¡Qué fastidio! Después de una divertida jornada en la playa con mi madre y mi hermana pequeña, al regreso a casa el auto pincha una rueda. Mamá, obviamente muy enojada, detiene el coche en el arcén de la carretera y se dispone a sustituír la rueda. Estamos en plena naturaleza, rodeados de un frondoso bosque, donde apenas transitan vehículos. Me dispongo a ayudar a mamá cuando la nenita nos dice:
- Mientras cambiáis la rueda, yo voy al bosque a hacer pipí.
- Pero no te alejes, corazón - le contesta mamá, que sabe que llevará su tiempo la operación mecánica, pues ella no es muy experta en la materia y sólo cuenta con la ayuda de un adolescente.

Mi hermanita se interna en medio de los árboles y la maleza, fuera de nuestra vista, pues es muy pudorosa y recatada. Levanta la falda, baja sus braguitas de encaje blanco y se agacha para orinar. De su virginal conchita sale un fuerte chorro de pis que hace un agujero en la tierra. En esa postura está cuando oye las voces de unos hombres que se aproximan. Se incorpora y oculta tras los arbustos comprueba que son un grupo de tres ciclistas de veinte a treinta años que también se han internado en el bosque para aliviar sus vejigas. La nena siente curiosidad . Una vez vió a papá en el baño con su poronga al aire y le sobresaltó aquel rabo entre las piernas que tienen los hombres y más de una vez me hizo enseñarle mi polla a cambio de otros favores inocentes que ella me hacía.

La nena empezó a ver cómo aquellos jóvenes deportistas se bajaban el calzón y sacaban fuera unas pollas de distintos tamaños y formas. Empezó a sentir un cosquilleo hasta ahora desconocido en su entrepierna, que le causaba un extraño placer, que le hizo llevar la mano a la vagina y presionarla .
- ¿Pero a quién tenemos aquí?- exclamó uno de los ciclistas, que la sorprendió mientras los espiaba.
Mi hermana hizo el ademán de largarse de allí corriendo, pero el hombre la retuvo. Ya los otros dos rodeaban a la niña, uno de ellos aún con la verga fuera del calzón. El ciclista que la descubrió se arrodilló ante ella y le levantó la faldita. En sus pantaletas blancas había una mancha de pis, justo en la rajita.
- Esta nenita está mojadita - rió el joven - al tiempo que le bajaba las bragas hasta las rodillas. El coñito quedó a la vista, sin apenas vello púbico, carnoso y mostrando una rajita sonrosada y húmeda. El hombre se llevó un dedo a la boca, lo ensalivó y se lo introdujo suavemente en la raja. La niña se estremeció pero no dijo nada . Aquel hijoputa empezó a masturbar a mi hermana que, descontrolada por completo, cerró los ojos y separó ligeramente las piernas para sentir más intensamente aquel masaje placentero .

Mamá y yo ya estábamos a punto de terminar con el cambio de rueda:
- Vete a buscar a la nena, Maxi, que se retrasa - me dijo mi madre.
Me interné en la foresta hasta llegar a un descampado. Lo que presencié me dejó paralizado, y aún hoy es el día que produce una mezcla de morbo y placer indescriptibles.
Mi hermana estaba tumbada sobre la hierba, con las piernas bien abiertas porque el hombre que la penetraba se las sujetaba por los pies. Aquel ciclista la bombeaba sin piedad, mientras otro le hacía engullir su enorme poronga en la boca y un tercero le magreaba sus incipientes pechos. Pero lo más curioso del espectáculo que presenciaba desde mi escondrijo es que mi hermanita parecía estar gozando como una perra en celo. No tardó el muchacho en correrse entre espasmos dentro de ella. Cuando retiró su cipote pude ver cómo salía de la almeja de la nena borbotones de semen y un hilillo rojo. Al poco lo sustituyó en la jodienda el gigantón que casi la ahogaba con su pollón. Por un momento pensé que aquel pene no entraría en la conchita impúber de mi hermana, pero no fue así: lubricada como estaba de la lefada y jugos vaginales, la chota entró sin dificultad.
- ¡Vas a romper a la chica al medio! - gritó el tercero mientras le chupaba los pezones erectos con delectación. Pero aquel animal no atendía a razones e imprimió un mayor ritmo hasta notar que la nena orgasmeaba de nuevo pidiéndole más, más y más poronga. Casi al tiempo se corrieron ambos en medio de jadeos y espasmos: el hombre vació toda su leche en el escocido útero de mi hermana, que atenazaba su culo con sus piernas para sentir bien adentro aquel taladro.
El tercer hombre encontró una nenita extenuada por el agotamiento de los múltiples orgasmos. Introdujo su cabeza en la entrepierna de la niña y empezó a lamerle la concha dilatada y lacerada por los follajes anteriores. La hábil lengua del joven excitó el pequeño clítoris de mi hermana y ésta empezó a jadear de placer. La muchacha era insaciable en su debut sexual. No dudó el cabronazo en meterle la chota hasta los mismísimos huevos, mientras la muy zorra alcanzaba de nuevo el clímax y se convulsionaba como una posesa .

En unos minutos los violadores se recompusieron, tomaron sus bicicletas y se largaron del lugar echando humo. Mi pobre hermanita se limpió como pudo los fluidos con sus propias braguitas, que luego tiró en medio de la maleza. Al poco, se tropezó conmigo y ante mi sorpresa me dijo:
- Ya he acabado de hacer mis necesidades. ¿Volvemos al auto?

Durante todo el trayecto permanecimos callados. Mamá, ajena a todo lo que había ocurrido, canturreaba una canción, contenta de llegar a casa para prepararnos la cena.
Cuando bajamos del coche, sólo yo me di cuenta que el asiento trasero donde se había sentado mi querida hermanita estaba todo pringado de abundante y espesa lefada que durante el viaje había salido de su concha de pequeña furcia.