Mi más profunda y fundante fantasía era que me desnudaran.
No en vano se articulaban un confuso episodio infantil (una mujer mayor que me había bajado los pantalones para mostrarle mi sexo a unas sobrinitas suyas) con un de evento en el arranque de adolescencia: a los doce años, junto con un grupo de compañeros de escuela, una barrita de ladrones adolescentes nos habían atrapado, nos habían obligado a mostrar el vello puber y el culo.
Tardíamente, a los 25 años, comencé la cerrera de derecho. Todavía era virgen: mis intentos con alguna pasajeras novias habían sido infructuosos ( no se querían entregar, yo no lograba excitarme lo suficiente). Mi vida sexual transcurría en el baño. Mi fantasía desvariaba por distintas caminos que llevaban, inexorablemente, a que me desnudaran. Como toda fantasía, tal vez de dificil realización. La literatura me había brindado alguna materialización de mis fantasías. La más lograda, era la larga escena final de "La guerra de los gimnasios" de Cesar Aira.
Me hice de algunos amigos, gente que venía repitiendo años o que como yo, habían optado por comenzar la carrera, varios años después de haber terminado la secundaria.
Sobre finales de año, uno de estos amigos, Guillermo, nos invitó a su casa, en un barrio residencial del sur de la ciudad.
-Mis viejos no están.Voy a invitar a unas cuantas amiguitas-nos dijo- Venganse preparados......
En un momento pensé en no ir. Pero como siempre intentaba conectarme con alguna chica e intentar concretar.....decidí asistir. No tenía nada que perder.
Allí estábamos Guillermo, Ernesto, Esteban, Ciro y yo.
Guillermo había preparado varias pizzas y nosotros habíamos llevado cerveza.
-Tengo una joda bárbara pensada, para jugar con las chicas. Un strip-poker. La idea es repartir el mazo de cartas entre todos. Se van sacando cartas de a una, el que tiene el número más bajo se saca una prenda. Pierde el que se queda en bolas.....¿No es buenísimo?
Nos reímos y en un aparte, Ciro me dijo: Si, porque las minas van a quere jugar....
-A lo mejor invitó a flores de putas-Le contesté.
Un rato después sonó el teléfono.Guillermo atendió-Hooooooolaaaaaaaaaaaaa Floren...¿Qué pasa que no están acá? Los chicos estamos ansiosos....
La cara de Guillermo se fue transmutando en una máscara trágica.
-Las chicas no pueden venir-Nos comentó.
Ciro se rió-Adios strip-poker, hola paja.
-Mejor comamos de una vez-apuntó Ernesto, desilusionado y hambriento.
Comimos bastante y tomamos mucho.
La noche avanzó entre cargadas a Guillermo, hasta que en un momento dijo: Al strip poker podemos jugar igual. El que pierde sale a la calle en bolas.
Hubo un cruce de opiniones en el que preferí no intervenir. Ciro era el que más se resistía, hasta que Guilllermo le dijo:Che, ¿que tenés que ocultar?¿No serás medio putito vos, no?
Eso resolvió la cuestión.
Levantamos la mesa, repartimos las cartas. Cada uno quedó con su montoncito.
-Larguemos-dijo Guillermo.
Ibamos sacando de a una y las poníamos sobre la mesa.
En la primera mano perdió Ciro.Se sacó un zapato. Después perdí dos veces yo, quedé descalzo. El siguiente fue Guillermo, se sacó la remera.
Pude notar que el morbo iba copando la habitación. Supuestamente eramos todos heterosexuales, pero nunca nos habíamos visto desnudos. Y la desventaja ajena que es la desnudez, despertaba la risa y las bromas de todos.
Le tocó el turno a Esteban. Se sacó la remera(tengo calor, dijo). Perdí otra vez yo, me tuve que sacar la remera. Otra vez Ciro, que sacó el otro zapato.
Yo estaba ligeramente erecto. El corazón parecía a punto de salirseme por la boca.Volví a perder. No me quedaba otra que sacarme el pantalón.
-Bueno-dijo Guillermo- Como parece que estás por perder, a tu ropa hay que dejarla aparte- Tomó todo lo que me había sacado y lo guardó bajo llave, en un mueble.-La dejo en manos de Ernesto, que hasta ahora va invicto.
Le tocó nuevamente el turno a Ciro. Se sacó el cinturón. Yo pensé como no me había dado cuenta. Protesté porque yo había perdido dos prendas.
-Tarde para protestar-dijo Guillermo, que perdió el siguiente turno y se sacó el zapato. Luego Ciro tuvo que pagar con su remera.
Y finalmente el lógico desenlace. Perdí. Todos se quedaron mirándome. Como estaba no podía escapar. Me saqué los calzoncillos y los tiré sobre la mesa. me aplaudieron. Ciro miraba con maldad. Como zafaste, pensé.
-Bueno, salí un momentito al patio, que vamos a ver como pagás por haber perdido.
Me quedé afuera. Hacía calor. Los nervios me bajaron la incipiente erección, sin que nadie se diera cuenta. Escuchaba sus risotadas.
Al fin, salieron todos, completamente vestidos.
-Tenés que dar una vuelta a la manzana en bolas.
Protesté, sabiendo que era inútil.
Salimos a la calle.
-Dale, te esperamos acá en la puerta.
Di la vuelta corriendo, con las manos apretándome el sexo. Era tarde, el barrio era tranquilo. Me alegró no cruzarme con nadie. Pensé que el fin de la broma estaba cerca. Pero al volver a la puerta de la casa de Guillermo, nadie me esperaba.Toqué el timbre desesperado, golpee. Podría haber estado horas. Sentí que tocaban bocina. De tan ciego que estaba no los había visto. Estaban los cuatro en el auto de Guillermo. El, asomado por la ventanilla, agitaba mi calzoncillo.
-Vamos a dar una vuelta.
Yo transpiraba. Una fuerza ignorada tironeaba mi pene, y sentía una fuerte y caliente tensión en el culo.
Fuimos avanzando hacia el centro de la ciudad. Me parecía que los ocupantes de cada auto con el que nos cruzábamos sabía mi situación. Paramos frente aun kiosco. Ernesto me dió unas monedas-Andá a comprar una cervezas- me dijo.
-Pero....-alcancé a protestar.
-Dale, dale.
Entré. lo atendía una mujer vieja, que sólo atinó a gritar y a llamar a alguien que estaba en la trastienda.
Salí corriendo.
-Bueno, vamos a tener que ir a otro lado, hasta que compres la cerveza.
En el siguiente kiosco había un tipo joven.
-Ayudame, es una despedida de soltero, tengo que comprar cerveza-El muchacho se rió y me dió las latitas. Cuatro.
-Bueno-dijo Guillermo-vos no tomás.
El siguiente juego que se les ocurrió fue hacerme bajar y decirme: te pasamos a buscar por tal y tal esquina. En general, como mínimo tenía que hacer más de cinco cuadras y cruzar alguna avenida.
Luego de dos veces, Ciro dijo.-Este turro corre tapandose las bolas. ¿Y si le atamos las manos?
Tenían un cable en el baúl. Me ataron las manos por la espalda. Me dejaron en la calle varias veces más.
-Bueno basta.....-imploré, harto.
-No llorés, no llorés. Una vez más. Y si querés, te desatamos.
El muy guacho de Ciro protestó, diciendo que el no estaba cansado.
-Pará che- contestó Guillermo.-Bueno, última y nos vamos.
Me dieron una nueva indicación y se alejaron, a modo de saludo, Guillermo revoleó el calzoncillo por la ventanilla.
Al fin, pensé. Corrí hasta el punto de encuentro, una esquina bastante oscura.Pensé en toda la gente que me había visto pasar corriendo desnudo, seguramente algún conocido entre ellos, que se lo comentaría a todo el mundo. Había escuchado a mi paso risotadas, exclamaciones, gritos, aplausos.
Los minutos pasaban, y noi me venían a buscar. Quise tranquilizarme. Me debe parecer. Pero el tiempo siguió pasando, hasta que acepté que no me iban a ir a buscar. Que esa era la broma última. Me habían dejado en pelotas, lejos de casa.
Me deprimí, pero de alguna manera, también me sentí liberado.
Tanto, que una erección creció casi sin darme cuenta. La calle era oscura y no pasaba nadie. Busque un lugar entre las sombras y me masturbé rápida y furiosamente. Fue el mejor orgasmo de mi vida.
Aliviado, empecé a caminar hacia casa. Iba lleno de esperanzas. Era posible que viera algún auto de la policia que me rescatara y me llevara a casa.
había jugado y cumplido mi fantasía.
Había ganado al perder.