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Después de que me dejara mi tío, muy molesto con mi terquedad, dedique el tiempo que tenía para curiosear por las distintas habitaciones. Había resultado difícil hacerle desistir de su idea, y no dejaba de insistir para que fuera a su casa y estar con ellos unos días.
-Tenemos tiempo para estar en familia, tengo que mirar el montón de papeles que, según tu, es importante que vea. -también debía enfrentarme a los fantasmas y recuerdos, habían pasado meses desde que mis padres fallecieron y me creía preparado para afrontar mis responsabilidades.
Había llegado con tiempo suficiente para comer algo, y en esa hora y media mi tío me ponía al corriente de las reuniones que me esperaban en el bufete de abogados.
Mira bien todo lo que te dejo, tienes que conocer bien tu situación patrimonial para tomar decisiones.
-Ya lo habrás hecho tú, podías presentarme un resumen y te firmo el acuerdo que me propongas. -me miró severamente pero no dejó de comer.
-Estoy en tu mismo equipo Cristian, no lo olvides, velaré por tus intereses como si fueran míos. -me sentía terriblemente injusto, no se merecía que le tratara tan frío, no fue su culpa el que mis padres murieran, pero el viaje lo programó él y al final, él y Miranda se quedaron sin tomar el avión que se precipitaría en la selva.
-Lo siento tío, perdóname. -se limpió los labios y sonrió mientras me palpaba la mano.
-A pesar de los tiempo que corren las cosas no van tan mal, me preocupa el excesivo patrimonio inmobiliario que tienes encima, aunque los precios estén bajos deberías vender parte de tus propiedades. -no podía molestarme con él, seguro que también sufriría por su hermano.
-Tú sabes más que yo de todo eso y se hará como creas conveniente, te firmaré los poderes y haz lo que sea mejor.
Había empezado a nevar cuando llegamos a casa y el grisáceo cielo se congelaba por momentos, no hizo intención de bajarse para entrar, como si a él le dolieran los recuerdos más que a mi y arrancó con brusquedad circunvalando el inmenso roble para dar la vuelta.
Llevaba más de una hora revisando papeles y más papeles, preguntándome para que pagaba a un bufete de abogados y luego estaba él para supervisarlo todo. Me detuve leyendo la carta de la compañía de seguros que cubría los daños del accidente. La vida de mis padres por un montón de dinero manchado en su sangre.
Me levanté de la mesa de trabajo al escuchar abrirse la puerta del salón, el fuego de la chimenea se estaba apagando, los troncos que encontré ardiendo se había consumido devorados por el fuego.
-¡Quieres tomar algo niño? Quizá un chocolate caliente que te preparo en un minuto. -la vieja Matilde caminó y atizó las brasas que brillaron lanzando chispas, alguna salió del hogar y volvió a cargarla de troncos que comenzaron a humear.
-Mejor ceno luego un poco si te parece. -me miraba desolada por mi rechazo.
-Como quieras, estas tan delgado que… -se detuvo para retorcerse las manos nudosas y ya torpes por la vejez y la artrosis.
-El joven Raúl quiere despedirse, Pedro se encuentra mal y ha enviado al chico, dichosos otoños, se nos llevan por delante.
-Dile que pase, por favor, no sabía que estaba en casa.
-Lleva toda la tarde retirando la nieve, abriendo sendas para que no se acumule y ha colocado las luces navideñas del jardín.
Cuando volvió a abrir la puerta a su lado aparecía Raúl, lo reconocí al instante a pesar de la barba ensortijada que le tapaba la cara, ¿cuántos años hacía que no le veía, cuatro, cinco? ¿Y desde que sucedió los del río, nueve, diez?
-¡Hola Cristian! -y se quedó inmóvil, estático como un mueble.
Avancé para abrazarle, seguía tan fuerte como lo recordaba, quizá ahora aparentaba ser más áspero, todo se volvían recuerdos que creía olvidados como su olor, igual que cuando caminé por las habitaciones vacías de la casa y cada objeto resultaba un doloroso recuerdo.
Matilde desapareció y rompí el abrazo porque Raúl no me respondía.
-Has cambiado mucho, ahora tienes barba.
-Hace mucho tiempo que no me has visto, y sin embargo, tu has cambiado menos, o yo te recuerdo mejor por las fotos que me enseñaban tus padres.
-Tienes prisa, podemos tomar algo si te apetece. -Raúl pareció dudar en el primer momento.
-De acuerdo, a la mierda lo demás, aprovechemos antes de que desaparezcas otra vez.
-¿Vino, una cerveza, qué prefieres?
-Aunque nieva fuera una cerveza me vendrá mejor.
-Llamaré a Matilde y espero que tenga lo que te he ofrecido, la verdad, no se lo que pueda haber en la cocina. -me encaminé a la puerta del salón para ir en busca de Matilde.
-No la molestes, iré yo mismo, se donde esta la cocina, aún no la habéis cambiado.
Mientras Raúl iba a buscar la bebida me acerqué a mirar las luces que se veían parpadear encendidas, recordaba, por las fotos que me enviaba mi madre, los tres pinos que había plantado Pedro en el borde de la piscina, y que ahora servían como circunstanciales abetos navideños.
Ligeros copos de nieve, que el viento movía en un baile lento y etéreo, estaban cubriendo la hierba de un manto blanco y brillante. A la derecha los pequeños limoneros, perfectamente podados como si fueran balones con más amarillos limones que hojas.
-Matilde ha pensado que no es bueno beber con el estomago vacío y ha preparado algo para comer. -Raúl portaba una vieja bandeja de plata en sus manos y se encaminó a la mesa del comedor, repleta aún de papeles que tenía que seguir mirando.
-Déjala cerca del fuego y ahí podremos hablar más cómodos y no te quiero entretener mucho, aunque es poco no cesa de nevar.
El jamón que había cortado Matilde sabía realmente delicioso, eran trozos realmente toscos, sus manos no hacían lo del pasado.
-Muy bueno, no recuerdo cuando comí este jamón la última vez. -masticábamos despacio para hacer más largo el tiempo, para que lo que había en la bandeja durara y no fuera una señal que interrumpiera el encuentro.
-Creo que hace un poco de frío a pensar de estar encendida la calefacción y la chimenea.
-Le he hablado a mi padre, la caldera que pusieron es insuficiente para esta casa tan grande, lo arreglaré mañana cerrando algunas zonas que no vayas a utilizar. -surge un pesado silencio donde solo nos observamos disimuladamente.
-¿Venderás la casa? Tu tío le ha hablado algo a mi padre.
-No lo se Raúl, mi tío conoce muy bien lo que me conviene, me duele por lo que representa pero para qué la quiero ya. He visto los limoneros, ¿recuerdas cuando los plantamos ayudados por tu padre y mi mamá? -parecía que Raúl no quería recodar y fijó la vista en las llamas que crepitaban en el fuego.
-¿Qué haces ahora? ¿Terminaste los estudios?
-Acabé…, sí, para quedarme sin poder hacer algo. Ya ves, ayudo a veces a mi padre, las cosas no marchan bien. -se detuvo y luego siguió ante mi silencio.
-Si te vas a quedar mucho tiempo, podemos salir algún día, si quieres.
-¿Con tus amigos? -me salió como si fuera un graznido, una risa sofocada y agria.
-No solos los dos, mis amigos se tiran pedos sin pensar que haya alguien delante y le pueda molestar. -me hizo sonreír interiormente recordar a los zafios patanes.
-¿Y no tienes novia? -no quería responderme o se lo pensaba demasiado.
-Novia. Alguna chica con la que salgas, no se como lo podrías llamar.
-No hay nada formal, creo que aún no ha llegado mi hora. ¿Y tú? Se que vives solo.
-También te han informado mis padres sobre eso. -no pensaba que Raúl estuviera tan interesado en mi vida. Decidí ser rotundo y claro.
-Donde vivo no se ven las relaciones como aquí, he tenido dos amigos con los que no llegué a entenderme para hacerlo estable y aventuras de una noche o dos días. Sabes…, me recuperé aunque fuera difícil.
-Te pediría perdón un millón de veces y no conseguiría borrar mi torpeza y maldad.
-Pero estás perdonado, salí fortalecido y si miramos el balance también hubo momentos buenos.
¿Recuerdas nuestros juegos al principio? Aquella vez que por poco me ahogas. -ahora se le había pintado una sarcástica sonrisa oculta apenas por los pelos de la barba.
-Era un cabrón, tenías que haberme estrujado los huevos hasta reventarlos, te llené la boca de semen y te asustaste.
-Me gustó…
-Lo escupiste…
-Pero me gustó, sentía mucha vergüenza que notaras que me gustaba, eras la primera persona a quien mamaba la polla y…, bueno, ya sabes, no podía dejarme ver lo que era.
-No fue así, yo te follé la boca a la fuerza.
-Y yo no me opuse, quería que lo hicieras, que fueras tu el que decidiera. ¡Oye!, hemos terminado la cerveza y la comida. ¿Quieres otra?
-Vale, pero Matilde me va matar, tu tenías que estar en la cama y yo camino de mi casa.
-Ahora hay mucha nieve, tomamos la última y puedes dormir aquí, en uno de estos sofás, desconozco si Matilde tiene preparada alguna otra habitación, mañana con la luz del día harás mejor el camino.
-Voy a la cocina a por la bebida. -cuando regresó me encontró tumbado sobre la butaca donde antes estaba sentado.
-Me he tomado la libertad de decirle a Matilde que se vaya a la cama.
-Sí, has hecho bien. -volvió a sentarse en el lugar que ocupaba y cruzó las piernas, ahora no había traído vasos y bebíamos directamente de la lata, cogió su teléfono y marcó para llamar a su casa, habló sobre quedarse y la respuesta no debía ser la que esperaba.
-Vale papá, iré con cuidado, si, no te preocupes vuelvo a casa en un rato. -le hice señas para que me pasara el teléfono.
-Pedro…, soy Cristian…, no, gracias a vosotros. He pedido a Raúl que duerma aquí…, en el salón y no es una molestia, no os preocupéis, llegará sano mañana.
Estábamos para terminar la bebida y nos manteníamos en silencio. Raúl vestía un viejo vaquero que le sentaba como un guante y le marcaba su trabajado cuerpo, una camiseta blanca de cuello redondo y una camisa a cuadros rojos y negros de leñador y desabrochada, el pelo algo largo y la barba enmarañada.
-¿Cómo andan tus amigos? -parecía sorprendido por mi pregunta.
-Mal, peor que yo y ya es decir bastante, no hay trabajo y ellos no tienen formación académica, uno ayuda en la panadería de su padre, alguno tiene trabajos temporales en los bares y…, poco más, ¿sabes?, hemos hablado algunas veces y sienten lo que te hicieron, en el fondo son buenos muchachos, ignorantes y unos crafes, te hicieron daño pero yo fui el mayor culpable.
-Olvídalo, solo preguntaba por ellos y saber como estaban, sin rencor.
Me levanté para irme a la cama, porque realmente comenzaba a tener sueño y mi tío vendría a la mañana a buscarme.
-Los coches de tus padres funcionan perfectamente y están cargados de combustible, por si los necesitas para moverte.
-Ven, te voy a dar una manta para que no te quedes helado cuando el fuego se apague. -en mi habitación le entregue la ropa para que se abrigara.
-Hasta mañana Raúl, siento no poderte ofrecer una cama. -se dirigía hacia la puerta con la manta que abultaba en sus brazos.
-¡Cristian! -me volví y me contemplaba.
-¿Qué?
-No, nada, nada, que duermas bien. -y escuché el crujido de las escaleras de madera forzadas por el peso de su cuerpo al bajar.
—————————————
No podía dormir y los recuerdos me asaltaban. Raúl de niño, cuando comenzó a acompañar a su padre.
-Si no le importa prefiero que esté conmigo y no deambulando con sus amigos por las calles. -así le dijo a mamá.
El primer día permaneció apartado, sentado en un rincón del jardín sin mirarme y yo quería que me prestara atención, en todo caso ya resultaba bastante novedad poder tener un niño a quien mirar. El segundo día se acercó a su padre y le entregaba las herramientas que le pedía.
Mamá sacó limonada cuando el sol apretaba más y les ofreció un vaso. Le preguntó por la edad del niño y alabó que estuviera tan grande y crecido para su edad, tenía tres años menos que yo y era de mi misma altura y más fuerte. Bebió su limonada y se alejó.
Pasaron varios días y cuando me acercaba donde estaban ellos solamente Pedro me hablaba, hasta un día en que le sorprendí con su mirada puesta en mi, bajó la vista rápidamente como si sintiera vergüenza.
-Me llamo Cristian, ¿puedo ayudarte? -estaba recogiendo las hojas que flotaban en la piscina con una red. Solamente levantó la vista de su trabajo, el brillo del sol, que reflejaba el agua de la piscina al moverla, entró en su ojos caramelo y se quedó allí un momento, el justo hasta que bajo la cabeza para seguir su labor sin responderme.
Sin saber por qué, me gustaba mirarle, y además resultaba más entretenido que nadar o jugar solo. Resultó complicado conseguir que cogiera confianza pero un día todo cambió. Unas semanas más tarde mamá hablaba con Pedro.
-Aquí irían bien unas plantas pequeñas cerca de la piscina y que no cubran el sol.
-Unos limoneros pequeños, ornamentales y que se puedan podar dándoles forma, huelen bien y son bonitos casi todo el año, los limones aguantan hasta el invierno sin caer.
-Como usted diga Pedro usted es el técnico. -dos días después.
-Cristian vamos a ayudar a Pedro y Raúl a plantar lo que han traído, así tendrás tu propio árbol. -resultaba emocionante el cambio de actividad y poder participar en algo, para mi, muy importante.
-Deja que te ayude, te van a salir ampollas en las manos. -no me hubiera importado terminar con las manos destrozadas pero cedí y le entregué la pala.
Terminamos riendo, arrastrando la tierra con las manos para enterrar el cepellón de raíces y tierra adherida, acabando los dos embarrados y sucios.
-Venid chicos, vamos a limpiarnos. -mamá miraba satisfecha la labor y los débiles retoños que un día serías bellos limoneros. En un lateral de la piscina había una manguera con la que se limpiaban las playas de baldosas.
-Quitaros la ropa, habrá que lavarla también como a vosotros. -yo llevaba puesto un bañador, Raul sin embargo, vestía una ligera camisa y pantalón corto. No sabía que hacer, me daba vergüenza desnudarme ante él, hasta que vi como comenzaba a quitarse la ropa sin pudor, incluido el slip blanco que traía y quedar completamente desnudo, vencí mi apuro y quedé igual que él tapando mi pitilín y huevitos con las manos.
Curioso miré lo que tenía entre las piernas. Si tenía tres años menos que yo, ¿por qué su pito y los huevos eran considerablemente más grandes que los míos? Me sacó de mi abstracción el chorro de agua que caía sobre nosotros realmente fría e instintivamente trasladé las manos que cubrían mi sexo a la cara. Entre risas saltábamos y corríamos para que el chorro de agua no nos alcanzara.
-Ahora a la piscina, a nadar mientras os busco un bañador.
Todo fue diferente desde aquel momento, Raúl ya me hablaba, sin parar, haciendo que yo callara para escuchar su verborrea sin fin. Seguía ayudando a su padre en sus trabajos, pero cada vez pasaba más tiempo conmigo y yo a su lado intentado poner mi granito de arena.
Me subía en sus hombros para que alcanzara las ramas de los árboles y subiera yo primero. Me enseñaba a buscar nidos y me los ofrecía con los pequeños huevitos, como si fueran ofrendas de flores, y yo le obligaba a devolverlos a su lugar, sería terrible que la mamá no encontrara su nido.
Ese mismo años terminó durmiendo alguna noche en mi casa, éramos los mejores amigos, hermanos, sobre todo en el verano cuando las clases terminaban y teníamos más tiempo libre. Y sin darnos cuenta apenas, pasaba el tiempo y los años, ya era más alto que yo, crecía sin que se pudieran detener y yo me quedaba atrás.
Las clases habían terminado, el siguiente curso comenzaría el bachiller, mis notas había sido como siempre, sin vergüenza tengo que decirlo, resultaron excelentes, estaba muy alegre y contrastaba mi sonrisa con la cara sería de Raúl al día siguiente.
-Yo puedo ayudarte, voy varios cursos por delante, te enseñare y daré clases este verano y aprobarás en septiembre.
Habíamos terminado rendidos, Raúl más que yo, él tenía que esforzarse y para mi todo era fácil, con tener paciencia bastaba. Se levantó de la silla pasándose la mano por la frente.
-Nos ponemos un bañador y bajamos a la piscina. -recogía el material de trabajo dando por terminado el día y dejándolo en un extremo de mi escritorio.
-Estoy tan cansado que no tengo ganas de nadar. -se tumbó en mi cama mirando al techo y cruzando las piernas. Lo miré y aparté rápidamente la mirada de su cuerpo, hacía un año aproximadamente que veía a Raúl de otra manera, verle despertaba en mi extrañas sensaciones que no sabía explicarme.
-Ven Cristian, descansemos, parece que tu siempre estas listo para otras actividades. -no quería estar tan cerca, me ponía nervioso sentir su olor y notar como su calor me llegaba a través del aire, y en esos momentos comenzaba a transpirar.
Me señalaba a su lado para que me colocará allí y lo hice procurando guardar la mayor distancia que el espacio permitía. Los dos mirábamos al techo y por el rabillo del ojo observaba como su mano se posaba y luego frotaba su entrepierna. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos desnudos pero por el bulto que se le marchaba podía adivinar lo que mi amigo guardaba, a mi me había crecido y era evidente que también a él le había pasado lo mismo.
-Cristian, ¿tú te masturbas, te haces pajas? -creía que me daba un síncope, mi corazón se puso a mil y comencé a mojarme de frío sudor.
-Entre mis amigos no se habla de otra cosa, de pajas y de chicas. -giró la cabeza para mirarme.
-Venga Cristian, tú eres mayor y tienes que haberlo hecho alguna vez, yo no puedo parar, todos los días, desde que me sale la leche, me hago unas cuantas y no me digas que no sabes lo que es y no te has masturbado. -me miraba fijamente y asentí con la cabeza.
-¿Qué quieres decir, que si te la has meneado o que no? -abrí la boca para decirle un tímido sí volviendo a asentir con la cabeza.
-Menos mal, ya me estabas asustando, podemos hacernos una ahora mismo, ya la tengo tiesa y muchas ganas. -y sin más preámbulos tiró de los pantalones elevando las piernas y se sacó el pantalón con el slip a la vez. No había visto en las duchas del colegio, entre mis compañeros, una polla semejante. Era oscura, muy morena y le asomaba la punta del glande rojo, húmedo y brillante, larga y gorda abultaba el doble que la mía, con mucho pelo como el de su cabeza, negro y rojo cubriéndole el pubis, y sus testículos eran proporcionales a resto de su aparato reproductor.
-Bájate el pantalón y comencemos, no tenemos toda la tarde. -no podía ni moverme impresionado por el tamaño, la fuerza salvaje y fiera que aquella verga expresaba, yo no le iba a enseñar la mía, me moriría al escuchar sus risas, como pasaba a veces en los baños después de hacer deporte y aguantar las burlas de mis compañeros que no llegaban a tenerla como él y también eran mayores.
-¿No querrás que te baje la ropa como si fueras una chica para follarla, verdad? -reaccioné y comencé mi suplicio. Bajaba lentamente los pantalones dejándome el slip, atrasando el momento y haciendo interminable el movimiento aunque la eternidad no existe, o al menos para mi todo fue rápido.
Apareció mi pene chiquito y arrugado, parecía mucho más pequeño aún de lo que en realidad era, el miedo lo mantenía encogido y oculto, y Raúl no soltó la carcajada como yo esperaba, se giró ligeramente y elevó el pecho apoyando el peso sobre un codo para mirarme el pene y los testículos expuestos a su mirada.
-Te está creciendo poco, así mejor, no tienes que estar ocultándola en todo momento. -volvió a su postura inicial, su reacción me dejó más tranquilo, no se burlaba de mi y ya no me importaba tanto tener el pene pequeño.
Sujetó la verga con la mano derecha y tiraba del escroto con la otra comenzando a subir y bajar la mano a lo largo de la polla, la dejó un momento para escupir en la palma y pasar la saliva por lo que se veía del glande, tirando del prepucio dejó al descubierto la cabeza entera, no me daba cuenta de que no cesaba de mirar sus movimientos y mi polla comenzaba a reaccionar excitándose con lo que veía.
Raúl me miró como observaba fijamente su mano y todo lo que ella encerraba y luego la deslizó hasta mi verguita ya inflada. Sonrió con picardía.
-¿Te gusta? No me importa si quieres tocarla, mi primo Carlos lo hace y le encanta, le vuelve loco. -no sabía lo que hacer ni que decir, pero si que sabía mi deseo, que la tierra me tragara.
Raúl sujetó mi mano y la llevó hasta su verga, no opuse resistencia y dejé que hiciera lo que quería, como así sería desde este momento crucial, donde comencé a sentir su calor directamente, la polla ardía en mi mano, y supe que me gustaba, que se sentía muy bien sujetar la verga de otro. Me acompañó al principio en el movimiento hasta que me coloqué mejor para sujetarla y con timidez alargar los dedos de la otra mano y comenzar a jugar entre sus huevos.
Mi mano, pequeña y blanca, resbalaba sobre la negra barra de carne dura y mojada por lo que salía de su glande y resbalaba empapando mi mano. Su olor me atraía irresistiblemente y acerqué la cara para oler y sentir mejor el perfume que emanaba.
Sentía como temblaba a punto de eyacular, y sujeto mi cabeza bajándola con fuerza, la verga entró en mi boca de golpe y comenzó a elevar la cadera saliendo y entrando mientras me sujetaba sin dejarme respirar, hasta que sentí salir su leche que me llenaba la boca hasta resbalar de ella.
Dejó de apretarme y lentamente fui retirando la boca hasta que la verga salió, me ahogaba y picaba lo que tenía en el fondo de la garganta y escupí el semen que no había tragado.
-Límpiate estás embarrado de leche. -fueron sus únicas palabras.
—————————————
Esa noche me masturbé como nunca lo había hecho, una y otra vez recordando el sabor de su verga, el olor que desprendía su sexo, el sabor de su semen, me había gustado y mucho, todo salvo la violencia del acto y el que terminara muy excitado y sin correrme. Me preguntaba si se volvería a repetir, no parecía que a Raúl le hubiera gustado tanto y durante el tiempo que estuvimos esa tarde no hablamos de ello.
No podía dormir y no dejaba de soñar con él, ¿sentiría Raúl algo por mi?, era más joven pero no importaba, parecía mayor que yo. Por mi parte no tenía duda alguna de que lo quería, terminaba de descubrir que amaba a mi amigo. Deseaba ardientemente que volviera a incitarme a tocarle la polla, pero como enamorado deseaba más, sus caricias y besos que echaba en falta.
Al día siguiente y antes de que comenzara la clase volvió a tirarse en la cama y no hizo falta que dijera lo que quería, en esta ocasión era yo el que lo desnudaba y volvía a tener para mi…, su sexo y ganas de utilizarme para descargar su libido, masturbarle y mamarle la verga, sin caricias y sin besos y yo lo quería, no podía culparle.
Esto se convirtió en un hábito hasta que decidió avanzar un paso más.
-Cristian quiero meterte la verga. -no terminaba de entender, si todas las tardes se la chupaba y como contestación la metí en mi boca comenzando a darla vuelas con mi lengua, para entonces ya había conseguido tragarla entera y que a veces se corriera en mi garganta, follándomela como si fuera una vagina.
-No, no es eso. -alguna idea comenzaba a germinar en mi, sentía miedo, no por él, pensaba que esa polla tan grande no cabría donde pensaba que quería meterla.
-En tu culo, mi primo Carlos se la mete a su novia por el culo, quiero probarlo. -el miedo debía reflejarse en mis ojos y también mi definitiva decisión acompañada de muchas locas ideas. -Si Carlos se la metía a su novia y Raúl quería hacer lo mismo…- Silogismo equivocado… “Raúl era mi novio”.
Fueron minutos de lucha queriendo entrar en mi cuerpo, los dos desconocíamos como hacerlo, éramos primerizos en esas lides, primero conmigo arrodillado y el montando mi espalda, empujando empedernidamente para que su verga entrara, de costado y tampoco, mirándome a la cara y con mis piernas en sus hombros y nada.
Le veía descorazonado, frustrado por no poder conseguir lo tanto deseaba, y si no me la podía meter a mi se buscaría una chica como la novia de su primo, no volvería a tenerlo… Empujé decidido con fuerza hacia él, agarrando fuerte las sábanas y comencé a llorar al sentir el dolor que me traspasaba. Lo más difícil estaba hecho y ahora era él el que empujaba las caderas con fuerza, como si me fuera a escapar, estando prisionero de su fuerza y por propia voluntad.
En unos minutos entrando y saliendo en mi se había corrido, era mucho su deseo y necesidad, y salía con brusquedad volviendo a hacerme sentir el intenso dolor en mi culo.
Ya era de su propiedad, tenía mi corazón, mi voluntad y todo mi cuerpo, dispuesto a darle placer como fuera, lo principal para mi era que disfrutara de mi, que me gozara y luego ya me conformaba con una masturbación solitaria pero yo lo gozaba mucho, era como si de otra manera volviera a estar en sus brazos.
Terminé mi primer año de bachiller, de un verano a otro todo continuaba igual, no eran todos los días los que me follaba durante el curso escolar, pero cuando le veía llegar corría a prepararme y estar dispuesto para él.
Ya éramos mayores y chicos responsables según papá, podía salir a pasear por la ciudad y Raúl iba conmigo, evitando, eso sí, cualquier lugar donde pudieran reconocerlo, entonces podíamos ir al cine o lugares menos frecuentados. En alguna ocasión me agarraba de la mano y me hacia caminar deprisa si nos tropezábamos con grupos de chicos de su edad, y si le preguntaba me decía que eran simples conocidos. Algunos rostros los retenía en mi cabeza sobre todo cuando me comencé a dar cuenta de que Raúl quería estar conmigo sin que se supiera.
El dolor era ya casi inexistente y también disfrutaba al tenerle dentro de mi culo o de mi boca, pero todo era tan breve, Raúl buscaba un rápido placer, descargarse en el menor tiempo posible y terminar.
Aquel viernes, a la mañana, mientras su padre trabajaba, decidió que fuéramos hasta el río, a un lugar con un remanso de agua tranquila y profunda, con una inmensa charca que ya conocíamos, nadamos y jugamos un rato grande y luego descansamos entre los cañaverales y juncos de la orilla.
No se escuchaba más que el murmullo del agua al correr y el ligero viento que se levantaba al aumentar el calor. Estábamos tumbados al sol y sujetó mi mano para meterla debajo de su bañador, no tenía el pene totalmente duro pero al contacto de mi mano comenzó a tomar dureza y engrosarse.
-Aquí no Raúl, puede venir alguien.-su gesto de malestar ante mi negativa me obligo a ceder a lo que deseaba.
Entretenido en disfrutar de la golosina que resultaba su jugoso pene no escuchamos el sonido de pasos que se acercaban, hasta que resultó muy tarde. Tres chicos nos observaban con sus penes fuera del pantalón y estaban jugando con ellos en sus manos, sin hablar ni hacer ruido, creo que fue el chasquido de alguna rama al ser pisada lo que nos advirtió.
Retiré rápidamente la verga de Raúl de mi boca creyendo que así ocultaba todo y no hubiera ocurrido nada.
-Mira que sorpresa, como se lo montan, Raúl tiene hasta su puto maricón particular. -Raúl se puso rápidamente en pie metiendo la dura verga que no se le había bajado en el bañador.
-No pasa nada chicos, solo jugábamos. -se fue a acercar a ellos y dieron un paso atrás, uno de ellos portaba en su mano el móvil.
-Y lo que hay aquí, ¿nos lo terminamos de inventar?… -se echaron a reír y Raúl se abrazó al que portaba el móvil para arrebatárselo, los otros dos chicos lo sujetaron inmovilizándolo.
-Tranquilo Raulito, solo queremos gozar con tu putita, como tu haces. -reconocí a dos de ellos, los había visto en algunas ocasiones aunque no llegué a hablarles. Raúl se resistía y forcejeaba hasta que lo derribaron sobre el verde.
-Tendrás que hacer lo queramos, ¿o prefieres que las fotos las vea tu familia y las enviemos a la de tu putita? Ahora tú maricona, comienza a ordeñarnos las vergas ya que te gusta tanto. -uno de ellos me levantó y colocó arrodillado, y empezaron a pasarme los glandes de sus pollas por la cara.
-Abre la boca guarra, no nos hagas enfadar, ¿o somos para ti peores que Raúl? -miré a Raúl que me observaba con los ojos muy abiertos y al fin abrí la boca vencido y llorando humillado.
Les mamé la verga a dos de ellos mientras el tercero me obligaba a doblar el cuerpo y me sacó el bañador, me abrió las piernas y sin pestañear su verga entró en mi culo. Ni siquiera estaba mínimamente preparado para recibirle y no pude gritar porque una de las pollas de sus amigos la tenía metida hasta la garganta.
Entre lágrimas miraba a Raúl, para ver sus reacciones aunque me moría de vergüenza, estaba como en trance mirando como sus amigos me violaban por la boca y por el culo, aquello parecía que no tendría fin y ya me dolía la boca de mamar vega y el culo no lo sentía, se habían corrido cada uno de ellos dos veces e iban a por la tercera, el mismo chico del móvil sacaba fotos de como me violaban.
Al final se cansaron, y aunque querían que les siguiera chupando no terminaban de conseguir la erección plena, era mamar por mamar. Se arreglaron la ropa y se despidieron.
-Habrá otras veces Raul, no puedes pretender tenerla solo para ti y recuerda que tenemos las fotos.
Continuaba tendido en el suelo, llorando sin que Raúl viniera a consolarme siquiera, fui a gatas a su lado y dejé caer la cabeza sobre sus piernas, en todo el tiempo no se había movido para nada y seguía con la mirada ausente. Estuvimos así un gran rato.
-Ayúdame a limpiarme. -tenía el semen saliendo del culo y regado por todo el cuerpo.
Se levantó haciendo que mi cabeza, que estaba sobre sus piernas, cayera al suelo.
-Límpiate tu, o mejor te quedas así ya que lo has disfrutado.
No podía creer lo que me decía, quedé ido, como herido por un rayo y él se vistió apresurado y me abandonó a mi suerte en el río.
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