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Lupita la cincuentona re descubre el placer (4)
Resumen:
Lupita se divorcia a los 50 años y tiene sexo con un chiquillo de apenas 19 años, compañero en la universidad. El chico le enseña el cunnilingus y la felación, de los cuales ella se prende. El chico se masturba entre sus tetas y se vacía en la cara y boca de Lupita, que aprende a tragarlo. En ese fin de semana, sin darse cuenta, Lupita ha comenzado a enviciarse con el sexo y con el placer de sexuar.
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La vez anterior Juanito me clavó su cabeza en mi sexo y se puso a mamarme, hasta que me hizo vaciarme en su cara, ¡y a mí me gustó!. Luego de eso, tuvimos relaciones sexuales, ¡altamente satisfactorias!, y él terminó en mi cara, y después todavía me la metió nuevamente, hasta que nos quedamos dormidos.
+++++++++
Yo fui la primera que se despertó aquella tarde; ¡era ya rete tarde!. Juanito estaba acostado al lado mío, desnudo, completamente desnudo, con su pene de fuera, todo flácido pero lindo. Un rayo de luz del sol iluminaba la habitación y me lo quedé contemplando, ese pene, que me había dado tanta felicidad en las últimas horas.
Me puse a besarlo en su pecho, pero el chico no despertaba; me puse a besarlo en su estomago, pero el chico no despertaba. Me fui bajando a su vientre, a su monte de Venus, a sus vellos púbicos. Se los estuve besando, pero Juanito no despertaba. Su pene, flácido, estaba a unos centímetros de mi cara.
Lo tomé con mi mano y me puse a admirarlo, a detallarlo. Le bajé su prepucio, se lo pelé por completo; le miré su cabeza: ¡solamente tenía su frenillo, y estaba completamente pelado!.
La base de su pene estaba con pelos, al igual que sus “huevos”, muy grandes. A lo largo de su pene se le notaban algunas venas, muy gordas, algo azulosas, y en la parte de abajo uno como tubo que corría a lo largo de su instrumento por la parte de abajo. En la punta se le miraba su “ojito” o “boquita” del pene.
Bajé mi manita a la base de su pene y comencé a acariciarle sus huevos: ¡se los sentía rete duros!, ¡muy gordos!, ¡seguramente que llenos de leche…!, de la que ya me había entregado bastante.
Me puse a acariciarle su pene, sus huevos, y comenzó a levantarse su miembro, a erectarse, muy tenso, muy duro:
= ¡Lupita…!.
Me dijo Juanito, incorporándose lentamente, acariciando mis cabellos con sus dos manos
+ ¡Te estaba viendo tu pene…!. ¡Todavía está empapado de…, “jugos”!.
= ¡Límpialo…!,
Me dijo el muchacho, por lo que me lo quedé mirando, como pidiéndole alguna explicación, por lo que él solamente me volvió a repetir:
= ¡Límpialo…, límpialo con tu lengua, con tu boca…!.
Yo me quedé esperando un momento, y luego le acerqué mi boca a su pene, que ya comenzaba a “pararse”. Se lo comencé a chupetear, sintiendo de manera inmediata las secreciones, de él y las mías, las del coito que acabábamos de tener.
Aspiré también ese aroma de sexo, de coito, las feromonas que tanto me excitan, y comencé a lengüetearlo de abajo hasta arriba y de arriba hasta abajo.
= ¡Lupita…, qué rico…, Lupitaaa…!.
Se le empezó a “parar” nuevamente, y se lo dije de manera inmediata, gratamente sorprendida, y hasta emocionada:
+ ¡Ya se te puso tieso de nuevo, Juanito…!.
= ¿Lo quieres Lupita…?,
+ ¿De nuevo Juanito…?,
= ¡De nuevo Lupita…!, ¿lo quieres…?.
+ ¡Juanito…, me vas a convertir en ninfómana, muchachito…!.
Le dije, bromeando, pero verdaderamente deseosa de sentirlo de nuevo.
= ¡De eso se trata Lupita…, quiero convertirte en mi vergo-adicta…!,
¡quiero que siempre estés deseando tenerme…!, ¡que siempre estés deseando
tenerme adentro de ti…!. ¡Qué sientas los mismos deseos que yo siento por ti…!
+ ¡Juanito…!,
le dije, sin soltarle su pene, que ya estaba de nuevo “parado” y listo para la “batalla”.
= ¡Lupita..., mi ninfómana favorita…!. Esta vez quiero que seas tú la que se lo meta
solita…, que te lo metas tú sola…, hasta adentro…, que te sientes por encima de mi pene…, y que te lo entierres tú sola…, hasta adentro..., y luego tú misma me bombees, a tu ritmo, a tu gusto, a tu antojo!,
y diciendo y haciendo, el chico se recostó sobre de aquella cama, boca arriba, con su pene muy erecto, parado, como poste de luz y me pidió que me sentara por encima de él, que me empalara en su pene.
¡Así lo hice, lo obedecí!, seguí yo sus instrucciones y me puse en cuclillas por encima de él, con un pie a cada lado de su cuerpo, mostrándome impúdicamente desnuda ante él, ¡yo, que tanto le había dicho que no me mirara!. ¡Le mostraba mis senos, desnudos, bamboleantes, con mis pezones erectos!.
Le mostraba mi sexo, mi monte de Venus, mi pelambrera, mi rajadita, y mis fluidos, que me seguían escurriendo: ¡estaba de verdad muy excitada y ardiendo de la lujuria que había despertado ese chico en mi ser…, completamente aletargado!.
Me coloqué yo misma su pene en el centro de mi rajadita, separando mis labios vaginales y haciéndolo penetrar lentamente, despacio, bajando mis caderas para obligar a ese pene a que se incrustara en mi rajadita, babeante, dispuesta, ansiosa, llena de mi lujuria mayúscula. ¡Lo sentí delicioso, erecto, tenso, duro, firme!. ¡Lo sentí cómo me penetraba, despacio, lento, seguro, decidido, imponente, majestuoso, desafiante, orgulloso, seguro de sí mismo, de su poder de conquistador, de su poder de convencimiento, de su poder tan fuerte de seducción y convencimiento!.
¡Me lo introduje hasta adentro!. ¡Mis vellos púbicos chocaron contra sus vellos!; nuestros montes de Venus se estaban dando “besitos”, y no pude evitarlo, ¡me puse a pujar, a gemir y a gritar de felicidad!:
+ ¡Aaaaggghhh…, Juan…, Juanito…, chiquito…, Juanitooo…, ooohhh…!,
y me dejé caer sobre de su pecho, sin permitir que se me escapara su pene, que lo tenía ensartado deliciosamente en mi vientre, ¡hasta el tope de mi vagina!.
Mi cara buscó a su cara, mi boca a su boca y comencé a suplicarle en voz baja:
+ ¡Bésame Juan…, bésame por favor…!,
y mi Juan me escuchó, y se puso a besarme con pasión y cariño, casi diría yo que con mucho amor y deseo.
Yo lo besaba con mucha lujuria, pero también con cariño, pasándole mis dos manos por detrás de su nuca y jalándolo con fuerza hacia a mí.
Sentí que me daba su lengua, que me daba saliva, que me jalaba también de mi cuello hacia él.
Nuestros dientes frontales chocaron: ¡queríamos comernos de la emoción y la excitación!:
+ ¡Juan…, qué sabroso, Juanito…, qué rico, Juanito, qué rico…!,
le decía yo, sintiéndolo muy adentro, sin apenas moverse, estacionado en el interior de mi vientre, latiendo simplemente al ritmo de su corazón…, ¡y del mío!, pues tenía yo taquicardia…, desenfrenada.
+ ¡Juanito…!. ¿Me quieres Juanito…?,
le pregunté, acariciándole sus mejillas con las palmas de mis manos, mirándolo fijamente a sus ojos, y le volví a preguntar:
+ ¿Me quieres Juanito…?,
= ¡Te amo Lupita…, te amo mucho…, lo sabes…, te quiero…, estoy enamorado de
ti…, me tienes completamente hechizado Lupita…, te quiero, te quiero,
te quiero…!,
me dijo Juanito, repitiendo esa frase con muchísimo énfasis y hasta gusto, cosa que me hizo sentir un orgasmo en mi vientre y de inmediato se lo externé:
+ ¡Juanito…, me viene…, lo siento…, me viene…, me viene…, me vieneee…!,
y obtuve mi orgasmo sentada sobre el pene de Juan, sintiéndolo quietecito, hasta adentro de mi vientre, en lo más profundo de mí.
+ ¡Juanitooo…!,
le dije, y volví a besarlo en la boca, mordiéndole un poco sus labios, de las ansias que me producía a mí ese orgasmo, que acababa yo de tener.
Le jalé los cabellos, le mordí los labios, le clave las uñas en sus hombros y en el cuello. ¡Se me salieron las lágrimas!, y cuando despegamos los labios, tan solo le dije:
+ ¡Estuvo muy rico Juanito…, de veras…, muy rico…!,
y volví a besarlo en la boca, completamente prendida, de la emoción que sentí.
Luego de eso, me dejé caer en su pecho, sin que Juanito me sacara su pene, y comencé a regularizar mi respiración, que se me había acelerado con el orgasmo.
Me incorporé poco a poco. Levanté mi cabeza y:
+ ¡Estás rete guapo Juanito…, no sabes cómo me gustas, chiquito…!.
= ¡Tú eres la que estás rete guapa, Lupita…!. No sabes cómo te brillan tus ojos…,
¡me encanta la forma como destellan tus ojos…, la forma en que me miras…, la forma en que clavas tu mirada en mi cara, en mis ojos…, la forma en que me hablas…, la forma en que me dijiste: “me viene Juanito, me viene”. ¡Se me hizo muy linda esa frase, Lupita!.
Me lo quedé mirando, con gusto, extasiada, presa de la emoción del instante pasado, y acariciándole su carita, le pregunté:
+ ¿Terminaste Juanito…?.
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