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"En una misión de ayuda en un rincón desprotegido del mundo, encuentro a la mujer de la que no sé protegerme"
Estábamos reunidos en el salón de la secretaría de sanidad, esperando impacientes que nos recibiera el coordinador de los programas de ayuda del gobierno a médicos sin fronteras.
Después de ocho meses metidos en medio de la nada volvíamos a España. Hoy se puede decir que nos iban a dar una evaluación de nuestra tarea, y estábamos impacientes porque sabíamos que nos iban a pasar a degüello (metafóricamente claro) y con razón. Se nos habían muerto cuatro chicos, bueno, por nuestra culpa dos, pero no es poco.
Estábamos todos angustiados. Todos no, el doctor Jorge Fuentes Núñez casi que estaba eufórico. Es un cabrón, fue el quien mandó los correos dando cuenta de la muerte de los pequeños. Claro le tenía tal odio a la doctora encargada del contingente, que no se quiso guardar nada con tal de acusarla, pero ahí caíamos todos y la doctora Zulema como jefa del contingente que era la más responsable era la que peor la iba a pasar. A mí que había sido su secretaria me extrañó completamente que no se presentara, no era de sacarle el cuerpo a los problemas, pero esto era demasiado gordo hasta para ella. Así que a ver qué pasaba con nosotros.
El grupo estaba formado por diez personas; cinco médicos y cinco enfermeros entre mujeres y hombres. Las Dras Zulema Arevalo Nuñez, jefa del grupo; Irene Celiu, Olivia García, que soy yo, el Dr Hilario y el único al que se le veía contento el tal Fuentes. Cómo enfermeros estaba Irene, Silena y tres enfermeros guardaespaldas; Mboto, Toure, y Casimiro.
La parte de enfermería la pasaba más calmada, no eran responsables de nada. A Mboto se lo veía casi contento, era raro porque él le demostraba bastante afecto a la Dra. Zulema.
Parecía que nos querían tener cocinando un rato, estábamos como tontos aguantando la incertidumbre, cuando hizo acto de presencia el secretario de sanidad.
Entró, nos saludó, sacó unos papeles del portafolios y se sentó mirándonos seriamente. Y empezó a hablar
- Me corresponde hacer la evaluación de su labor, y de cómo hicieron quedar la eficiencia y la capacidad sanitaria de España para ayudar en sitios dónde necesiten nuestra ayuda. Sé que los que se involucraron en esta experiencia, aparte del ansia de ayudar también desean una constancia de su capacidad para desenvolverse en situaciones límites. Les voy a dar ese certificado porque, en definitiva, aunque algunos se comportaron lastimosamente sé que la misión no era fácil.
- Señor – le interrumpió el Dr. Fuentes - permítame que le diga que si usted me hubiese traspasado la dirección del grupo como le pedí en mis correos, no hubiese pasado eso, ya le dije que era inepta y con algunos vicios vergonzantes – El secretario quedó un instante mirándolo callado, casi sin cambiar el tono le pidió
- Váyase, para usted no hay certificado.
- Pero Señor ¿qué pasa? Soy el que lo informaba del desastre que era aquello, debe estar equivocado
- Mire Sr. Fuentes, si yo estuviera en un puesto que pudiera decirle lo mierda que es usted se lo diría, pero como no puedo, solamente le pido que se vaya y si llego a saber que anda hablando mal de la Dra. Arevalo, me voy a encargar que no pueda trabajar ni de veterinario. Ahora retírese por favor.
- Sr. La culpa de la muerte de los niños la tuvo ella, no le quiso dar los antibióticos.
- Mire, si no se retira lo voy a hacer sacar por la seguridad, no quiero verlo más ¿entiende? – no era cómo para quedarse, no se quedó. Nos volvió a mirar con la misma expresión adusta siguió hablando
- Les dije que les iba a dar el certificado y se los voy a dar porque si no se portaron mejor quiero creer que fue por su falta de experiencia, pero es lamentable que en una misión como esa todo tenga que depender de la jefa de grupo y del cuerpo de enfermería, sin que los médicos colaboren.
- Sr. Nosotros pensamos que había que medicar a dos chicos que llegaron muy mal, y la Dra. No quiso, no le reprochamos, pero Fuentes nos hizo ver que era una barbaridad. – detalló la Dr. Irene
- Miren, la Dra. Hizo lo que tenía que hacer con la cantidad de medicamentos que tenía, pero admito que puede haber posiciones encontradas, pero el Dr. Fuentes mandó correos de cuestiones personales que él no tenía ningún derecho en comentar, y lo peor que los llenó de mentiras. Nosotros llevamos un registro de las diferentes misiones y esta es una de las más eficiente. De la cantidad de niños han fallecido cuatro y los último cuando habían llegado los antibióticos y no tenían remedio. Pienso que hicieron lo que pudieron como médicos, pero como compañeros en esa misión, se comportaron muy mal, por eso la mención de excelencia serán para las enfermeras Ivone y Silena y para Mboto, Toure, y Casimiro. Como la Dra. Zulema no quiso venir a recibirla, la comisiono a la Dra. Olivia que era su secretaria a que se la vaya a entregar a su casa. Espero que esto les puede servir de experiencia para la próxima, que cuanto mal estén, más unidos tienen que estar. Buenas tardes – se retiró dejándonos como tontos, y yo con la comisión de ir a la casa de Zulema.
Lo iba a dejar para el otro día. Cómo se me había dado vuelta todo, de esperar una censura feroz, resulta que nos felicitaban. Bueno no tanto, felicitaron a Zulema y los enfermeros, a nosotros de rebote, que fueron más reproches que felicitaciones. Y yo con las ganas que tengo de verla a Zule. Ahora a ver de qué me disfrazó, que tampoco estuve muy fina. Quiero acordarme de estos ocho meses y cómo llegué a estar cómo estoy.
Me llamó Olivia Cabral, a mis veinticinco años hacía dos que me había recibido de médica, terminé mi residencia y tenía la opción de quedarme en clínica o seguir una especialización. Tenía mi puntito de aventurera, y total para el currículo, algo exótico me podía venir bien. Siempre admiré a los que se arriesgaban por ayudar a los demás, y de casualidad me contacté con una doctora que había estado en algunas misiones y me entusiasmó.
No costó mucho que me tomaran en cuenta. Querían formar tres grupos y no había mucho para elegir. Me gustaba la aventura, pero no soy tonta. Tampoco que me mandaran a Siria a por el califato. Estaban las planillas para anotarse y como vi que a la cabeza de una estaba una mujer, pues me dije “A una mujer no la van a mandar a un sitio muy jodido” y ahí me anoté yo.
Me tomaron un examen, no muy riguroso, un entrenamiento cómo para aprender a hacer las cosas bien cuando no tienes con qué, me presentaron a mis compañeros, y a la aventura.
Me fui tratando con mis compañeros en el avión que nos llevó hasta Bamako, la capital, y de ahí en unos buses de las Naciones Unidas tardamos un día en llegar a Gao, una ciudad metida en el desierto, y de allí a una aldea a orillas del rio Niger.
El hospital de campaña sería una risa si no diera ganas de llorar. Dos barracones eran nuestros dormitorios, respetando los sexos claro. Lo más moderno era un potabilizador que por tener el rio al lado, era de una utilidad increíble. Poder desinfectar todo en un sitio así, era perfecto. Teníamos también conexión satelital. En ese sentido casi estaba mejor que en mi casa que a veces internet no andaba. Estábamos en la punta de la aldea que no era muy grande, pero tenía niños para regalo.
Otras aldeas más o menos cerca se atendían en ese dispensario. La raza; no había un blanco ni de casualidad, los más cercanos estaban en una base de los cascos azules a treinta kilómetros.
El sitio no sería de los peores, pero quien nos mandó ahí se ve que eso de la igualdad de género se lo agarró a la tremenda. La Dra. Arevalo nos alentó diciendo que era un sitio tranquilo.
Siempre tuve facilidad para andar bien con mis compañeros, mujeres o hombres, y por el color nunca tuve problemas. Ivone ya era una mujer con 40 pasados y decía que esta era la última vacación que se pegaba. Silena se había escapado de Siria y decía que este sitio era el paraíso, y los enfermeros, todos eran experimentados. Mboto, era mauritano llegó a España en patera estudió y el continente lo llamó. De alguna manera quiere ayudar a los suyos, aunque no sea en su país, Touré era hijo de africanos y ni sabía de donde era porque le cambiaron el nombre. Casimiro era hondureño.
Los médicos éramos todos de España. Zulema la que estaba a cargo del grupo, era una mujer con una vitalidad que nos empujaba a todos. Con 32 años, soltera, ya había estado en tres misiones antes, esta era la primera que comandaba, no soy de fijarme en las mujeres, pero viendo la fuerza que tiene y lo bonita que es, de cajón qué si es soltera, algo tiene. Irene es divorciada y se anotó para purificarse de las malas ondas. Los médicos; Hilario si no fuera médico sería cura, y Jorge, no sé porque se anotó. No lo veo muy sufrido y es más cuidadoso de su aspecto que de lo que tiene que hacer.
Con un pantallazo de lo que somos cada uno, traigo a la memoria como fueron los primeros días. Los de la aldea poco requerían de nosotros. Habíamos llevado vacunas, pero eran reacios a ponérselas y cómo para la malaria no teníamos nada efectivo tampoco le insistíamos mucho.
Del interior llegaban más y en peor estado, esperaban a lo último, pero tampoco no como para no poder atenderlos.
Así estuvimos los primeros tres meses. Zulema me había tomado cómo su auxiliar y la verdad que era un gusto, era amable, sabía hacerse entender con cordialidad y nos enseñaba sin ostentación. La parte de enfermería eran más competentes que nosotros, casi no había que decirle nada. El único que daba la nota era el Dr. Jorge Fuentes. Venía de una familia de médicos y creía que la medicina le había caído por herencia, había estudiado por compromiso, se ocupaba de mirarnos más a nosotras que a los pacientes. A mí ya me había tirado los tejos, pero la presa principal era Zulema, y a por ella iba. Después de poco tiempo nos tuteábamos todos menos Jorge. A él los enfermeros tenían que tratarlo de Ud. por respeto y nosotras lo tratábamos igual por asco.
Todo marchaba medianamente bien hasta que empezaron a marchar regular. Una mañana sorprendí a Zulema discutiendo con Jorge, no quise interrumpir y me quedé escuchando
- Mire Dr esto va cómo un aviso, la próxima vez que me toque el culo le voy a cortar los huevos
- Eh…no es para tanto, hace más de tres meses que estamos aquí, capaz que conmigo te haces la estrecha y te sacas el gusto con Mboto o algún negro de aquí.
- Para su información le digo que no me gustan los hombres, pero si tuviera que elegir me quedaría con Mboto o con cualquier otro negro antes de una basura como usted.
- Ah…eres una lesbiana de mierda – cómo se puso Zulema, tomó un bisturí de la mesa y se lo puso en la garganta
- Mira hijo de puta, soy lesbiana y no tengo vergüenza de serlo, pero cómo te sigas metiendo conmigo vas a ser un travesti operado, entiendes – Jorge se quedó pálido apretado contra la pared, si, si, contestó tartamudeando – pues que te quede, y desde hoy me tratas de Usted, ¿comprendido?
No hace falta decir que el Dr. Fuentes quedó acojonado. Quizá se dio cuenta que de su lado no tenía a nadie, pero cómo buen cabrón que era esperó su oportunidad.
Si eso era un problemilla de entrecasa, la situación por ese lado se estaba poniendo gris oscuro.
La organización Boko Haram habían secuestrado un buen número de niñas y las habían llevado ya se sabía para qué. Los ataques eran sorpresivos y los cascos azules, cómo los bomberos, llegaban cuando el fuego ya estaba prendido. Nos empezaron a faltar provisiones y medicinas, igual nos arreglábamos bastante bien. Si los de la aldea podían vivir nosotros también, y Mboto y Toure eran especiales para andar entre los aldeanos y Casimiro hacía milagros con lo que le traían.
Una mañana llegó un jefe de los soldados y nos explicó que se estaban poniendo feas las cosas, a los terroristas les habían llegado armas de Libia y cada vez eran más osados, ellos hacían lo que podían para protegernos, pero no estaban tan cerca, así que mejor que nos ayudáramos un poco.
Total, que en ese sitio podían faltar comida, medicamentos, y un montón de cosas para vivir. Ahora armas para matar era lo que sobraba. Nos dejaron metralletas, municiones, pistolas, en fin, todo como para pasar la tercera guerra mundial sin que escasearan balas. Nos pidieron que fuéramos aprendiendo y se fueron.
Los enfermeros parecen que estaban acostumbrados. Mboto con la metralleta al hombro parecía el Van Damme. Casimiro era el encargado del depósito y el que nos repartió las armas. Yo no quería ninguna, pero tanto machacarme tuve que quedarme con una, y hasta me hicieron disparar. Lo que tenía de bueno es que salían un montón de balas todas juntas, y aunque no supieras tirar siempre a algo le pegabas. Silena, que era la enfermera que casi siempre hacía de auxiliar mía me tranquilizó conque era muy difícil que llegaran hasta aquí, los de la aldea no se lo iban a hacer fácil.
Con los días las noticias si bien no eran buenas, en el pueblo se habían organizado bien y la vez que los terroristas llegaron más cerca no se la llevaron muy gratis. Ahí había armas para regalar y los de la aldea las usaban mucho mejor que nosotros, igual los tiros estaban a 200 mts. Yo estaba toda cagada, los muchachos se habían parapetado atrás de unos barriles con arena y se los veía tranquilos. Zulema trataba de calmarnos, pero no le sobraba nada. Ese día teníamos a cuatro niños como pacientes, estábamos al lado de ellos, El Dr. Hilario era místico, si tenía que morir se iba a morir, ni había agarrado el arma. Del Dr. Fuentes, no sabíamos nada.
El tiroteo cada vez era más estruendoso y algunas balas daban contra el techo, de a poco fue apocándose el barullo hasta que los tiros cada vez se escuchaban más lejos
- Puf…parece que se terminó, de esta nos salvamos – dije con alivio
- ¿Se terminó? Ahora nos toca a nosotros – me contestó Zulema – vamos a preparar las camas y el dispensario – no sabía para que, hasta que veo un camión conducido por los negros de la aldea y empezaron a bajar heridos.
Zule tenía razón. Nos tocó, y gracias a la capacidad de los enfermeros que se hicieron cargo de las heridas que no necesitaban operarlas, y a la orden de Hilario iban sacando a los heridos y nosotras nos hacíamos cargo de los más complicados. Con Ivone hacíamos un equipo y Zulema con Irene completaba otro. Al rato apareció el Dr. Fuentes para ayudar en la guardia.
Estuvimos toda la noche sacando balas, suturando heridas, en fin, todo lo malo que tiene una guerra. A la mañana estábamos agotadas, empezamos a descansar por turnos los de enfermería casi estaban peor, como también eran de color todos se dirigían a ellos, y aunque no protestaban, los más graves daban más trabajo. Fueron tres días de infierno dónde aparte del Dr. Fuentes nos ayudamos como los mejores compañeros y nos ganamos el respeto de los de la aldea.
Se fueron curando los heridos y volvíamos a tener los casos de siempre, cuando desde un villorrio cercano nos llegaron dos niños con colitis. Era algo que no tenía por qué causar extrañeza siempre que fueran casos aislados.
Zulema le pidió a Mboto que tratara de averiguar dónde y cómo estaban los otros habitantes. Se llevó casi todo el día, cuando volvió estaba serio. Había más niños y mayores con los mismos síntomas, pero lo peor es que cuando se había producido el ataque se juntaron de diferentes poblados y que en esos sitios también había gente descompensada. Todos nos quedamos callados temiendo lo peor, temiendo al Cólera.
Había que prepararse. Más allá de aconsejarlos no teníamos forma de parar los contagios. Teníamos la planta potabilizadora y pastillas para proveer de agua a los que la vinieran a buscar. El suero no sobraba, pero cuidándolo podíamos aguantar un tiempo, los antibióticos, de eso andábamos escasos, habíamos usado con los heridos de aquella escaramuza.
Bueno, hicimos el inventario, fuimos al pueblo casa por casa informándoles de los cuidados que tenían que tener y que podían buscar agua en el dispensario, pero estaban al lado del rio, el que siempre les dio de beber, para que querían más. Nos tocaba esperar
No tuvimos que esperar mucho, a los tres días empezaron a traer a los niños. Siempre pasaba así, después venían los grandes. Habíamos avisado que nos mandaran medicinas, pero los caminos estaban cortados, había luchas por todos lados y no la iban a parar porque había cólera, faltaba más.
Casimiro llevaba el inventario y nos decía lo que iba quedando, lo malo que cada vez venían más.
Las camas las reservábamos para los niños, para los mayores Toure y Maboto armaron una carpa y ahí los instalaban. Claro si venían graves, hidratarlos era complicado, tampoco nos sobraba suero.
Estábamos notando como Zulema escogía a quien darle antibióticos y Jorge nos hacía ver ese favoritismo, yo pensaba que tendría sus razones, en ese tiempo yo la admiraba, la fuerza que nos daba a todos aun en momentos como ese, y la capacidad de trabajo sin demostrar fatiga era admirable
Me había quedado un no sé qué, de cuando la escuché decir que era lesbiana, no se lo creía. Tenía 32 años, un cuerpo de esas personas que se nota que lo había conseguido trabajando, estaba en todo y nos ayudaba amablemente cuando estábamos en duda, una cara que cuando se sonreía te hacía alegrar sin querer, conmigo era con la que más hablaba, era su secretaria era lógico, cuando no estaba preocupada tenía sentido del humor y…y…y ¿qué tengo que hablar tanto de ella? Lo que quiero decir es que podría tener al hombre que se le diera la gana. Mira que iba a ser lesbiana.
A los pacientes de la aldea los atendíamos a tiempo, pero los que venían de otros sitios a veces llagaban en las últimas. En una tanda nos llegaron seis niños en muy mal estado, les dimos los medicamos a casi todos, pero al que estaba peor se negó a darle el antibiótico con la excusa de que nos quedaban pocos. Lo peor que podía pasar pasó, el niño se murió.
El Dr. Jorge nos juntó aparte para mandar un correo firmado por todos los médicos para acusarla de insensible, usó argumentos entendibles y consiguió que tanto Irene como Hilario lo firmaran, yo no lo hice simplemente que me pareció que no podía ser su secretaria y hacerle esa cochinada.
El ambiente estaba tenso, aparte del trabajo, el no estar todos tirando para el mismo sitio se notaba. Antes Zulema nos decía lo que hacer, ahora nos mandaba. Yo, que tenía como enfermera a Ivone que había pasado por esas situaciones, la escuchaba decir que si los medicamentos faltaban había que usarlos con los que se podían curar, sino era cómo tirar lo que después iba a hacer falta. Quieres curar a quien no puedes, y dejas empeorar al que si puedes curar hasta que tampoco lo curas
- Pero así te eriges en Dios, salvas al que quieres.
- No Olivia, salvas al que puedes, Dios no le da remedios a nadie y la Dra. le da al que puede salvar.
Quedé desconcertada, para colmo volvió a pasar el mismo caso y dejó que se muriera otro niño que había llegado en las últimas.
Hubo una discusión y volvieron a salir correos criticando esa anomalía. Me negué a firmar, para colmo encontré a Zulema llorando cuando se llevaron el cuerpo del niño. Me di cuenta que lo sentía tanto o más que nosotros. Los que no opinaban, pero estaban a favor de ellas eran los enfermeros.
Lo más raro, es que a pesar de todos los correos de la dirección no llegaba nada que cambiara el mando de la gestión que estaba a cargo de ella. Se nos terminaron los antibióticos, estuvimos una semana sin nada de nada, solamente con los protocolos de hidratación e higiene estábamos paliando los casos nuevos.
Al fin llegó una remesa de remedios, pero para dos fue tarde, a pesar de medicarlos con Furazolidona no hubo caso se nos fueron lo mismo. Para otros llegaron justo y más por contar con el suero suficiente.
El clima entre nosotros era malo, sobre todo para mí. Para los otros Dres. Era una especie de traidora por no haber firmado, pero tampoco me jugaba tanto por Zulema, después de todo, aparte de lo que me decían los enfermeros, yo no estaba segura de que había hecho lo correcto.
De vez en cuando, escuchábamos tiroteos no muy lejos. En esos momentos tanto mujeres como hombres dejábamos las armas a mano. Por las noticias, sabíamos que era mejor morirse de un tiro a que te llevaran los del califato. La inquietud no ayudaba a la buena convivencia.
Una tarde llega enfrente del hospital dos camionetas con ametralladoras montadas arriba del techo conducidas por negros que no eran del pueblo. Parece que Zulema sabía quién eran porque los esperó en la puerta. A Jorge le agarró un ataque de pánico y agarró una metralleta, gracias que estaba Mboto que le dio un tortazo y se la sacó de las manos porque si no eso iba a ser una matanza, pero los muertos íbamos a ser nosotros.
Un negro grande como una casa que era el jefe de ellos se aproximó, volvió a ser Mboto quien salió a su encuentro, lo que hablaron no sé, era un idioma local, estuvieron un rato y vino a traducirnos lo que habían conversado.
- Dice que le gusta mucho el Dr. Blanco, que es muy lindo quisiera tenerlo un mes en su casa
- Qué, ¿cómo que le gusta tenerme en su casa? ¿para qué me quiere? – preguntó asustado Jorge
- No sé, pero los otros que estuvieron dijeron que es muy cariñoso
- Qué cariñoso puede ser sí parece un oso
- Los osos también pueden ser cariñosos, un oso mimoso.
- Están locos, si me lleva no me va a soltar más.
- No, no, no, ya me lo dejó bien claro, un mes nada más, que ya le pasó con otros que después se quieren quedar y él tiene cuatro esposas y se quejan si las desatiende, no insista, un mes nada más.
- Yo…yo…no sé, es muy grande me da miedo ¿si no voy que pasa?
- Te va a preguntar porque agarraste la metralleta, explícale, vas a ver que es muy tierno – todos estábamos tensionados, entendíamos para que quería a Jorge y de verdad, era muy grande.
- No sé qué decirle ¿será cierto que es nada más que un mes?
- Tenlo por seguro, es un mes y no insistas porque no te va a dejar quedar más – estaba con dudas
En ese momento intervino Zulema
- Mboto, dile que tiene sida, que no le conviene – fue a hablar otra vez con el jefe y volvió enseguida.
- Dice que no se lo cree, no es tonto, no iban a mandar de España un Dr. Con sida.
- Dile que en él viaje lo secuestraron los de Boko haram y lo violaron y se la contagiaron – Jorge se puso furioso
- Cómo le vas a decir que me violaron, y que tengo sida todavía, qué va a pensar de mí.
- Pensará que tienes sida ¿o qué quieres que haga? ¿quieres estar un mes con él? No te va a ir mejor que si te agarraran los de Boco haram, o a lo mejor me equivoco y te gusta.
- Podías darle otra escusa sin hacerme pasar por un sidoso
- Pues dásela tú, anda con Mboto y le explicas, quizá no te sea tan malo pasar un mes con él me parece que te veo con ganas.
- Yo no tengo ninguna gana, si lo hiciera sería por salvarlos a Ustedes nada más
- Bueno, no te preocupes por nosotros. Mboto dile lo que te dije
- Allá fue Mboto a hablar con el jefe, cambió la cara de este por una expresión de desprecio.
- Dice qué si lo violaron los de Boco, él no lo quiere ni cerca, que es un cerdo, tendría que haberse dejado matar antes de dejarse violar. Que le des los niños que se van, te agradece haberlos curado, cualquier cosa que necesites que se lo pidas. – fuimos a buscar a dos críos que eran sus hijos y que ya estaban curados y se los entregamos. Jorge estaba hecho una furia.
- Eso, eso es lo que buscabas, dejarme como un apestado, estarás contenta boyera de mierda.
- Si tienes tantas ganas de pasarte un mes con él, Mboto puede avisarle que lo que dije es mentira. Y a mí no me vuelvas a insultar porque vas a ser gay, aunque no quieras
- No tengo ninguna gana, no soy gay. Si me sacrificaba era para salvar a todos.
- Bueno. Si te quieres sacrificar todavía estás a tiempo. Mboto, ¿puedes avisarle al jefe que él Dr, está a su disposición? – todos nos quedamos mirando que iban a hacer, Jorge estaba que hervía
- No hace falta, al fin yo quedé mal, pero ustedes gracias a mí están a salvo – nos quedamos todos preguntándonos que había hecho para salvarnos, si por su culpa casi nos matan.
A pesar de la incoherencia de la actitud de Jorge, los médicos hicieron causa común con él. De un lado estaban ellos y del otro los enfermeros.
Ivone y Silena, me decían que ella había hecho lo correcto. Tenía ganas de apoyarla, pero tenía miedo que se pensara que iba detrás de ella. Yo no era lesbiana y que le tuviera simpatía no significaba que lo fuera, porque era simpatía nada más. No era de las que le gustaban las mujeres.
Fueron pasando los días y de a poco pudimos con la epidemia y la región se estaba pacificando. Nuestro turno se iba cumpliendo. Faltaba poco para que nos relevaran por otro contingente
- Zulema ¿cómo te parece que van a calificar nuestro desempeño en la central?
- Qué pasa ¿tú también piensas que hice las cosas mal?
- No, yo no sé, pero viste, pero a ellos los tienes en contra y vayan a saber lo que dicen.
- No me importa lo que digan ellos, a ver lo que dices tú.
- Zule, créeme, yo no sé si está bien lo que hiciste, pero no voy a hablar mal de ti – se sonrió
- Gracias, eso espero – a los dos días nos remplazó el nuevo grupo, y era cuestión de esperar.
Al cabo de dos días teníamos que presentarnos con el coordinador y todos quedamos sorprendidos y avergonzados con la evaluación. Avergonzados por nuestro comportamiento.
Así que la Dra. Arévalo había hecho lo correcto, y gracias a ella pasamos el pico epidémico con un número de muertos ridículamente bajo. Y gracias a ella, porque estábamos conscientes que no fue gracias a nuestra ayuda.
Tenía que ir a llevarle el certificado y me daba vergüenza. No me había puesto en contra, pero tampoco me había jugado defendiéndola. Estaba inquieta, tenía ganas de verla ¡muchas ganas! Y no sabía para qué. Bueno, sí sabía, pero si igual no sabía que decirle.
Me gustaba, era cierto que sentía que se me revolvía algo en el estómago cuando estaba con ella. Pero si le decía eso seguro que me recetaba un laxante. Aparte que yo no era lesbiana. Me gustaba cómo…no sé… cómo amiga.
Le había llamado para avisarle que me habían dado un recado para ella. Estaba preparando unas clases, y me pidió si se lo podía llevar dentro de dos días que me invitaba a cenar. Le dije que sí, aunque a mí la incertidumbre me mataba.
Sabía que no le iba a decir lo que tenía ganas. Si ni yo sabía de lo que tenía ganas, después de todo si se lo dijera seguro me manda a la mierda. Estuve ocho meses con ella y no le dije nada y ahora que ya no estamos juntas me voy a hacer la enamorada. Y que enamorada voy a estar si a mí me gustan los hombres. Yo qué sé, esto no puede ser amor. Vaya a saber lo que es.
Esas dos noches apenas pude dormir, pensaba en ella y en lo poco que la apoyé cuando estaba allí, y eso que era la auxiliar, y gracias que me gustaba que sino firmo los correos.
Me estaba arreglando para la visita, empecé a buscar que ponerme y no me decidía por nada. Quería que me viera elegante, pero sin exagerar. Si me invitó a cenar debía ser por compromiso, o a lo mejor no. Tampoco podía ir cómo si estuviera buscando ligue, quedaría en ridículo. ¡No! no me iba a tirar el perchero encima, iba a ir como a cualquier casa que me invitaran, decente y sin exagerar.
Toqué el timbre, me abrió la puerta y me quedé tiesa cómo una idiota. Estaba espectacular
- Uy pensé que la cena era en tu casa, dame un poco de tiempo que me voy a cambiar y vuelvo.
Zulema
Esta noche viene Olivia a traerme los certificados. Le retrasé la visita para preparar una cena y si no está apurada tener tiempo para conversar. Sé que mucho no puedo esperar, lo que no pasó en ocho meses no va a pasar en una noche, pero bueno, a ver si viéndome arreglada me da alguna señal de que le gusto. Tengo todo preparado, me falta nada más que servir la comida, pensé poner velas, pero me di cuenta que era un disparate. Me miro al espejo y me gusto, ella debe venir como una diosa, como lo que es, que la parió, qué bien que está. Suena el timbre, ojalá tenga suerte.
Abro la puerta y se queda mirándome sorprendida
- Dame tiempo que voy a cambiarme, pensé que era en tu casa – claro me vio vestida como para una fiesta y se pensó que íbamos a un restaurant. Me dio vergüenza, me puse en evidencia
- Pero adónde vas a ir, si es en casa, lo que pasa que llegué recién, que tuve que organizar un curso que voy a dar y no me dio tiempo de cambiarme.
- ¿Si los cursos los vas a dar vestida así, no creo que se fijen mucho en lo que dices? – me lo dijo con una expresión de fastidio.
- ¡No! No voy así, lo que pasa que hoy estaban las autoridades y quería que me vieran bien vestida, la verdad no sé si esto me queda bien ¿tú qué dices?
- Te queda bien, no sé si para ver autoridades, pero para lo demás te queda muy bien.
- Bueno, siéntate que sirvo la comida, y mientras comemos me cuentas del encargo que te dieron, espero que no te haya molestado mucho
- Más te debe haber molestado a ti, que a lo mejor tenías que salir y tuviste que quedar a atenderme.
- Pero qué me dices, te tomas el trabajo de traerme el recado y te parece que me voy a molestar.
- Es lo menos que podía hacer, después de cómo me porté allí, aunque sea esto te lo debo.
- Tampoco te portaste tan mal, tú no firmaste los correos
- ¿Y cómo lo sabes?
- Olivia, en esas misiones los enfermeros también tienen voz y los escuchan – me miró extrañada
- Ellos estaban contigo, me decían que tenías razón, lo que pasa que los médicos lo vieron mal.
- Es que ellos no tienen experiencia, estaban acostumbrados a tener lo que necesitaban y Jorge les calentaba la cabeza ya sabes por qué.
- Sí, eso es cierto, yo que tú, dejaba que el negro se lo llevara, aunque no sé si no le iba a gustar
- Olivia, el jefe nunca se lo quiso llevar, fue una broma que le hicieron entre él y Mboto
- Pues me parece que si se lo llevaba era de una que al mes lo iba a tener que echar a la fuerza. Pero igual, yo era tu secretaria y mi obligación era haberte defendido más
- ¿Y por qué no me defendiste? – me miró con tristeza, le costaba decir lo que quería
- Bueno, porque tenía miedo de ti
- Miedo de mí, ¿pero por qué?
- Es qué dijiste que eres lesbiana y te admiraba tanto que me dio miedo –
- Qué, ¿tenías miedo que te violara? – le espeté
- No, cómo voy a tener miedo de eso, no seas estúpida – le brotaban las lagrimas
- ¿Y entonces de que tenías miedo? – yo estaba furiosa y no la entendía
- Tenía miedo de enamorarme, de eso tenía miedo – trataba de secarse las lágrimas y no podía
- Bueno, y ahora qué; ya ves, terminamos la misión y no te enamoraste. – le dije más calmada
- Y porque mierda te crees que estoy llorando, hace días que no duermo bien por culpa tuya.
- Tanta vergüenza te da enamorarte de una mujer. Qué vergüenza, te van a decir lesbiana
- Qué me importa lo que digan, ¿te crees que vivo por lo que piensan los demás?
- Y entonces porque te pones así.
- Porque no sé lo que hacer, si fueras un hombre, meneaba un poco el culo y enseguida te tenía comiendo de la mano, pero contigo, con una mujer, que se yo cómo ligan, y tú, si en ocho meses no me prestaste atención, no será porque te gusto, y no debes ser de las fáciles. Para colmo mira que pintas. A mí no me jodes tú no te vestiste así para ver autoridades, por lo menos, no de medicina – me quedé mirándola cómo boba, resulta que hasta celosa. Está divina, y eso que no vino muy arreglada, bueno a mí me gusta de cualquier manera. Pero quiero hacer las cosas bien, la quiero.
- Olivia, mira vamos a hacer las cosas bien, estuvimos ocho meses juntas y es lógico que se genere cierta empatía que a veces te puede hacer confundir las cosas – me cortó el discurso de raíz.
- No sigas, ya entendí, tú tienes a otra y yo aquí estoy haciendo el ridículo, toma lo que te mandaron y yo me voy.
- ¿Cómo que te vas? Estás tonta o qué. Lo que te quiero decir es que tenemos que hablar con calma. Tu dijiste que hace días que no duermes bien, a mí me pasó lo mismo. Mira, vamos a descansar y mañana a la mañana hablamos tranquilas y más despejadas.
- ¿A qué hora quieres que venga?
- ¿Cómo a qué hora? Si vives sola ¿porque no te quedas a dormir aquí?
- Si me invitas me quedo, pero yo ya sé que no voy a dormir
- Vas a ver qué vas a dormir. Primero vamos a comer unos bombones que traje para después de la cena, nos tomamos una copa para festejar las mociones que nos dieron.
- A ti te la dieron, pero lo festejo igual porque te lo mereciste
- Me alegro que te alegre. Ah… tengo una sola cama, pero suficientemente ancha como para ni tocarnos
- Por mí sí me tienes que tocar, puedes, yo no tengo problemas
- ¡Sí, sí! Ya lo sé, pero mejor mañana hablamos – la llevé a la habitación, abrí el cajón de la ropa - elige lo que quieras para dormir, si quieres ir al baño vete que después voy yo, no hay apuro.
Se agarró un pantaloncito y una camiseta para dormir que ya me imaginaba cómo le quedaba. Yo también era tonta, si ya la había visto con poca ropa. Claro en el dispensario era distinto.
Cuando fui a la cama ya estaba acostada debajo de las sabanas, me había hecho caso, estaba bien de su lado, podíamos dormir sin tocarnos, la saludé y pretendí dormir, sentía cómo se daba vueltas en la cama cómo si no se pudiera poner cómoda, esperé un rato, pero no paraba
- Olivia ¿qué te pasa mujer? ¿no vas a parar de dar vueltas?
- Es que aquí me siento sola
- Pero si tú vives sola ¿cómo te vas a sentir sola aquí?
- Es qué en mi casa vivo sola ¿cómo quieres que me sienta? Pero aquí no estoy sola y me siento sola, así no puedo dormir – prendí la luz, la miré y no la comprendía, me encogí de hombros
- Anda, ven aquí al lado mío a ver si no te sientes sola – se vino enseguida a mi lado y puso la cabeza sobre mi hombro – lo estás haciendo bien - ¿qué? preguntó – que lo estás haciendo muy bien – le di un beso en la frente y se quedó dormida arrebujada a mi lado.
A la mañana me desperté y Oli seguía durmiendo, parecía un ángel. Me levanté fui al baño, me cambié y fui a hacer el desayuno para cuando se levantara. No había terminado cuando la escucho darme los buenos días
- Al fin pudiste dormir, verdad – le pregunté
- Sí, ¿no te habré molestado mucho?
- No que va, si yo también andaba con sueño atrasado, ni te sentí
- Ah…no me sentiste, bueno mejor. Sabes, estaba pensando en hacer una reunión con todos los que estuvimos allí cómo una acción de disculpas, seguro que te sentiste muy herida, te lo debemos.
- ¡No, no, no! Tu no hagas nada porque si me sentí herida no es por lo que pudieran pensar ellos
- Me lo dices cómo si lo que te hiciera daño es como me comporté yo
- Pues sí, eso es lo que más me dolió.
- Pero si yo ni siquiera firmé los correos, porque te iba a doler tanto
- ¿No se nota? – le pregunté mirándola a los ojos. Quedó cómo embobada hasta que entendió
- ¿Tú también estás chalada por mí?
- ¿No se nota? – no había terminado de hablar cuando me estaba tapando la boca con sus labios
- Desde ayer que me tienes pariendo pensando que no tenía nada que hacer. Ahora veras lo que te voy a hacer. Bah tú me vas a tener que decir que te tengo que hacer, que de esto no sé nada – me besaba el cuello (algo que me ponía a cien) me abrazaba mientras bajaba las manos por la espalda buscando mi culo – dime, dime que quieres que te haga.
- Cálmate Olivia, tenemos que ir despacio, recién nos empezamos a descubrir, tomemos nuestro tiempo para conocernos
- ¿Cómo que tenemos que conocernos? Si hace más de ocho meses que nos conocemos
- Sí mi vida, te digo conocernos íntimamente, yo te amo, pero si queremos algo serio, tenemos que saber si congeniamos, si lo que pensamos del futuro es lo mismo, ¿no te parece?
- Sí claro, pero mientras tanto podemos arreglarnos el presente. Yo estuve leyendo muchos relatos de lesbianas, y salen los fines de semana y siempre pillan a una diferente para llevarse a la cama.
- Corazón, eso es sexo nada más, cuando andan calientes le viene bien cualquier cosa, pero nosotras no somos así. Nosotras nos amamos, tenemos que buscar más que un acostón
- Eso es cierto, pero mientras buscamos, un acostón no nos vendría mal
- Olivia, todas las lesbianas no son iguales, las que tú dices lo único que quieren es sacarse la calentura y van a esos sitios a pescar algo. Las que de verdad se quieren esperan para asegurar que ese es el amor. Dime una cosa, ¿cuándo tu conocías a un tío que te gustaba, te lo llevabas a la cama de primeras?
- No, el que me quería llevar de primeras era el, pero no iba porque se iba a pensar que era una puta. ¿Pero qué tiene que ver eso contigo? Nosotras sabemos que nos queremos, podemos ser novias o algo así ¿o no podemos?
- Claro que podemos y tenemos que portarnos cómo novias, estar seguras de lo que queremos
- Yo ya estoy segura, yo te quiero a ti. La que creo que no estás segura eres tú
- Oli, yo estoy segura que te quiero, pero te quiero para siempre. Tú también me quieres, el asunto es saber si tu expectativa en la vida es igual que la mía. Tú mañana puedes conocer un chico que te ofrece una vida normal y me dejas, y me vas a hacer mucho daño.
- Eso también te puede pasar a ti, y la que voy a sufrir soy yo
- Es diferente, yo soy lesbiana, a mí no va a venir ningún tío a cambiar mis inclinaciones, siempre me gustaron las mujeres y no voy a cambiar.
- Lo que quiere decir que te gustan las mujeres, y en algún momento aparece alguna que te gusta más que yo, y a la mierda Olivia.
- ¡No! Estás equivocada, nunca sentí por ninguna lo que siento por ti, por eso no quiero que nuestro amor camine al paso de nuestra calentura. Por favor espera – la abracé para hacerla callar a besos, se fue relajando, le cubrí la cara de besos, se fue dejando estar, nos sentamos en el sillón para poder acariciarnos a gusto. Sabía que era poco pero no estaba segura de que no era una experiencia nueva para ella, aunque no lo hiciera a propósito, después podía cambiar. Me preguntó despacito al oído
- Zule, ¿y yo mientras tanto que hago con la calentura que siento aquí adentro? ¿voy a buscar a una disco a alguna para llevar a la cama y que me la saque?
- Eso ni se te ocurra, si nos queremos tenemos que ser fieles a nuestro amor. – le contesté irritada
- Puedo seguir siendo fiel a nuestro amor, lo que conseguiría sería sexo nada más, de paso aprendería un poco y en nuestra primera vez no me encontrarías tan cruda, mira que de esto no sé nada.
- Mi amor, te entiendo, pero si queremos hacer un futuro juntas tenemos que estar seguras, estuvimos ocho meses juntas y nos aguantamos, no vamos a esperar ocho meses más, pero por ahora espérame y déjame que después te cocino yo.
- Y ¿cuándo te voy a ver?
- A ver si te animas. Voy a dar un curso de “Sanidad en casos extremos” algo parecido a lo que vivimos nosotras, porque no te anotas al curso. Tener el certificado te va venir bien para tu currículo y de paso me ayudas, que es la primera vez que voy de profesora, ¿vienes?
- Si, voy, y dime una cosa ¿puedo venir alguna vez a dormir contigo?
- Claro que puedes, mira te voy a hacer una llave para que vengas cuando quieras, y entres aunque yo no esté. – estuvimos haciéndonos moñerías y yo cuidando de no pasarnos. Sabía que era poco, pero tenía miedo. Estaba enamorada y si hacíamos el amor iba a entrar en mi corazón de una manera que si se arrepentía me iba a destrozar. Para ella podía ser una aventura que con la edad que tenía se podía permitir. Yo buscaba algo duradero y quería que fuera con ella.
Quedamos así. Se anotó para el curso que era tres veces por semana. No quería que nadie supiera que estábamos liadas para que no hubiera suspicacias. El primer día fue un espanto. Yo había ido vestida como una profesora, elegante, pero nada más. Me había esmerado un poco, pero nada del otro mundo, se pasó toda la clase mirándome como una idiota. Habíamos quedado que el día que dictaba los cursos no nos juntábamos. Tuve que llamarla
- Olivia no puedes pasarte mirando para mí, estoy segura que ni siquiera sabes lo que dije
- Si todo lo que dijiste ya lo sabía
- Ya lo sé, pero los demás no lo saben, y que te vean mirándome todo el tiempo no ayuda.
- Y ¿qué quieres que haga? No me voy a poner a mirar a otra si me gustas tú.
- Mira, vamos a hacer una cosa, yo te paso el resumen de la próxima clase, lo lees, y preparas las preguntas de lo que te parece que les va a costar entender.
- Y porque no le das el resumen a todos así te preguntan lo que no entienden ellos, no yo
- Creo que tienes razón, son todos médicos, y así van entender mejor, te debo unos besos por la idea.
- ¿Los puedo ir a cobrar ahora?
- Claro que puedes, no tardes que voy a preparar la cena – La recibí en la puerta llenándola de besos, llegamos a la cocina sin despegarnos, la mesa estaba servida.
- ¿Por qué fuiste tan elegante? Me dices que no te mire y te vas así. Si no quieres que hagamos el amor por lo menos dame un respiro, ¿me dejas dormir contigo verdad?
- Sí mi amor, pero te portas bien.
- Si no hay más remedio – no lo hubo, dormimos abrazadas, pero sin pasar de los mimos.
Fueron dos meses que en el sentido didáctico iba como los dioses, con esa modalidad cada cuál expresaba sus dudas, pero la explicación les llegaba a todos.
En el plano sentimental era más difícil. Olivia cada vez era más exigente, y yo no es que no tuviera ganas, pero no podía con mis miedos. Una noche que nos estábamos magreando me dijo.
- Mi amor, yo nunca estuve con otra mujer estuve ilustrándome y las lesbianas no son así. Tú debes ser la única lesbiana virgen y me tocó a mí
- Olivia, no soy virgen, y tu lees relatos que están hechos para calentarte leyéndolos, la realidad no es así. Las lesbianas enamoradas son cómo yo
- Para mí, la realidad es que me caliento sin necesidad de leer y me da ganas de hacer como ellas.
- Por favor, espera un poco. Cuanto más esperes, más demostraras la fortaleza de nuestro amor
- Si fuera por lo que aguanto, nuestro amor sería indestructible.
Me daba cuenta que le pedía mucho, pero no más de lo que aportaba yo, quería esperar a terminar el curso estar segura. Faltaba una semana para finalizar. Esa noche vino medio mosqueada, pero le tenía una sorpresa. Estaba muy excitada
- Zule, por favor, me está costando demasiado, sueño contigo, me corro soñando contigo, de verdad, me cuesta mucho aguantarme. - había venido con falda, me agarró la mano y me la llevó hasta su entrepierna, tenía las bragas empapadas
- ¿Te das cuenta que así no puedo seguir viviendo? El amor es hermoso pero el sexo también
- Si mi amor te comprendo, pero esto lo voy a arreglar – se abalanzó a besarme me agarró las tetas
- Sí…sí…vamos a la cama.
- No, no espera, no es eso. Mira lo que te compré un satisfyer, dice que con esto te lo pones en el clítoris y en dos minutos llegas al orgasmo – se quedó mirándome cómo si fuera un bicho raro
- ¿Lo probaste? – me preguntó
- No. Cómo lo iba a probar, no te lo iba a regalar usado
- No; te digo porque yo tengo uno, así que pruébalo en tú clítoris y te lo puedes meter en el culo, si también te provoca orgasmos por ahí, me avisas. – se fue dando un portazo, para mí que se cabreó.
A lo mejor no fue una buena idea. Antes de irme a dormir le hable al móvil. Me pidió que no la interrumpiera que estaba con el satisfyer y le estaba cortando el orgasmo. No le creí.
Era la última semana y se tenían que preparar para el examen, estaban bien preparadas, pero queríamos que se sacaran las mejores notas. Faltaba el lunes y miércoles, el viernes era el examen.
El lunes la vi conversando con Isabel, una doctora que estaba bastante buena y más joven que yo. Llegué a casa y la llamé, me dijo que estaba estudiando, quería sacarse la mejor nota.
El martes la volví a llamar a ver si nos juntábamos para hacernos unos mimitos, me volvió a decir que seguía estudiando y que por los mimitos no me preocupara, después se arreglaba con el aparatito
El miércoles cuando terminó la clase, quise hablarle, pero cuando la busqué, vi que se iba con Isabel, estaba que bufaba. Seguramente la culpa era mía, tiré mucho de la cuerda y al final se rompió. ¿Tenía miedo a un desengaño? ya no tenía que tenerle miedo, ya estaba desengañada.
El jueves preparé todo para el examen. La vida seguía y quizá sería mejor que esto pasara ahora y no cuando estuviera más enganchada. El viernes me vestí bien elegante, un poquito pasada para una profesora. Quería que viera que no me dejaba por algo mejor, (está bien que era un modelo más nuevo) me miró y casi me derrite, no noté enfado en su mirada, pero estaba al lado de Isabel, total para que iba a estar enfadada si ya me había suplantado.
El examen fue normal, normal para todos menos para mí, que la estaba pasando peor que allá en Africa, todos estaban concentrados, la miraba y ella también se había esmerado con el vestuario, si pensaba que con eso me iba a poner celosa; estaba acertada. Se había vestido así para deslumbrar a esa tilinga, la madre que la parió. Bueno me tenía que calmar, se salvaba que no era yo la que calificaba, sino le ponía todos ceros. Bah, que le iba a poner, si la culpa no era de ella, el amor es así
Terminaron al medio día, a la tarde tendrían las calificaciones. Para mí que calificaran todas era como un galardón a mi capacidad como profesora. Tengo que reconocer que Olivia me ayudó bastante metiendo dudas a los demás, dudas que ella no tenía pero que me daba motivo para explicar con más profundidad
Se fueron juntas a almorzar y volvieron juntas. Llegó el momento de dar las notas, y lo primero fue una felicitación a la excelencia del grupo. Todos con sobresaliente y mención para Olivia. No era raro, es la que más podía explicar algunas situaciones que había vivido, me alegré por ella.
No me alegré tanto cuando se abrazó con Isabel y se besaron en las mejillas
- Esto hay que festejarlo – dijo Isabel exultante
- Y claro que lo voy a festejar, que bastante estudiamos para esto – se fueron las dos del brazo, yo me tenía que quedar para dar un resuman del desarrollo del curso y también recibir una mención del colegiado por el nivel de los estudiantes. No tenía apuro, creo que nunca más iba a tener apuro, ya estaba por oscurecer, al mediodía apenas había comido un bocadillo, me paré en una tasca y pedí una cerveza con una tapa. No tenía hambre ni sed, me sentía vacía, no estaba enfadada simplemente sentía que todo había dejado de valer la pena, bebí el botellín y me fui a casa, quizá me tomara algo para marearme un poco, pero tampoco me quería emborrachar.
Entré y había dejado la luz de la sala prendida, paso a la sala y ahí estaba Olivia furiosa
- ¿Y tú dónde te habías metido que me tienes esperando hasta esta hora? – me quedé dura
- ¿Pero tú no te ibas a festejar?
- Claro que me iba a festejar, pero mi novia en vez de venir enseguida, mira qué hora de llegar
- Pero yo pensé que te habías ido a festejar con Isabel
- ¿Y por qué me iba a ir con Isabel? Ella festejara con su marido, ah, es el cardiólogo Valverde, me mandó saludos para ti, parece que te conoce – me abracé a ella llorando - ¿qué te pasa, por qué lloras? – qué le iba a decir, tenía una alegría que no me cabía en el pecho, (eso que tengo lugar) la besé con ansiedad como si tuviera miedo que se desvaneciera
- Te quiero con toda mi alma, ¿no me vas a dejar verdad?
- ¿Qué te pasa? Cómo te voy a dejar si yo también te quiero y no puedo vivir sin ti – escucharla decir eso, era la canción más hermosa – vamos a cenar y déjate de boberías
Había traído una comida que era un banquete. Estando ella cualquier cosa era un banquete. Me contó que Isabel le pidió que le ayudara, quería tener el diploma con la mejor puntuación.
Olivia también quería prepararse bien, a pesar que de eso sabía casi todo, demostrarlo no era tan fácil y ella quería ser la mejor, por ella y por mí. Yo la miraba embelesada, estaba divina y me quería, ¿qué más podía desear. Antes de sentarme a cenar metí en la nevera una botella de cava
- Creo que con lo bien que salió el examen merecemos un brindis con champaña
- Zule, yo no soy muy aguantadora mejor busca algo más suave
- Este es suave, es un rosado dulce que te va a encantar
- ¿No me querrás emborrachar para violarme?
- No mi amor, nunca te haría eso.
- Qué pena, si me prometieras que me ibas a violar me tomaba la botella. Así creo que no le voy a encontrar el gusto
- Vas a ver que sí – llené una copa y me la pasé a la boca antes de darle el beso con que íbamos a beber juntas. Primero se quedó quietita, pero después me abrazó con fuerza y sorbió hasta beberse la champaña y mi saliva.
- Dame más – me pidió en un ruego
- ¿No es que te iba a hacer mal?
- No importa, vamos al lado de la cama, cuando veas que no me tengo, me tiras arriba – me volví a llenar la boca y le fui traspasando la bebida, parecía una lapa, no se despegó de mis labios hasta que no quedó nada
- Pero tú no tomaste nada, eso lo tenemos que arreglar – se llenó la boca y vino por mí, hasta que no me tomé todo no se separó – quieres más ¿verdad?
- No, ahora quiero beber otra cosa
- Otra cosa, ¿qué se te ocurrió beber ahora?
- A ti quiero beberte – le fui sacando la blusa sin despegarme de sus labios, le lamí el cuello mientras le desprendía el sujetador, le empecé a mamar las tetas mientras le soltaba la falda y hacía que se deslizara por sus piernas, la empujé para hacerla acostarse y le fui sacando las bragas, solamente la escuche decir “por fin” en un suspiro le recorrí el cuerpo a besos. Sabía lo que quería y no iba a esperar más, estaba ahí para mí y esta vez no la iba a desaprovechar.
No fue una primera vez muy romántica, le abrí las piernas y me fui de cabeza. Quizá ella quería algo más elaborado, pero yo no estaba para eso, tenía ante mis ojos ese coñito que me llamaba a gritos (por lo menos a mí me lo parecía) ese olorcito a Olivia que me hacía enardecer, pasé mi lengua entre sus labios. Esa suavidad, ese gustito a ella, ese clítoris tan chulo que me pedía que lo metiera en mi boca, y esa mano que me agarró de los pelos empujando para que siguiera lamiendo. Todo se había conjugado para hacer el momento perfecto, la pobre Olivia no podía abrirse más, mi lengua pasaba por ese canal que ni en Venecia. Sorbía todo lo que pillaba que era mucho, y Olivia se retorcía empujando su coño contra mi boca
- Así mi vida, así mi cielo, sigue hazme lo que quieras que es todo para ti, - los gemidos no eran altos pero me enardecía, cada vez quería llegar más adentro de su almejita al mismo tiempo que no quería descuidar esa pepita que cuando la tocaba casi la hacía llorar – Zule, sigue mi amor, sigue que me corro, no me dejes así, pídeme lo que quieras pero no me dejes así, aahhhyy… mi amor me voy cariño, me voy…siii…te amo…siii cariño así… - se corrió regalándome los jugos que tanto había deseado, me costaba separarme de esa cosita deliciosa - Ven bésame – Me pidió, subí hasta sus labios y le hice probar ese sabor maravilloso que quedó impregnado en mis labios.
- Oli, mi amor, si esto es lo que querías, esto es lo que te voy a dar cada vez que quieras. - le dije
- No Zule, esto es una parte de lo que quería, este amor tiene que ser entre las dos, tú también tienes que sentir lo mismo, yo no sé hacerlo como tú, pero me vas a ayudar, dime cuando lo hago mal
Abandonó mi boca para dedicarse a mis senos, me los mamaba con un entusiasmo que con solo eso casi me hacía correr.
- Olivia, por qué no vas haya abajo, porque yo no aguanto más – me sonrió con alegría y allá fue. Fabricó su propio camino como los caracoles dejando su propia baba. Al llegar al clítoris lo usó como una tercera teta, lo agarró entre sus labios y empezó a sorber, tuve que avisarle – vida, si me haces eso me voy a correr enseguida
- Pero yo quiero que te corras, quiero darte tanto como me diste a mí.
- Sí mi amor, pero el coño también sigue más abajo.
- Tienes razón, es que es tan rico que me quedaría a vivir – de ahí en más buscó todos mis rincones
- Así mi amor, así lo estás haciendo bien, sigue cariño, vas a ver todo lo que te doy – le puse las manos en el costado de la cara y la fui guiando, no sé si lo hizo bien o mal, sé que solo saber que era ella, hizo que mi cuerpo se atomizara en un orgasmo que me dejó examine. Sentí cómo juntaba toda mi corrida como había hecho yo con la suya. Quizá volvió siguiendo las babas que había dejado a la ida hasta llegar a mi lado, yo estaba con los ojos cerrados, los abrí y estaba sonriendo mirándome
- ¿Qué pasó, lo hice bien o tienes que darme un curso de como se hace? – la besé con pasión
- Lo hiciste muy bien, pero esto me volvió a dar sed y tú me puedes volver a dar de beber
- Dime cómo, que sabes que te voy a dar lo que me pidas.
- Ven, ponte arriba mío que yo me encargo – hice que se pusiera sobre mi cabeza, bien abierta de piernas, su coñito a la altura de mi boca era una tentación. Nos mirábamos a los ojos y sentía una ternura que me desarmaba. Me tenía de la nuca y me acariciaba la cara con la otra mano mientras se hamacaba suavemente, pasando toda su vagina sobre mi lengua. Sus caricias nerviosas me avisaron que su orgasmo era inminente. La sujeté de las nalgas para poder penetrarla con la lengua y poder beberme toda su corrida. Abrió los ojos desesperada, me frotó el cabello en un reflejo histérico y se corrió de la forma más maravillosa.
Quedó apoyada contra el cabecero mirando cómo iba pasándole la lengua a todo el largo de la raja, era tan suavecita y todavía podía encontrar algo de sus juguitos.
- Mi amor, ¿de verdad quieres más? – me preguntó sin romper esa conexión entre nuestras miradas
- Olivia, de esto nunca me voy a cansar – me volvió a acariciar la cara y se apretó aún más. Evitaba lamerle mucho el clítoris para no irritárselo. Apenas se lo abanicaba con la punta de la lengua, pero parece que eso la excitaba más. Escuchaba esos gemidos que eran música para mis oídos, y las vibraciones de su cuerpo que me anunciaban que un nuevo orgasmo se aproximaba, y llegó. No fue explosivo cómo el anterior, fue algo más largo, se dobló para ver cómo lo bebía, unas lágrimas se le escaparon, y al terminar se acostó sobre mí. Llenó mi cara de besos.
- Mi amor me hiciste pasar los momentos más estupendos de mi vida, te quiero y quiero hacerte tan feliz cómo me haces a mí – mientras me besaba me estaba metiendo la mano en coño con bastante habilidad. Tanta que entre la calentura que me dio lo que le hice a ella, a la que le sumo la faena que me estaba haciendo ahí abajo, sentía que me estaba por correr. Cuando me penetró con dos dedos ya no había vuelta atrás. Se dio cuenta y quiso ir allí abajo, no la dejé, así lo estaba haciendo bien y necesitaba de sus besos. Y me corrí en una transfusión de alientos
- Uhm… ¿porque no esperaste a que fuera?
- Porqué lo que estabas haciendo lo hacías muy bien – trajo los dos dedos hasta su boca y los chupó
- Ahora voy a tener que beber así – volvió a buscar más allí abajo y se
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