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Los libros de Rita Ordendorff

Dedico este cuento a mi amiga Jade 4.

Como estudiante de filosofía de la Universidad Cristiana del Oeste solía frecuentar la Biblioteca privada de Rita Ordendorff, una joven latina con ascendientes paternos de origen noruego pero con un espíritu tan latino como el que más, era eso si, una devoradota de libros, siempre estaba leyendo algo, ya fuera un libro como un folleto, y cuando la lectura era interesante para ella, se abstraía tanto que solo su mano dirigida a cierto rincón de la biblioteca nos permitía hallar el libro necesitado en ese momento; Rita era hermosa, no por su cara que dejaba ver la mezcla de invasores norte europeos con indios sedentarios y negros obligados a dejar su lejana tierra, era interesante, distante, escondida tras unos finos anteojos que acentuaban su carácter intelectual, y ese habito de tener su cabeza siempre clavada en las hojas de algún texto le daban un dejo de lejanía y presencia sempiterna que no podía generar otro sentimiento que no fuera el de admiración secreta, con el secreto que obliga el necesario silencio de un centro de estudios e investigación. Ya éramos como viejos conocidos, durante los cuatro años que yo ya cursaba en el cercano recinto universitario, mis visitas se hicieron tan constantes como necesarias, no así nuestras conversaciones, que nunca excedieron de un “buenos días” o “¿podría ayudarme con la ubicación de un texto por favor?”, así transcurrieron cuatro años ante nuestras vidas sin que nos diéramos cuenta.
Ya finalizando mi cuarto año de una carrera que sentía que no servía para nada, estudiaba la obra de Frank Kafka, para mi exposición sobre “El realismo mágico como revelación de una psiquis convulsa”, tesis cargada de humor que había ideado como venganza al hecho de haber perdido cuatro años escudriñando la mente de cadáveres a los que no se dejaba descansar en paz, cuando sentí los ojos candentes de Rita clavados en el tope de mi cabeza, levanté la mirada y mis ojos chocaron con los suyos, un fuerte escalofrío recorrió mi espalda y me erguí mirando a todos lados, estábamos solos, y las cortinas cubrían totalmente la gruesa puerta de cristal que accedía a la salida, los ojos de Rita brillaban de una manera especial, y mi corazón se aceleró de manera significativa, bajó Rita de su pedestal, bajó al oscuro mundo de los mortales y poniendo una mano sobre mi hombro me dijo:
- ya pronto culminarás tus estudios, ¿no has pensado que dentro de poco ya no nos veremos más?
Y comprendí que pronto Rita sería un borroso recuerdo en mi corazón, me tomó de la mano y nos dirigimos al rincón más oscuro y húmedo de la biblioteca, subió a la escalera que le servía para alcanzar los libros más lejanos y tomó un grueso como viejo ejemplar de las mil y una noches, lo tiró, rodó un poco más allá y tiró también el Método de Descartes, más acá, la miel del alacrán de Otrova Gomas, un poco más acá, la Ilíada de Homero, textos portadores de retazos del pensamiento universal tapizaron el suelo, por último comenzó a llover ropa femenina, perfumada, delicada y virginal, una suave panty de seda coronó aquel polimórfico montón, y entonces cayó como en una nube el delicado cuerpo de Rita, palpitante, sediento de caricias, yo no daba crédito a lo que veía, pero mis manos más inteligentes que yo retiraban de mi cuerpo cualquier molestia que se interpusiera entre mi piel y la de Rita.
- Tómame por asalto, - me dijo – retira de mi cuerpo este velo de pulcritud y mansilla mis carnes con tus embates de toro embravecido.
- Quiero llevar a mi boca ese monte de Venus que palpita con vida propia – le dije sin reconocerme en esas palabras.
Mis manos comenzaron a explorar ese cuerpo lleno de anhelos juveniles contenidos por toneladas de horas de trabajo tras libros del más variado genero.
Mi lengua rompió la entrada a ocultos rincones, mi duro miembro penetró con fuerza en aquel caliente receptáculo nunca antes conocido por otro hombre, y la caliente mezcla de sangre y fluidos se combinó con el más extraño sentimiento oculto hasta ese momento.
Han transcurrido doce años, y no pude irme del Oeste, Rita está gorda, y tiene tres retoños iguales a ella, porque tiene una sangre fuerte, cuyos genes se imponen a los míos, nuestro matrimonio ha tenido sus altas y sus bajas, pero no dejo de amar a aquella mujer que me entregó su virtud ante la presencia muda de lo más granado del saber universal.
Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
  • Media: 4.83
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Laila
invitado-Laila 04-07-2003 00:00:00

Es una historia tierna, creo que podrías haberle sacado mucho más a esta historia siendo un poco más descriptivo.

Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 04-07-2003 00:00:00

Libros, al suelo lanzados, fueron testigos mudos de dos jóvenes osados refocilando desnudos.

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