~En la mayoría de las ocasiones, ando descalza o con mis chancletas puestas, me pongo mi vieja bata de casa, para no dañar el resto de mi ropa mientras hago las labores de casa. Y así paso gran parte del día, pero recientemente…

Cuando regaba las matas del patio trasero, al principio sentí como que alguien me observaba, pero después de dar un vistazo, y no ver a nadie. Me provocó bañarme, con todo y bata, usando la misma manguera que estaba usando para regar las plantas.

Yo estaba de lo más concentrada, tanto que ni cuenta me di que nuestro perro, se encontraba en el patio, junto a mí. Cuando de momento sentí su morro entre mis nalgas, y al voltearme a verlo, lo regañé, diciéndole. Sinvergüenza, deja de estar oliéndome como si yo fuera una perra.

Negro que es como llamamos al perro, se retiró a su casucha, y fue cuando me acordé que ya era momento de que lo bañase. Por lo que me fui acercando a él, con la manguera en la mano. Desde luego que negro trató de huir, pero al regañarlo nuevamente, de manera obediente se detuvo, por lo que tras buscar el jabón para bañarlo comencé a mojarlo con la manguera. Negro es un pastor alemán, algo oscuro, muy obediente, y juguetón, por lo que cuando comencé a bañarlo, de cuando en cuando le dio por empujarme, con su cuerpo, haciendo que yo, en una de esas perdiera el equilibrio, cayendo sobre la mojada tierra, con mis piernas abiertas. Casi de inmediato acercó su morro entre mis piernas, y comenzó a olisquearme, ya estaba yo por regañarlo nuevamente, cuando sentí su áspera lengua pasando directamente sobre mi desnudo coño, ya que en esos momentos ni ropa intima estaba usando.

El sentir eso, me dejó como tiesa, ya que después de la primera lambetada que me dio, no hice nada, me quedé con mis piernas bien abiertas, y a los pocos segundos, volví a recibir otra sabrosa lambetada que me propinaba Negro. Ya estaba recibiendo la tercera, cuando vine a reaccionar. Instintivamente vi en todas direcciones, asegurándome que me encontraba sola en el patio, y que ninguna persona me estuviera viendo.

Yo quizás por quien sabe que, en lugar de ponerme de pie, tras asegurarme que nadie nos estaba viendo, oculta tras las matas que previamente estaba regando con la manguera, me quité la bata, y me puse en cuatro patas. Ya cuando jovencita, había tenido experiencias con perros, y hasta con un pequeño poni, que mis padres tenían en la finca. Pero desde que en una ocasión, fui descubierta por mis padres, e internada por varios días, en lo que para esos momentos llamaban casa de salud, por no decir manicomio. No había vuelto a tener, ese tipo de relación con animal alguno.

Negro mientras que yo permanecí colocada en esa posición, lo primero que hizo fue nuevamente ponerse a oler mi coño, y mi culo. Yo separé ligeramente mis piernas, y en menos tiempo de lo que cuestas del uno al cinco, ya Negro se encontraba tratando de montarme. En ese instante recordé, cuando era jovencita, el sin número de veces que permití que los perros de casa, me penetrasen. El sentir como su miembro dirigido por mis dedos, hábilmente se fue introduciendo dentro de mi mojado coño, hizo que yo gritase de placer.

A los pocos segundos, ya Negro me tenía completamente penetrada, y lo mejor de todo fue cuando comencé a sentir, que su verga comenzaba a hincharse dentro de mi vagina. Yo por mi parte no dejé de mover mis caderas, como una verdadera perra en celo, Por el mucho tiempo que ya no hacía esas cosas, me descuidé, y Negro con las uñas de sus patas, me rasguño en algunas partes de mi cuerpo. Pero la verdad poco me importó eso, lo que deseaba era seguir disfrutando, del buen rato que me estaba haciendo pasar nuestro perro.

Yo como si Negro entendiera todo lo que le decía, a medida que fue, clavándome una y otra vez su sabrosa verga, le fui diciendo, lo rico que se sentía, el tenerlo dentro de mi coño. Hasta que después de un buen rato, comencé a sentir como toda mi vulva se inundaba de su semen. Por la experiencia que ya había tenido de joven, sabía que debía esperar a que su verga se desinflamase, Y aun y estando así tirada sobre la tierra, el menor movimiento que hacía Negro, me llenaba de un placer increíble. Hasta que finalmente, sin mucho esfuerzo sacó su herramienta de mi coño.

Yo estaba como borracha de placer, por lo que me quedé tirada sobre la tierra, con mis piernas bien abierta, y apenas me medio recuperé, llamé a Negro, que ya había comenzado a pasar su larga lengua sobre su propia verga, para limpiarse. Cuando Negro se me acercó, casi de inmediato dirigió su morro, a mi coño, y con la mayor confianza del mundo, comenzó nuevamente a lamer todo mi coño. Mientras que yo de ociosa, me dediqué a mamar su verga.

Cuando finalmente después de haber disfrutado de todo lo que nuestro perro me hizo, dando tumbos, me dirigí a la casa, dejando mi bata tirada sobre la mojada tierra. Ya dentro fui al baño y comencé por darme una buena ducha, y a lavar mi coño con agua oxigenada y vinagre, por aquello de prevenir una infección. Lo que les conté sucedió temprano en la mañana, apenas después de que el bus escolar recogió a mis hijos, yo después de darme esa buena ducha, me recosté y me quedé dormida, casi momentos antes de que mis hijos llegasen.

Mi esposo ni idea tiene, de lo que sucede entre Negro y yo. Mientras que yo por mi parte, cuando mi esposo me deja viendo el techo de nuestra habitación, sin hacer el más mínimo esfuerzo por complacerme, digamos que en venganza, ese día me toca bañar a Negro.