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~En casa somos tres, mi madre, mi hermano mayor y yo.
Bueno, mejor dicho somos cuatro (es que no incluí a "Lobo", el perro pastor alemán de mi hermano), que para él es un miembro más de la familia, aunque en realidad quizá sea más mío que de él, por todas las cosas que han pasado entre "Lobo" y yo.
No puedo negar que desde que soy niño soy un gay reconocido tanto por mi familia por como por amigos, vecinos, compañeros de trabajo y por todo el mundo, ya que no puedo ocultar que aunque exteriormente soy un hombre, dentro de mi palpita el corazón de una mujer.
Actualmente tengo 20 años y cinco de tener relaciones zoofílicas con "Lobo", de quien he notado que, no obstante que es de mi hermano, puesto que él lo trajo a casa y lo atiende, el animal tiene mayor preferencia por mi, pero en realidad, solo el perro y yo sabemos el motivo de esa inclinación: quizá el animal lo sepa por instinto, pero yo lo sé por raciocinio.
Como dije anteriormente, desde que yo era niño sentía una fuerte atracción por otros niños; posteriormente, conforme fui creciendo, por los adolescentes y jóvenes, y también por adultos. Como que éstos últimos tenían una fuerte inclinación hacia mí, ya que constantemente me perseguían, y yo me dejaba alcanzar.
No recuerdo mi edad exacta a la que sostuve mi primera relación sexual con otra persona de mi mismo sexo, pero si recuerdo que yo tenía alrededor de 10 años, y mi primer hombre tenía poco menos de 20. Lo deduzco por mi edad actual y por la edad de él, aunque ya no existe nada entre nosotros.
Quizá mi atractivo se debe a que soy de facciones muy finas y delicadas. No tengo vello y mi cuerpo tiene las formas de una mujer. Aclaro que no soy amanerado, sino más bien, mi comportamiento y mis ademanes son idénticos al de una mujer. Estoy seguro que soy una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre.
Mi situación incomodaba a mi familia, especialmente a papá y a mi hermano mayor, que aunque me aceptaban, mi presencia en público junto a ellos como que les representaba cierta "incomodidad", por lo que, por lo general, cuando la familia salía, yo prefería quedarme solo en casa.
Así, un día por la mañana, todos salieron por cuatro días y tres noches a una población cercana. Con una buena despensa en el refrigerador, me quedé solo en compañía de "Lobo".
En tarde del mismo día de la salida de mi familia, un tanto enfadado, tirado de bruces en la alfombra, me puse a ver películas en la TV. Recuerdo que solo traía puesto un short que me quedaba bastante flojo.
"Lobo" se recostó junto a mi, apoyando su cabeza en la parte dorsal de mis piernas. Yo sentía la respiración del animal muy cerca de mi entrepierna, que de virgen, desde hacía tiempo, ya no tenía nada. Esta situación dio lugar a que poco a poco me excitara, lo cual no me era muy difícil.
Recuerdo que hacia pocos días que yo había cumplido 15 años.
Repentinamente algo perverso pasó por mi mente: excitaría a "Lobo", total, que podría pasar entre el inocente animalito y yo.
Me desnudé totalmente y acerqué la nariz de "Lobo" a mi hoyito, quien de inmediato siguió su instinto y me lo empezó a lamer. La sensación fue era diferente a lo que yo había sentido hasta entonces, y a la vez es indescriptible: el placer es totalmente diferente a cuando te lo hace un hombre.
Bajé mi mano hasta tocar el pene del perro, y ¡oh… sorpresa…!. Estaba erecto, duro, saliendo la punta aguda de su capullo. El perro hacia su vaivén sobre mi pierna. Solamente un tonto no hubiera pensado que "Lobo" estaba excitado y dispuesto a descargar sus entrañas.
Empapé mis dedos con mi líquido preseminal y con él lubriqué mi hoyito, que al instante quedó dispuesto a ser envestido.
"Lobo", como buen pastor alemán, es un animal grande, por tanto, yo, puesto en posición "de perrito", cabía perfectamente bajo sus patas y mi hoyito quedaba a disposición del animal.
Me acomodé buscando la forma de que "Lobo" "entendiera" y subiera sus patas delanteras a mis espaldas, como cuando lo hacen con las perras en celo. No me fue difícil.
"Lobo" empezó su vaivén empujando su pene a mis interiores. Yo sentía que su punta lubricada entraba en mi poco a poco, piquete a piquete. Es algo que los humanos no saben hacer: mientras que unos hombres te tratan con ternura y son delicados en la primera embestida, otros te la dejan ir de un golpe, y suele ser doloroso.
En aproximadamente un minuto yo sentí que "Lobo" me había penetrado. Pero ahí no terminó todo. El miembro del animal es largo, y ya introducido (digamos totalmente), viene una segunda erección que no es "a lo largo", sino que a los perros les empieza a engordar su miembro.
Nunca había sentido en mi interior algo tan grueso y palpitante como el pene de "Lobo".
De repente el perro lloró brevemente, señal de que algo le había dolido. Me desmontó y pensé que aquel gran momento había terminado…. ¡pero no…!
Al desmontarme el perro quedamos culo con culo… ¡nos habíamos pegado!
Debo decirles que en ese momento sentí miedo, pero sentía palpitar en mi interior el pene de "Lobo", y el placer era mayor que el temor.
Es un placer que ya no es sentir el pene que entra y sale como yo estaba acostumbrado, sino que palpita como que intermitentemente se inflama y se desinflama. Es a una velocidad como las palpitaciones del corazón. Así pasaron muchos minutos, no se cuantos, tanto que me cansé de estar en la misma posición, mientras el pene de "Lobo" estaba "pegado" con mi culo.
Poco a poco los espasmos subieron de velocidad y mientras el animal, por el placer que me causaba, me trasladaba a otra dimensión, sentí que era inundado por sus fuertes chorros de esperma caliente.
Quedé totalmente inundado. El perro lloraba. Posiblemente algo le dolía cuando expulsaba su semen.
El pene de "Lobo" disminuyó sus dimensiones y totalmente flácido salió de mi interior: nos habíamos "despegado".
El animal se retiro unos metros de mí y empezó a lamerse su miembro.
Yo quedé exhausto, lleno de placer y con mi culo adolorido y ardiéndome del culiadón que sin planear, había dado lugar a que "Lobo" me diera.
Fui al baño, me senté en la tasa y expulsé todo el semen que el animal había dejado en mi interior.
Luego, introduciéndome una pequeña manguera lavé mis interiores, reteniendo el agua por algunos instantes, hasta que la expulsé totalmente cristalina.
Al día siguiente yo no busqué a "Lobo". Él me buscó a mí y volvimos a "pegarnos", y desde entonces lo hemos hecho cada vez que se presenta la oportunidad y nos quedamos solos en casa, donde nadie entiende por qué el animal me busca más a mí, en lugar de mi hermano que es su dueño y quien lo atiende.
Lo que tampoco saben en casa es que si "Lobo" es de mi hermano, yo soy de "Lobo".
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Pues buen relato que envidia