~~No era la primera vez que nos acostábamos. Luna coleccionaba hombres y yo no podía negarme a sus pechos. Después de media docena de tragos llegamos a su casa y empezamos a desvestirnos en el comedor. Con suavidad le até el pelo y desabroché los botones de su camisa. Sabía que esa pausa le encantaba. Se acercó a mi oído, bajó la voz dos tonos, me bajó el cierre con la mano derecha y mientras me agarraba el pene susurró yo tengo la boca tibia y vos la pija muy caliente, ¿qué sugerís?. Miré para abajo y sonreí. En cuanto se tragó mi pene me acordé de aquella película en la que hablaban de una que tenía un jacuzzi en la boca. Luna arqueaba la lengua tratando de envolver el miembro y con las manos se desprendía la ropa, me acordé en seguida por qué me gustaba tanto. Ajena a mis pensamientos, ella seguía en lo suyo, o mejor, en lo nuestro. En el mismísimo momento en que estaba por llenarla completamente de semen escuchamos el ruido de ascensor que subía, y como su departamento es todo un piso, la única posibilidad se llamaba Rosana, una morocha preciosa codiciada por todo el mundo y que había sido mi primer motivo para acercarme a estas amigas. Mientras Luna se vestía a medias y corría a su habitación, yo, completamente desorientado y con la leche a medio camino decidí terminar solo la tarea, sin embargo, después de un par de movimientos enfundé asustado. Luna me gritó desde la pieza y yo solamente pensaba en acomodarme la ropa. Rosana giró la llave y entró. Estaba hermosa. Tenía una minifalda de cuero, botas y una campera un tanto abierta que dejaba ver una remera blanca. Me miró sorprendida y se acercó a saludarme. ¿Qué hacés acá a esta hora, viniste con Luna?, antes de poder contestarle, Luna gritó desde la pieza llamándonos. Rosana me miró buscando una respuesta y yo puse mi mejor cara de boludo. Al entrar a la habitación vimos un inmenso charco de vómito que cubría la cama y parte del piso. Luna, a punto de caerse dormida por el alcohol dijo que solamente podía dormirse si yo estaba con ella, y con la pieza en esas condiciones tuvimos que mudarnos al dormitorio de Rosana. Bastante enojado me imaginé una larga noche de calentura durmiendo abrazado a una borracha. Y en realidad al principio se cumplió mi predicción, pero a las dos o tres horas, con los tres durmiendo sobre colchones pero en el piso, me desperté con el pene erecto y de un tamaño envidiable. Las alternativas no eran muchas, levantarme al baño y sacudir al amigo o despertar a Luna y terminar la historia como sea. Si estamos en el baile bailemos me dije, le bajé la ropa interior a Luna y apunté al primer agujero, la oscuridad no dejaba ver con detalles, pero intuí que era el ano. Después de tanto tiempo me doy cuenta que no era esa alternativa lo que me ponía a diez mil, lo excitante era coger tan cerca de Rosana y que ella nunca lo supiera. Como decía, tenía el pene infladísimo, un culo aceptable adelante y muchas ganas, pero Luna no podía colaborar demasiado desde su knock out alcóholico. Me acerqué, llené dos dedos de saliva y se los metí tan adentro como pude. Enseguida, con bastante energía le clavé la pija algunos centímetros, borracha y todo apretaba su esfínter haciéndome imposible progresar. Insulté en varios idiomas y saqué el pene tan duro como antes. Resignado apoyé la frente sobre los hombros de Luna, entonces entendí qué tenía que hacer. Sentado me desnudé completamente y fui gateando con mucho cuidado hasta sentarme al lado de la cabeza de Rosana. Ella dormía boca arriba y parecía tener una pequeña sonrisa en sus labios. Sujeté el borde superior de las cobijas y de un solo movimiento la destapé. Rosana dormía con un pijama bordó de seda. El pantalón estaba atado en la cintura con un delicado cinturón del mismo material. Estirándome lo desaté para liberar la parte inferior de la prenda. Nuevamente me moví hacia los pies de Rosana, esta vez, en un torpe movimiento le golpeé el codo, su falta de reacción me hizo comprender que esta mujer de 20 años tenía un sueño muy pesado, y que para despertarla haría falta algo más que unos sacudos en la ropa. Con esa tranquilidad, trabajé unos minutos hasta dejarla en corpiño y bombacha. Rosana era realmente perfecta. Buena cola, lindísimos pechos y una especie de pasillo entre sus piernas que permitiría por lo menos el ancho de una mano. Empeñado en que ese día me la chuparan, volví a sentarme allá arriba, ahí donde Rosana apoyaba la cabeza. Me senté con las piernas cruzadas como lo hacen los hindúes, alcé la cabeza de ese hermoso pedazo de carne y la apoyé sobre mis pantorrillas. Sentí la cabeza de mi pene rozar contra el pelo de Rosana y me calenté más. Con cuidado metí el dedo índice en su boca y empecé a sacarlo y meterlo. Como se sabe, los actos de la temprana infancia se hacen hábitos, por lo que dormida y todo empezó a succionar. Primero despacio, después con más y más ganas, entonces, abrió los ojos confundida. Desde abajo, mi pija le acariciaba la nuca. Aún despierta no soltaba mi dedo ni dejaba de chupar. En unos segundos entendió todo, vio mi torso desnudo y sintió algo duro moviéndose bajo su cabeza. Poco a poco giró, soltó mi dedo y lo reemplazó por algo mucho más entretenido. Me incliné hacia atrás para verla mejor. La mujer de mis sueños chupándomela justo al lado de otra mina a la que más tarde o más temprano me volvería a coger.