Aprieta su cuerpo contra el mío, pero antes de empezar nota que algo no está del todo bien. Con su derecha coloca el rabo para que quede sujeto entre los dos cuerpos. Entonces, una vez que estamos bien pegados comienza el baile.
ELLA
Subí el volumen de la radio. Sonaba un pasodoble y el siguiente también. A esas horas daban el programa dedicado a esa música. Con la mano le ordené que se acercase.
No me extraña nada que muchas chicas suspiren por él. Tiene un cuerpo de atleta. Fuerte, con nervio. Sus músculos se insinúan debajo de cada centímetro de piel. Esa piel quemada por el sol que parece haber sido barnizada excepto en trozo que más interés despierta ahora en mí.
Sus movimientos son pausados y aunque tenso, su miembro se bambolea medio erguido como si se tratase de un banano a medio caer. Ahora que está limpio de pelo y perfectamente visible en su totalidad puede contemplarse las venas que le recorren desde su base y como se mueve de un lado a otro delante de sus huevos.
Le cojo la mano con mi izquierda mientras coloco su derecha en mi culo. Apenas la siento no puedo evitar una descarga subir por mi espalda y estómago hasta la base de mi cuello. Luego coloco mi derecha en su culo hundiendo mis dedos en su mitad tan cerca de su agujero que le tengo a orce de uña. Le aprieto contra mí con todas mis fuerzas, pero descubro que algo no está bien.
Alzo su rabo y la coloco entre nuestros estómagos y ahora sí aprieto. Entonces comenzamos a movernos lentamente. Es un suave balanceo que obliga a nuestros pies a moverse coordinados. Al principio le cuesta y está a punto de soltar su miembro, pero una uña rozando su ano le hace ponerse recto como una tabla y tenso como las cuerdas de un violín.
No se te ocurra soltarlo o no seré tan benévola con tu culo.
Susurradas como una sutil amenaza que consigue tener el efecto deseado. Comienza a coordinar el baile. Puedo sentir el calor que desprende a cada roce contra mi piel. Puedo sentir como late a cada frotamiento por el movimiento. Siento que mi interior arde ansioso por tenerlo dentro. Pero prefiero esperar. Siempre he disfrutado más de los prolegómenos que del acto en sí. Por eso y porque me cuesta llegar prefiero dejarle que se corra una o dos veces para luego disfrutarlo.
Deslizo el canto de mis uñas por la piel de su trasero. Es duro pero aún es joven y su carne se puede estrujar sin miramientos porque es flexible y siempre vuelve a su sitio. A cada roce consigo que hunda más los riñones y apriete su miembro más fuerte contra mi vientre.
¿No sientes calor? ¿Eh?
Puedo sentir su sudor humedeciendo mi piel y cabello. Su rostro y su cuello están empapados y totalmente rígidos. Dejo que mi lengua saboree el regusto a saldo de ese líquido que trasporta el hedor del sexo. Un hedor que adoro. Es un olor fuerte, acre y que enloquece a mis sentidos y este joven los despide por toneladas mezclado con el del miedo.
Decido cambiar de posición y me pongo mi espalda frente a él a la vez que le sujeto entrelazando mis manos a la altura de sus riñones. Ahora su polla se desliza entre mi culo aumentando mi placer y obligándole a utilizar toda su voluntad para no estallar y quedar mal ante mí.
Quiero tus manos en mis pechos. – Intento parecer mimosa como una gatita en celo.- Utiliza tus dedos para acariciar mi chochín. No seas tímido.
Tal como temía reacciona con torpeza al principio, pero poco a poco empieza a demostrar una agradable habilidad. Sus dedos son ligeramente ásperos pero al estar empapados de sudor se deslizan por la base de mis pechos descubriendo sensaciones que casi creía olvidadas. De vez en cuando deja que alguno de mis pezones resbale entre dos de sus dedos rematándolos con un ligero pellizco. Cuando lo hace, logra que la vista se nuble por unos segundos y las piernas me flaqueen.
Sigo presionándolo notando su ansiedad. Aprieta los dedos y sus movimientos parecen perder la suavidad para volverse más violentos, como si fueran espasmos. Entonces estalla.
Siento como se corre en mi espalda. Como dispara una, dos, tres y cuatro veces que puedo notar sin problemas. Mi espalda está ahora salpicada por el líquido cremoso y caliente. Mi piel puede mostrarme el camino que utilizan mientras se deslizan llevado por la gravedad.
Me hace sentir como si tuviera veinte o treinta años menos. Y lo mejor de todo es que su rabo no flaquea. Se mantiene rígido y tieso a pesar de haber sido vaciado. Este chico promete.
Ves como no quiero hacerte daño. Sólo quiero un poquito de placer y estoy dispuesto a compartirlo contigo...
Vuelvo a cambiar de posición. Ahora me coloco a sus espaldas. Deslizo mis manos por su cuerpo. Mi derecha a su miembro. Ahora húmedo y quizás más caliente y duro. Le rodeo con mis dedos y empiezo a bombearle para ponerle de nuevo a punto de estallar.
Mi izquierda sube buscando su pecho. Dejo que se guíe por la pequeña hondonada de los músculos de su estómago hasta alcanzar ese pecho juvenil y vigoroso. Puedo pellizcar las tiernas tetillas y sentir su respiración a medio agitar mientras sus manos dudan si guiarme en la tarea de masturbarle.
ÉL
Apenas puedo creer que haya aguantado tanto. El roce de su vientre contra mi polla me había hecho enloquecer y apenas si había logrado mantener el control. Pero cuando se la colocó en la raja de su culo y empezó a moverse como una experta hasta que llegó el momento en que ya no pude contenerme.
Exploté con todas mis fuerzas. Pude sentir como no sólo la salpicaba a él, sino que también parte de mi semen cubría mi estómago. Pero una vez se calmó mi miembro, volvió a cambiar de posición y se puso a mi espalda. Con una mano comenzó a masturbarme con cierta brusquedad, aunque dado mi grado de excitación daba lo mismo. En unos minutos estoy seguro que se habrá recuperado y estará de nuevo lista para volver a correrse.
Su izquierda acaricia mi estómago, mi pecho y se divierte pellizcándome con las uñas mis pezones o arañando mis costillas. Es dolorosamente placentero. No puedo evitar sentirme como un animal en celo por dentro pero con un poso de racionalidad. Una vez que estoy en marcha ya no puedo para hasta el agotamiento o que me paren.
Su lengua se hunde en mi oreja, incluso se atreve a mordisquearla o lo mismo con mi cuello. Parece una loba en celo. Como si hubiera perdido el control y sólo funcionase su parte animal. En realidad, no me importa. Ahora sólo quiero gozar.
Incluso me he olvidado completamente del lugar donde estamos. Del peligro que supone que pueda aparecer cualquier persona que quiera bañarse esta noche... Quizás, posiblemente, lo hace más excitante.
De repente me arroja al suelo riéndose en voz baja pero con una expresión en su rostro que parecía estar poseída. Se arrodilla y empieza a deslizar su coño sobre mi rabo. Simplemente deja que su raja empape con sus jugos mi rabo y logra ponerlo a punto de estallar de nuevo.
Con los brazos sujetando los míos se frota totalmente enloquecida salpicando con sus jugos todo mi vientre. Sus ojos están en blanco y parecen a punto de estallar. Los músculos en torno a su ombligo se mueven espasmódicamente y muestra sus dientes apretados a la vez que se aprieta más y más contra mi carne a cada roce.
Lo que está logrando es ponerme más difícil el contenerme. Tanto que sé que de un momento a otro me iré igual que si hubieran destapado una botella de champaña. Ella ahora está a lo suyo. Está a punto de correrse y yo no soy más que el medio. Todavía no parece interesarle la forma más tradicional o simplemente está intentando vaciarme porque no me cree capaz de aguantar lo necesario.
Como si se la hubiera bloqueado un resorte, de repente se queda totalmente quieta. Todo su cuerpo tenso, rígido, como si hubiera quedado suspendido en el tiempo. Su coño chorreando jugos y apoyando todo el peso de su cuerpo sobre mi rabo logra que la imite. Casi dolorosamente, por la presión que soporta, mi cuerpo logra expulsar con fuerza un chorro de semen menos espeso y más líquido que la anterior.
Jadea agotada cubriendo su rostro con el pelo. Para mí es menos difícil controlar la respiración. Ventajas de practicar la carrera de fondo. Suda después del esfuerzo realizado. Entre bocanada y bocanada de aire se le escapa una ahogada risa que no sé muy bien como describirla. Quizás de felicidad o quizás de locura, o a lo mejor riéndose de si misma.
Vamos bien. ¿Eh?
Logra pronunciar con esfuerzo. Aparta el cabello hacia atrás con un movimiento de cabeza. Aparta el sudor de su boca con su derecha y se sienta totalmente sobre mí. Sus manos caen deslizándose a donde se encuentra su raja. Observa la zona empapada de sus jugos y todo mi pecho y abdomen nuevamente regado por mi esperma.
Con sus manos extiende por todo mi cuerpo aquella mezcla de secreciones producidas por el placer como si se tratase de una crema o bronceador. Luego, una vez que acaba se lleva la mano a la boca y la limpia con la lengua sin dejar de mirarme. En esos momentos me siento como un muslo de pollo delante de la boca de un muerto de hambre.
Bueno. Me parece que se ha acabado el calentamiento. ¿No es así como decís los deportistas?
La sonrisa que brilla en su boca y sus manos secándose en el cuerpo me hacen estremecer, esta vez de terror. ¿Es una amenaza o un anticipo de que esto no ha sido nada?
Se incorpora y una vez que está de pie puedo ver sus muslos totalmente empapados. Su respiración está casi normalizada y con su derecha acaricia su empantanado coño. Luego alarga su mano hacia mí y la coloca a apenas unos centímetros de mis ojos.
Chupa.
ELLA
Sí. Por fin. Es verdad que me comporté como una posesa, pero en ese momento era mi instinto quien mandaba. No quería tenerle dentro de mí pero necesitaba tener su rabo lo más cercano a dentro de mí. Poder sentir el calor que despide ese trozo de carne y sus latidos...
Ya he conseguido serenarme lo suficiente como para recuperar la razón. Me siento dispuesta a comenzar la parte más seria. Espero haberlo vaciado lo suficiente como para que dure porque ahora ya no hay tregua. Le miro y sonrío buscando mi expresión más perversa.
Bueno, me parece que se ha acabado el calentamiento. ¿No es así como decís los deportistas?
Me pongo en pie. Mis muslos están totalmente cubiertos de jugos al igual que todo el torso de él. Pero los de mi cuerpo son sólo míos. Me ha costado tiempo recuperar la normalidad. Mi respiración se acompasa y las fuerzas vuelven mis miembros. Hundo mi derecha en mi coño y sin perder la sonrisa la acerco a su cara.
Chupa.
Duda por unos momentos. Con timidez abre la boca y extiende su lengua hasta deslizarla por la yema de los dedos con mucha lentitud. Una lentitud exasperante que me excita sin querer.
He dicho que lo chupes... No que lo lamas.
Por un momento sus ojos parecen contraerse a la defensiva. Pero no deja de mirarme fijamente ni un instante. Finalmente, abre la boca y prueba a cerrarla en torno a mis dedos. Él sólo busca las yemas, pero sin darle tiempo a reaccionar le introduzco los cuatro hasta la base de la mano.
Siento como su lengua les rodea con timidez, acaricia con tacto tímido mientras sus labios, muy despacio, evitan que se escape nada de lo pegado en las yemas mías cuando echa hacia atrás la cabeza intentando disimular un gesto de desagrado en su cara.
Me coloco frente a su rostro y abro las piernas. Me muestro como incitación y como invitación. Le quiero recorriendo todo mi coño y volviéndome a enloquecer. No puedo más y me arrojo al suelo a la vez que me declaro.
Quiero que me la vuelvas a meter.
Grito mientras me coloco a cuatro patas y le abro la entrada con mis manos.
Métemela toda, hasta los huevos. Que los sienta contra mi culo...
El joven se seca el sudor que baña su rostro con el brazo, pero todo su cuerpo está empapado por el esfuerzo y lo único que logra es disiparlo temporalmente. Toma aire mientras coloca su verga rozando mi ano. Luego puedo verle cerrar los ojos y apretar los dientes. Entonces comienza su primera embestida.
Sí.
No puedo evitar que se me escape un grito de gozo. Sin preámbulos ni nada. Directamente me la ha hundido. La he sentido entrar como si fuera un bate de béisbol ardiendo que destroza mis entrañas pero cuyo roce con la pared de mi vagina me provoca un principio de orgasmo.
Me dejo llevar por el momento. Me ha hundido el rostro en el césped de la fuerza, pero ha logrado que la sienta donde nunca antes lo había logrado. Mi estómago tiembla y mis piernas se abren un poco más.
Sin prisa alguna la deja que se deslice hacia fuera y cuando estoy a punto de perderla vuelve a metérmela con todas sus fuerzas. Puedo sentir el chapoteo que produce el choque y como mis rodillas pierden el contacto con el suelo. Es tal su fuerza que me levanta hacia delante, como si quisiera ponerme en vertical.
Clava sus dedos en mi culo, algunos de ellos peligrosamente cerca de mi otro agujero. Lo hace para sujetarme mientras me penetra como un salvaje poseído. Sin tregua y con todas sus fuerzas.
Cierro los ojos y busco sujetarme al suelo con mi cabeza, manos y pecho. Físicamente no sé describir como se goza en ese momento; pero me noto como transformada en una vulgar zorra que se deja llevar por los más bajos instintos. Babeo como una niña mientras empapada en sudor y mojándome por los jugos calientes que se deslizan desde mi raja hacia el suelo. A cada golpe tiene que rehacer su presa y cada vez sus dedos se acercan más y más.
Juraría que ya no había diferencia para mis sentidos entre un orgasmo y lo que en esos momentos me alejaba de la realidad. Cuando él se corrió, yo flaqueaba casi sin sentido entre el suelo y sus manos. Una de las pocas cosas que aun siento claras en ese momento es las yemas de sus pulgares rozando mi puerta trasera.
Cuando se recupera del esfuerzo, deposita con tierna suavidad mi cuerpo sobre el suelo. Vuelve a detenerse un momento mientras serena su agitada respiración y supongo que piensa que hacer a continuación.
Mi cuerpo es una brasa. Sudo agitada como hacia años que no lo hacía. Todo mi pelo está sucio del césped y empapado por la pegajosa humedad que brota de mi piel.
Después de esto... – Necesito tomar de nuevo el aire porque me ahogo. – Voy a necesitar un buen baño.
Lo veo sonreír con malicia aunque no soy capaz de saber porqué. Me levanta entre sus brazos y me lleva hasta la piscina. Con una muestra de fuerza y delicadeza, baja las escaleras manteniendo el equilibrio mientras me sujeta contra su pecho. Ahora sí que recuerdo esos sueños de adolescente en el que un príncipe azul me cogía entre sus brazos y me abrazaba a él...
Poco a poco nos hundimos en el agua. Al principio puede parecer fría pero según se adentra el cuerpo me siento más a gusto. Con sus manos recorre mi cuerpo en una especie de simbólica limpieza que agradezco debido a mi debilidad. Ya no tengo veinte años. Ni cuarenta. Y aunque se sigue gozando el cuerpo no aguanta esos ritmos.
Desliza dos de sus dedos en torno a mis pezones mientras siento su respiración en mi cuello, muy cerca de mí. Casi puedo sentir el calor de ese vigoroso cuerpo juvenil pegado a mi piel, apenas separado por una fina película de agua.
Sus caderas me bambolean recordándome que aún se mantiene erecto su miembro. Me agarro al borde de la piscina y me dejo flotar. No tengo fuerzas para actuar. La iniciativa está ahora en sus manos, o en cualquier otra parte que su imaginación pueda adaptar.
Me sujeta las piernas y se coloca entre ellas. Me tiene totalmente abierta y sin defensa. Vuelve a penetrarme pero esta vez la sensación es diferente. Lleva mi cuerpo contra el suyo. No repara en violencia. Mi coño empieza a notar el roce de la violencia apenas suavizado por el líquido en el que floto.
Para... Para... Me vas a matar...
Le suplico demasiado cerca de perder el sentido. Me encantaría poder seguir disfrutando de esa tortura, pero quiero disfrutarlo estando despierta... Además siento el agua demasiado cerca de mi boca y temo ahogarme.
Sus caricias no cesan. Puedo sentir sus manos por todo mi cuerpo. En mis pechos pellizcando los pezones, paseándose por el borde de mi coño, jugando con mi culo, su lengua detrás de mis orejas, sus dientes donde el cuello y el hombro se juntan...
Por unos momentos sólo deseo una cosa. Ojalá esto no se acabase nunca.
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