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El éxito tan placentero de Guille nos entusiasmó a todos. Pero no debía ser siempre igual. El segundo ligador fue Marcos, rubio, carita de ángel, delicado, sensible, poeta, actor vocacional, pero bien determinado a la venganza.
Marcos no sospechó lo que le tocaría en suerte. Mejor dejemos que lo relate él mismo.
" Habíamos estudiado a la vieja, su marido era Director de un banco prestigioso. Eso nos garantizaba el temor a la exposición pública de algunas flaquezas, o deslices.
Cuando su esposo viajaba Felicitas lo enguampaba alegremente, y prefería los chicos jóvenes. Sabíamos casi todo sobre ella y su cornudo marido, eran una presa de valor, si lo lográbamos nos reportarían mucho dinero.
Entre todos hicimos las correspondientes guardias, averiguamos los gustos de la vieja, sus horarios, la frecuencia de los viajes del cornudo, todo lo necesario.
Y, basándonos en los gustos de la señora, yo fui el elegido para levantarla.
Me llevó mi tiempo, procuré cruzarme con ella en la calle, pero fue en vano, ni me miró, estaba habituada a hacer sus conquistas en lugares determinados.
Tuve que dirigirme a un bar del barrio de Almagro. La zona no era la que tamaña señora debía frecuentar, lo hacía justamente para despistar, y para conseguir jóvenes de un estrato social y económico inferior al suyo, lo que le garantizaba una cierta superioridad desde el comienzo.
No contaba con Los Vengadores Anónimos, todos muchachos de clase media alta, con instrucción universitaria, aunque había algunos menos favorecidos por la fortuna, y hasta un negro, teníamos que cubrir todos los frentes y todos los gustos.
Al cabo de pocos días logré que la vieja me mirara; entonces, ante sus ojos me sobé la verga y le clavé la vista en sus ojos.
Al rato la vieja me mandó una cerveza con el camarero. Tomé la botella y me acerqué a su mesa, estaba sola.
¡Tan linda y solita!
No me mientas pendejo.
No te miento ni nada. Me gustás.
Algo andarás queriendo, un chico tan lindo debe tener miles de chicas.
Me gustan las mujeres maduras.
Yo, más que madura estoy pasada.
Sos bellísima.
Esa noche la cosa no pasó más allá, me convidó unas cervezas y nos despedimos, con la promesa de encontrarnos dos días después.
Cuando llegué al segundo encuentro la hallé en su mesa, era habitué del lugar, firme como rulo de estatua. Mejor vestida, más maquillada, muy sugerente. Pero nada podía ocultar que era mucho mayor que mi madre. Galante le pedí su autorización para sentarme a su lado. Ansiosa me la concedió de inmediato.
Luego de los saludos de rigor, ella inició el diálogo.
¿Qué te hace buscar la compañía de una vieja como yo?
No se Feli, quizás sea un Edipo mal resuelto, pero me atraés más que nadie.
No me vengas con la cháchara de Freud o Lacan. Estás caliente.
Y… sí Feli, estoy muy caliente… con vos.
¡Andá… con una vieja!
Sos la vieja más joven y más linda que conozco.
¡Andá, zalamero. Todavía no se que traés bajo el poncho. Pero me gusta que me halagues.
No son halagos Bella, es mera justicia.
El diálogo cachondo nos impulsó para meternos mano por debajo de la mesa. Yo encontré casi nada, ella halló mi verga a medio parar. Con mano sabia logró instalarme una buena erección.
Ustedes saben que mi dotación no es privilegiada, apenas hay unos 17 x 5 , pero a la señora parece que la conformaba. Y ahí nomás me declaro su amor, apasionado y eterno.
No supe qué responder, los acontecimientos habían superado en velocidad a mis previsiones.
Pero tenía bien claros los objetivos de los Vengadores.
Feli, ¡vamos a coger!
Siempre fui muy elíptico y sutil en mis manifestaciones. Ella no me entendió.
¿Y dónde Marcos?
A tu casa querida, yo vivo en una pensión.
¿ A mi casa? Imposible, están mis nietos allí
No tengo cómo pagar un hotel por horas.
¡Pero qué boludo! lo pago yo mi amor.
En un telo del barrio del Once empecé a verla y a tantearla. Vieja, fea y puta. Sobre todo muy puta.
Apenas entramos empezó a sacarse ropa. Me quité la camisa y colaboré desabrochando el sostén. Encontré un par de tetitas pequeñas y muy flacas, apenas mantenían restos de firmeza.
La cámara lista en su trípode había sido condición indispensable.
Mi amor, tu belleza debe ser documentada junto con nuestra pasión. Pensá que no vamos a poder vernos todos los días. Así me consolaré en mi soledad. Y vos podés hacer lo mismo.
Sí Marcos, pero sólo nosotros dos veremos las fotos.
¿Acaso pensás que quiero compartirte?, no soportaría que otra persona te viera así. Hasta de tu marido estoy celoso.
Mi marido es un viejo impotente. Hace meses que no me hace nada. Hasta dormimos en cuartos separados.
¡Qué estúpido! Si pudiera estar siempre con vos nos la pasaríamos cogiendo.
La seguí desnudando, llevaba un conjunto símil leopardo, ridículo para su edad.
Pero comenzó a no parecerme tan fea, hasta sus tetas me resultaban cada vez más agradables. Comencé a chuparlas, no tenían mal sabor, jugaba con la lengua en sus pezones que se pusieron muy duros, casi me entraba una teta en la boca.
Ella sola se quitó la trusa y me pidió que le chupara la concha. Intenté resistirme al pedido, pero comprendí que debía actuar de acuerdo a la pasión que declaraba.
Era una concha vieja, se veía grande, pero estaba bien depilada y limpia. El sabor no era malo, destilaba jugos, la vieja estaba muy caliente; tanto que a poco acabó a gritos.
-Mi querido, ¡cómo me hacés gozar! sos un maestro con la lengua.
Feli, sos vos la que me calienta demasiado.
Y estaba muy cerca de la verdad, Felicitas me estaba empezando a calentar
Llevaba como dos semanas sin nada, la tarea de levantarme a la anciana había ocupado todo mi tiempo. Feli era más de lo que me había imaginado.
Tenía más carne de la esperada.
Le chupaba la concha como si fuera le mejor de mi breve historia. Sentía como le gustaba, y sentía como me gustaba.
He chupado algunas conchas, no muchas, esta me calentaba especialmente, era una concha vieja, pero bien enmarcada. Los muslos de Feli se me hicieron apatecibles.
¡La puta, me estaba calentando con la anciana!
Mi nene, quiero que me la pongas toda.
Toda para vos mamita, te la voy a poner entera. hasta que digas ¡BASTA!
Se puso sobre mí, dándome la espalda. Acomodó mi verga en sus labios vaginales, y se dejó caer empalándose en mi verga erecta. No esperaba una concha tan estrecha, pero lo era, me apretaba el miembro como una mano.
-Mami que linda concha. Me la apretás muy bien.
Te estaba esperando bebé.
Seguí, movete así que me encanta.
A mí también me encanta, la siento casi en el ombligo.
Felicitas acabó entre gemidos y gritos de placer. Este trabajo se estaba transformando en una gran satisfacción. Me concentraba para no eyacular, quería prolongar al máximo el polvazo, deslizaba mi poronga en el estrecho canal de la vieja, me calentaban sus gemidos y sus expresiones de gozo. Decidí que antes de empezar a explotarla para sacar algún dinero la iba a tener un tiempo para mí solo.
La cogí más de media hora, y cuando ya no aguantaba más la inundé de leche fresca.
Pedimos cerveza y, mientras bebíamos aprovechamos para descansar.
El telo era de los buenos y caros, muy confortable, se estaba bien allí.
Hace tiempo que nadie me cogía así.
¿Así cómo?
Tan lindo, tan fuerte, tan largo. Sos un torito Bebé.
Es que vos me ponés a mil Feli, y esto recién empieza.
¿Me vas a coger otra vez?
¡Otra? Miles de veces te quiero coger. Vamos a probar de todo. Yo te la chupé a vos, ahora es tu turno, chupámela bien.
La vieja no se hizo rogar, me la hizo parar de nuevo a lametazos y se la comió entera. Sabía muy bien qué hacer con una verga en la boca. Se la dejaba ir hasta la garganta, y la iba sacando apretando con los labios mientras le dedicaba las mejores atenciones de su lengua a mi glande. A dos manos atendía mis bolas con un masaje delicioso y suave.
De a ratos la sacaba entera y me chupaba los huevos.
Quiero tragarme tu lechita Bebé.
Sacámela vos Feli.
Te voy a dejar seco.
No creas, tengo mucha, y toda para vos.
Y me sacó la leche, mucha, no recuerdo haber eyaculado tanta cantidad antes. Feli no dejó escapar ni una gota, se bebió todo con mucho gusto.
Me tiré boca arriba agotado, pero no tardé en reponerme.
La acariciaba íntegra, sus pequeñas tetas, el culito prieto y los muslos que cada vez me atraían más.
Le separaba las nalgas para explorar a dedo el asterisco de su ano, la vieja tenía las carnes duras a pesar de su edad y del intenso uso que había hecho de todo su cuerpo.
Le di a chupar el índice de mi derecha y se lo metí en el culo.
¿Querés el chico Bebé? hoy no te puedo negar nada.
Claro que lo quiero, acomodate que te lo hago.
Se puso boca abajo, los brazos sobre un almohadón, apoyada en las rodillas y con el culo generosamente ofrecido.
Se la metí en la concha para lubricarme con sus jugos, le abrí las cachas y la acerqué a su ano.
Despacio bebé, no me hagas doler.
Si te duele te la saco.
Empujé con suavidad, entró un poco, me instó a seguir diciendo que iba bien, que casi no le dolía.
Eso me alentó y se la fui poniendo por tramos. Era una gloria como le entraba, el recto rugoso estimulaba mi cabecita.
No se quejaba, al contrario pedía más, la quería toda en su culo, le gustaba como la estaba enculando.
Cuando la tuvo entera adentro se empezó a mover con sabiduría de experta, yo estaba gozando y aprendiendo, era la segunda mujer en mi vida que me entregaba el marrón. Con la primera fue muy dificultoso, era una pendeja que no sabía nada, era la primera vez para los dos en el coito anal. Feli, en cambio era una maestra, se notaba que su culo había tragado más carne que un frigorífico de vacunos.
Ella misma con sus movimientos hacía que mi verga entrara y saliera a un ritmo cada vez más febril.
La lubricación no era mucha, pero estaba bien, un poco de sus jugos vaginales y otro poco de lo que salía de mi verga como anuncio de lo que vendría luego. Me apretaba igual que la concha, pero era más anfractuoso lo que aumentaba mis sensaciones.
Me estaba resultando maravilloso mi segundo culo.
La enema de leche que le apliqué fue para la historia, eyaculé como si no hubiera cogido esa noche. Feli tuvo dos poderosos orgasmos con mi verga en su puerta de atrás.
A su pedido la volví a coger por la concha, estábamos ambos muy cansados. Quedamos en volver a encontrarnos dos días después, fue en el mismo telo.
Hablé con mis amigos/socios para seguir unos días cogiendo con la vieja, no hubo inconvenientes.
Cuando les mostré las fotos me felicitaron.
Guille fue el encargado de mostrárselas y advertirle que si no hacía lo que le ordenáramos las vería su marido. No le importaba que las viera el cornudo, pero le dijimos que lo advirtiera, porque no sería bueno para la posición del esposo que circularan las fotos de su mujer cogiendo con un pibe.
Las operaciones bancarias que hicimos, asesorados por el tío de uno de nosotros, y avalados por el poderoso banquero, no son interesantes ni eróticas.
Pero nos dejaron buenos dividendos.
Ya éramos una gran empresa en marcha.
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