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Era una tarde de invierno y me tocaba esperar en la parada de autobuses, estaba un poco cansada y no me apetecía estar aburrida allí sin hacer nada. Había unas 8 personas, y me puse a cotillearlas un poco. Dicen que un ejercicio de inteligencia emocional muy bueno es mirar a una persona y pensar como puede ser su vida, a parte que siempre puedes encontrar alguien interesante.
En eso soy un poco lanzada, como dice algunas de mis amigas, parezco un auténtico zorrón de lujo siempre dispuesta a cazar una buena pieza, aunque no me vale cualquier cosa. Cuando algo levanta mi curiosidad, suelo ser bastante directa. Tengo 29 años por lo que cada vez tengo las cosas más claras.
No encontré a nadie que me motivara, hasta que llegó un hombre con pinta de ejecutivo, bastante atractivo, bien vestido de unos 40 y tantos años. Vamos, lo que se dice un ‘madurito’ resultón. Nunca me hubiera imaginado que me fijaría en un hombre maduro, pero la verdad es que no había nada mejor. Si alguna de mis compañeras me hubiera dicho que me enrollaría con un hombre tan maduro, hubiera pensado que estaban locas.
Noté como se fijaba en mí, cosa que me halagó. Además, ya tenía alguien con quien flirtear y así dar esquinazo al aburrimiento. Empezó a pasearse de un lado a otro y cada vez que coincidía conmigo me miraba primero abajo y luego directamente a la cara. Iba muy atractiva, un chaquetón marrón, con una camisa blanca, unos vaqueros ajustados con unas botas negras por encima de la rodilla y algo de tacón. Le gustaba mi look guerrero y creo que las botas y mi cara lo tenían loco, así que una de las veces que me miró, le sonreí discretamente y él me respondió de la misma manera.
Cada vez que se cruzaba conmigo, nos mirábamos y nos sonriamos de forma muy cuidadosa, como si no quisiéramos que nadie se enterara de lo que estábamos haciendo. Decidí entablar conversación con él. Para marcarle un poco las distancias, me dirigí de usted a él y percibí que eso le contrarió el gesto. Ya avisé que soy un poco zorrón y me encanta llevar al mando de cualquier conversación o seducción.
Le pregunte si sabía cada cuanto tiempo pasaban los autobuses, algo que yo sabía de sobra. Él me contestó de forma muy cordial y segura, cosa que me gustó. Su voz era muy varonil y transmitía una energía fuerte y envolvente. Generalmente muchos tíos se ponen a temblar cuando una mujer guapa se dirige a ellos.
Estuvimos hablando hasta que llegó el autobús. Tengo que decir que se generó una complicidad bastante buena entre nosotros. Tenía una conversación interesante y cada vez me parecía más atractivo. Ya sabéis, ese momento o instante cuando hay algo dentro de ti que te dice que acabaras liándote con él.
Nos pusimos al final del autobús, que iba bastante vacío y continuamos charlando. A cada palabra se nos escapaban las manos, yo le tocaba la rodilla y él me cogía las manos. Estaba claro que el juego de seducción estaba en plena ebullición.
De repente, el ‘madurito’ se acerco sobre mí y me intentó dar un beso. No se lo iba a poner tan fácil, así que le retiré la cara. Le miré con cara retadora y él se rió. Continuó besándome por el cuello suavemente y eso sí que me estaba gustando. Mis defensas se bajaron y me dejé llevar. Tenía todo el cuerpo erizado y acabamos dándonos un buen morreo. Notaba que mi tanga se estaba empapando, me sentía cachonda perdida.
Él se bajó sus pantalones, me agachó la cabeza y me obligó hacerle una felación. Era una sensación muy morbosa, notaba como el autobús se movía y la gente iba subiendo a él. Oía risitas, joder ese cabrón me estaba haciendo sentir como una auténtica meretriz. La idea podía parecer un poco humillante pero me encantaba todo lo que estaba ocurriendo.
Su miembro estaba duro y era bastante grande. Mientras me deleitaba con ese pedazo de falo, él me bajó la cremallera del pantalón y empezó a masturbarme.Dios mío estaba tan excitada que noté como parte de mi jugo vaginal se expandía por mis ingles. Los dos nos corrimos casi a la vez, había unos adolescentes que nos miraban con caras de sorna. El espectáculo había sido increíble.
Nos bajamos del autobús y él me invitó a su casa. Nada más llegar, me bajó los pantalones de nuevo, me arrancó el tanga y empezó a penetrarme mientras azotaba mi trasero, bufff que cabronazo, como me daba caña. Tengo carácter pero algo me decía que me entregará a él. Su miembro salía y entraba con gran facilidad y con sus manos tocaba mis pechos que cada vez estaban más puntiagudos.
Me acabe corriendo y sin apenas tiempo para el descanso, me puso de rodillas delante de él y me obligó a chuparle su miembro, note como se corrió y puso mi cara llena de su leche tan varonil.
Una vez que acabamos me cogió dulcemente y me abrazó. Al cabo de un rato decidí irme, menuda aventura había tenido, de esas de las que no se olvidan, cuando o donde menos te lo esperas, puede pasar algo increíble, tú decides cuando amiga. Así somos las mujeres modernas del siglo XXI. Sólo una cosa se me olvidó preguntarle, y era cómo se llamaba. Yo le bauticé como mi George Clooney particular.
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