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Mi nueva compañera de trabajo solo quiere agradarme y hacer bien su trabajo.
Se llama Loli y es preciosa, muy joven; veinte años. Desde su llegada a la panadería, donde solo trabajamos los dos, ha sido una gran ayuda para mí; estando ella me puedo dedicar más al obrador, donde preparo la bollería y horneo los precocinados mientras Loli atiende al público, ¡que tiene su trabajo atenderlo!, —"que si pónmelo más tostado o pónmelo más blanco el pan"—. Loli, desde el primer día, ha sabido meterse al público en el bolsillo, su buen trato con la clientela y mi mayor dedicación al obrador han hecho que suba la venta; nuestro jefe está muy contento. Nuestro jefe solo viene por la panadería a última hora del día para hacer caja; cuando viene el jefe me pregunta que como ha ido todo y que como es la nueva.
Loli viste la camiseta negra del uniforme; el pantalón es a nuestra elección. A Loli le encantan los vaqueros cortos, ¡cortos no!, supe cortos; tan cortos que se le ve la parte inferior del culo. Me excita mucho verle el culito, no sé porque, Loli consigue que mi deseo crezca al momento. Tengo cuarenta y cinco años y tengo que confesar que, tanto su actitud de subordinación a mí, como poder ver sus carnes suaves mientras trabajamos juntos, provocaron en mí un deseo inmenso de penetrarla desde el mismo día que comenzó a trabajar conmigo.
A veces me masturbo en casa pensando en mi joven compañera, cuando lo hago, mi pene se pone tan duro que me cuesta subir y bajar el pellejo, solo recordándola; varias veces me he corrido ya imaginando penetrarla.
Desde mi puesto en el obrador, que está en la parte de atrás de la panadería, veo como Loli atiende al público con su simpatía, mientras a la vez me muestra el culo al agacharse y levantarse. Loli me adora y me admira, tanto que parece más joven aun diciéndome cumplidos como estos:
—Enrique ¿algún día sabré tanto como usted?
—Enrique, como lo hago.
—Enrique, ¿te puedo limpiar el obrador cuando haya poca gente?
Esas cosas... son lo de menos; lo que más me excita de ella es, el cómo me mira desde que le dije a nuestro jefe que la contratara y la hiciera fija, que era la mejor que había tenido. Su mirada es una mirada de sumisión de entrega que no tiene razón de ser, porque ella se merece el puesto sobradamente.
Las últimas semanas viene al trabajo muy bien peinada y perfumada; por las tardes, cuando viene su novio a recogerla, me da dos besos en las mejillas y me dice hasta mañana, me adora; su novio no se molesta porque me bese las mejillas, es un cacho de pan el chaval.
El otro día, a la hora del almuerzo, me dijo Loli:
—Enrique, unas amigas me han regalado dos entradas para ver el concierto del grupo "fulanito" el domingo, y a mi novio no le gusta ese grupo; ¿le gustaría a usted ir conmigo?, pero solo si lo desea y no tiene nada mejor que hacer.
¡Mi grupo favorito!, y ella lo sabía porque habíamos hablado de música más de una vez. Seguro que las entradas las había comprado ella para invitarme; que querría Loli de mí: ¿me quería agasajar?, ¿quería que le echara un polvo?; o solo quería pasar una tarde agradable conmigo. Me daba igual el motivo, me ilusionaba el concierto y también me hacía ilusión ir con ella; le dije que si al momento.
Mientras tomábamos una hamburguesa antes del concierto, Loli me limpiaba hasta las miguitas de pan que me caían en la ropa, sin parar de hablar ni un momento, sonriendo y contándome sus sueños; es tan servicial. Ese día Loli me miraba muy coqueta y al acabar el concierto y, dentro de mi coche ya, me dijo que se sentía muy a gusto conmigo. Sin saber ella que más hacer por mí ese día, me preguntó:
—Enrique, lo he pasado tan bien con usted, estoy tan contenta, ¿puedo hacer algo más por usted? —me dijo, antes de arrancar yo en el coche para llevarla hasta su casa.
Me quede pensando en lo bella que era y en lo bonita estaba con su vestido de fiesta; también pensé en lo empalmado que yo estaba y, en la oscuridad de aquel aparcamiento y, sin importarme que tuviera novio ni que fuera mi compañera de trabajo le respondí sin miedo:
—Sí, una cosa Loli.
—Dime Enrique
—Loli, si quieres; chúpamela.
No dijo nada, pero sus párpados casi se cerraron por la vergüenza que le dio. Iluminado su rostro con la lejana luz de la zona de ocio. Se inclinó hacia mi asiento, apoyó su antebrazo izquierdo en el freno de mano y, con ambas manos, intentó bajar la cremallera de mi pantalón. No podía, le temblaban las manos, estaba nerviosa y avergonzada; pero con ganas de agradarme.
Acaricié su melena con mi mano derecha, diciéndole que me dejara a mí sacármela. Retiró sus manos y su cabeza para dejarme hacer. Bajé la cremallera de mi pantalón, bajé también mis calzoncillos y agarré mi pene; sacándolo y dejándolo a la vista de Loli. Me sentía exultante viendo mi polla dura frente a la cara de Loli, esperando que ella me agradara y me hiciera gozar.
Me miró a los ojos, entregada, cerré los míos como avergonzado y la deje hacer: sus labios besaron mi polla repetidamente, desde la punta hasta la base, haciendo sendas por mi piel venosa, que placer. Su lengüecita juguetona dio pasadas por la punta de mi polla, muy despacio, abrí los ojos y la mire; ella también me miraba a los ojos, con una mirada entregada totalmente. Al cruzarse nuestros ojos Loli intensificó los lengüetazos sobre mi polla, para que yo viera lo bien que lo hacía, sintiéndose feliz por agradarme. Su boca no es muy grande, pero haciendo un esfuerza se metió media polla en la boca, dejando sus labios muy tensos; acaricié su cabello castaño y luego agarré su cabecita con las dos manos apretándola contra mí, hasta metérsela entera en la boca.
De medio lado junto a mí y con mi polla totalmente metida en su boca me mordió, como haciendo señal "de meta", hasta el fondo se la había tragado. Después movió su cabeza con violencia, arriba y abajo, me hacía daño y me moría de gusto. Yo no tenía pareja y hacía dos días que no me masturbaba, por eso le solté en la boca un polvo "que no se lo salta un galgo". Loli se atragantó y dio un salto hacia atrás, soltando mi semen a borbotones encima de mis testículos desnudos, que estaban apretados contra el filo de la cremallera de la bragueta.
Cogió un clínex y comenzó a limpiarme los huevos y, a medio limpiar, siguió "la limpieza" dando sorbetones y tragándose mi leche. Me sentía pletórico viéndola tragarse mi semen, tanto que casi me corro otra vez.
Desde ese día, casi todas las mañanas me la chupa en el vestuario, antes de abrir la panadería; pero lo curioso es que no desde ese día no hablamos del tema. Solo ocurre como por mi deseo: dejó abierta la puerta de mi vestuario, como señal, al cambiarme por la mañana cuando quiero que me haga una mamada, ella al ver la puerta abierta, dócilmente, viene a mi vestuario, se pone de rodillas y me la chupa.
(Hace dos días pasó algo que me ha hecho escribir este relato, cuando hacía tiempo que no escribía nada; cuento lo que pasó)
Loli y su novio me invitaron a cenar a su casa, ella vive con él. El novio de Loli también trabaja; al llegar, me sentí como en casa, son tan agradables los dos. Después de la cena su novio dijo:
—Enrique, voy a llevar a mi hermano al aeropuerto, ¿porque no te quedas hasta que vuelva?, y no se queda sola Loli.
—Sí, claro, no te preocupes no tengo prisa.
Después de salir su novio me dijo Loli:
—Enrique, no he hablado del tema contigo antes porque me da mucha vergüenza decirte que me mueve a chupártela cada vez que abres la puerta de tu vestuario, pero hoy quiero que lo sepas. Enrique, quiero que sepas que no puedo dejar de obedecerte, me gusta chupártela como si fuera para mí una obligación. Se lo cuento todo a mi novio desde el principio, nos excita hablar de cómo te la chupo y después hacer el amor; él quiere que te obedezca y que te haga feliz, ¡incluso me ha confesado que le gustaría chupártela también!
Todo eso no era nuevo para mí, es como si yo tuviera un magnetismo que atrae a las personas sumisas. Le dije a Loli:
—Loli, ¿Sois sumisos los dos?
—Enrique, antes no, pero desde que te la chupo cada vez que lo deseas, sí. Mi novio y yo hemos buscado en internet para saber que significa el placer que sentimos deseando que me poseas a tu antojo, también hemos buscado que es lo que siente mi novio; y hemos descubierto que nos gusta ser sumisos.
No quise proponerle que fueran mis sumisos, después de sus palabras lo di por "hecho" y me sentía en una posición de poder tal, que no me hacían falta ni formalismos. Solo le dije:
No quiero saber lo que sentís, solo deseo que, si quieres y, mientras yo orino en tu aseo, te desnudes y te apoyes en la mesa, con el culo en pompa; para penetrarte después al volver de mear, no dijo nada. Eché una meada de las grandes, sin cerrar la puerta, estando en una casa ajena. Me desnudé en el aseo, colgué mi ropa en una percha blanca y salí desnudo y empalmado, sintiéndome dueño de los dos. Al llegar junto a ella la encontré totalmente desnuda… era precioso su trasero, en pompa para mí. Le agarre el culo con las dos manos y le di pellizcos y bocados. Abrí sus cachetes estando yo de pie. Cogí una cuchara sopera de acero inoxidable de la mesa y se la metí en el agujero del culo a Loli, por el lado más estrecho, moviéndola después, jadeaba la muy zorra como una loca. Le chupé el coño y al momento se la clavé entera en su chochito rosado agarrándola de la piel suave de su cintura. Me dolía el culo de darle arremetidas, su coño estaba tan empapado que mi polla patinaba.
Mientras me la follaba escuché como se abría la puerta de la entrada, no paré, ¡al contrario!; aceleré, sintiéndome el macho del grupo y queriendo que su novio me viera follándomela. Se acercó a nosotros y dijo al llegar junto a la mesa donde se apoyaba su novia:
—Enrique, no me importa verte montando a Loli, al contrario; me excita; te pareceré tonto o algo peor, pero, aunque no lo entiendas, deseo que me domines a mí también y me hagas lo que quieras.
Entonces yo estaba tan excitado de poder que creía que me iban a reventar las venas de la polla. Le dije al muchacho, a la vez que separaba mis piernas la una de la otra todo lo que podía:
—Jaime, ponte detrás de mí mientras me follo a tu novia, no te desnudes que no me gustan los hombres; solo acaricia mis huevos con tus manos mientras intento abrirle el culito a Loli, por cierto Jaime, ¿se lo has abierto tú alguna vez a Loli?
—No Enrique, nunca me he atrevido a pedírselo —dijo con una mirada de entrega y le contesté:
—Lo suponía, ¡anda!, ponte detrás de mí y acaríciame los huevos, ¡como si fueran de oro chaval! Tú, Loli, si quieres dejarme, me gustaría metértela por detrás, ¿me dejas?
—Enrique desde ahora no tiene usted que preguntar, solo haga lo que quiera; está usted en su casa.
Le saqué la cuchara del culo y le chupe el ano, no estaba sucio, solo algo sudado; le di mordiscos en el culo, marcando mis dientes con moratones. Su novio me acariciaba los huevos como una prostituta, incluso acariciaba mi ano y el comienzo de mi pene; pero sobre todo acariciaba dulcemente mis huevos con las yemas de sus dedos suaves.
Apoyé la punta de mi pene en el agujero del suave culito de Loli, apreté y, al contrario de lo que esperaba le "entró" a la primera, eso sí, muy apretado. Mi pene entró poco a poco en su ano hasta el fondo. Yo sentía como la dureza de mi polla arrastraba las carnes de Loli, al mismo tiempo que su novio daba pasadas, sin haberme pedido permiso, con su lengua en mis testículos, con cuidado, como un gato; con pasadas continuas desde mis colganderos huevos hasta el comienzo de mi espalda pasando por mi ano, era un tigrecito entregado. Ella, al notar como yo aceleraba en su interior con la intención de "abrirla por detrás", con un ritmo frenético, me dijo:
—Enrique, Enrique; ¡Enrique!
Le saqué el pene y me lo lavé en el aseo, volví junto a la pareja, y les dije a los dos:
—Por favor, si queréis, poneros de rodillas delante de mí; ¡tú!, Jaime, sigue acariciándome los cojones, y tu Loli, chúpamela otra vez... el novio de mi compañera, impaciente, me preguntó:
—Enrique, por favor, ¿le puedo chupar yo también el miembro?, deseo hacérselo señor.
—No, Jaime; he tenido alguna experiencia con parejas sumisas y no es lo que más deseo, solo te dejo que me des "un toque" con la lengua en la punta, solo eso, después me amasas los huevos otra vez, por favor.
Ese joven veinteañero, sabedor de lo que le gusta a un hombre, me pasó la lengua por el frenillo, poniendo su lengua tensa para hacerlo. Luego rodeó también con la punta de su lengua mi glande, por lo más estrecho, por donde se une con el "tronco", causándome un placer enorme y haciendo que mi polla se endureciera más junto a su boca. Después hizo ademán de abrir la boca para tragársela y le dije al muchacho:
— ¡Ya está Jaime!, solo acaríciame; ¿eres gay?
—No señor, pero deseo ser menos potente estando junto a usted y alabar su erección, y sentirme suyo, como una entrega relajada y deseada; pero cumpliré lo que desea.
Loli me succionaba el pene mejor que nunca, notaba yo como su garganta lo atrapaba en su interior, eso me gustaba mucho. Su novio apretaba mis huevos en la palma de su mano, luego los soltaba y los acariciaba muy suavemente, como una putita. ¡No podía aguantar más!; entonces les dije a los dos, tras sacar mi miembro de la boca de mi compañera de trabajo:
—Venga, seguir de rodillas y miradme a los ojos, que me tengo que correr, ¡ya!
Yo me meneaba el pene de pie, con fuerza, ellos estaban por debajo de mi escroto, mirándome a los ojos, con miradas de excitación y de ilusión también. Abrieron mucho sus bocas esperando la descarga. Me sentí dichoso, por ser deseado como dueño de los dos. Después de tantos meses sin doblegar a ninguna sumisa, al tener ahora bajo mi polla a mi compañera de la panadería y a su novio y, además sin esperarlo; había hecho que toda la noche acumulara esperma como un toro. Me corrí como un bestia, algo que me pasa cuando crece tanto mi pundonor... salieron tres chorros consecutivos de mi polla, el primero dio en la cara del novio de Loli, saliendo esparcido después hacia los lados, el segundo chorro, ya más relajado yo, ¡fue algo bestial!: arqueado con un chorro grueso espeso, que dio de lleno en la cara de Loli, desde sus ojos hasta su boca. El tercer chorro fue pequeñito y dio de lleno dentro de la boca del novio de Loli; el cual, cerró la boca al notar el impacto como si le hubiera tocado el premio y "trago".
Mis veintiún centímetros de gruesa polla estaban tiesos mirando al techo, mientras las dos lenguas de la pareja limpiaban con esmero las manchas de mi explosión viril.
Tras dominarlos a ellos dos el otro día he vuelto a sentirme dominador y pienso seguir por este camino, que he comprendido que es el mío.
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