No puedo controlar el deseo que me invade hacia ti. Cuando tus lujuriosos ojos se posan en mi cuerpo, me sonrojo al contemplar tu mirada que acaricia mis pechos, tus labios que siento besando mi piel desnuda al ver tu sonrisa inclinada.
No podemos decir nada. Cenamos con amigos. Estamos rodeados por gente que nos conoce, gente que sabe que tú estás con otra y yo con otro.
Después de la cena, copa en mano, disimulamos, sonreímos, mientras, entre sorbos, nos dedicamos miradas calurosas y sonrisas insinuantes.
Nos dirigimos en grupo al aparcamiento a buscar los coches. Tú coges mi mano para ayudarme a subir un desnivel. Nuestras manos arden al contacto. Nuestras miradas se encuentran en la oscuridad. Todavía no se ha decidido, pero sabemos que acabará ocurriendo.
Cuando llego a casa, me encierro en el baño para darme una ducha caliente. Mientras el agua me abraza, estoy pensando en el calor de tus manos, mis manos me traen el calor de tu lengua recorriendo mis pechos, apoyo la cabeza hacia atrás en las baldosas mientras enfoco el chorro hacia mi sexo, introduzco mis dedos en la vagina mientras siento el calor de tu verga entrando y saliendo en mi cuerpo húmedo... Mmmmmmmmmm... el agua esconde mis gemidos...
Pero lo mejor está por llegar...
Después de esa cena, nos volvemos a ver en el gym. En clase, cada posición nos pone cachondos. Abro mis piernas estirada sobre mi espalda y te miro sonriéndote. Te insinúo lo que puedes encontrar ahí. Y te gusta. Me muestras tu erección marcando el short de gimnasia. Me relamo los labios mirándote mientras estiro mi cuerpo elevando mis pechos hacia arriba. Sonríes tú también.
El que también se ha fijado en la escena es el profesor de gimnasia. También tiene una buena erección en su pantalón. Creo que tengo un tirón en la espalda por el esfuerzo de los nuevos ejercicios y se lo comento.
Cuando salimos de la clase, me propone continuar un rato en la sala de rehabilitación para relajar mi contractura. Acepto.
La sala está desocupada.
—Desnúdate.
Sólo una palabra que me enciende como una brasa. Se queda ahí, de pie, mirándome.
Me desnudo lentamente. Me desprendo del top de tirantes ajustado y mis pechos saltan libres, con los pezones erectos.
Siguen las mallas ajustadas, dejando ver un tanga de hilo negro. No oculta nada, ni por delante ni por detrás. Me lo quito.
Me tumbo boca abajo sobre una toalla en la camilla y empieza a descontracturarme con movimientos certeros.
Más calor. Cuando empieza a masajear mis glúteos la humedad de mi sexo moja imperceptiblemente la toalla. Se me escapa un mmmmm... que sabe interpretar.
—Abre un poco las piernas. Obedezco.
Relaja los extensores y sus dedos comienzan a introducirse por la hendidura vertical acariciando y relajando. Estoy muy, muy caliente, deseo que sus dedos se desvíen un poco más, que se deslicen y puedan notar la excitación que me quema.
Va descendiendo hasta mi mojado chochito... y ya siento que no me acarician dedos. Es su lengua. Oooh! Mmmmm! Levanto las caderas para que pueda acceder mejor... por favor!... no puedo aguantar más y no tardo en correrme en su boca, derrumbándome sobre la camilla porque no puedo ya mantenerme en esa posición.
Continuará...
CONTINUA EN EL RELATO: "LOS PLACERES... TRIO DE ORGASMOS"