De pronto me quedé profundamente dormido.
Era medianoche y había jugado tanto con mis pequeños soldaditos de plomo que terminé exhausto y rendido debajo de la cama de mi Tia Jimena.
Siempre era así.
Aquel lugar era mi mejor campo de batalla.
Tal vez la suavidad de la alfombra que descansaba a lo largo de la habitación me daba el calor necesario para jugar sin preocuparme del tiempo, y, sobre todo, esperando que llegué la noche, para contemplar en mi silencio el desnudo de mi Tía Jimena.
Esta vez no logré ver cómo se desprendía de su linda minifalda, ni tampoco cómo desprendía el broche del brasier, para contemplar desde mi soledad aquellos prominentes y redondos senos.
Me quedé dormido, pero esto no fue problema.
Sólo sé que un incesante ruido sobre mi cabeza, me sacó del limbo del sueño. Estaba todo oscuro. Pero lo que más curiosidad me causó fue que mi Tia Jimena sollozaba de alegría. La cama se agitaba más. Y sus pequeños sollozos se convertían en delirantes quejidos que aún no lograba entender.
Lentamente, saqué mi cabeza y, como si fuera un minino, me desplacé por la alfombra para ocultarme detrás de un ropero y contemplar los juegos de mi Tia Jimena.
Estaba desnuda. Nada la cubría. Su mano derecha estaba enterrada entre sus piernas, mejor dicho dentro de su encantador sexo. La otra mano acariciaba ligeramente gran parte de uno de sus senos.
Su largo dedo era penetrado con delirio dentro de su bulba, ardiente, húmeda y complaciente.
Pero eso fue sólo el inicio.
Un sujeto que mediana estatura, muy moreno, entró de pronto a la habitación y se avalanchó sobre ella.
No le dió más tiempo. Era un salvaje. Y creo que eso le gustaba a ella, pues rápidamente dejó que le penetrara un inmenso falo que medía cerca de 30 centímetros. Qué bestia.
Se agitaban, se movían. Eso me gustaba pues sentía que mi pene se endurecía como si fuese el mismo pene del ocasional amante de mi Tia.
Mi tía sacaba su lengua, la paseaba por la comisura de sus labios. Realmente estallaba de excitación.
El hombre se agirtaba sobre ella. No se detenía. Alcancé a escuchar que ella decía: más mi negro... más ...no te detengas...sigue ...sigue.
Gritaba discretamente como para que su voz sólo llegase hasta las paredes.
El amante le chupaba los pezones, se los mordía... ella se agitaba, se contorneba, los gritos elevaban decibeles incesantes. De pronto estalló... quedó rendida..sin palabra que decir...Se hundió en el lecho.
El hombre gritó y quedo, igual, apretando su pecho.
Las manos húmedas de mi tia colgaban hasta besar el suelo. Acerqué mi nariz a su mano y el olor entre perfume de mujer y sus interiores se mezclaban en un elixir que no he podido olvidar.
Me retire sin hacer ruidos.
Tambien se me había venido un liquido en mis calzoncillos. Me fui al baño.
Hoy que ya tengo 40 años encima, he entendido los orgasmos de mi tía Jimena. Muy linda ella. Guardo su foto con mucho amor y eso me hace recordar sus aventuras. Hoy la veo tejer un sueter y me la imagino como en aquellos años.