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Categoría: Confesiones

Los masturbadores de Tokio

Me Presento:



Nombre: Confidencial, pero pueden llamarme Jorge.



Edad: 42



Estado Civil: Divorciado, pero de relaciones estables de larga duración (años).



Residencias: De padres diplomáticos; nací en Damasco (Siria), pasé 6 años en Marruecos, 4 en Bagdad (Irak), 2 en Londres y 3 en Paris.



Hijos: 2, (14 y 16 años). El mayor vuela a París la semana entrante para reencontrarse con su primer amor de hace 5 años. Es su primer viaje autofinanciado. Su chica canta ópera profesionalmente a los 16.



Profesión: Todologo. Me encargo de que mis amistades por todo el mundo implementen sus proyectos cuando estos se les complican.



Estudios: Siendo mis padres diplomáticos, estudié gran parte de mi vida en colegios internacionales rodeado de chicos (as) de todo el mundo. Estudios Universitarios y de maestría en una universidad pública entre el Río Bravo y la Patagonia.



Idiomas: Español, inglés, francés, árabe y un poco, muy poco, de ruso.



Ingresos: No soy multimillonario ni nada por el estilo pero podría dejar de trabajar hoy y vivir modestamente bien el resto de mi vida.



Hobbies:



Salir a cenar, el buen cine, la buena literatura, la buena música noventera, los conciertos y el viajar son pasiones que me alimentan y ensanchan el día a día. Tanto me gusta ver el mundo que incluso adoro pasar largas horas en los aeropuertos entre avión y avión. Me gusta llevarme en mi equipaje aunque sea un poquito de cada lugar por donde paso. Cuando puedo y tengo tiempo prefiero viajar en trenes y barcos (no hablo de cruceros de lujo, detesto esos sarcófagos con elevadores).



Colecciono libros, cd's y dvd's y cada vez que puedo no pierdo la oportunidad de presumir algunas rarezas que tengo, entre ellas Nocturno Sonámbulo, un libro desaparecido que vuelvo a leer año tras año. Sólo lo presumo, ni lo presto ni le saco copias.



En lo sexual: Soy un total pervertido. Eso sí, todo lo que hago lo hago con mucho amor y con mi pareja estando de acuerdo. Soy un fiel empedernido pero permito y promuevo que me sean infiel. Es mi único vicio.



Cómo soy: Lo suficientemente bien parecido para que las chicas me quieran ligar pero no soy modelo (ni me interesaría serlo).



En lo importante soy de ideas bien cimentadas y cada opinión mía es difícilmente rebatible, lo cual me ha llevado a perder amistades. Difícilmente coincido con las ideas de los demás. Es rarísimo.



Lo que tengo que contar el día de hoy: Dejo de auto-adularme y entro en tema. Hace un par de meses un proyecto de un amigo me hizo aterrizar en Tokio y "establecerme" ahí por alrededor de dos meses. Las arduas horas de trabajo no me impidieron percatarme de algo que no había visto en mis anteriores visitas al país del sol naciente. En ciertos lugares de alta afluencia peatonal existen unos cubículos de cristal en grupos de dos o tres. Tipo las cabinas telefónicas de hace mil años. Contrariamente a las cabinas telefónicas del mundo antiguo a estos no puedes ver al interior porque son de espejo por los 4 lados. Sólo en uno de los extremos tienen una placa metálica para insertar tarjeta de crédito o efectivo, tipo las máquinas de refrescos o de estacionamiento en las calles. Cuando mis responsabilidades en Tokio estaban por llegar a su fin una tarde que llegué temprano al hotel se me antojó bajar al lobby a tomarme una copa de vino tinto y en el camino se me ocurrió preguntarle al conserje qué eran esos cubículos de espejo en ciertas calles de la ciudad.



Con un poco de reserva me indicó que eso merecía una buena explicación y que yo podía ir a tomarme mi vino al bar y que él me alcanzaría minutos después para explicarme de lo que se trataba. Inmediatamente eso llamó mi atención e inundó mi curiosidad. Soy un tipo en extremo curioso. A los diez minutos el conserje me alcanzó y procedió a aclararme el 'misterio'.



En japonés los llaman los 'sarcófagos' y son un invento de la municipalidad de Tokio para paliar los altos índices de delitos sexuales que ocurren día a día en la pervertida sociedad nipona. Si han visto porno japonés sabrán a lo que me refiero. Que chicos y adultos se masturben y eyaculen en el cabello de las mujeres mientras estas esperan el autobús, que parejas tengan sexo en público en los vagones del metro, que hombres y mujeres se masturben mientras manejan en el caótico tráfico, son sólo algunos de los problemas que la sociedad nipona contemporánea enfrenta día a día.



Por esa razón la municipalidad de Tokio se dio a la tarea de solucionar esa problemática.



Después de haber viajado por los 5 continentes y haber visto cosas tan locas como los masajes sexuales nocturnos dados por ciegos y ciegas en Saigón, las orgías anónimas dentro de algunos centros comerciales en Copenhague donde hombres y mujeres pueden entrar a una orgía, ser cogido(a) por 10 personas y salir a hacer tu súper con toda naturalidad, las famosas vitrinas de Ámsterdam donde una vez me quedé atrapado por 3 días, los baños de Estambul donde uno puede masturbar y ser masturbado por quien sea o los masturbadores de Melbourne donde gente de todo tipo acude a masturbar y ser masturbado por desconocidos (as), debo decir que el asunto de estos sarcófagos se me hizo una genialidad del gobierno japonés.



En qué consisten?



Prefiero explicarlo contando mi propia experiencia.



Dos días después de mi plática con el concierge de mi hotel terminamos de solucionar los problemas en la planta de mi cliente y decidí quedarme 5 días más para disfrutar Tokio (es una ciudad que siempre me ha encantado) y obviamente experimentar el asunto de los 'sarcófagos'.



Me dirigí a una de las avenidas más transitadas de la ciudad, ubique un par de 'sarcófagos', introduje mi tarjeta de crédito y seleccione la opción de 1 hora. A continuación la puerta de espejo se deslizó y entré. Era increíble, la sensación de estar rodeado de transeúntes, verlos a todos y saber que uno no puede ser visto es mágico. Se abrió automáticamente una puerta donde uno puede depositar su ropa, me desnude por completo, puse la ropa en el cesto y quedé totalmente desnudo en medio de multitudes de gente. Posteriormente salió un artefacto de plástico que simula unos labios vaginales y de otro compartimento salió una botella de aceite de especias con el cual te untas el pene como lubricante. Con una erección a tope metí la verga en la vagina artificial y en menos de un segundo esta se activó empezando un masaje de pija mucho más placentero que el mejor oral que una chica me haya dado en mi vida. La sensación es casi de estar siendo exprimido u ordeñado y mientras empecé a realizar los movimientos copulatorios me di cuenta que el aparato cuenta con una lengua que te va masajeando los huevos mientras metes y sacas la verga de la vagina artificial. Todo eso mientras a tu alrededor hermosas mujeres pasan en todas direcciones justo al lado tuyo. En esas andaba cuando sucedió lo mejor. Una chiquilla de unos 18 o 19 años con uniforme escolar entro al masturbatorio contiguo. Se desnudó frente a mi (el cristal que une los 2 sarcófagos no es de espejo) y por ser ella mujer del dispositivo no salió una vagina sino un vibrador con goma verde. Como si fuera lo más normal la chica se colocó de forma que ambos quedábamos frente a frente mientras cada quien era estimulado sexualmente por un dispositivo que rebasaba el placer que dos cuerpos de carne y hueso se pueden dar. Varios minutos después la chica empezó a decirme algo que no lograba entender. Probé con mis idiomas pero al parecer la chica no hablaba más que japonés, pero a señas me hizo comprender que apretara cierto botón que tintineaba en el panel de control. Lo clickee y el cristal que separaba ambos 'sarcófagos' se abrió dejándome frente a frente y al alcance de una jovencita que pedía placer a gritos. En ese momento di un paso adelante y con la verga tiesa como piedra y con las venas saltadas coloqué mi animal entre sus piernas simulando un coito por sobre su mojada y caliente concha mientras nos fundimos en un beso lascivo viendo pasar a toda esa gente a un lado nuestro. A los 3 minutos ella empezó a venirse una y otra vez y mi pene ya sin poder aguantar expulsó el lechoso vómito sobre su esplendoroso cuerpo.



Acto seguido se visitó, sin limpiarse nada del semen que traía embarrado y se marchó dejándome viendo estrellitas y exhausto por la intensidad de mi orgasmo.



Lejos de ser un mito urbano, los masturbadores llegaron a Tokio para quedarse. Son un excelente lugar para mantener un encuentro sexual totalmente anónimo y sin ningún esfuerzo. El que entra allí sabe lo que quiere y sabe a lo que va. Una brillante idea de la ciudad de Tokio que espero un día se exporte al resto del mundo.



Saludos


Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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