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Hoy vas a tener dos machos a tu disposición. Para tu disfrute. Un amigo con un buen rabo va a venir esta tarde. Vas a tener que sudar para darnos placer a los dos…Búscate la vida: Quiero que estés en el hotel a las 18.45 con el plug anal puesto, mira a ver cómo lo haces, vamos a preparar ese culito tuyo, que hoy no te escapas de una buena doble penetración. Tiemblo al pensarlo.
La propuesta para este martes es algo especial, otra velada hecha a medida de mis deseos. Hacía tiempo que venía queriendo probar una doble penetración, y me apetecía que al menos la primera vez fuera en un entorno algo más íntimo que en un club. Desde que mi amigo me puso delante la escena, habrán pasado doce o catorce meses. Durante ese tiempo, he presenciado, y experimentado, escenas que no había sido ni capaz de imaginar. Y todas con toda la naturalidad del mundo, como si fuera lo más normal del mundo. De hecho, si alguna vez -no tan lejana- me pareció que todo este mundo era fruto de la fantasía loca de alguien con mucha imaginación, ahora lo que no concibo es aquella tediosa e insípida normalidad.
Cuando mi amigo me da las coordenadas e instrucciones para la cita del martes, despierta toda la anticipación, y me paso el día cachonda perdida, imaginando las escenas que vendrán al final de la tarde. Imaginándome yéndome al cuarto de baño con toda la normalidad del mundo, saludando en el pasillo a mis compañeros con una sonrisa natural, cuando llevo en el pequeño neceser brillante mi bote de vaselina y el brillante que me regaló mi amigo algunos meses atrás. Para metérmelo en el culo y llevarlo preparado para la fiesta de hoy. Para cruzar la ciudad con mi brillante malva dilatando mi ano. Para gemir quedamente al acomodármelo dentro y sentir cómo me chorrea el coño solo del morbo de saber que voy a salir del baño, cruzar la oficina hasta mi despacho, hablando con naturalidad con el muchacho de IT que me sujeta la puerta, que me repasa cada vez que nos cruzamos, y no le alcanza la imaginación – ni en su momento más guarro, estoy segura – a atisbar la mitad de lo que voy a vivir esta tarde. Me pone guarra, pero mucho, esa hora previa al encuentro.
Cuando llego, me encuentro efectivamente, a dos buenos machos en una cama más que suficiente para los tres, cada uno a un lado de la cama, en bóxer negros. Beso a mi amigo sonriente y excitada. Beso a su amigo “encantada” le sonrío. “un placer” me contesta. Mmmm sí, justo, nos reímos los tres. Varios placeres, espero – río yo también. Me doy una ducha rápida y salgo casi sin terminar de secar, y me encaramo a la cama, en el espacio del centro que están guardando para mí. Busco la boca de mi amigo y su lengua, le doy las gracias por mi regalo, y entre risas pícaras, me doy la vuelta para saludar debidamente a su amigo. Al darme la vuelta, mi amigo pega todo su cuerpo al mío y así, al pegar mi cuerpo a su amigo, quedamos los tres pegados, enredados, piel con piel. Le meto la lengua en la boca al muchacho, quien me toca una teta con una mano y con la otra me agarra el culo. Mi amigo me agarra la otra teta desde atrás y me separa las piernas, mete sus dedos entre mis labios y me los enseña empapados. Los lamo con cara de vicio, de deleite. El muchacho se revuelve en la cama, complacido y acompaña los dedos de mi amigo con sus suyos, haciéndome vibrar con todas esas manos tocando todo lo tocable, dedos dentro de mi coño, separando mis labios, jugando con mi clítoris. Mi amigo me levanta de la cintura, dejándome en cuatro y me separa las cachas del culo, dejando el brillante visible. Se lo señala. Me imagino que su amigo no se lo esperaba, por la expresión de su cara. Me pone en el borde de la cama y sin sacar el brillante me la mete en el coño mientras le cojo la polla a su amigo, tumbado delante de mí, para llevármela a la boca. Se deja hacer y trato de metérmela en la boca entera, sin conseguirlo del todo porque además de tener un señor rabo, lo tiene como una piedra. “qué pedazo de polla” le digo. Me complace mucho que esté así, tengo ganas de dos pollas entrando a la vez dentro de mí, y esta tarde tengo dos buenas pollas a mi disposición. Le chupo los huevos mientras le masturbo, y me la meto en la boca lo más profundo que puedo, suspira y le oigo decir “joder, qué rico…” mientras mi amigo me la mete cada vez más fuerte, intuyendo mi orgasmo por la velocidad que estoy imprimiendo ahora a la mamada y mi culo que se mueve en círculos a compás de sus embestidas.
– Quieta. No te muevas. No muevas ni un músculo – me sujeta contra la cama, bajando mi espalda
– Por favor…. Sabes que no puedo… no me pidas eso…por favor
– O te quedas quieta o dejo de follarte. Me salgo. Quieta. Del todo.
Protesto y agarro fuerte las sábanas, sigo masturbando a su amigo y metiéndome su polla en la boca desde la punta hasta el tronco, lamiéndole los huevos cada vez que bajo, sin mover mi cadera, que mi amigo sujeta con sus dos manos y de vez en cuando me azota el culo, mientras bombea. No puedo aguantar más y me saco la polla de la boca, me voy a correr. Su amigo observa con cara de placer la escena. Mis rizos cobrizos por toda mi espalda, menos los mechones que mi amigo ha tomado como riendas y de los que tira hacia atrás con fuerza, mientras sujeta mi espalda, arqueada, y me folla con embestidas secas, duras, hasta hacerme sentir que va a partirme por la mitad. Tengo varios orgasmos de diferentes intensidades, después de correrme de forma salvaje sin apenas respiración por tener la cabeza tan echada hacia atrás, lo que convierte cada bocanada de aire en un placer adicional que sacude el resto de las sensaciones y las intensifica. Me pone como una perra además tener a su amigo justo delante de mí, mirando la escena, tocándose con mirada lasciva.
Me tumbo boca arriba, recuperando el aliento. Mi amigo y el suyo flanquean mi cabeza, y me acerco sus pollas a la vez a mi boca. Me encanta tener sus capullos juntos, delante de mi lengua, cogérsela fuerte con la mano, estoy como una niña con juguetes nuevos, mis dos juguetes, dos buenas pollas para mi placer, y sonrío y las lamo alternativamente, las chupo, juego con sus frenillos, les masturbo y las disfruto mientras recupero el aliento. Su amigo quiere follarme y yo quiero que lo haga, se pone de pie en el borde de la cama y me arrastra cogiéndome de las piernas, y mi amigo separa los labios de mi coño para que me la meta hasta el fondo. Aún llevo el brillante puesto. Sentirle entero dentro de mí, con el culo lleno también, y los dedos de mi amigo enredando por mi clítoris me provoca un orgasmo imprevisto, que me sacude entera por inesperado y por completo, de esos que vienen por muchos estímulos a la vez y que te dejan temblando las piernas. Su amigo está a punto de correrse también. Le miro a la cara, caliente como una perra como estoy, y me volteo en la cama, me pongo boca abajo y empiezo a lamerle la polla desde los huevos hasta el capullo, sin dejar de mirarle. Avisa: voy a terminar en su boca. Me relamo. Le cojo la polla desde abajo y se la meneo recorriendo todo el tronco, apretando un poco, mientras con la lengua le voy lamiendo la punta, cerrando mis labios alrededor, metiéndomela entera en la boca y succionando. Se corre y me llena entera de leche, la boca, la cara, las tetas, entre gemidos y gruñidos de placer, que me encienden. Es tan gratificante ser la culpable de esa sensación, de esa expresión de satisfacción.
Se va a la ducha y mi amigo me saca el brillante del culo mientras tanto. En mi neceser hay lubricante. Se echa en la mano y me mete los dedos en el culo, y me azota con la otra mano, yo a cuatro patas.
– y… ¿no se cansa nunca? -pregunta amigo de mi amigo
– No se ha dado el caso todavía, no… ríe mi amigo, mientras me folla el culo con su mano.
Ven – llama a su amigo. Ven a follarte este culito ven. Su amigo, de pie delante de la cama, yo a cuatro patas en el borde. Pone la punta de su polla a la entrada de mi culo, la apunta, pero no la mete. Me la deja ahí, presionando sólo un poco, lo justo… para hacerme desearlo. Muevo el culo un poco en círculos, acomodando su polla más adentro cada vez. Él no empuja más que antes y yo me estoy muriendo de ganas porque me la meta. Levanto un poco el culo, me acerco cada vez más a su cadera y siento cómo ya no hace falta ni más lubricante. Me retuerzo. Empiezo a disfrutar de esa pedazo de polla dentro de mi culo. Sigue sin moverse y me está volviendo loca de ganas, yo no puedo esperar, quiero moverme pero aún voy despacio, sintiendo. Mi amigo trae un juguete, un vibrador para mi clítoris. Si estaba ya deseando moverme, con la vibración en mi monte de venus, estoy jadeando de placer, y eso que estoy aún esperando las embestidas de esa cadera que me raciona los movimientos que tanto deseo. Gimo y me arqueo y le busco y me azota el culo, mientras con la otra mano agarra mi cadera. Se acabó mi tregua. Me coge con sus manos la cadera y la trae contra sí a voluntad, fuerte, y con la suya me empuja su polla hasta el fondo, hasta los huevos. Llevo tanto rato deseándolo que no puedo evitar correrme como una loca cuando me da por fin lo que tanto estoy deseando, al compás de la vibración del juguete que mi amigo ha colocado hábilmente entre mis labios y sacude mi clítoris con pequeñas descargas que me terminan de enloquecer.
Ha sido tan intenso que me tiembla el cuerpo entero. Su amigo se tumba en la cama, y mientras recupero el aliento, me tumbo sobre él, siguiendo los gestos de mi amigo
– Ven aquí, deseo cabalgarte un poco más – le digo, metiéndome su polla en el coño
Mi amigo está en el borde de la cama ahora, y apunta su polla en mi culo, mientras yo subo y bajo sobre la polla de su amigo. Me sujeta del hombro con una mano. Con la otra, coge mi cadera. Echo la cabeza hacia atrás. Este es el momento que había estado esperando, esta es la sensación que buscaba. Tú no te mueves, dice mi amigo, sujetándome. Quieta. Obedezco, a pies juntillas. Estoy deseando cabalgar a su amigo, moverme a mi antojo con esa buena polla dentro, pero ambos estamos quietos, esperando la polla de mi amigo entrando en mi culo, llenándome toda, aprovechándome bien. Su amigo le siente, porque está dentro de mi coño y, cuando entra, se queda todo el espacio ocupado. Les siento a los dos dentro de mí y no puedo evitar gemir al sentirles moverse, despacio, volviéndome loca. Joder, cómo me gusta, les digo. Su amigo me come la boca. Mi amigo me agarra del pelo y me azota al compás de sus embestidas, que empiezan a coger ritmo y siento que me falta el aire, que se me sale el corazón por la boca, que me voy a deshacer y cuando parece que no puedo más, mi amigo acelera, me sujeta la espalda, me aprieta contra su polla y las sensaciones estallan y me corro entre gritos de placer, mientras mi cuerpo se retuerce en un orgasmo interminable, intenso, como no he tenido hasta ese momento.
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