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Como una experta, Lucía ejecutó en el recto de Marta las mismas maniobras que en el coño. Marta estiraba de la cadena de sus pezones con una mano u de la de la argolla del clítoris con la otra. La deformación de los delicados órganos era bestial. Al entrar en el orgasmo se soltó las cadenas y quedó en el sofá en posición fetal respirando agitadamente. Lucía, no sabiendo que más hacer se dedico a lamer los fluidos que arrojaba aquel provecto chocho al que la lúbrica vieja facilitó el acceso abriendo inconscientemente sus mórbidos jamones.
- Cariño, dijo a Lucía cuando se repuso, tu turno.
Lucía estaba asustada. Respiraba excitadamente y sudaba a chorros. Todo su cuerpo estaba brillante. Pero se colocó en la misma postura que había tenido Marta.
Ésta le retiró el dildo doblado de la vagina, sacó las bolas chinas y también retiró el gran tapón anal. Tras lubricarse la mano se aplicó a las maniobras y, casi sin un gemido, pronto tuvo Lucía una follada de puño que la proporcionó el mayor orgasmo que había tenido hasta entonces.
- ¿Lo ves querida?. Con el adecuado tratamiento previo no hay molestia para meter un puño en los agujeros. Veamos ahora el culito. Te aconsejo que tu misma estires de la pinza del clítoris como yo he hecho.
Marta metió su puño en el poco usado ano de Lucía quien siguió el consejo de excitar su clítoris. Pero ella retorcía la pinza en vez de estirar. Cuando mi vieja quiso darse cuenta, Marta había metido su otra mano en la vagina, teniendo así completamente rellenos los dos agujeros. Ni diez minutos hicieron falta para que Lucía repitiese orgasmo.
Empapadas en sudor y con las entrepiernas pringadas de sus propios fluídos vaginales y de saliva, envié a las dos féminas a la ducha, adonde se dirigieron alegremente cogidas de la mano y comentando el placer que se habían dado mutuamente. Le advertí a Marta que administrase un enema a Lucía de cara al siguiente tratamiento que recibiría según el programa establecido.
Tras tomar una copa, me acerqué al baño a inspeccionar la actividad de las dos maduritas. Lucía se encontraba frente al bidet, con las manos sobre él, inclinada y con el culo en pompa mientras Marta le introducía la cánula por el ano. Tras vaciar toda la bolsa del enema se lo taponó hasta que hiciera efecto. Mientras, charlaban.
- ¿Como andas con la menopausia, Lucía?
- Fatal. Aún tengo reglas enormemente copiosas, y debo seguir con los anticonceptivos. Y el resto ya sabes, los sudores, los dolores.
- ¿Tomas extracto de soja?
- Todas las mañanas. Algún efecto si parece que tenga. Oye, ya me duele mucho la barriga. Quítame el tapón del culo.
- Espera un minuto más. Después te pondré otro con agua de rosas. Quiero que esté muy bien para los dos tipos que te van a iniciar en la penetración múltiple.
- ¿Cómo son?
- Los dos son negros. Uno, de unos 55 años tiene una polla enormemente gorda pero de longitud normalita. El otro, un jovencito de 22. la tiene larguísima y delgada. Te gustará la variedad.
- No entiendo que a mi Juan le guste ver como me follan otros hombres.
- Es muy erótico ofrecer la propia hembra al uso de otros machos. Igualmente te gustará ver como tu hombre se solaza con otras. Hoy me follará a mi mientras tu te encargas de los dos sementales que te he traído.
- Oye, ya me duele de veras, no lo puedo aguantar más.
- Anda, siéntate en la taza y sácate el tapón.
- ¿Pero me vas a mirar mientras me cago?
- Me gusta mucho verlo.
- Me da corte.
- Es otra cosa que se te pasará.
Vi, y escuché la salida de los líquidos del vientre de Lucía mientras ella se sonrojaba al ver la atención con que Marta examinaba la salida de los excrementos.
- Ahora querida, límpiate en el bidet mientras preparo el enema de agua de rosas. Por cierto quítate ya las pinzas de los pezones y el clítoris.
- No, me producen una extraña sensación agradable cuando me corro.
- Te lo advertí. Deberías pedir a tu hombre que te anille. Así puedes colgarte pesas y manejarte los estiramientos mejor. Además, a los hombres les priva y excita.
- Si, creo que lo haré, ahora que mi marido no me ve desnuda nunca.
Le colocó el segundo enema, pero esta vez, para la expulsión, Marta puso a cuatro patas a Lucía en la bañera con objeto de regodearse presenciando la parábola que trazó el líquido al salir a presión.
Regresé al salón y al poco vinieron ellas, ya sin medias, pero conservando Marta sus aparejos de cuero, y con intención de tomarse una copa antes de volver a las hazañas sexuales impropias de su provecta edad. Charlamos un rato hasta que sonó el timbre de la puerta y Marta nos presentó a Louis, el más viejo y Guillaume, el joven.
- Bueno chicos, a mi me conocéis de sobra, en particular mis agujeros. Examinad a la nueva puta calentorra que he traído para vosotros con permiso de su hombre. Ya tiene su culito bien lavado y lubricado.
Los dos hombres examinaron toda la humanidad de Lucía sin cortarse un pelo de meter sus dedos en los agujeros y oler y probar los caldos que la muy guarra ya estaba soltando, solo por el placer de verse tan atendida a su edad, aunque fuese tan humillantemente. Yo estaba seguro ya, vista su conducta de la tarde, que incluso la humillación de verse explorada como una res le gustaba.
Marta no se anduvo con más demoras una vez que ellos concluyeron que la calidad del cuerpo de la otra mujer era aceptable. Comenzó a desnudar a Louis al tiempo que le indicaba a mi abuelita que hiciese lo propio con Guillaume. Pronto estaban las dos de rodillas ante ellos chupando, con evidente dificultad dados los tamaños, las dos negras vergas.
En un momento dado, Marta empujó a su negro ante la boca de Lucía para que se hiciese cargo de las dos y se vino a trabajar mi instrumento. Me dejé desnudar por la puta mientras contemplaba como mi "novia" alternaba las mamadas de los dos enormes garrotes mientras evaluaba pensativamente las singulares diferencias: Una tan gorda y la otra tan larga.
Pronto estuve con mi polla alojada en el culo de Marta mientras contemplábamos como los dos negros se trabajaban a Lucía. Guillaume ya se la había metido en el coño con ella a cuatro patas al tiempo que seguía mamando la de Louis. Después Guillaume, sin salirse de dentro se sentó sobre el sofá arrastrando consigo a la guarrona que quedó sentada sobre su polla. Hábilmente se la sacó del coño para ensartarle el ano de sopetón y dejar el orificio delantero a su colega que inmediatamente se lo tapó.
Por fin tenía Lucía su prometido sándwich experimentando la sensación de dos pollas rozándose en sus dulces cavidades. Además, no podía darse por defraudada, porque los dos sementales coordinaban bien los movimientos. Se notaba que eran expertos en el arte del bocadillo, no como otros , en que uno de ellos se movía y el otro se limitaba a dejar la polla quieta. Además, empleaban un movimiento de mete-saca realmente enérgico.
Yo no quería aún correrme por lo que paré el subeybaja que Marta me hacía para demorar mi corrida hasta que llegase la apoteosis de Lucía. Los dos nos quedamos mirando con mi preciado instrumento bien guardado en el recto de la vieja ramera.
Tras trajinarle los dos agujeros simultáneamente, Guillaume sacó su largo vástago para empujarlo dentro de la vagina junto con el gordo tronco de Louis. No hubo gran obstáculo salvo un ligero gesto de disgusto de Lucía al penetrar, después su cara volvió a reflejar el placer que le estaban proporcionando las dos pollas en el mismo orificio.
Al cabo de un rato las dos vergas cambiaron de alojamiento y fueron introducidas en el recto mientras Lucía se retorcía sin piedad la pinza del clítoris y yo mandaba a Marta volver a cabalgar sobre mi pene. Me corrí al mismo tiempo que mi amante, la que no se privó de proferir unos alaridos y procacidades poco adecuadas a su educación y compostura pero que demostraron la profundidad de su orgasmo.
Rápidamente Marta se desclavó de mi y se colocó con el ano justo sobre la boca de Lucía. Se lo abrió con dos dedos de cada mano diciendo:
- Abre la boca, puta, y bébete el esperma de tu hombre.
Ni que decir tiene a estas alturas que no me sorprendió ni pizca ver cómo mi puta se tragaba los borbotones de mi semen que manaban del ano de la zorra Marta. Segundos después Louis se salía del culo de Lucía para pedirla una cubana mientras se derramaba sobre su cara y pechos y Guillaume hacía lo mismo en el ano de mi puta. Marta se apresuró a lamer el semen de la cara y tetas de Lucía y después, con una copa recogió el que manaba de su ano para dárselo a beber. Mi puta se tragó el semen del negro como había hecho con el mío. Sin parpadear y saboreando. Temí que hiciese alguna odiosa comparación pero se abstuvo.
Cumplida su función, los dos negros, sin duda aleccionados previamente por Marta, se vistieron y se largaron no sin alabar las excelencias de "su puta, señor". Expresión que aprovechó Marta para iniciar la consecución de su objetivo primordial.
- Y qué Lucía. ¿Te ha gustado ser la puta de Juan?
- Me ha encantado. Me gustaría ser su puta profesional para traerle dinero mientras yo me lo paso tan bien.
- Pues chica. Si has descubierto la vocación, el siguiente paso es fácil: Cobrar la follada.
- Juan. ¿Me harías tu puta?
- Antes querría que me hicieses algún servicio.
- ¿Cuál?
- Tu hija mayor, la casada con dos niños. Me gustaría que me la preparases para hacerla también mi puta.
- Eso lo puedo conseguir al mismo tiempo. Está harta del imbécil de su marido y de la vida que lleva.
EPÍLOGO.
Conseguí que Lucía me entregase a su hija, que es la puta que actualmente sufraga mis gastos. Lucía me trabajó durante tres años como modelo porno en el apartado de maduras, llegando a ser la Reina de 2002 en la categoría de más de 50 años y venciendo ante un jurado en una orgía en competencia con la ganadora de la categoría de más de 40 años. Ni que decir tiene que eso supuso su divorcio.
En la actualidad la tengo trabajando con Marta gestionando un gabinete sadomaso, perversión a la que se aficionó como cabía esperar de ella.
FIN.
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